Los Dreamers de aquí y los de allá (2/3)

Segunda parte de una serie de textos sobre la visita de un grupo de Dreamers a México organizada por la Secretaría de Relaciones Exteriores y la US-Mexico Foundation. La primera parte puede leerse aquí.
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Segunda parte de una serie de textos sobre la visita de un grupo de Dreamers a México organizada por la Secretaría de Relaciones Exteriores y la US-Mexico Foundation. La primera parte puede leerse aquí.

 

“Pero ¿qué son las becas IME?” – Dreamer de visita en México

Tras horas de exposiciones del gobierno para un grupo de 22 Dreamers sobre los varios programas que ofrece México para los migrantes en Estados Unidos –desde intercambios para estudiantes, innovación tecnológica, arte, robótica, redes de profesionistas, hasta educación para adultos, alfabetización y salud–, quedan claras dos cosas:

1)   México no ha logrado comunicar de una manera clara y amplia la existencia de estos programas. La mayoría de los Dreamers que participaron en esta visita han recibido Becas IME, un apoyo que ofrece el gobierno mexicano por medio del Instituto de los Mexicanos en el Exterior, junto con organizaciones, universidades y donantes en Estados Unidos que suman recursos para otorgar becas para jóvenes indocumentados que no tienen acceso a créditos para pagar la universidad. Sin embargo, algunos no conocían realmente el programa de becas (aunque ese fue uno de los criterios de selección para el viaje y uno de los programas que va de la mano con sus principales necesidades y luchas – el acceso a la universidad para estudiantes indocumentados). Solo pocos sabían algo sobre los demás programas de salud, educación y bancarización, redes de profesionistas, y demás proyectos que ha desarrollado el gobierno mexicano desde que se creó el IME en 2003. ¿Había que traer a los Dreamers hasta México D.F. para que se enteraran de lo que se les puede ofrecer (a ellos, a sus familias y a sus comunidades) por medio de los consulados?

El gobierno mexicano ha invertido millones de recursos en mensajes por radio y televisión, y hasta una aplicación para teléfono con toda esta información, pero muchos Dreamers hablaron de que en la comunidad migrante aún existe resentimiento y desconfianza hacia los consulados y el gobierno mexicano. A diferencia de este pequeño grupo que ha recibido becas y hasta un viaje pagado para sentarse en la mesa con el subsecretario para América del Norte, desde su perspectiva, gran parte de la comunidad migrante no ha tenido esta experiencia positiva. ¿Cómo esperar que un país del que se fueron porque no había oportunidades, de pronto les abre las puertas y les ofrece este apoyo en el exterior?

Los Dreamers le explican al gobierno: no importa tanto el mensaje, sino el mensajero. Para llegar a la comunidad, hay que ir a sentarse con ellos, hay que escucharlos. México lleva décadas intentando hacerlo: creando vínculos con líderes comunitarios, con clubes de oriundos, con profesionistas, empresarios, académicos, dándoles muestras de que tiene algo que ofrecerles (apoyos como el 3×1, recursos e infraestructura para ayudarlos a crear redes, y hasta becas para ir a la universidad). Sin duda se ha logrado mucho como resultado de estos esfuerzos. El acercamiento con los Dreamers en gran parte es resultado de los miles de talleres que ofrecieron los consulados para ayudarles con sus solicitudes de acción diferida (DACA). Y estos talleres son el resultado de alianzas y aprendizajes construidos a lo largo de muchos años por parte de los consulados y la Embajada.

El gobierno mexicano tiene claro que los Dreamers son punto y a parte. Los modelos tradicionales no aplican para esta nueva generación que aprendió a luchar por sus derechos en Estados Unidos y que no creció con los protocolos que en México determinan el diálogo entre ciudadanos y gobierno. Si están sentados en la mesa con el gobierno, exigen acciones y resultados concretos en los que participen directamente los afectados.

“Si les tengo que describir la política de retorno o reintegración en México, es muy sencillo: no existe.” – Dreamer retornada.

2)   Para complicar aún más la cuestión, en los últimos años se ha hecho patente de manera muy clara que lo que ofrece México a los migrantes en el exterior, por más innovador que sea, enfrenta una gran contradicción con lo que les ofrece en México cuando regresan. Para los Dreamers, esto quedó muy claro en su visita a México.

Sin entrar en detalles sobre cómo trata México a los migrantes de otros países (para eso, hay que consultar el excelente reporte de Sin Fronteras: “Derechos Cautivos”), me enfoco por ahora solo en el tema de los migrantes mexicanos retornados (algunos deportados, otros obligados a regresar al país).

