Dylan Thomas a 50 años de su muerte

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Una ardua disciplina consistente en probar una y otra vez sus escritos en voz alta llevó a este poeta, narrador y guionista galés a conseguir efectos inusitados en la lengua inglesa. A tal grado llevaba su rigor musical que, entre las nuevas tendencias de la poesía, denunciaba lo que llamó “la muerte del oído”:

La mayor parte de la obra de Pound, mucha de la de Auden y de Day Lewis, y toda la de los discípulos de Pound: Ronald Bortrall, [William] Carlos Williams, etc., suena horriblemente mal. Esta carencia de oído, este envilecimiento de un arte que depende principalmente de la unión musical de las vocales y de las consonantes, podría explicarse hablando de los efectos de nuestra ruidosa y mecánica civilización sobre el delicado mecanismo del oído humano. Pero la razón es más profunda. Demasiada poesía actual resulta plana, monótona, impresa sobre la página: una amalgama blanquinegra de palabras creada por inteligencias convencidas de que un poema debe, única y exclusivamente, entrar por los ojos.1

Nacido el 27 de octubre de 1914 en Swansea, Gales, en el seno de una familia de clase media donde el padre se dedicaba a la enseñanza de la literatura, a los cuatro años de edad Dylan recitaba de memoria largos pasajes de Shakespeare; a los dieciséis envía sus poemas a Robert Graves, quien los juzga “irreprochables”. La música del idioma era en él, al igual que para Federico García Lorca, una segunda naturaleza; para ambos, el cariño y la consideración de la gente eran alimento imprescindible.
     Aunque dejó la escuela secundaria a los quince años, su formación de autodidacto en poesía era insuperable y sus 18 Poemas, publicados a sus veinte años, pronto recibieron la aclamación del público. De manera análoga a lo que respondería un río si se le preguntara sobre hidráulica, cuando Henry Treece consultó a Dylan Thomas sobre asuntos de poética, éste le contestó que a él le interesaba no la poesía sino los poemas,2 respuesta que tiene tanto de desplante como de verdad, pues en la misma carta leemos:

Mucho de mi poesía es, lo sé, una búsqueda y un terror de temibles expectativas, un descubrimiento y un enfrentamiento del miedo. Guardo una bestia, un ángel y un loco dentro de mí; mi búsqueda es saber cómo obran y mi problema es juzgarlos y vencerlos, derribarlos y elevarlos; mi esfuerzo es que se expresen a sí mismos.3

A finales de los años cuarenta la radio imperaba sobre los demás medios. Contar con una voz como la de Dylan, esmeradamente educada tanto en lo que hace a la dicción como a sus recursos dramáticos (su segunda afición era precisamente el teatro), sería decisivo para que la bbc lo acogiera en múltiples ocasiones para transmitir su voz y su talento. El contacto que a la sazón pudo tener el público con la voz viva del poeta influyó, seguramente, con mucha mayor eficacia que sus primeras ediciones impresas. Las palabras aladas (habría dicho Homero) irán entonces a la vanguardia de la escritura.
     De los recursos que el autor de A Prospect of the Sea4 manejó, para producir su poesía, son precisamente los de su parte intuitiva y sensible (magistralmente regulada por su parte racional), los que más llaman la atención. En palabras del propio Thomas:

Un poema mío necesita de una falange de imágenes. […] Creo una imagen —aunque “creo” no sea la palabra justa; dejo, quizás, que una imagen “se cree” en mí emotivamente, y entonces le aplico todo el poder crítico e intelectual de que dispongo—, dejo que genere otra, dejo que esta nueva imagen contradiga a la primera, hago de la tercera imagen, generada por la conjugación de las otras dos, una cuarta imagen contradictoria y dejo, en el ámbito de los límites formales que me he impuesto, que choquen entre todas. Cada imagen encierra en sí el germen de su propia destrucción, y mi método dialéctico, según lo entiendo, es un constante surgir y derrumbarse de las imágenes que se liberan del germen central, que es a la vez destructivo y constructivo.5

La estampa del artista bohemio, con la que Dylan se identificó desde muy temprano, fue tal vez lo que lo llevó tanto a la cima como a su derrumbe final. “Para él —refiere la escritora Pamela Hansford Johnson— beber era un aderezo más de la imagen del ‘poeta maldito’ que necesitaba dar. Fantaseaba mucho al respecto. Después, por desgracia, la fantasía se hizo realidad. Los otros aderezos imprescindibles eran tener tuberculosis y —algo extremadamente curioso— ser gordo.”
     En la correspondencia con Pamela, aparte de los rasgos hipocondriacos de la personalidad del autor del Retrato del artista cachorro, asistimos a testimonios invaluables sobre sus preocupaciones artísticas más serias:

Hay cosas valiosas tan complicadas que ni quien las escribe llega a comprenderlas. Admiro la sencillez de Shakespeare, el fácil lenguaje de Noche de Reyes y el lenguaje duro de Coriolano. Admiro la simplicidad de Mozart y la asombrosa oscuridad del último Scriabin. Ambos tenían algo grande que decir, pero por qué el mensaje de Mozart, de fácil comprensión, se conceptúa por encima del de Scriabin —que es un mensaje diferente y difícil como el diablo de seguir— nunca lo sabré. La simplicidad de la mente humana cree que la mente universal es igual de simple.6

18 Poemas, su primer libro, apareció en 1934 y pronto fue reconocido por su originalidad y audacia; en 1936 y 1939, respectivamente, vieron la luz 25 Poemas y El mapa del amor, con una personalidad bastante más definida. Si hasta entonces la poesía inglesa se caracterizaba por su preocupación social, Dylan Tomas ventilará sus dudas, atisbos y perplejidades en torno al nacimiento, el sexo, la muerte, la religión, la culpa y el perdón, con todas las contradicciones que él mismo puede experimentar, aun a costa de la claridad de sus resultados.
     En 1937 se casa con Caitlin Macnamara, con quien tuvo tres hijos: dos varones y una niña. Manirroto y refractario como era a las cuestiones económicas, pese a su trabajo para la bbc y al de sus guiones para el cine, la mayor parte del tiempo se vio en apuros materiales. A esto se sumaron, como era de esperarse, sus problemas con la oficina recaudadora de impuestos.
     Luego de varias invitaciones a Estados Unidos, en calidad de conferenciante, las cuales le permitían sacar a flote la economía familiar, viene una vez más a América, ahora con el designio de escribir el guión para una ópera en colaboración con Igor Stravinski. Desde el precario equilibrio emocional que fomenta su creciente alcoholismo, la vida se torna un laberinto angustioso y desolador, y más hallándose lejos de Caitlin. En esos días intenta también dar los últimos retoques a Under Milk Wood, comedia radiofónica que recibirá calurosísimos elogios de Edith Sitwell. Deprimido como estaba por sus recientes dificultades matrimoniales, bastaron unas cuantas semanas para que tanto el alcohol como los recursos farmacológicos que se intentaron para contrarrestarlo (entre otras cosas, le administraron altas dosis de cortisona y morfina por vía intravenosa) acabaran con la vida de Dylan Marlais Thomas el 9 de noviembre de 1953. Sus Collected Poems (1934-1952) siguen reeditándose. ~

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(Xalapa, 1949), poeta y traductor. Jícara (La Otra, 2016) es su libro de poesía más reciente.


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