“Soy un dinosaurio: como no trabajo para la prensa, estoy encantado de la vida”
Ernesto Bazan, que a lo largo de su carrera ganó varios de los premios de fotografía más importantes del mundo y formó parte de la prestigiosa agencia Magnum, pasó catorce años de su vida fotografiando Cuba, en imágenes sobrecogedoras, inquietantes, íntimas. Hastiado del trato que las casas editoras dan a los fotógrafos, decidió crear una editorial de libros de fotografía, cuya primera edición ha sido la de BazanCuba, donde este siciliano de apellido español resume las sensaciones y sentimientos de sus años cubanos. Después de años en Cuba, Bazan fue obligado a dejar de impartir los talleres de fotografía para extranjeros de los que vivía, por lo que en 2006 tuvo que dejar el país. Hoy vive en Veracruz.
El libro lo has hecho todo en analógico…
Y sigo en analógico. Soy un dinosaurio: como no tengo que trabajar para la prensa ni tengo entregas abrumadoras, estoy encantado de la vida. Te doy un ejemplo de mi forma de trabajar: ahora me voy a pasar cinco días en Veracruz, después voy a Oaxaca y un día después va mi familia. Allí me esperan cinco estudiantes y mi impresor, que ya ha revelado sesenta rollos que hice este verano en Salvador, y ahora le voy a entregar otros sesenta rollos que acabo de hacer en Perú. Después con calma, con mi lupita, con un mezcalito, empiezo a mirar y deprimirme un poquito… aunque al final ojalá pueda surgir algo bueno. Y así es mi vida como fotógrafo, no tengo ninguna prisa. Mis libros se demoran años para nacer, es un ritmo de vida mucho más atado a lo que era la vida hace treinta o cuarenta años. Mucho más relajada, mucho más lenta.
¿Cómo surgió la idea de hacer tu propia editorial?
El mundo editorial te friega mucho. Pierdes mucho los derechos, el control del libro, te pagan una miseria… (Hoy estaba con una de las fotógrafas más reconocidas de España, Cristina García Rodero, [única fotógrafa española miembro de la agencia Magnum y ganadora del Premio Nacional de Fotografía, entre otros méritos], que me contaba todas las dificultades que ella, con su nombre, tiene que enfrentar en términos de regalías, de maquetación del libro) Lo único que tenía claro cuando salí de Cuba es que no quería que las editoriales me jodieran otra vez un libro, como me había pasado en los dos primeros. Y me siento un privilegiado porque tuvimos (en plural, con mis estudiantes) la plena soberanía sobre cada palabra y cada fotografía. Todo lo elegimos juntos. Y por eso quiero seguir así. Si dentro de algunos años alguna editorial me pide publicar mis libros, lo voy a hacer sólo si aceptan mis condiciones. Porque que a García Rodero, después de tantos años de trabajo, le paguen sólo un 8 por ciento de regalías, y dilatado en el tiempo, me parece una falta de respeto… Nosotros somos los que creamos las fotografías de los libros, y nos cuesta mucho: no solamente en términos económicos, sino también en esfuerzo, en salud, en tiempo para volver muchas veces a al mismo lugar… Con este libro yo por primera vez estoy ganando algún dinero, tras entregarle catorce años de mi vida… ¡Catorce! Entonces, considero que tiene que ser así.
¿Te consideras una víctima del régimen cubano?
En comparación con lo que les pasa a los cubanos, lo que me pasó a mí es muy pequeño, aunque sea una injusticia… Al final, todo se resume en que algunos vecinos envidiosos de mi esposa, que tenía un nivel de vida más acomodado, como no tienen nada que hacer en todo el día, empezaron a escribir cartas anónimas y convirtieron algo muy bonito, como lo de mis talleres fotográficos, en un crimen de Estado. Y al final, después de haber intentado varias veces poder arreglarlo, me dije: “Está bien, ha llegado el momento en que nos vamos de aquí”. Obviamente, fue un momento duro, porque teníamos una casa, cosas materiales… Pero cuando llega el momento -y fue la primera, y espero que la última vez, que me pasa- en que sientes que estás a punto de perder la libertad de escoger lo que quieres hacer en tu vida, estaba dispuesto a entregar hasta mis cámaras para que mi familia y yo saliéramos sin problemas.
