De los siete pecados capitales, tal vez sean la pereza y la gula los mรกs fรกciles de perdonar, mientras el que mรกs daรฑos y desgracias, crรญmenes y guerras provoca, segรบn me imagino, es la envidia. En cuanto a la pereza, nos es perfectamente lรญcito mostrarla en diferentes circunstancias, y la gula —siempre y cuando sea la ajena—, mรกs que escandalizar, nos produce risa. Por lo que a la envidia se refiere, en cambio, no nos gusta manifestarla abiertamente, aunque, a decir verdad, cuando hacemos algo que es guiado por la envidia, no podemos evitar el propio desenmascaramiento, y los espectadores enseguida notarรกn nuestra pequeรฑez moral.
La envidia es una emociรณn prรกcticamente universal, y para no abrigarla se requiere de una singular constituciรณn moral. Algunos individuos son afortunados poseedores de tal constituciรณn. La mayorรญa, sin embargo, no lo es. Las condiciones que generan la envidia tambiรฉn son prรกcticamente universales, puesto que nadie, por mรกs favorecido que sea por la fortuna, lo es en todos los aspectos; siempre habrรก otros a quienes se les pueda envidiar algunos bienes, en tanto que todo bien ajeno podrรก ser objeto de envidia: el dinero, la fama, el excelente desempeรฑo en tal o cual actividad, las buenas relaciones intrafamiliares, la salud, los talentos, el รฉxito en la vida sexual, muchas amistades, etcรฉtera. Y aun si se encontrara alguien tan anormal a quien el cielo, por razones inconcebibles, lo hubiera dotado en abundancia de todos esos bienes, aun asรญ el pecado de la envidia podrรญa quedar expuesto, ya que es posible que se encuentren otros que en tal o cual aspecto estarรกn mejor dotados.
La emociรณn de la envidia posee dos vertientes y ambas son especรญficamente humanas, en vez de ser propias de los animales en general. Una de estas vertientes puede expresarse con las palabras "Yo quiero tener lo mismo que tiene aquรฉl"; la otra, en cambio, con las palabras "Yo no quiero que aquรฉl tenga mรกs que yo". La diferencia entre estas dos facetas de la envidia es por demรกs clara; tambiรฉn ambas, por lo regular, se presentan en forma conjunta e inseparable. Los animales luchan y compiten por el acceso a distintos bienes, pero lo hacen sรณlo bajo el influjo de la carencia de alimento o de sexo. Dos osos hambrientos pueden pelear por un pez reciรฉn capturado; sin embargo, cabe suponer que cuando un oso se sienta satisfecho ni siquiera se le ocurrirรก arrebatar peces a otros osos con el รบnico fin de que aquรฉllos no se sientan plenamente satisfechos y no puedan saciar su hambre. Otra cosa sucede con la gente; las necesidades humanas no tienen lรญmites fisiolรณgicamente definidos y vemos, sobre todo entre aquellos elegidos por el destino, que hay personas que sienten que nunca tienen nada suficiente: ni suficiente fama, ni suficiente dinero, ni suficiente รฉxito, ni suficiente reconocimiento. Gracias a esta capacidad para el irrestricto incremento de las necesidades, la gente podrรก resultar igual de creativa que desdichada: lo mรกs evidente es que la insatisfacciรณn puede llegar a convertirse en una fuente de esfuerzos creativos, como tambiรฉn, por otro lado, a crear una sensaciรณn de invalidez.
Es verdad que cuando esta sensaciรณn de invalidez sรณlo sirve de acicate para redoblar esfuerzos, no tiene por quรฉ ser asociada con la envidia e, incluso, podemos encomiarla. Sin embargo, lo cierto es que la envidia muy a menudo se hace presente tambiรฉn ahรญ.
