Poca gente ha reparado en una extraรฑa paradoja de Los detectives salvajes, la novela que lanzรณ a la fama a Roberto Bolaรฑo: pese a tener en gran estima a los infrarrealistas, el grupo de jรณvenes poetas al que perteneciรณ en los aรฑos setenta, Bolaรฑo nunca nos da una probadita de su poesรญa, para que podamos juzgar si se merecรญan o no el ninguneo de nuestra repรบblica literaria. El esclarecedor ensayo de Gabriel Zaid “No me rescates, compadre” (Letras Libres, octubre de 2013), un examen de la vida y la obra de Mario Santiago, el Ulises Lima de la novela, me induce a pensar que Bolaรฑo escamoteรณ ese detalle para lavar en casa la ropa sucia: si hubiera citado con amplitud los engreรญdos y descoyuntados balbuceos de su amigo, habrรญa puesto en evidencia que ese joven pontรญfice no pudo convertir la bravata golpista en iluminaciรณn poรฉtica. Bolaรฑo tampoco muestra en la novela los versos que pergeรฑรณ cuando jugaba a ser poeta maldito. ¿Pudor o autocrรญtica?
A mi juicio, esta omisiรณn no le resta encanto a la novela, porque si bien Bolaรฑo tuvo un amor mal correspondido por la poesรญa, el dominio del lenguaje que adquiriรณ al tratar de escribirla lo sitรบa entre los mejores prosistas de nuestra lengua. Como Cervantes, de tanto buscar “la gracia de poeta que no quiso darle el cielo”, encontrรณ una gracia distinta para la que sรญ tenรญa grandes facultades. Alejado de Mรฉxico durante veinticinco aรฑos, recordaba con nostalgia a sus viejos amigos, y los redimiรณ del olvido como entes de ficciรณn, modulando con virtuosismo el tono elegรญaco de la novela, una especie de rรฉquiem por la euforia existencial perdida. Al lector hipnotizado por su magia narrativa le importa poco averiguar si el movimiento literario en el que militรณ era una eclosiรณn de genios precoces o un fiasco embellecido por el recuerdo: a tal punto nos atrapa su arte para escudriรฑar el alma desde las primeras pinceladas de cada retrato. Bolaรฑo creรญa dogmรกticamente en las vanguardias, al grado de perdonarles la falta de talento, y su fe ciega en las bondades de la subversiรณn creadora le impidiรณ ver el lado grotesco de la vanidad insatisfecha, que en los malos escritores, sean conservadores o vanguardistas, alcanza proporciones monstruosas. Pero al ennoblecer a su pandilla juvenil con devota indulgencia, logrรณ un fresco generacional memorable, tal vez porque la compenetraciรณn emotiva con un personaje, como la entrega amorosa, tiene mayor clarividencia que el espรญritu crรญtico. Su novela es un triunfo de la empatรญa sobre la ironรญa, un panegรญrico de la trasgresiรณn romรกntica en la edad de las grandes promesas. La resaca de esa fiesta quizรก no fue muy grata para quienes la vivieron, pero Bolaรฑo termina su relato en el umbral de las desilusiones.
La mayorรญa de los 200 mil lectores de Los detectives salvajes nunca se ha asomado a la gran poesรญa mexicana del siglo XX, ni lo harรก jamรกs, pero como la firma de Bolaรฑo aparentemente avala a los infrarrealistas, muchos incautos suponen que nuestras autoridades literarias cometieron en este caso una grave injusticia. Como el poder cultural de Oprah Winfrey y el de la mercadotecnia editorial espaรฑola (autoridades supremas en cualquier polรฉmica literaria, a juicio del pรบblico villamelรณn) respaldan al vindicador de ese movimiento, algunos abogados de causas perdidas quieren elevar a los infrarrealistas al rango de genios incomprendidos. En la novela, Bolaรฑo cuenta que en aquellos aรฑos varios editores de revistas y suplementos se negaron a publicar sus poemas y los de Santiago. Frente al rechazo de un editor altamente calificado hay dos caminos: la humilde disposiciรณn a enmendar yerros o la rebeliรณn soberbia contra una autoridad cuya mala fe se da por descontada. Aunque nunca lo haya confesado, Roberto Bolaรฑo eligiรณ el primer camino y Mario Santiago el segundo. La vocaciรณn literaria del chileno se sobrepuso a ese revรฉs y encontrรณ un mejor cauce en la narrativa, pero si los editores lo hubieran ungido como poeta, quizรกs รฉl tampoco hubiera crecido como escritor. Por lo tanto, la perversa mafia que en esa รฉpoca le rasguรฑรณ el orgullo le hizo un gran favor.
Novela de aprendizaje, Los detectives salvajes retrata el lado amable de la bohemia literaria, pero tambiรฉn la gestaciรณn de la negligencia infatuada que se exige poco y no tolera la menor crรญtica. En Ulises Lima ya despunta la personalidad de un tipo social bien conocido en los bajos fondos de las letras: el necio megalรณmano que nunca dio el ancho como escritor y que, entre amargos sorbos de tequila, culpa de su fracaso a la mezquindad ajena. Pero me temo que el grueso del pรบblico, educado en los valores de la contracultura, no ha leรญdo la novela desde ese รกngulo. Miles de rebeldes malogrados tienden a confundir el estilo de vida trasgresor y libertario con el talento. Los vanguardistas sin obra forman ya un nicho de mercado importante, al que los editores astutos se esmeran por complacer, y tal vez ellos hayan convertido a Bolaรฑo en un bestseller mundial. ~
(ciudad de Mรฉxico, 1959) es narrador y ensayista. Alfaguara acaba de publicar su novela mรกs reciente, El vendedor de silencio.ย