No he leรญdo aรบn El espรญritu de mis padres sigue subiendo en la lluvia del argentino Patricio Pron pero presiento que me va a gustar. Sรญ leรญ con placer, el crispado y silencioso placer de quien reconoce algo que se le perdiรณ y no podrรก volver encontrar, Formas de volver a casa de Alejandro Zambra, una novela importante por muchas razones literarias, y por algunas extraliterarias: la conquista de un territorio que se creรญa fuera de la literatura, ese Maipรบ con nombres de leyendas y cuentos de hadas, donde cierta clase media se refugiรณ para ver y no ver el miedo y el ansia de una ciudad bajo toque de queda.
Junto estas dos novelas, la que leรญ y la que estoy por leer, porque en la forma en que sus autores las ven y las muestran reside el sรญntoma de algo mayor. En las entrevistas que Pron empieza a dar habla un poco de lo mismo que habla Zambra: los padres, su responsabilidad no solo afectiva, o econรณmica, sino ante todo polรญtica. Me llama la atenciรณn ese resurgir lento pero seguro de la polรญtica en el sacrosanto reino de la novela. Me impresiona mรกs a mรญ que fui criado en un mundo en que la literatura tenรญa que nutrirse solo de literatura. Un mundo en el que Nabokov y Borges eran los dioses de la gente seria, y Tarantino y Madona los dioses de la gente divertida y era chorro escribir novelas vienesas en zapoteca y citarse y autocitarse hasta el infinito.
Vuelve entonces la polรญtica, la calle, los padres, la banalidad a veces terrible de una clase media que se abrazo a sus hijos, afectos, aficiones y gustos, mientras arreciaba todo tipo de revoluciones contrarias. ¿No son Zambra o Pron o Bizama o Casas o Costamagna o Zuรฑiga la prueba viviente de que Bolaรฑo fue un extraterrestre que poco o nada tenรญa que ver con lo que le importaba o preocupaba a los escritores que vendrรญan despuรฉs? ¿No fue ante todo una limpieza de tablero, una subida del listรณn de calidad, que habรญa sido dejado por el suelo por los concursos arreglados y el desprecio (que sigue y aumenta entre ciertos editores) por la prosa y el peso moral que esta pueda o no tener?
Las novelas de distinto tamaรฑo y calidad que se publican hoy en el continente tratan de la guerrilla, el narcotrรกfico, la corrupciรณn y un largo etcรฉtera de calamidades que suceden hoy o reciรฉn ayer, pero aquรญ y no en otra parte. Espaรฑa, hasta ahora refugiada en una modernidad de los aรฑos ochenta o en el eterno regurgitar de la guerra civil, llegarรก, por cierto tarde, a escribir novelas sociales con gerentes, cesantes, polรญticos y padres, muchos padres que no supieron advertirle a sus hijos que el mundo era peligroso y complejo.
¿Dรณnde estuvimos, quรฉ hicimos mientras el mundo era sonriente y desigual? ¿No serรญa quizรกs mรกs honesto tambiรฉn poner en tela de juicio la indiferencia, el autismo o la franca corrupciรณn en que se ha baรฑado a su gusto la intelectualidad hispanoamericana durante la dรฉcada feliz de los noventa? Estamos dispuestos a devolver a la culpa y la responsabilidad su lugar en la narrativa pero aรบn, por edad y tambiรฉn por formaciรณn, nos cuesta desentraรฑar quรฉ lugar nos corresponde en esa madeja. Sabemos que las respuestas de nuestros padres no fueron las correctas, las juzgamos, pero tambiรฉn las miramos con nostalgia porque no tenemos nada con que reemplazarlas. Es sintomรกtico que el libro que inspiro a los “indignados” espaรฑoles lo haya escrito un diplomรกtico jubilado de 93 aรฑos. Ante las culpas y los logros de los padres no queda otra que refugiarse en la fatal lucidez de los abuelos. Esos abuelos a los que hemos mitificado, de los que hemos olvidado los crรญmenes y mitificado los logros.
Todo lo que balbuceo de forma confusa ya lo escribiรณ Ivรกn Turgรฉnev en una novela que se llama Padre e hijos. La historia del choque entre una generaciรณn de viejos liberales que se resignรณ a vivir la vida tal cual es y otra, la nihilista, que no teniendo respuesta, decide dejarse morir absurdamente. Habla tambiรฉn, como si se hubiese escrito ayer, de la incapacidad de los padres para serlo del todo, y de la incapacidad de los hijos para dejar de serlo.
Perfectamente ecuรกnime a la hora de dejar hablar y sentir a sus personajes, los conservadores se ofendieron por encontrar la novela demasiado revolucionaria, y los liberales por encontrarla demasiado conservadora. Para clarificar su punto de vista Turgรฉnev escribiรณ Humo, una feroz sรกtira del mundo de los emigrados rusos que termina con el hรฉroe mirando el vapor que sale de la chimenea del tren mientras piensa que todo eso, el amor, la revoluciรณn, la filosofรญa alemana, Rusia misma, la trama de su vida entera, no serรก mรกs que ese humo que el tren deja atrรกs.