Los objetivos del Instituto de los Mexicanos en el Exterior frente a los migrantes en el exterior son dos: 1) contribuir a su empoderamiento e integración en el país en el que residen y 2) mantener sus vínculos con México y crear oportunidades para que contribuyan a su desarrollo. De los más de 2 millones de migrantes retornados en los últimos nueve años, se estima que cerca de 500,000 son jóvenes. Podrían ser los mismos Dreamers que México trajo en esta visita, pero la diferencia es que a muchos de ellos los deportaron antes de que existiera el programa de acción diferida. Hablan perfecto inglés, algunos tienen licenciaturas y maestrías y al regresar se encontraron con todos los obstáculos que impiden que “contribuyan al desarrollo del país”.  Procesos tediosos, burocracias impermeables que les impiden revalidar estudios o certificados de competencia y requisitos de experiencia laboral para poder obtener un empleo que llevan a muchos a estancarse trabajando en “call centers” de compañías estadounidenses que aprovechan que hablan perfecto inglés y entienden el contexto de los clientes (aquí un excelente reportaje de This American Life al respecto).

Además, enfrentan dificultades para obtener identificaciones porque la matrícula consular –muchas veces el único documento que tienen— es rechazada por las instituciones a las que acuden. Desde 2004 está estipulado que la matrícula consular es un documento válido en instituciones bancarias y el INE lo reconoce como una identificación válida para tramitar la credencial de elector. Sin embargo, pocas personas en México conocen este documento y los decretos aparentemente no llegan a las ventanillas a las que acude un migrante retornado, desesperado, que tampoco en el país del que sí es ciudadano logra obtener los papeles que necesita. Aunque el IME publicó en 2004 que 24 estados de la República Mexicana reconocían la validez matrícula consular, en 2014, el Estado de México se presentaba como “la primera entidad la primera entidad del país en reconocer a la Matrícula Consular como documento oficial, para acreditar la identidad de las personas físicas dentro de su legislación civil.” Apenas el pasado junio, el gobierno de Oaxaca lo reconoció como documento válido en cualquier institución de carácter público o privado.


Este testimonio que recoge el IMUMI (Instituto para las Mujeres en la Migración) da cuenta de las consecuencias que tiene la falta de acceso a documentos de identificación o revalidación para los migrantes retornados:

Mi historia quizá no es desgarradora, no es violenta físicamente….pero si es violenta, en tanto las autoridades no te ayudan, no te orientan, te ponen obstáculos para acceder a la educación, a servicios de salud, a apoyos…nadie te dice nada, y cuando alguien parece que lo hace te entregan un montón de documentos que no te explican…pero sí anidan en ti un sentimiento de rechazo a este país.

-Cristopher, 16 años

Tras un largo esfuerzo, el IMUMI y otros grupos lograron que se eliminara el requisito de apostilla para revalidar estudios hasta preparatoria, pero para quienes tienen una licenciatura o posgrado, aún es un proceso tan complicado que para algunos ha resultado más fácil salir a estudiar a otro país. Todo esto sin entrar en la discusión sobre la discriminación que enfrentan los migrantes retornados en México, la atención psicológica que no se les ofrece, y la falta de apoyo para conseguir empleos o vivienda.

Los centros de repatriación les ofrecen una llamada, el pago de un transporte al lugar donde la persona tenga familia (quizás familia a la que ni siquiera reconocen porque no los han visto en décadas, como fue el caso de muchos Dreamers que llegaron en esta visita), y transporte a un albergue para dormir y comer. Organizaciones como MATT están trabajando para desarrollar programas de retorno, incluyendo reinserción laboral pero los cambios a nivel de política pública aún están lejos. Ante la típica respuesta mexicana de “uy, pero para eso hay que hacer una reforma a la ley y eso tarda mucho”, los Dreamers retornados o deportados saben que muchas veces lo que se requiere es voluntad política, y que se pueden firmar decretos sin cambiar la ley. Finalmente, después de años, así sucedió con el tema de la apostilla. ¿Cuánto más hay que esperar para que exista una respuesta integral de las instituciones mexicanas para todo lo que implica la repatriación? ¿Los Dreamers (de aquí y de allá) podrían llegar a ser un grupo de presión tan fuerte en México como lo han sido en Estados Unidos para lograr cambios en temas como este?

Continuará…

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es profesora de estudios globales en The New School en Nueva York. Su trabajo se enfoca en las políticas migratorias de México y Estados Unidos.


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