Foto: Tania Victoria/Secretarรญa de Cultura CDMX, CC BY-SA 2.0 , via Wikimedia Commons

Convergencias con Teodoro

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Alejandro Rossi decรญa que se es amigo โ€œpor zonasโ€. A finales de mayo, al celebrar los noventa aรฑos de Teodoro Gonzรกlez de Leรณn, pensรฉ en las muchas zonas que compartรญa con Octavio Paz: la evocaciรณn de los alrededores de la ciudad (los fresnos de Mixcoac, los arroyos de San รngel), la nostalgia del centro (que al perder la vida estudiantil se convirtiรณ en โ€œcentro histรณricoโ€), la ruptura artรญstica y filosรณfica con los moldes del nacionalismo revolucionario, la vocaciรณn moderna (de Baudelaire y Duchamp a Le Corbusier), el exilio parisino, la vuelta en los cincuenta (cuando Mรฉxico era una fiesta), los viajes memorables (como aquel a Estocolmo, cuando Paz recibiรณ el Premio Nobel), las animadas sesiones y comidas en El Colegio Nacional, los amigos de hierro, otra fรณrmula extraordinaria de Rossi que describรญa su vรญnculo con Teodoro y Octavio, y el de ellos con Juan Soriano, Juan Garcรญa Ponce, Salvador Elizondo y tantos mรกs.

โ€œLa arquitectura de Teodoro me seduce โ€“escribiรณ Pazโ€“, ante ella siento la misma atracciรณn, mitad afectiva y mitad racional, que experimento ante ciertas obras musicales y algunos poemas y cuadros.โ€ No sรฉ a quรฉ obras musicales se referรญa Octavio (a quien solo sorprendรญ alguna vez, por telรฉfono, escuchando La creaciรณn de Haydn) pero en las artes plรกsticas y las letras sus convergencias con Teodoro eran evidentes y profundas. Por su parte, Teodoro (รฉl sรญ melรณmano consumado, cuyos gustos abarcan siglos) no solo ha sido un gran lector de Paz (admirativo, no acrรญtico) sino que, en el cumpleaรฑos ochenta de Octavio, publicรณ en Vuelta una maqueta literaria llamada โ€œMuseo para un poetaโ€. Es un texto revelador del modus operandi de Teodoro, un arquitecto platรณnico, un arquitecto de ideas. Constaba aquel proyecto imaginario (que acaso alguna vez podrรญa realizarse) de siete salas esencialmente distintas pero vinculadas entre sรญ por la inspiraciรณn mรกs profunda de Paz, la poesรญa y el arte de vanguardia.

Mi zona con Teodoro es mรกs modesta, no por limitaciones suyas sino mรญas. Pertenezco a una generaciรณn con pocos registros artรญsticos. Aunque no faltan entre nosotros excelentes mรบsicos, poetas y pintores, fuimos, sobre todo, una generaciรณn de historiadores y ensayistas, gente apasionada y a veces obsesionada por la polรญtica (tema que Teodoro, con resignaciรณn, comprende y tolera como un mal incurable). Yo comparto ese sino, pero tambiรฉn fui un trรกnsfuga de mi generaciรณn, y al incorporarme a Vuelta pude convivir con un Consejo de Redacciรณn en el que todos eran coetรกneos y amigos. En el cรญrculo ampliado del Consejo gravitaban otros escritores y artistas. Asรญ fue como conocรญ a Teodoro. Por obra y gracia de Vuelta.

Recuerdo una noche remota en su casa de San รngel, cuando vivรญa con Ulalume, admirable poeta y traductora. Me impresionรณ โ€“zona de convergenciaโ€“ su colecciรณn de discos compactos. Nunca โ€“salvo en la Sala Margolรญnโ€“ habรญa visto nada igual. Le hablรฉ de Mahler y me mostrรณ diversas versiones, comentรกndolas con sutileza. Mucho tiempo despuรฉs me contรณ su historia laboral en xela, aquella estaciรณn famosa por sus campanadas y su lema: โ€œBuena mรบsica desde la Ciudad de Mรฉxicoโ€. Aquella noche me llamaron la atenciรณn los cuadros que por entonces pintaba Teodoro, paisajes tubulares, intrincada circulaciรณn de conos y cilindros, con sus sombras exactas, que me remitรญan a las clases de dibujo y geometrรญa analรญtica en la Facultad de Ingenierรญa.