La envidia, a pesar de ser una emociรณn puramente humana, no constituye un simple reflejo, como lo son el miedo y el hambre; al parecer, surge de manera natural y espontรกnea, tal como si actuara bajo el apremio de las circunstancias. Como emociรณn de un simple particular, no necesita de ninguna ideologรญa o doctrina. Otra cosa sucede cuando se convierte en un fenรณmeno social, socialmente significativo. Entonces es cuando exige una justificaciรณn ideolรณgica. En tal caso se le denomina deseo de justicia y demanda de satisfacciรณn por los agravios recibidos. ¡Pero cuidado!: cuando asรญ decimos, no debemos insinuar que la demanda de justicia sea siempre un disfraz ideolรณgico que encubre a la maligna emociรณn de la envidia. No. Tal demanda puede tener una buena e, incluso, muy buena justificaciรณn aun cuando la sostenga la fuerza de la envidia. Podemos juzgar que en aquellas sociedades donde hubo una fuerte y visible diferenciaciรณn clasista, la gente de las clases mรกs humildes, a pesar de que sabรญa distinguir las bien marcadas diferencias entre su propio sistema de vida y el de los ricos, lo acogรญa como parte de un orden natural, como voluntad divina o como un inalterable rรฉgimen mundial. De haber sido de otra manera, seguramente habrรญa estado rebelรกndose constantemente. La historia, no obstante, muestra con toda claridad que las rebeliones de pobres contra ricos en aras de la justicia no ocurrรญan mรกs que esporรกdicamente, en ciertas, especรญficas circunstancias. Sin embargo, hoy, cuando casi toda la gente del mundo se halla expuesta a ostentosas y espectaculares exhibiciones de lujo, riqueza y fama en las pantallas de televisiรณn, resulta un tanto difรญcil esperar que todos los que viven en verdadera carencia consideren este hecho como un factor inherente a su condiciรณn social. En tanto, por lo que ataรฑe al propio concepto de carencia, es algo que no es posible definir sin tener que remitirse a las situaciones psicolรณgicas socialmente designadas, a menos que se trate de una existencia que estรฉ por debajo de los lรญmites fisiolรณgicos de resistencia. Yo, por ejemplo, puedo tener suficiente comida para mรญ y toda mi familia, medios para comprar ropa y pagar los gastos de calefacciรณn, sufragar por lo menos los servicios de salud elementales y la escuela para mis hijos y, a pesar de todo, no dejar de sentir una espantosa envidia respecto a otros que poseen mรกs que yo. En tรฉrminos generales, no existe forma de definir hasta dรณnde las pretensiones relacionadas con la envidia puedan ser legรญtimas y en verdad ameriten llamarse demandas justas, y hasta dรณnde puedan considerarse como una simple incapacidad para conformarse con el hecho de que alguien tenga bienes de cualquier especie en mayor cantidad que yo, aunque, desde luego, ese "alguien" se haya hecho merecedor de los mismos.
Los desastres provocados por las ideologรญas igualitarias son un tema del que nos habla mucho la ciencia histรณrica, en tanto que los sermones religiosos dirigidos en contra de la envidia no surten el menor efecto, sobre todo en la actualidad. Por cierto, รฉstos son ahora cada vez menos frecuentes, ya que la Iglesia de hoy centra su atenciรณn, principalmente, en otros pecados mรกs fรกciles de nombrar. Ademรกs, es muy probable que en la Iglesia de hoy prevalezca un clima de confusiรณn ante el estilo de todos aquellos papas y sacerdotes de antaรฑo que exigรญan expresamente que nosotros reconociรฉramos todas las desigualdades existentes, todas las jerarquรญas y divisiones clasistas como un orden divino. Y aunque va de acuerdo con la actual enseรฑanza de la Iglesia el estigmatizar las desigualdades insoportables y la miseria curable, el exhortar a los oprimidos y marginados por las condiciones sociales a organizarse para su autodefensa y el hacer un llamado a los privilegiados a que por lo menos no vuelvan la espalda a la indigencia, de todos modos la envidia, junto con las desgracias que provoca y las ignominias que de ella emanan, no ha dejado de ser, ni mucho menos, un tema obsoleto tanto en categorรญas morales como polรญticas. Al igual que en todas las cuestiones que hay en el mundo, tambiรฉn aquรญ nos enfrentamos con ambigรผedades difรญciles de descifrar.
Es claro que es imposible calcular cuรกnta envidia hay en la sociedad; tampoco es de esperar que las encuestas en la opiniรณn pรบblica, formuladas sobre este particular, puedan arrojar resultados fidedignos. No obstante, las observaciones basadas en el sano juicio tampoco son del todo inadmisibles. A algรบn escritor le puede dar un patatรบs, por no decir ataque de locura, si algรบn otro escritor le hace la cochinada de recibir un Premio Nobel. A este respecto existen muy diversas tradiciones. La sociedad norteamericana, surgida sin jerarquรญas de clases ni privilegios, donde por tanto las diferencias entre la gente son bรกsicamente de orden cuantitativo, calculables en dinero, quizรกs estarรก menos expuesta al demonio de la envidia. En cambio en Polonia, de acuerdo con tales juiciosas percepciones, esta emociรณn ocupa un lugar muy aparte. Un hombre de negocios estadounidense, segรบn la costumbre de allรก, tiene que desplazarse a bordo de un costoso automรณvil รบltimo modelo, que a los ojos de los demรกs exhibe su sana condiciรณn financiera. Por consiguiente, eso forma parte de los costos propios. En cambio, alguien que pertenece a la profesiรณn acadรฉmica puede viajar en una destartalada carcacha, y eso ni lo desprestigia ni va en detrimento de su reputaciรณn. La envidia tambiรฉn se presenta en alto grado en relaciรณn con la gente del mismo cรญrculo. Si no soy actor, puedo no concebir envidia respecto a los grandes y famosos actores; en cambio, si soy un pintor poco logrado, entonces la envidia frente a otros pintores, a los que gozan de un gran รฉxito, puede ser muy fuerte.
