Absueltos por la Historia

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Hubo una รฉpoca de conversaciones conspirativas. Yo regresaba de Cuba, a comienzos de la dรฉcada de los setenta, y habรญa, a pesar de la aplastante hegemonรญa intelectual del castrismo, encuentros fuera de la norma, contrarios a la corriente, mรกs bien secretos, que abrรญan horizontes extraordinarios. Pablo Neruda, que se encontraba al frente de la embajada chilena en Parรญs, se cuidaba mucho, pero de repente, en circunstancias especiales, hablaba. Por ejemplo, con su amigo Louis Aragon, con Eugenio Evtuchenko, con el incisivo y burlรณn Ilya Ehrenburg. En un almuerzo de La Coupole, รฉl pedรญa prietas de entrada y el ruso seis ostras โ€œde belonโ€. โ€œยกEres un bรกrbaro!โ€, exclamaba Ehrenburg, con una sonrisa olivรกcea, retorcida, y el chileno contestaba de inmediato: โ€œยกy tรบ amas la podredumbre occidental!โ€. Eran estocadas, insinuaciones constantes, salpicadas de chistes polรญticos subversivos, pero las conversaciones de fondo entre la gente de partido escaseaban, o no se llevaban a cabo en presencia de burgueses sospechosos.

A mรญ me visitaban personas de un anticastrismo subterrรกneo, obligatorio en esos aรฑos, y lo hacรญan a menudo con aires de secreto, mirando hacia atrรกs por encima del hombro. No puedo decir ahora que la situaciรณn fuera cรณmoda. Era inquietante y provocaba una sensaciรณn difusa de culpabilidad. Los laberintos procesales de Franz Kafka funcionaban con intensidad entre el Caribe y la ribera izquierda del rรญo Sena. Haber adquirido, al cabo de tres meses, una visiรณn escรฉptica, mรกs bien distante, podรญa ser la revelaciรณn de un espรญritu perverso. Recuerdo, por ejemplo, largas conversaciones con el arquitecto cubano Ricardo Porro y con Enrique Zaรฑartu. Ricardo, uno de los grandes personajes de la arquitectura latinoamericana, habรญa sido castrista de la primera hora, se habรญa desilusionado en poco tiempo y habรญa escapado con Elena, su mujer, a Parรญs. Yo vislumbraba en esos encuentros con Ricardo una curiosa afinidad con otros personajes cubanos de la sombra, del exilio interior, sobre todo Josรฉ Lezama Lima y Enrique Labrador Ruiz. Lezama era precavido, temeroso; Labrador, en cambio, contaba historias grotescas a grito pelado, bebรญa whisky a destajo y no se cuidaba de nada. Porro, incisivo, polรญtico, habรญa conseguido sobrevivir en Parรญs y parecรญa que no necesitaba cuidarse, a pesar de que el dogmatismo atmosfรฉrico era pesado. Una noche, en un restaurante con nombre de nรบmero, en la rue de la Convention, me encontrรฉ con el pintor Wifredo Lam y tratรณ de decirme algo, pero no entendรญ una palabra. Solo entendรญ que habรญa tratado de comunicarme algo que estaba fuera de los caminos oficiales y que no habรญa llegado hasta el final del recorrido.

Ahora, despuรฉs de casi cuarenta aรฑos, me he vuelto a encontrar con Ricardo Porro y con su mujer. A sus 85 aรฑos de edad, sigue con la agilidad intelectual, la curiosidad, la memoria de siempre. Me cuenta que fue invitado a Cuba, con gran sorpresa de su parte, y que puso algunas condiciones: pagarse รฉl mismo los pasajes y el hotel, no reunirse con polรญticos, que no hubiera recepciรณn social despuรฉs de su charla. Fue recibido por un interlocutor oficial, en una sala que se habรญa llenado de bote en bote (โ€œya que no hablar en Cuba de una persona es la mejor manera de mantenerla vigenteโ€), y le hicieron la siguiente pregunta: โ€œยฟQuรฉ piensa usted de la arquitectura de la Cuba revolucionaria?โ€ Respuesta: โ€œQue es muy mala.โ€ Se armรณ una batahola, el interlocutor oficial levantรณ un micrรณfono y dijo que la conferencia habรญa terminado. Se escuchรณ entonces una mรบsica popular estridente โ€“guarachas, cumbias, sonesโ€“, y la audiencia empezรณ a retirarse. Aun cuando habรญa constado de cuatro palabras, la charla del arquitecto, su mensaje, su crรญtica lapidaria, habรญan sido superiores a todo lo previsible.

