Siempre he encontrado incรณmoda la relaciรณn que se hace entre el escritor y el metro cรบbico de tierra en el cual naciรณ. Es verdad que los escritores han tenido que ver la primera luz en algรบn metro cรบbico especรญfico, en unas coordenadas precisas dentro de un paรญs, pero tambiรฉn es cierto que en un escritor es crucial, mรกs allรก del sitio donde naciรณ, el punto, literario y vital, hacia el cual se dirige, y a lo largo de este trรกnsito hay que ir sumando sus lecturas, sus experiencias, los libros que va escribiendo y los otros metros cรบbicos especรญficos donde han nacido sus ancestros y, tambiรฉn, sus descendientes. A la hora de efectuar todas estas sumas hay quien, como yo mismo, se siente incรณmodo con esa clasificaciรณn que se hace de los escritores segรบn el paรญs en el que nacieron, aun cuando escriban en la misma lengua. Pondrรฉ como ejemplo mi caso que, por otra parte, es el que mejor conozco. Nacรญ en Veracruz, Mรฉxico, en una comunidad de republicanos exiliados catalanes, me pusieron Jordi de nombre y las primeras palabras que oรญ y que pronunciรฉ cuando empecรฉ a hablar fueron en catalรกn. Siempre fui un raro porque me comunicaba con mi abuelo y con mi madre en una lengua que en Mรฉxico nadie entendรญa y porque tenรญa un nombre, Jordi, que en Mรฉxico parece, en el mejor de los casos, un apodo, y en el peor, el apodo de un travesti. Me hice escritor por el entusiasmo que me produjeron autores como Nabokov, o Tolstoi, o Flaubert, o Jack Kerouac, o Juan Marsรฉ; a los escritores que me tocaban por aquel controvertido metro cรบbico en el que nacรญ, a Pitol, a Paz, a Rulfo y a Fuentes, los leรญ con asombro ya que era un adulto. En mi adolescencia vivรญ en Canadรก, y aรฑos despuรฉs, ya casado con mi mujer, que es francesa, vivรญ en Irlanda y ahรญ, con mucha devociรณn, me dejรฉ contaminar por los autores irlandeses vivos y muertos. Luego llegamos a vivir a Barcelona, yo con pasaporte espaรฑol, mi mujer y mi hijo con pasaporte francรฉs, y con el tiempo llegรณ mi hija Laia, que naciรณ en la calle Muntaner, en Barcelona; la misma calle en la que naciรณ mi madre, que es su abuela. Ahora vivo en una ciudad donde se habla mi lengua materna y donde llamarse Jordi no genera ningรบn tipo de sospecha, he pasado de ser mexicano relativo a reconvertirme en un catalรกn exรณtico que habla con acento mexicano. Todos estos accidentes, mรกs que hacerme sentir que no soy de ningรบn sitio, me hacen pensar que tengo dos paรญses, asรญ que, a reserva de que piense otra cosa en cuanto termine de leer estas lรญneas que he escrito en Barcelona, bebiendo cafรฉ mexicano, con mi ordenador que comprรฉ en Irlanda y oyendo una estaciรณn de jazz que transmite desde Londres; a reserva, como dije, de que al final piense otra cosa, en esta lรญnea lo que creo es que lo que he hecho durante mi vida de escritor no es literatura ni mexicana, ni catalana, ni espaรฑola, sino una conjunciรณn de las tres, mรกs lo irlandรฉs y lo francรฉs y lo ruso que se me ha ido pegando en el camino.
Para vestir un poco esta reflexiรณn, pasarรฉ, con el permiso de ustedes, a la cabeza parlante de Barcelona, de la que escribe Cervantes en el Quijote: hay cabezas parlantes famosas pero ninguna como la de Barcelona. Dicen que la de Marรญa Antonieta, aquella reina rolliza y frรญvola, articulรณ una filรญpica contra su verdugo segundos despuรฉs de que la guillotina la hubiera separado de su cuerpo. Otra rareza semejante aparece en la cantiga 96 de Alfonso X el sabio: la virgen va caminando por un paisaje idรญlico cuando una cabeza sin cuerpo, amable y bastante tรฉtrica, la interpela. Pero estas cabezas parlantes eran en realidad prรณfugas de su cuerpo, mientras que la de Barcelona habรญa sido concebida asรญ, como una pieza mรกgica que no sรณlo interpelaba y soltaba filรญpicas, tambiรฉn desentraรฑaba el pasado y predecรญa el futuro; era un orรกculo al que se le consultaban cosas (todos los dรญas excepto los viernes, que amanecรญa muda), que estaba en el salรณn de un palacete que, segรบn los expertos, se encontraba en la calle Ample, o en la de Montcada o en el Passeig del Born. Al palacete de don Antonio, que estaba en una de estas calles, llegรณ don Quijote y ahรญ le fue presentada la cabeza parlante de Barcelona:
โLevantados los manteles y tomando don Antonio por la mano a don Quijote, se entrรณ con รฉl en un apartado aposento, en el cual no habรญa otra cosa de adorno que una mesa, al parecer de jaspe, que sobre un pie de lo mismo se sostenรญa, sobre la cual estaba puesta, al modo de las cabezas de los emperadores romanos, de los pechos arriba, una que semejaba ser de bronceโ.