Pero repito: la sola aspiraciรณn de igualar a los demรกs, a los que han alcanzado algรบn รฉxito, no es nociva ni destructora, siempre y cuando estimule a un mayor esfuerzo; en cambio, sรญ es nociva y destructora cuando a lo que aspiro es a que a nadie le vaya mejor y cuando todo mi esfuerzo se encamina a querer perjudicar a ese otro, mรกs eficaz, con la esperanza de poderlo reducir a mi propio nivel para que, de esta manera, estemos "parejos". Es algo que vemos a diario. "Quรฉ nadie duerma tranquilo/ mientras yo dormir no puedo" —por tan sรณlo citar un verso de Staff.1
Ahora bien, cabe preguntar si la envidia es una emociรณn a la que se puede combatir. Pienso que es una tarea absurda, sobre todo si se trata de aquella envidia que ha llegado a convertirse en un movimiento social. Se puede tan sรณlo intentar descargarla, no importa si estรก o no sustentada en pretensiones legรญtimas, pero lo mรกs seguro es que la envidia como tal sea indestructible. En cambio, por lo que concierne a la envidia individual, a รฉsta tal vez se le pueda debilitar a travรฉs de la razรณn o inteligencia. La inteligencia resulta aquรญ indispensable.
La cuestiรณn es la siguiente: el odio —individual o colectivo, รฉtnico o clasista— se viste con facilidad con un ropaje de ideologรญas que adquieren apariencias de legitimidad. ¡Pero cรณmo! ¡Si otros —por ejemplo, los alemanes, o los rusos, o los ucranianos, o los judรญos, o los mismos polacos— nos han hecho tan terribles daรฑos! O bien: ¡ese hombre me ha lastimado tanto! Los agravios pueden ser reales o imaginarios, descritos con exactitud o exagerados sobremanera; sin embargo, dan visos de legitimidad a los odios, en tanto que la envidia en sรญ, a diferencia del odio, que mana de otras fuentes, es algo vergonzoso, algo que no se debe exhibir bajo ninguna circunstancia. Mientras tanto, como ya lo he dicho, ocultar la envidia es muy difรญcil, y los envidiosos, cuando producen sus emociones, dejan al descubierto su pequeรฑez con suma eficacia, aunque, por lo regular, la ceguera no les permite percatarse de ello. Sin embargo, todo aquel que se haya dado cuenta de algo tan sencillo podrรก abstenerse de manifestar envidia y, tan pronto como lo logre (insisto: la inteligencia es aquรญ un factor imprescindible), la emociรณn en sรญ de algรบn modo la irรก ahogando.
La envidia no perjudica mayormente a aquel contra quien va dirigida, ya que รฉl fรกcilmente podrรก pasarla por alto con sรณlo ver que el envidioso no hace mรกs que poner en ridรญculo a su propia persona. A quien le hace daรฑo, en cambio, es al mismo envidioso, a la vez que le produce tormentos. Segรบn reza un popular adagio alemรกn, cuya autorรญa desconozco (el juego de palabras es intraducible, pero el sentido claro): Eifersucht ist Leidenschaft, die mit Eifer sucht was Leiden schaft : "La envidia es una pasiรณn que afanosamente va en pos de todo lo que causa sufrimiento". En consecuencia, si por algo son infelices los envidiosos es por su propia culpa. Segรบn decรญa Antรญstenes, el cรญnico: su propio carรกcter los corroe tanto como la herrumbre al hierro. Si siguen viviendo con esa tonta y absurda emociรณn, jamรกs les serรก dado beber de ese vino de la vida que tanto anhelan y al que tanto aspiran.
–— Traducciรณn de Aleksander Bugajski
Tomado de Gazeta Wyborcza
fue un filรณsofo polaco. Entre sus obras mรกs conocidas destacan los tres tomos de Las principales corrientes del marxismo.