Los edificios de Teodoro son como islas de solidez y serenidad en el naufragio de la ciudad, enclaves perfectamente funcionales de tradiciรณn y modernidad. Hay en su obra una incesante voluntad de renovarse, de hallar un lenguaje propio, personal. Y, si se me permite la paradoja, hay tambiรฉn un futurismo arqueolรณgico, reminiscencias de la historia que la trascienden. Pienso en sus grandes espacios, texturas, volรบmenes, taludes prehispรกnicos pero tambiรฉn en los patios, arcos y motivos coloniales, mestizaje integrado por su vertiginosa imaginaciรณn. En esa presencia del pasado โ€“respetuosa pero dinรกmicaโ€“ quisiera encontrar otra zona de convergencia con Teodoro.

Convergencia y gratitud, como habitante que he sido de sus espacios que dialogan con la ciudad, que hacen ciudad. Menciono solo unos cuantos: la convivencia de maestros y alumnos en el patio de El Colegio de Mรฉxico, la elegancia del pรณrtico y la vitalidad de encuentros que propicia el vestรญbulo del Auditorio Nacional; la intervenciรณn creativa de los ventanales coloniales y los nobles muros de tezontle en el Banco Nacional de Mรฉxico; las luces y tragaluces que iluminan en el dรญa y transfiguran por la tarde los claustros y escaleras de El Colegio Nacional; el paseo entre los cristales del Museo Universitario; los deslumbrantes edificios de estos รบltimos aรฑos, que parecen construidos (plantados, pulidos) por una raza de geรณmetras gigantes.

Hay un utopista en Teodoro Gonzรกlez de Leรณn, perfil que lo vincula con un personaje que โ€“segรบn creoโ€“ no le agrada del todo. Me refiero a Josรฉ Vasconcelos. En la tormenta de la Revoluciรณn y la Primera Guerra Mundial, caos que fue el origen del movimiento artรญstico moderno, arquitecto y filรณsofo al mismo tiempo, Vasconcelos vislumbrรณ ciudades como sinfonรญas, como รณrdenes pitagรณricos. Hijo de aquel movimiento, en el naufragio de nuestro tiempo, Teodoro imagina mundos similares de armonรญa y convivencia.

Con Teodoro comparto el gusto por ciertos autores y temas. Fue รฉl quien nos hablรณ de Patrick Modiano mucho antes de que le concedieran el Premio Nobel. Nuestro diรกlogo tiene un espacio comรบn: Vuelta y Letras Libres. He hecho el recuento de sus textos publicados. No son menos de veinte y estรกn muy bien escritos. Al releerlos constatรฉ una zona mayor de convergencia: la historia y la memoria. Teodoro debe editar (en El Colegio Nacional) sus escritos sobre sus maestros (Mario Pani, Le Corbusier), sus amigos (Paz y Rossi), sus recuerdos preparatorianos, la Academia de San Carlos, su vida en Parรญs, las afinidades entre la poesรญa y la arquitectura, las tensiones entre la polรญtica y la arquitectura, su precioso y preciso diario de Japรณn, sus reflexiones sobre la utopรญa y el apocalipsis, dos posibilidades que solo el arte expresa y compagina.

Me gusta verlo entrar a las sesiones de El Colegio Nacional, abriendo plaza como torero vestido de negro, con su peinado impecable y su sonrisa amplia e irรณnica. La curiosidad, el trabajo, el asombro, la amistad, son sus fuentes de vida. (Tambiรฉn la nataciรณn: โ€œcada brazada es un dรญa mรกs de vidaโ€, me dijo hace poco.) Pero hay otra fuente. Hoy quiero rescatar una imagen suya que se me quedรณ grabada. Ocurriรณ en el antiguo restaurante Prendes hace tres dรฉcadas. De lejos, sentados frente a frente en una de esas mesitas estrechas, vi a Teodoro y a Eugenia. ร‰l se arqueaba sobre la mesa para mirarla mรกs de cerca. Y ella a รฉl. Asรญ los he visto verse, en Mรฉxico y Nueva York. Asรญ espero verlos por muchos aรฑos: su amor constante en el naufragio de la vida. ~

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Historiador, ensayista y editor mexicano, director de Letras Libres y de Editorial Clรญo.


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