Usos amorosos

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La vida de Adèle del director franco-tunecino Abdellatif Kechiche es una de las películas que han levantado mayor polémica últimamente. Por su temática, de factura muy realista, que se expresa de forma impactante en una de las más largas y, para algunos, más exasperantes escenas sexuales vistas en las pantallas de nuestros cines. Y no es un fogonazo marginal: este film es el botón más visible de una amplia muestra de indicios que llevan a pensar que estamos asistiendo a una revolución en las costumbres sexuales de muchas señoras y señoritas de la parte más liberal del planeta. De repente, manifiesta su lesbianismo un gran número de personajes populares, cantantes, actrices, escritoras… parece que ha habido durante mucho tiempo un armario muy poblado y nadie se había fijado.

Es obvio que no pudo existir en el pasado de ninguno de nosotros un ancestro que fuera exclusivamente homosexual. Cualquier homínido que lo fuera habría perecido sin dejar descendencia y no sería el abuelo de nadie. Si existen genes para la homosexualidad genuina y excluyente, debieran perderse en cada generación. La persistencia de la homosexualidad es uno de los grandes misterios evolutivos por responder. Hay evidencia de que las conductas homosexuales aparecen en muchas otras especies, lo cual sugiere algún tipo de mediación biológica poderosa. E. O. Wilson, en Consilience. La unidad del conocimiento, y otros muchos han avanzado posibles funciones adaptativas para la aparición de un cierto número de individuos homosexuales. Los estudios en familias con varios miembros homosexuales llevan a pensar que existe un componente genético. Otras circunstancias que pueden moldear la orientación sexual de hombres y mujeres se vinculan con impregnaciones hormonales peculiares durante algunas etapas del desarrollo fetal, con lo cual tienden a surgir comportamientos distintos a los prototípicos del sexo genético.

Sea como fuere, mientras la conducta homosexual no desplace a la heterosexual esa variabilidad acotada en segmentos minoritarios podría haberse mantenido. No hay duda de que los seres humanos se relacionan sexualmente entre ellos de manera muy variada y versátil. Hay incluso potencial para una cierta bisexualidad natural. Por lo que se refiere al lesbianismo, parece que las mujeres estarían teniendo más experiencias de este tipo en los últimos veinte años. Según el estudio publicado por el National Survey of Sexual Attitudes and Lifestyles (Natsal), 1entre 1991 y 2013 las mujeres británicas que confiesan haber mantenido relaciones lésbicas a lo largo de su itinerario vital han pasado del 3% al 8%.

¿Estamos asistiendo a una explosión del lesbianismo como tal? Quizá no sea esto exactamente lo que expresan las estadísticas. El motivo de fondo tendría que ver con un cambio en las costumbres sociales de las mujeres heterosexuales. Diversos investigadores de la sexualidad femenina aportan hallazgos que pretenden resumir mediante un nuevo término: el de “sexualidad fluida”. Por ejemplo, la doctora Meredith Chivers,2 del Center for Addiction and Mental Health de la Universidad de Toronto, ha publicado diversos estudios que aportan datos sólidos que muestran que las mujeres se sienten excitadas sexualmente de forma distinta a como lo hacen los hombres. Sus experimentos apoyan la idea de que las mujeres heterosexuales son capaces de experimentar activación sexual (lubrificación y cosquilleo vaginal) ante todo tipo de imágenes erotógenas explícitas, las de sexo entre hombre y mujer, las de sexo entre mujeres o las de de sexo entre hombres.3

También quedó constatada otra respuesta contraintuitiva, aunque fuera un antiguo secreto a voces: a las mujeres no les motiva la imagen de un cuerpo masculino en su esplendor. Ni siquiera el del clásico “musculitos”. Aunque fuera en el entorno artificial del experimento, muchas mujeres heterosexuales se mostraron más seducidas por las imágenes de una mujer desnuda que por las de un hombre desnudo. Esos hallazgos indican, en conjunto, que lo que “pone” a las mujeres no es tanto el sexo del protagonista sino el grado de sensualidad de la escena. “Las mujeres no parecen diferenciar entre sexos en sus reacciones eróticas, por lo menos no las de las heterosexuales”, afirma Chivers. Responden al nivel de actividad erotógena del episodio. Los datos de esta investigadora se suman a otros muchos hallazgos que apoyan la idea de que existe cierta continuidad comportamental entre las preferencias hetero y homosexuales en el caso de las mujeres.4 Debido a que los bisexuales masculinos tienden a sentirse mucho más atraídos por personas de su propio sexo, se había concluido que la bisexualidad femenina era también una homosexualidad no asumida. Y parece que no funciona así.5 La mujer parece tener un mayor potencial para la bisexualidad real que los hombres, sin que ello menoscabe una orientación heterosexual preferente.

Estamos viviendo una moda que seguramente se sostiene en algo que siempre ha estado ahí. Lo que ocurre es que ahora se vive una explosión que se retroalimenta y, por la aparente novedad, hace que estas relaciones aparezcan como cool y simpáticamente aceptables. Como dice una periodista en The Guardian,6 “cada vez es más difícil encontrar una chica enrollada que se defina como completamente heterosexual”. Especialmente entre las adolescentes urbanitas, que lo viven como un desafío y un avance generacional. Y modelos no les faltan. Una ventaja es que, desde esta visión, las mujeres pueden verse unas a otras como objetos de deseo y no como amenaza. Por lo menos mientras dure.

En un mundo donde uno no tiene por qué inquietarse sobre cómo van a juzgarlo sexualmente, donde desde siempre tanto hombres como mujeres han juzgado el lesbianismo como algo light comparado con la homosexualidad masculina, hay mujeres que, sin dejar de ser heterosexuales, pueden haberse decidido a “jugar” y gozar con otro tipo de experiencias. Y, por lo que se ve, esto no implica ninguna reivindicación vehemente ni una pretensión de cambiar la sociedad tal cual está. Muchas de las mujeres que dicen haber tenido relaciones lésbicas en la encuesta Natsal no son, seguramente, del tipo que va a una marcha del Orgullo Gay. ~

 

 

 

 

 

 

 

 

 

1 http://www.thelancet.com/themed/natsal.

2 http://www.impactprogram.org/youth/dr-meredith-chivers-what-is-sexual-fluidity.

3 Según Chivers, incluso ante imágenes de animales practicando el sexo. Los bonobos, en su experimento. Los hombres, heterosexuales o no, a quienes se mostraron esas mismas imágenes permanecieron impasibles.

4 Lisa M. Diamond. “Female Bisexuality From Adolescence to Adulthood: Results From a 10-Year Longitudinal Study”, Developmental Psychology, 2008, vol. 44, núm. 1, pp. 5–14.

5 Meredith L. Chivers y J. Michael Bailey. “A Sex Difference in Features that Elicit Genital Response”, Biological Psychology, 2005, núm 70, pp. 115–120.

6 http://www.theguardian.com/lifeandstyle/2013/nov/26/lesbianism-women-sexual-fluidity-same-sex-experiences

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(Barcelona, 1955) es antropóloga y escritora. Su libro más reciente es Citileaks (Sepha, 2012). Es editora de la web www.terceracultura.net.


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