Blues del estado de derecho

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BLUES DEL ESTADO
     DE DERECHO

 
     Conforme la transición política fluye a cuentagotas y el horizonte económico se muestra tacaño en alternativas, nos vamos quedando sólo con la demanda de instaurar el Estado de derecho. A cada problema que salta le oponemos razones legales. Ahora todos cantamos el estribillo forense a tono con “la ley correspondiente”.

 
     Pudimos imaginar la democracia como cualquier cosa, menos como el abatimiento del espíritu cívico y el escrutinio intelectual ante la rigidez y las mañas del juez, el árbitro y el abogado.
     La colonización judicial del pensamiento político, económico y social parece respuesta automática a una idea utópica de la democracia, la cual consiste en creer que la instauración del orden político correcto elimina el conflicto y el cambio social. De ahí que se repruebe la movilización política y todo desafío a los criterios judiciales, como si las leyes y su interpretación fueran obras humanas perfectas y los jueces y abogados reinaran a salvo deintereses materiales.
     La preferencia del molde legal sobre el movimiento de las cosas parece nutrirse también de la sobrevaloración de lo institucional, es decir, de los criterios estandarizados, de modo que el único pensamiento valioso resulta aquel que “diseña” instituciones o las administra. En suma, estamos engendrando una democracia de toga y birrete apoltronada y en pantuflas, un ideal burgués, una chabacanería políticamente correcta. Esto se parece más al fascismo que a una democracia viva. Al rato nos van a multar por silbar mientras caminamos.
     El neolegalismo invade también el criterio para juzgar el proceso de toma de decisiones. A raíz del acuerdo nocturno del Senado que aprobó la reforma al régimen de pensiones y jubilaciones del IMSS, varios empresarios, políticos y comentaristas manifestaron su aprobación sólo por el hecho de que se había llegado a un acuerdo, sin someter a escrutinio su contenido. Los menos dogmáticos dijeron: ahora hay que alcanzar “un acuerdo” con el sindicato.
     Lo más pernicioso de este ambiente es la anulación del pensamiento crítico. Su efecto es similar a la preferencia por las encuestas de opinión y las estadísticas en general sobre el examen de los hechos. Es una nueva forma de totalitarismo que confía más en la gestión yadministración de las cosas que en el ejercicio del pensamiento autónomo. Supone que, bajo el Estado de derecho, la dirección de la sociedad puede conducirse con piloto automático.
     Contra tales suposiciones milita la experiencia histórica. La democracia es producto de la movilización de las fuerzas de la igualdad contra la concentración y el abuso de poder y riqueza. Éstos siempre se han cobijado en laley para defender sus privilegios. Los excluidos no se movilizan porque sean revoltosos, sino porque tienen que hacer valer su propia voz ante órdenes legales e instituciones que profundizan su exclusión. –

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(Santa Rosalía, Baja California Sur, 1950) es escritor y analista político.


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