La acumulación de información sin conocimiento ha conducido frecuentemente a la confusión, lo que ha impedido a los distintos grupos sociales emprender esfuerzos conjuntos encaminados a plantear y resolver los múltiples problemas que tienen que afrontar, como lo son ahora la contaminación ambiental, el cambio climático, la devastación de las reservas bióticas, las enfermedades emergentes, la drogadicción, el crimen organizado, entre otros.
Información versus conocimiento
Información y conocimiento no son equivalentes. La generación de conocimiento es parte de un proceso que permite acciones cooperativas entre los integrantes de la sociedad. Esta interacción puede ser positiva o negativa. Una interacción positiva (por ejemplo, incentivos) tiende a aumentar el conocimiento social disponible. Una interacción negativa (por ejemplo, factores históricos y culturales) tiende a disminuirlo.
El conocimiento es, además, el resultado de un proceso dinámico que está sujeto a mecanismos de selección y evolución, no solo por su relevancia conceptual, económica o social, sino también por la forma en que es generado, distribuido y utilizado. Conocimiento que no se utiliza desaparece de escena, por más que esté almacenado en libros, revistas o redes electrónicas. Mantenerlo vivo y accesible requiere de la participación de personas interesadas en utilizarlo. No es un concepto trivial, sobre todo si consideramos que el conocimiento permite a los individuos (y a las sociedades) reaccionar de forma anticipada a los retos del entorno, aumentando con ello sus probabilidades de sobrevivencia.
Pensemos por un momento en la relevancia de estos conceptos en la educación. Una educación encaminada a memorizar datos, sin sustentarlos en hipótesis o teorías que expliquen posibles relaciones entre ellos, no genera en los estudiantes la capacidad necesaria para resolver problemas. No es necesario insistir en lo importante que es esta capacidad para el desarrollo económico y social, sobre todo en un mundo globalizado, altamente competitivo, en el que el conocimiento se ha vuelto un instrumento de poder y desarrollo y una alternativa para dejar de ser, como lo somos en gran parte, exportadores de materia prima y de mano de obra barata. Democracia sin conocimiento no deja de ser una triste caricatura de la imaginaria capacidad de los ciudadanos de elegir y valorar entre las diferentes opciones propuestas por quienes se autodefinen como depositarios del sentir social.
Conocimiento y toma de decisiones en la ejecución de movimientos voluntarios
Las consideraciones anteriores han llevado a muchos científicos a preguntarse qué procesos ocurren en el sistema nervioso durante la transformación de la información en conocimiento. Gran parte de esos estudios se han dirigido al estudio de los mecanismos cerebrales involucrados en la ejecución de movimientos voluntarios. Esta capacidad, adquirida a través de millones de años de evolución, permite al individuo realizar una variedad de acciones con propósitos específicos, esenciales para la sobrevivencia, como lo son las acciones cognitivas y motoras necesarias para escapar de posibles predadores, evitar los automóviles cuando se cruza una calle, o usar la pluma o la computadora para escribir o el cepillo y la sierra para hacer una silla o una mesa.
Numerosos estudios neurofisiológicos han mostrado que la información proveniente del entorno y del propio cuerpo se utiliza para generar el conocimiento que permite planear con anticipación los así llamados movimientos “voluntarios”. Esta planeación involucra varias regiones de la corteza cerebral, en donde se generan mapas (modelos) cognoscitivos y motores relacionados con los movimientos por ejecutar.
Los mapas cognoscitivos no son una representación fotográfica del entorno. Son una construcción del propio sistema nervioso basada en modelos (hipótesis) heredados o aprendidos con base en la experiencia individual o colectiva. La representación de imágenes visuales o táctiles ocurre a nivel neuronal. Algo semejante sucede con los mapas motores. Es la actividad del conjunto de neuronas la que contribuye a generar una imagen del entorno y de nosotros mismos, acción que se integra con la imagen anticipada de los movimientos que habremos de realizar. Como parte de este proceso, durante la fase de planeación de un movimiento voluntario, es decir unas milésimas de segundo antes de su ejecución, la actividad de las neuronas de la corteza motora se organiza de tal forma que se genera una representación temporal y espacial del movimiento planeado, equivalente en muchos sentidos a lo que entendemos por conocimiento.
