No menos provinciano, pensรฉ que la palabra era un japonismo, y nada: deriva de godmicy –que asรญ figura en un famoso soneto de Ronsard (“C’est un gros instrument par le bout รฉtrรฉci”)–, sustantivo que macarronea gaude mihi, frase latina velozmente traducible como dame gusto. No sรฉ si vera o solo ben trovata, en todo caso es etimologรญa sincera para ese artilugio que en espaรฑol se llama “consolador”, ese “aparato, generalmente en forma de pene, utilizado para la estimulaciรณn sexual” que inventarรญa el Diccionario de la Real Academia Espaรฑola (drae).
El lexicรณlogo Germร Colรณn i Domรจnech, en su tratado “Una palabra libre”, rehรบsa gaude mihi como origen del concepto, pues alega la existencia de un manuscrito catalรกn del siglo xv titulado Speculum al foderi (el espejo de coger) que explica que las damas molt calt utilizan un gedoma de “cuero suave y algodรณn” en forma de vit para satisfacer sus ardientes cony. Gedoma vendrรญa a su vez de godemacรญ, voz catalana para nombrar cierta piel de oveja que se curtรญa en la africana Gadamรฉs y que tenรญa gran demanda por unir la suavidad a la resistencia, virtudes correctas para fabricar guantes delicados o forrar consoladores impetuosos.
An erotic philology of the Golden Age, muy informado libro de Adrienne Laskier Martin, avisa que godemacรญ cediรณ su protagonismo consolatorio a baldrรฉs (o baldรฉs, o valdrรฉs), que el viejo Diccionario de la rae describรญa ruborizado como una “piel de oveja curtida, suave y endeble, que sirve para guantes y otras cosas”. La versiรณn siglo XXI del drae sigue callando quรฉ “otras cosas” son las que sรญ decรญan su nombre en el XV, como en esta copla que inquiere
Decid, la dama sin nombre
por no ofender al marquรฉs,
¿a cรณmo vale el valdrรฉs
por falta de cuerpo de hombre?
Cuerpos que faltaban por andar, claro, en guerras o negocios forzaban a las damas molt calt al adulterio o a conseguirse unos “gallos con un valdrรฉs hecho en forma de natura de hombre” y a emplearlos con cautela, pues hallarse en posesiรณn de uno se castigaba hasta con doscientos azotes puntuales. De ahรญ que fuese mejor buscar consuelo en la huerta, como fiziera una lรญrica viuda vegetariana y tenuemente gongorina:
Tรบ, rรกbano piadoso, en este dรญa
visopija serรกs en mi trabajo;
serรกs lugarteniente de un carajo,
mi marido serรกs, legumbre mรญa.
Tema este, el del “sexo rรบstico”, que no es raro en el romancero, como explica Laskier Martin, y que antecede las picardรญas de Belardo, el popular hortelano que, en las baladas albureras de Lope de Vega, confecciona pucheros con vegetales adecuados para toda clase de apetitos.
No ya de nabos ni pieles o maderas, sino de silicรณn, de vidrio y aun de oro, son los lugartenientes actuales. Tampoco es ya consolador –palabra funcional, si no francamente burocrรกtica, de esas que traen al tribunal incluido–. El pegajoso inglรฉs le ha alzado un muro fronterizo a gaudemihis, godemiches y valdrรฉs, y desplazado los ha con dildo, ruidito algo pueril, como de hobbit, que ya utiliza Shakespeare y que, desprovisto de historial creรญble, se traduce crudamente “back and forth”, como un meneo, pues, similar al ding-dong que la gente amurallada como nosotros llama el tilรญn-tilรณn. ~
Es un escritor, editorialista y acadรฉmico, especialista en poesรญa mexicana moderna.