La Virgen de Guadalupe
Advierte Zubiri: "La historia de las religiones no es simplemente la historia de los destrozos que el hombre ha hecho en la religiรณn, sino que ha sido una autรฉntica historia en la que el hombre ha adquirido formas progresivamente crecientes, y nunca totalmente errรณneas, de lo que es precisamente la deidad". Esto es, cuando el humano creyรณ que Dios era el Sol, no estaba totalmente errado. Algo habรญa de cierto en esa creencia, tan rara para nosotros, tan comรบn en los pueblos antiguos.
¿Quรฉ hay de cierto? "Que la deidad trasciende todas las cosas singulares y abarca, justamente, el totum de la realidad" (Zubiri), que es el Altรญsimo allรก en el cielo (deidad urania o del cielo), y tiene identidad fuerte, es el Inmutable, porque el Sol les parecรญa a ellos siempre idรฉntico a sรญ mismo. Se trata, pues, de una conquista valiosa de la mente humana.
De la misma manera podemos afirmar que no hay ninguna forma de devociรณn popular que sea nunca por entero desacertada.
¿De quรฉ estamos hablando? De esto: Dios es Dios y estรก, segรบn la metรกfora, allรก arriba, esto es, es trascendente. Se precisa una mediaciรณn entre el Altรญsimo y la criatura humana. En sentido estricto (1 Tim 2, 3) "no hay mรกs que un mediador entre Dios y los hombres [humanos, serรญa mejor], el hombre Jesucristo". Pero en un sentido menos estricto, lo reconoce Santo Tomรกs, todos aquellos que cooperan en la uniรณn realizada sรณlo por Cristo entre Dios y los humanos, son tambiรฉn mediadores.
Los santos, por ejemplo, y en especial la Virgen Marรญa, "mediadora de todas las gracias".
Tรบ, si rezas, diriges tus oraciones a Dios todopoderoso, a Aba, el Padre, como enseรฑรณ Cristo (los cristianos somos cristianos porque todo nuestro vรญnculo y comprensiรณn de Dios se da a travรฉs de Cristo). Ahora, ¿quรฉ sucede si, moviendo un poco esta comprensiรณn, no rezas a Dios, sino directamente a Marรญa (no como mediadora, sino a ella), como si ella tuviera los atributos de omnipotencia y realidad suma reservados a Dios? Dios Padre se diluye al fondo, Cristo tambiรฉn, y Marรญa se agiganta en el corazรณn, invadiรฉndolo todo.
Este es uno de los problemas centrales que plantean los desbordes de devociรณn guadalupana tan colorida y conmovedoramente expuestos en estas fotografรญas.
Yo no sรฉ, desde luego, quรฉ consecuencias teolรณgicas pueda tener, si tiene alguna, esa desviaciรณn, si es, como pienso, deviaciรณn, pero me parece, de entrada, injusta hacia Marรญa.
Porque si algo se declarรณ ella, de manera ejemplar, en la Escritura, fue Sierva del Seรฑor. Su lecciรณn es de fe obediente a Cristo: "Hagan todo lo que รl les diga" (Juan 2, 1-12).
"Yo soy ateo jacobino, materialista ortodoxo, pero soy, eso sรญ, guadalupano", dicen que vociferaba Diego Rivera. Si algo caracteriza al pueblo mexicano es, justamente, el guadalupanismo tumultuoso, y a la vez รญntimo.
En el grito de la fiesta y en el recogimiento solitario estรก, esperando, esa misma realidad dulce y, a la vez, poderosa. ¿Por quรฉ? Las causas de tan complejo fenรณmeno deben ser muchas y variadas. Expondrรฉ una sola, sociolรณgica, dรฉbil, superficial y discutible a manera de ejemplo.
Me refiero a la superioridad moral de la mujer so-bre el varรณn en la vida mexicana. Me parece obvio que la mujer en Mรฉxico es mรกs perceptiva, generosa, responsable, inteligente y comprometida que el varรณn, a menudo aban-donador de los suyos, violento, egoรญsta, desenfrenado, estรบpido y semiautista, una verdadera alhajita (no digo "todos", tรฉrmino lรณgico, la cuestiรณn es estadรญstica).
No se necesita tener la refinada malicia de un Freud para conjeturar que a la hora de rezar el mexicano tienda a confiar mรกs en una deidad, digamos, de corte femenino que en una de corte masculino.
Y mรกs si esa deidad es Marรญa, prototipo de dulzura, fidelidad, humildad, mansedumbre extrema y amor. La Virgen Marรญa, observรณ Graham Greene, es la รบnica gran figura bรญblica no ligada de ningรบn modo a ninguna forma de castigo o puniciรณn.
Tampoco estรก ligada a ninguna forma de autoritarismo. Suavidad pura, respeto cariรฑoso. Para un pueblo como el mexicano, aplastado como pocos portodas las formas posibles de autoritarismo loco, debe ser deslumbrante hallar a alguien que te escucha, que no te da รณrdenes, que te tiene paciencia, te entiende, te consuela y habla a favor de ti.
Por รบltimo apuntarรฉ que todo fervor desbordado tiende a degenerar en una de las plagas mรกs perniciosas de la vida social, me refiero al fanatismo.
Ciertos signos de este mal rondan, por desgracia, la devociรณn guadalupana. Me refiero al ambiente de frenesรญ y linchamiento que rodea la discusiรณn de Juan Diego y su leyenda. รsta, como toda leyenda piadosa, debe verificar sus datos histรณricamente. Es decir, la pregunta "¿Existiรณ Juan Diego?" equivale a la pregunta "¿Hay documentos histรณricos que convaliden la existencia de Juan Diego?" Y debe ser respondida con la ecuanimidad y suficiencia que esperamos de todo historiador, no con griterรญa histรฉrica, insultos o impertinentes declaraciones de fe (el asunto no es de fe, sino de ciencia histรณrica).
Ahora, hasta donde yo sรฉ, ningรบn historiador serio ha acreditado nunca la existencia real de Juan Diego (y mucho menos la verdad de la leyenda), y muchos la han negado con energรญa y erudiciรณn. Pero es obvio que la inexistencia histรณrica de Juan Diego y la irrealidad de la leyenda no afectan en nada la devociรณn guadalupana, porque esta no es ni puede ser fidelidad a un cuento pintoresco, sino nada menos que a la Virgen Marรญa, la madre de Dios, "hija de su Hijo", como la llamรณ el Dante.
(Ciudad de Mรฉxico, 1942) es un escritor, articulista, dramaturgo y acadรฉmico, autor de algunas de las pรกginas mรกs luminosas de la literatura mexicana.