¿Qué fundamentación te dieron para obligarte a cerrar el taller, porque evidentemente no podían acusarte de que tu esposa tuviera más ropa que sus vecinas?
La acusación fue que yo era fotoperiodista y estaba dando talleres de periodismo. Según el estatuto del Centro de Prensa Internacional de Cuba, yo puedo sacar todas las fotos que quiera pero no puedo dar clases de periodismo.
¿Te veían como un potencial enemigo del régimen?
El gobierno cubano sabía exactamente lo que yo hacía, porque controlan e-mails, controlan teléfonos… Soy el único fotógrafo al que le han permitido fotografiar al ejército cubano durante una semana. Yo tenía una relación normal con el gobierno sin tener que lamerle el culo a nadie… (Piensa) En realidad, era privilegiada: el mismo Raúl Castro pidió que yo hiciera una exposición de ese trabajo, en el Museo de la Revolución. ¡Y no me pidieron nada! Yo dije: “Voy a hacer la exposición con las fotos que tengo”. Que son fotos muy personales. Lo único que me pidieron -y accedí porque me pareció bien- fue que incluyera algunas fotos de mujeres soldados… Fue una situación totalmente surrealista: en el Museo de la Revolución -el ex palacio presidencial de Batista- rodeado por todos esos generales, la secretaria de Raúl Castro llamándome por la mañana a mi casa deseándome éxito… Al final, créeme, es como se dice en Italia: “Se cierra una puerta y se abre un portón”. Era parte de mi destino. Yo creo en Dios, y tengo dos niños varones [con su esposa cubana Sissy, ellos tenían ocho años cuando salieron de Cuba]: si me hubiera quedado, a los 17 años tendrían que haber hecho dos años de servicio militar obligatorio, y ni hablar del lavado de cerebro que recibían cada día en la escuela… Creo que ha sido mucho mejor que hayamos salido de la isla.
¿Nunca se te cruzó por la cabeza tener una posición más amigable con el régimen?
Mi posición era francamente neutra: veía todo lo que acontecía, pero mi fotografía no es una fotografía política ni periodística, yo simplemente fotografiaba la vida cotidiana. Ellos eran conscientes de que mi fotografía sobre el Periodo Especial mostraba la dureza, las dificultades del día a día de los cubanos, y a pesar de eso me abrieron las puertas: eso me gustó. Veían que siempre trato de fotografiar al hombre con mucha dignidad, a pesar de las dificultades.
Tus vecinos fueron quienes propiciaron tu exilio y el de tu familia, ¿crees que el estado en el que viven los cubanos envilece a las personas?
Es típico de todos los regímenes comunistas. Después de que cayera todo el campo socialista en Europa se descubrieron cosas horribles: en Alemania del Este la esposa informaba sobre el esposo, en Cuba está el famoso caso del escritor y poeta Eliseo Diego, cuyo hijo fue forzado a informar sobre su padre… son típicas cosas de esos regímenes que se basan en el control total. Los CDR (Comités de Defensa de la Revolución) son elementos claves de la seguridad cubana, que quieren saber lo que acontece en cada hogar.
Sin embargo, te enamoraste de Cuba…
Me enamoré del pueblo cubano, de esa atmósfera cubana que me recordaba a mi Palermo siciliano, a mi campo siciliano. Y encontré personas verdaderamente especiales, generosas, que no tenían nada que ver con la política… Y empecé a compartir con ellos su día a día, su supervivencia cotidiana.
– Feliciano Tisera
Periodista todoterreno, ha escrito de política, economía, deportes y más. Además de Letras Libres, publicó en Clarín, ABC, 20 Minutos, y Reuters, entre otros.