Es ya conocida la invectiva de Gombrowicz Contra los poetas, que dice, en mi opinión, muchas cosas sensatas (“Hay que abrir las ventanas de esta hermética casa y sacar sus habitantes al aire fresco”). Pero las reflexiones del polaco sobre la poesía y sus circunstancias no se agotan en ese difundido ensayo: leyendo sus Diarios encontré algunos momentos de enorme lucidez en torno al tema, sembrados u ocultos entre otros pasajes, de igual agudeza, en los que se ensaña con otras colectividades (los argentinos, los polacos, los literatos en el exilio). Suscribo plenamente su reserva, e incluso su abierta animadversión hacia ciertas actitudes convencionalmente “poéticas” o, al menos, atribuibles a muchos divulgadores de su propia epifanía, y por eso procedo, sin más preámbulo, a citarlo.
Refiriéndose a ciertos compatriotas suyos que practican el verso y sufren las consecuencias, Gombrowicz escribe: “¡Cómo se ha vengado en esa gente la ingenuidad de su fe en la Poesía y en el Poeta, su culto a la forma poética, su pasión por todas las ficciones que crea el ambiente de los poetas!” Y más adelante: “Que sea poeta, pero un poeta dispuesto en cualquier momento a revisar la relación entre la poesía y la vida, la realidad. Siendo poeta, que no deje ni por un momento de ser hombre y no subordine el hombre al ‘poeta’.”
(México DF, 1984) es poeta y ensayista. Su libro más reciente es La máquina autobiográfica (Bonobos, 2012).