España vivió los últimos treinta días al filo de la butaca. Las razones son múltiples y se interrelacionan, pero sobre todo se potencian entre sí, en una bola de nieve preocupante. El movimiento del 15-m no se diferencia en sus postulados básicos de muchas otras movilizaciones sociales antiglobalización y antisistema. Una quedada por las redes sociales se transformó en una manifestación de alcance limitado, pero cuando los ahí reunidos decidieron instalarse en la Puerta del Sol de Madrid, la atención de la prensa se multiplicó, propiciando un verdadero efecto llamada. Y el trasversal desencanto español con la crisis encontró un ecosistema amable, pero no viable en el mediano plazo y claramente hostil en el largo: la privatización del espacio público para reclamar la injusticia del sector privado. “No a las privatizaciones”, gritan los nuevos dueños de Sol.
Desde luego que es emocionante, en una sociedad anestesiada por el bienestar, que los jóvenes se organicen en brigadas alternativas a irse de botellón y que alcen la mano para algo distinto a coger el mando a distancia, pero a estas alturas, ¿no a la economía de mercado? No justifico los excesos y las trampas del sector financiero, simplemente pregunto si puede existir una sociedad próspera, en la historia humana, sin intercambio de mercancías y servicios. ¿Alguien sabe cómo repartir riqueza sin antes crearla? Los escandinavos, para no tener que contestarlo, crearon Nokia, Ikea y sacaron a bolsa a la Statoil. ¿Qué quiere decir democracia real cuando no se respeta, de nuevo, una jornada de reflexión? Lo peor es que el que conteste tendría antes, para hablar en nombre del “movimiento”, que convencer a toda la tropa, ya que han decidido, ¿por consenso de quién?, que todas las decisiones se toman por consenso. Aunque eso sí, ya hay corrientes críticas, escisiones radicales (y moderadas) e insumisos a la “voz del pueblo”. En fin, la archiconocida cultura de la asamblea universitaria metamorfoseada por la estupidez universal en #thespanishrevolution.
Los medios atendieron el plantón de Sol y sus consignas vacías porque las campañas transcurrían con un pasmo y una falta de creatividad alarmantes. El gobierno central y los altos dirigentes del psoe, empeñados en limitar al máximo su presencia, para que los electores apostaran por la gestión municipal y autonómica y olvidaran, como si eso fuera posible, la grave crisis, y el pp, haciendo justamente lo contrario: convirtiendo las municipales y autonómicas en una suerte de plebiscito sobre el gobierno de Zapatero –lo cual recuerda a las elecciones de 1931, cuando los partidos republicanos ganaron mayoritariamente en los municipios más poblados y Alfonso XIII abdicó (por cierto, al psoe le fue peor el 22-m que a los partidos monárquicos aquel 14 de abril). Izquierda Unida, en una estrategia suicida, quería, por una parte, capitalizar el voto descontento con el psoe, pero por la otra tranquilizaba a sus votantes asegurándoles que nunca pactaría con alguien distinto al psoe ya que la derecha es responsable de todos los males pasados, presentes y futuros de las tierras españolas.
El único elemento novedoso de las elecciones, ya que los nacionalistas “moderados” repiten el mismo mantra desde la Transición, fue profundamente negativo: la legalización, por un voto dividido a cargo de un tribunal politizado, de Bildu. Batasuna, con su traje de cordero, vuelve a las instituciones y abre una peligrosa vía de agua a la derrota definitiva de ETA.
En ese escenario, previsible y cansino, en el que el aire fresco de upyd no tiene espacio en los grandes medios por algo parecido a una consigna, la verdadera novedad eran los jóvenes de la Puerta del Sol –que curiosamente encontraron en Barcelona y otras grandes ciudades de España una prueba más de la comunión de valores básicos que mantienen los ciudadanos españoles pese a los profesionales del “narcisismo de las pequeñas diferencias”. Atiborrados de altermundarismo, copyleftismo y con una lectura apresurada de ¡Indignaos!, ese panfleto de brocha gorda y mecha corta, los jóvenes en España, adánicos, descubren que el capitalismo es injusto y que la banca cuida sus intereses. Indignante. Ante el derrumbe de la recaudación les sorprende que se hagan recortes, algo lógico en gente que aún no se emancipa del hogar familiar, pero prístino para cualquiera que cometa la osadía de vivir por su cuenta. Tarea imposible para muchos jóvenes, no tanto por la tasa de paro juvenil, escandalosa, como por la cultura que la propicia: mudarse con piso en hipoteca y las oposiciones ganadas, ya que solo papá Estado puede garantizar el salario de por vida (y la jubilación temprana). Si a eso le llamamos rebeldía, las palabras ya no valen lo que cuestan en el libre mercado de las ideas.
La movilización de Sol me recuerda la que viví yo en España en la jornada de reflexión previa a las elecciones generales de marzo de 2004. Ante la inminencia de un nuevo triunfo del pp, y con cientos de cadáveres aún sin identificar, la izquierda culpó al gobierno de Aznar de unos atentados que el gobierno ciegamente intentó dirigir a eta hasta el último momento (pese a que la actuación policial, que en última instancia también dependía del gobierno, en tiempo récord demostraba el sello islamista). De estos despropósitos salió una enorme sorpresa electoral: un gobierno preparado para ser oposición y una oposición en permanente ebullición, retroalimentada desde el poder. Un encono artificial atravesó toda la primera legislatura. Y eso en un momento en que la economía lucía bien. Ahora, años después, sumémosle la crisis.
Si uno está muy indignado antes de unas elecciones, lo tiene muy fácil: simplemente vota por el partido que mejor represente su indignación. ¿Contra el libre mercado? Izquierda Unida. ¿Contra la injusta ley electoral? upyd. ¿Contra el copyright? Els Pirates de Catalunya (sic). No digo tampoco que la democracia se agote con las elecciones. Digo que ahí empieza: la verdadera democracia sucedió el domingo, con el sufragio de millones de ciudadanos (muchos de ellos indignados), no de miles en las plazas (muchos de ellos menos indignados de lo que creen estar). Y con un masivo voto de castigo lógico, previsible y hasta saludable para cualquiera que no tenga una lectura ideológica de la realidad (como ha demostrado Izquierda Unida de Extremadura).
La brutal pérdida de poder territorial y la previsible debacle en las generales llevaron a una serie de movimientos tras el telón en el Partido Socialista dignas de la Roma clásica y los idus de marzo. Pero no nos escandalicemos: esa es la lógica del poder, en la Atenas de Pericles, en la Zalamea del alcalde Lope. Una plañidera solloza en copretérito o condicional compuesto que ya no quiere lo que nunca dijo que quería pero que de haber querido habría hecho, mientras Marco Junio Bruto suma a sus cargos de vocero, ministro del Interior y vicepresidente el de candidato in pectore, con un problema: y es que mientras sea el segundo en escalafón en el consejo de ministros no debería ser a la vez el candidato que promete cosas diferentes a las que podría hacer desde el gobierno porque entonces estaría cayendo en un fraude de ley: si sabes como hacerlo, amigo, just do it, que para eso te pagan. ~
(ciudad de México, 1969) ensayista.