Tras orinar, vuelvo a la cama a tientas,
abro espesas cortinas, y me asustan
la limpidez lunar, las nubes rápidas.
Las cuatro: yacen prados de sombras acuñadas
bajo un cielo profundo, cavado por el viento.
En todo esto hay algo muy risible:
la forma en que la luna cruza nubes que flotan
vagamente, cual humo de cañón, apartándose
(abajo, una luz pétrea afila los tejados)
elevada y absurda y separada.
¡Pastilla del amor! ¡Medalla de arte!
¡Oh, lobos del recuerdo! ¡Inmensidades! No,
uno tiembla ligero al levantar los ojos.
La dureza, el fulgor y la sencilla
unidad trascendente de esa vasta mirada
son un recordatorio del dolor y la fuerza
de ser joven; que no pueden volver,
pero en algún lugar están en otros, íntegros.
Traducción de Hernán Bravo Varela