Un nombre curioso, La decadencia de la flauta y el reinado de los fantasmas, me lleva hacia un capítulo de la literatura sobre el que no volvía hace mucho. El autor del libro, editado en Alicante en 1973, es Ramón Sijé. ¿Ramón Sijé?
Quizás no haya en lengua española dedicatoria más inolvidable que aquella de Miguel Hernández al frente de su "Elegía": "En Orihuela, su pueblo y el mío, se me ha muerto como del rayo Ramón Sijé, con quien tanto quería." Su división en cuatro golpes: la referencia al lugar, con la inclusión de un nombre sonoro (y para muchos nuevo), el "me", el "como del rayo", el "con", podría explicar su eficacia. Luego nos ateníamos a la poesía de Miguel Hernández y a su trágica historia, marcada por esos gruesos perfiles que fijan, simplifican y al fin tergiversan lo más importante y Ramón Sijé se nos desvanecía.
Ahora vengo a saber más de él: tras ese nombre eufónico, literario, existió José Marín Gutiérrez, el creador de aquella revista de nombre también singular, El Gallo Crisis, el colaborador de la revista madrileña Cruz y Raya (tras la que reinaba José Bergamín) y el autor de la obra de cerca de trescientas páginas, cuyo título me atrajo y cuyo estilo crítico también reserva sorpresas.
Habíamos pensado en Ramón Sijé como en el humilde compañero del tan traído y llevado poeta-pastor y nos encontramos con alguien que en veintidós años tuvo tiempo de colaborar en un montón de revistas, de crear una, como vimos, de participar en el homenaje a Gabriel Miró, de tener correspondencia con Juan Ramón Jiménez, con Manuel de Falla, con Ortega y Gasset, con Adriano del Valle, etc., de licenciarse en derecho (con premio extraordinario) y, por último, de escribir este "Ensayo sobre el romanticismo histórico en España (1830-Bécquer)", que tal es el subtítulo que explica lo que está detrás de flautas y fantasmas. Con él se presentó al Concurso Nacional de Literatura. El premio se otorgó unos días después de su muerte y fue para Guillermo Díaz-Plaja. El trabajo de Sijé , según se dijo, no se atenía a las bases y no fue tenido en cuenta. En tan pocos años de vida adulta no todo fue actividad intelectual. "La panadera del pan más trabajado y fino" que dice Miguel Hernández, es Josefina Fenoll, la que fue novia de Ramón Sijé. Si bien cabe suponer que, habiéndose presentado al concurso, le ilusionaba ganarlo, este interés no lo llevó a encajarse en los esquemas que tantas veces empequeñecen la crítica. La primera manera de saltarse las convenciones a la torera fue hacerse de un lenguaje propio, nada obvio, que llega a hacer necesaria una investigación previa, que hay que agradecerle al prologuista, Manuel Martínez Galiano.
No sé el porqué del cambio de nombre, en el que lo acompaña un hermano, convertido en Gabriel Sijé. Quizás, oriolanos u olecenses, han querido eludir el excesivo peso de una ciudad pequeña o, como Juan Ramón (¿no adopta José parte de este nombre?), han tratado de hacerse una imagen más real que la verdadera. Pero también podría encontrarse una relación complementaria. Analizando "El diablo mundo" de Espronceda, dice: "Hay un trozo poético que llamo ¿poemita del nombre?, trozo que está en una auténtica situación de drama. Es éste: ¿Quién dudará que el nombre es un tormento? / …Porque el nombre es el hombre / Y es su primer fatalidad su nombre, / … Y viviendo de ajena y propia vida, / Alma de los que fueron, desprendida / Júntase al alma del que vive, y lleva, / Cual parte de su vida, en su memoria / La ajena vida y la pesada historia."
Si ingresé a Ramón Sijé por una dedicatoria, la suya de este libro merece acompañarnos al final: "A mis padres. A J.F. Por la presencia de su clavel. Por la ausencia de su canario." En el prólogo explica la concreción de ese clavel y de ese canario. ~