El procedimiento, segรบn explica don Antonio a don Quijote, era acercar la boca a la oreja de la cabeza, preguntarle algo y esperar la respuesta que saldrรญa, con voz metalizada, por la boca del busto. Llegado el dรญa de las preguntas, don Quijote, en su papel de โpreguntanteโ, consulta una sola cosa a la cabeza y en cuanto obtiene su respuesta se queda satisfecho. De la cabeza parlante de Barcelona, Cervantes revela que se trataba de un truco, de un busilis dice textualmente, que dentro habรญa un โestudiante, agudo y discretoโ, que iba dando las respuestas.
Esta historia de la cabeza parlante me lleva a pensar, arrebatado desde luego por la inquietante estรฉtica de su imagen, que si dentro de รฉsta, en lugar de un estudiante agudo y discreto, hubiera habido cinco o diez estudiantes (agudos y discretos), se habrรญan desatado dentro discusiones y confrontaciones de ideas y todo aquello hubiera salido resumido, constreรฑido y expresado por una voz รบnica, la de la cabeza parlante. Desde esta exageraciรณn de la imagen de Cervantes regreso a la incomodidad que me produce la clasificaciรณn de escritores segรบn el metro cรบbico de
tierra donde han nacido, y me parece que esta clasificaciรณn fragmenta en cabezas parlantes el universo, que debiera ser indivisible, de escritores en espaรฑol. Tenemos por ejemplo la cabeza parlante de los escritores latinoamericanos, que me queda muy a mano, dentro de la cual estรกn todos mis colegas que han nacido, como yo, en alguno de los metros cรบbicos que constituyen aquel continente, y que a pesar de las diferencias espirituales, vivenciales, temรกticas, territoriales y prosรญsticas que nos separan, comparecemos todos dentro del espacio constreรฑido de la misma cabeza parlante y literaria que por azar nos ha tocado. Miren ustedes, en la solapa de mi mรกs reciente novela, en la ediciรณn espaรฑola, se anuncian las obras de los escritores que la editorial que publica mis libros considera que son afines a mรญ, no porque nuestros libros se parezcan ni porque traten de los mismos temas, sino porque nuestras partidas de nacimiento estรกn en el mismo continente: Alberto Fuguet, Laura Restrepo, Rafael Ramรญrez Heredia, Carlos Fuentes, Juan Gabriel Vรกsquez, Fernando Vallejo y Mario Vargas Llosa. La novela La mitad del Alma, de Carmen Riera, que publicรณ la misma casa editorial, en la misma temporada, en la misma colecciรณn y en el mismo paรญs, consigna en su solapa a estos autores, cuya relaciรณn con Riera es ese dichoso metro cรบbico: Bernardo Atxaga, Luis Mateo Dรญez, Juan Benet, Josรฉ Marรญa Merino y Manuel Rivas.
A los escritores hay que agruparlos de algรบn modo para poder estudiarlos y venderlos, dirรญa algรบn experto; pero ยฟserรก este el mejor modo?, ยฟno les parece muy bรกsico y simplรณn?, ยฟno lo ven demasiado escorado hacia la mercadotecnia?
Decรญa antes, cuando hablaba de mi caso particular, que no escribo ni literatura mexicana, ni espaรฑola, ni catalana, sino una conjunciรณn de todo esto mรกs lo que he ido leyendo y me ha gustado, aunque en realidad me gustarรญa pensar que escribo literatura en espaรฑol, sin metros cรบbicos de tierra que enturbien el paisaje y sin cabezas parlantes literarias y nacionales que lo constriรฑan. Ahora que Europa se ha liberado de sus fronteras, serรญa deseable que liberรกramos a nuestra literatura de sus cabezas parlantes, y que los escritores en espaรฑol transitรกramos por el mundo literario como eso, como escritores en espaรฑol, sin mรกs cabeza ni bandera que nuestra lengua. ~
Texto leรญdo en Casa de Amรฉrica,
en Madrid, durante el encuentro
โMรฉxico en letrasโ.