Sentado en su sillรณn patriarcal, hierรกtico, sorbiendo su whisky, Porro se sorprende porque la revoluciรณn, despuรฉs de un poco mรกs de cincuenta aรฑos, permite resucitar a una burguesรญa habanera que era inconfundible. Asistiรณ a una ceremonia, una inauguraciรณn o algo parecido, y observรณ a los policรญas que mantenรญan a raya a una muchedumbre mestiza embobada. Llegaban coches de lujo y bajaban mujeres vestidas de tules celestes o rosados, bien peinadas, de elegantes carteras y sombreros. Divisaban a una conocida y se saludaban a gritos, por encima del bullicio del ambiente: โ€œVen a baรฑarte a mi piscina el domingo y despuรฉs hacemos una comida en el jardรญn.โ€ Burguesรญa de Luis Buรฑuel, de Lino Novรกs Calvo, de algรบn otro. Porro sostiene que el ministro de Cultura ha sido inteligente y ha sabido mantener mรกrgenes de libertad que de otro modo no existirรญan. Y concuerda conmigo en que Fidel Castro puede ser simpรกtico (โ€œporque le gusta mucho que lo quieranโ€) y en que es el mรกs perfecto encantador de serpientes. Una conocida seรฑora del cuerpo diplomรกtico se fue a nadar a la playa de Varadero, un dรญa de calor agobiante: la arrollรณ una ola y se encontrรณ en brazos de otro nadador. Levantรณ la vista y descubriรณ que el otro nadador era Fidel Castro en persona. Parece que no fue rechazada por el Comandante sino, por el contrario, retenida en sus brazos hasta horas avanzadas de la noche. Ella le organizรณ a los pocos dรญas una cena en su embajada y convidรณ a miembros del cuerpo diplomรกtico. En medio de numerosas corridas de daiquiris, se abrieron las puertas del jardรญn y entrรณ el Comandante en Jefe. Hizo un gesto y todos los presentes โ€“embajadores, agregados, turistas de lujoโ€“ corrieron a ponerse en fila para salir en una foto con รฉl. El Comandante dijo que era mejor, por razones de iluminaciรณn, sacar la foto en el muro opuesto. Todos corrieron, ahora, al lugar indicado, dando tropezones. Cuando Fidel Castro se fue de la casa, la gente se agolpรณ en los balcones para contemplar su retirada, en medio de una estela de risas, de suspiros, de exclamaciones de admiraciรณn.

ยฟCuรกl es el balance polรญtico?, le pregunto al arquitecto.

Hoy, despuรฉs de medio siglo, tiene a Venezuela, a Ecuador, a Nicaragua y Bolivia, en parte a Uruguay. ยกNo es poco, chico!

La historia lo absolviรณ, entonces.

Ricardo Porro, con su cara pรญcara, expresiva, se encoge de hombros, levanta su bastรณn y se rรญe. Hablamos de alguien que habรญa sido compaรฑero de estudios de derecho del Comandante, que lo encontraba inteligente y lo llevaba a comer con la familia, pero no confiaba en รฉl, y cuando llegรณ al poder, decidiรณ irse de la isla con camas y petacas. Tambiรฉn, a su modo, lo absolviรณ la historia, para tranquilidad y equilibrio de todo el mundo. ~

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(Santiago de Chile, 1931 - Madrid, 2023) fue escritor y diplomรกtico.


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