La transición entre la fase de planeación de un movimiento y su ejecución requiere de la toma de decisiones. La coherencia entre los movimientos planeados y los ejecutados es esencial para la ejecución exitosa de estos movimientos. Esta coherencia depende de la información sensorial y también requiere de aprendizaje. Nos ejercitamos a movernos a través de ensayo y error. Tan importante es realizar los movimientos correctos como suprimir los erróneos. Eso lo saben bien los jugadores de tenis, los pianistas o los acróbatas que brincan de un trapecio a otro. Desafortunadamente es poco lo que aprendemos de nuestros errores, sobre todo a nivel social y económico, en donde existe poca coherencia entre las acciones planeadas y las ejecutadas. Sobran ejemplos. Pensemos en muchos de nuestros políticos. Una cosa es lo que dicen y otra lo que hacen.
Para fortuna de los humanos y de la ciencia, diría yo, recientemente se ha encontrado que no es necesario ejecutar un movimiento voluntario para que se activen las áreas motoras y sensoriales de la corteza cerebral. Basta “pensar” en ese movimiento, aun sin ejecutarlo (movimientos ilusorios), para producir un mapa cortical parecido al que se genera durante la acción motora.
Este es un hallazgo de gran importancia. Por un lado, muestra una vez más la estrecha relación que hay entre la actividad neuronal y los procesos mentales, abriendo con ello la posibilidad de estudiar las bases fisiológicas de estos procesos, terreno antes inaccesible para la ciencia. Por otro lado, permite utilizar la actividad cerebral para controlar prótesis y robots, lo que ha aumentado la calidad de vida de personas que por lesiones espinales o esclerosis múltiple han perdido la capacidad de moverse.
Somos lo que imitamos
La imitación de acciones observadas es un elemento importante en la evolución dado que aumenta las probabilidades de sobrevivencia. Entender (conocer) las acciones o estados de ánimo de los otros es importante para la instrumentación de acciones anticipatorias y forma parte significativa de la educación, que es, en esencia, el mecanismo cultural que permite transmitir a otros el conocimiento adquirido. Si bien la herencia cultural complementa a la herencia biológica, es de una escala temporal más rápida, lo que la ha convertido en un factor fundamental para la sobrevivencia de las sociedades organizadas, por lo menos en los últimos milenios.
Recientemente se han encontrado poblaciones de neuronas cerebrales (neuronas espejo) que responden cuando el sujeto experimental realiza una acción determinada y también cuando observa a otro individuo realizar la misma acción. Esta propiedad neuronal promueve el aprendizaje por imitación (comportamiento resonante). Las neuronas espejo se activan tanto al observar la ejecución de movimientos manuales como al inferir dichas acciones.
El sistema de neuronas espejo permite al individuo detectar las expresiones faciales de otras personas y a través de ellas deducir algunos aspectos de su estado mental, algo necesario para anticipar posibles acciones futuras, que pueden ser cooperativas, no cooperativas o incluso amenazantes.
Tanto en los grandes simios como en los humanos, el sistema de neuronas espejo se especializa no solo en el procesamiento de ambientes cambiantes. También incluye el procesamiento de situaciones con relevancia social. Aprendemos a hablar imitando a los demás. Aprendemos a movernos observando los movimientos realizados por otros individuos. El temor adquirido indirectamente a través de observación social activa mecanismos neurales semejantes a los desencadenados por el temor experimentado personalmente.
