Estimado Enrique:
En su ensayo "Chiapas, más allá del EZLN" (Letras Libres 37), Juan Pedro Viqueira utiliza un análisis precipitado del significado de los resultados de la pasada elección del 7 de octubre del 2001 para hacer un balance superficial del primer año de Pablo Salazar Mendiguchía.
Viqueira no hace esfuerzo alguno por buscar una posible relación entre las acciones sistemáticas en materia de política interior y reconciliación y los avances que se han alcanzado en la solución de conflictos y en la normalidad política que, él mismo admite, caracteriza al estado. Para él, en cambio, parecería que la responsabilidad de la mayor tranquilidad y de la paz en la que se realizaron los pasados comicios y en que transcurre la vida en muchas comunidades, se debe a una súbita toma de conciencia social. Parecería que se trata de un auténtico fenómeno de generación espontánea en la política del estado, que no amerita ninguna explicación medianamente consistente por parte de Viqueira. Habría que preguntarle a quién en su opinión le atribuye, entonces, el carácter de sujeto histórico de los cambios positivos que, el propio Viqueira reconoce, se han registrado en Chiapas. Más bien parece no reconocérselo a nadie y, de manera explícita, se niega a acreditárselo al gobierno de Pablo Salazar.
Viqueira le carga al gobernador todo el peso en la dispersión de las fuerzas políticas que lo llevaron al poder, como si el PAN y el PRD de Chiapas, para hablar de los partidos más grandes, no tuvieran sus propias estrategias, cálculos y dinámicas internas. La supervivencia de la Alianza que lo llevó al poder no solamente dependía del gobernador, sino de la voluntad política de los partidos.
Viqueira acusa al gobernador Salazar de no haber integrado a su gabinete personalidades políticas de los partidos que lo llevaron al poder y, en cambio, lo cuestiona por haberse rodeado de personalidades independientes, ex priistas o dirigentes de organizaciones sociales. Pero no nos ofrece ninguna explicación sobre el fortalecimiento del gobernador y sobre los éxitos que ha alcanzado a lo largo de su primer año de gobierno: los reconoce, pero evita toda explicación racional a la hora de reconocer que "el gobernador aparece como el gran triunfador de todos estos conflictos".
Viqueira desestima el potencial constructivo de un gobierno que se asume auténticamente como de transición y que ha logrado situarse por encima de los conflictos partidistas. Esta situación es factible en Chiapas por la situación de excepción que ha vivido el estado por lo menos desde 1994, y gracias al impacto de las elecciones del 20 de agosto para gobernador y del 2 de julio del mismo año para presidente de la República.
Lo cierto es que el gobierno de Pablo Salazar Mendiguchía ha seguido una línea consistente de respeto a las reglas democráticas y republicanas, y a favor de la reconciliación de las comunidades como no la había habido nunca antes en la historia política de Chiapas.
El proceso electoral del 7 de octubre sentó un precedente histórico para Chiapas, ya que en la totalidad de los 118 ayuntamientos los presidentes municipales tomaron protesta de sus cargos en tiempo y forma, existiendo la firme convicción, tanto del Poder Ejecutivo como del Legislativo, de no permitir, como en años anteriores, la instalación de Concejos Municipales o aceptar componendas al margen de la ley.
Como parte del proceso de reconciliación destaca el más reciente retorno de un grupo de familias evangélicas al ejido Justo Sierra en el municipio de Las Margaritas, y la apertura de varios templos que habían permanecido cerrados en los municipios de Chenalhó, Tila y Sabanilla, así como el retorno de desplazados del grupo Las Abejas a sus comunidades de origen, incluyendo Acteal.
El proyecto del gobierno del estado está basado en la inclusión de todos los sectores sociales a la vida productiva y al desarrollo comunitario y social. El gobierno ha buscado la manera de desarticular los esquemas que brindaron al antiguo régimen la posibilidad de operar, desde sus estructuras, controles y estrategias corporativas, así como la implementación discrecional de programas y proyectos de beneficio social.
Al parecer Juan Pedro Viqueira se resiste a aceptar la idea de que la política puede funcionar y se refugia, en cambio, en un determinismo histórico en el que busca encerrar también a Chiapas. Hay quienes, en cambio, creemos que la voluntad, la organización y la acción política pueden contribuir al cambio democrático y social. –
Atentamente