La noche del 10 de octubre la Academia Sueca otorgó al escritor Mo Yan el Premio Nobel de Literatura. El reconocimiento a un escritor que escribe desde el interior de China, que ha sabido sobrevivir bajo las directrices políticas impuestas a los artistas por el gobierno –es decir, uno de los escritores bien portados dentro del establishment–, permite a China recobrar la “cara” frente a los Premios Nobel, y ante el mundo de las letras, pero también es una muestra de su cada vez más endeble control sobre la fuerza pública. El fenómeno de la transformación de China en los últimos treinta años es un acertijo que ha desconcertado a muchos sectores que tratan de descifrarlo por todos los medios. El caso del escritor Mo Yan es un buen ejemplo para visualizar el despegue de China, sobre todo desde la parte humana, por su capacidad de sobrevivir bajo el viejo orden y la influencia que pueda ejercer a favor de un cambio.
Entre los escritores chinos, Mo Yan había sido en los últimos años el que tenía más posibilidades de obtener el Premio Nobel de Literatura. Sin embargo, los intelectuales de China no lo consideran el más representativo de su escritura contemporánea. Guan Moye nació el 17 de febrero de 1955 en el condado de Gaomi, provincia de Shandong, y adoptó el seudónimo de Mo Yan (“no hables”) a partir de la recomendación que le hacían sus padres desde temprana edad para que cuidara sus palabras. Mo Yan tenía once años cuando despegó la Revolución Cultural y veintiuno cuando murió Mao Zedong, justo antes de la aprehensión de los miembros de la Banda de los Cuatro, lo que puso punto final a la Revolución Cultural. Cuando Mo Yan tenía veinticuatro, en octubre de 1979, se llevó a cabo una reunión con los representantes del IV Congreso Nacional de la Literatura, después de casi veinte años desde su última asamblea, para hacer un llamado a la “democracia en la literatura y las artes”, bajo el mismo concepto de la “Campaña de las cien flores”.[1] Seguramente los padres de Mo Yan le recomendaron que cuidara sus palabras porque eran ellos quienes padecían más de cerca el desconcierto ideológico y la situación de caos que prevalecía, mientras los jóvenes se contagiaban de la ferviente alienación alimentada desde las cúpulas comunistas, con menor grado en las provincias. Mo Yan fue reclutado por el ejército en 1976 para servir como soldado, líder de brigada, maestro, secretario administrativo y escritor “profesional”. Su obra pertenece a la de los escritores posteriores a la Revolución Cultural y también posterior a la generación de los escritores llamados de la mediana edad –entre cuarenta y cincuenta años–, creadores de la corriente conocida como “escritura de las cicatrices”.[2] Durante la Revolución Cultural todas las escuelas y universidades estuvieron paralizadas, lo cual explica por qué Mo Yan tardó tanto en graduarse del Colegio de Arte del Ejército de Liberación de la República Popular de China (en 1986). Posteriormente obtuvo la maestría en la Universidad de Pekín y en 2005, el grado de doctor en literatura por la Universidad Abierta de Hong Kong. Su primera obra, Falling rain on a Spring night, la escribió en 1981, seguida de Sorgo rojo. Mo Yan tenía 32 años entonces, y su publicación no causó ningún aspaviento hasta que tiempo después fue llevada a la pantalla por el cineasta Zhang Yimou. Cuando Zhang le propuso adaptar su obra al cine Mo Yan no puso ningún obstáculo (“No me importa lo que filmes”, le dijo al cineasta). Sorgo rojo es un ejemplo de valerse de lo que “está permitido”. La novela se desarrolla durante la segunda guerra sino-japonesa y pone en evidencia los rezagos del feudalismo. Los años ochenta eran tiempos en los que los autores chinos no contaban con agentes literarios en el extranjero, ninguno gozaba de fama internacional y muy pocos habían sido publicados en lenguas extranjeras que no fueran inglés o alemán. De hecho, hasta la fecha, un escritor chino no pone mayor resistencia a que se eliminen párrafos enteros de sus obras si eso le va a permitir ser publicado.
Mo Yan es un escritor experimental y ecléctico que juega con las palabras, el lenguaje, el estilo y el tema. Si bien no ha escapado a la censura, como la mayoría de los escritores serios, no ha sido un escritor que la utilice como un recurso de mercadotecnia para favorecer el tiraje de sus libros. Es un escritor que ha sabido subsistir sin tener que optar por el exilio, y esto se debe a una actitud muy china: adaptarse sin confrontar. Una manera en que los escritores chinos contemporáneos han aprendido a darle la vuelta a una situación política utilizándola a su favor como un recurso literario, una enseñanza de los viejos tiempos.
Una de las críticas que se hizo a la delegación de escritores que participaron en la Feria del Libro de Frankfurt en 2009 fue que estaba integrada por escritores del establishment, miembros de la Asociación de Escritores de China, una situación incomprensible para los países democráticos. Para un escritor chino está fuera de cuestión rehusarse a formar parte de una institución: la actitud de rebeldía no se manifiesta en este sentido. Y aunque cada vez menos, todavía existe una postura de compromiso con su país independiente a cualquier intención maniqueísta.
El otorgamiento del Premio Nobel de Literatura a Mo Yan desató felicitaciones y críticas dentro y fuera de China. Y no pasó inadvertido el discurso que pronunció tras el anuncio del premio citando textualmente a Mao Zedong. El controvertido artista disidente Ai Weiwei criticó duramente el premio por no ayudar en nada a la liberación de Liu Xiaobo. El 12 de octubre, Mo Yan respondió a la comunidad china pidiendo la liberación de su compatriota, Liu Xiaobo, quien cumple una condena de once años desde 2009 por exigir reformas democráticas en China. La petición de Mo Yan, ahora convertido en una opinión pública de peso, es un acontecimiento más que se le escapa de las manos al gobierno. ~
[1] En 1956 Mao Zedong promovió el lema “Permitir que cien flores florezcan y que cien escuelas de pensamiento compitan”, en apoyo a las demandas de cambio en todas las áreas. Esta campaña solo duró un año, y se dice que en realidad se utilizó como un ardid político para atrapar a aquellos que estaban en contra del régimen.
[2] Este término se dio a partir del cuento corto de Lu Xinhua titulado “The Scars”, publicado en Literary Confluence Daily (Shanghái), detonador de una gran cantidad de publicaciones que ponían en evidencia los desastres ocurridos durante la Revolución Cultural.
(ciudad de México, 1960) es experta en literatura china y traductora. Actualmente dirige la agencia literaria Literación.