Neuronas espejo y educación
La capacidad del sistema nervioso de generar un comportamiento resonante tiene enormes implicaciones en la educación. Pensemos por un momento en el niño pequeño que asiste a la escuela: por capaz que sea el maestro de transmitirle un conocimiento específico, digamos matemáticas, las señales enviadas por sus expresiones faciales determinarán, en buena parte, su atención a las palabras del maestro. Por más experto que sea en su campo, un rostro adusto o aburrido provocará rechazo. Un rostro amistoso, agradable, hará que el niño vea con interés lo que el maestro está exponiendo.
Investigaciones recientes han mostrado que los niños con desórdenes autistas presentan una disfunción de las neuronas espejo, que aumenta con la severidad de su enfermedad. Los autistas con un nivel grave de comunicación verbal presentan un déficit marcado en la actividad eléctrica de alta frecuencia (20 Hz) en varias regiones cerebrales, sobre todo en el área de Broca, estructura relacionada con nuestra capacidad de entender y elaborar un lenguaje articulado, lo que indica que estos desórdenes se deben, cuando menos en parte, a alteraciones funcionales de las neuronas en esa región.
Desafortunadamente hay cada vez un número mayor de niños con autismo o con déficit de atención diagnosticado. A la fecha no sabemos si este incremento se debe al mejoramiento en los métodos de diagnóstico o a un aumento real de estas disfunciones debido a situaciones generadas por nosotros mismos (ambientes contaminados) o por cuestiones genéticas. De cualquier forma, esto nos obliga a meditar acerca de cuáles son y de cuáles deben de ser los objetivos y métodos que empleamos en nuestro sistema educativo. En mi opinión no se trata de que todos tengan las mismas capacidades. Se trata de entender la diversidad y de adecuar los programas a los niños, y no el adecuar los niños a los programas. Se trata de tener maestros que estén atentos y fomenten el desempeño individual. Ciertamente este es un problema complicado, no solo por sus implicaciones económicas sino también por la escasa preparación e interés de los maestros y de los padres de familia.
Dime con quién andas y te diré quién eres
El viejo dicho refleja la experiencia empírica de muchas generaciones. Ahora sabemos que la interacción entre los individuos pertenecientes a un grupo modula muchas funciones de las neuronas cerebrales. En una serie de estudios recientes realizados en monos, Michael A. Nader y sus colaboradores han mostrado que el consumo de cocaína dependía, cuando menos en parte, del contexto social. Cuando los monos estaban alojados en espacios separados, el mono dominante (macho alfa) mostraba una actividad dopaminérgica elevada en algunas regiones subcorticales (núcleos del estriado) ligeramente mayor que la de los otros monos. La dopamina es un transmisor químico involucrado en numerosos procesos cognoscitivos y motores. Al compartir todos los monos el mismo espacio, el mono alfa mostró un aumento significativo en los receptores dopaminérgicos en el estriado y consumió menos cocaína que los animales subordinados, que por cierto redujeron su actividad dopaminérgica y consumieron más cocaína.
De aplicarse esta situación a los humanos, lo que es muy probable, queda claro que somos propensos a imitar actitudes y comportamientos observados, ya sea en familia, en la escuela o, sobre todo, entre amigos. Estos estudios muestran también que la información difundida a través de los medios de comunicación puede jugar un papel muy importante en este proceso.
Por eso pienso, como muchos otros, que la educación basada en el conocimiento puede jugar un papel determinante en prevenir y quizá reducir actitudes antisociales entre las que destacan la drogadicción, el crimen organizado y el fundamentalismo ideológico o religioso, y fomentar actitudes encaminadas a una mayor cooperación entre la gente para lograr un mayor bienestar social y económico. Creo que aún es posible recuperar el tiempo perdido. La cuestión es si tenemos la suficiente inteligencia social para hacerlo. ~
(México, 1934 ) es un biólogo, fisiólogo, neurocientífico y académico mexicano. Es miembro de El Colegio Nacional.