"El pasado no está muerto ni enterrado. De hecho, ni siquiera es pasado.” La cita, extraída de la novela Requiem para una mujer (1951) de William Faulkner, adquirió reciente notoriedad en voz del entonces candidato demócrata a la presidencia de Estados Unidos, Barack Obama, quien la incorporó a un discurso memorable sobre la integración racial en su país. Las palabras de Faulkner parecen un ejemplo de la cita literaria ideal para el cajón de sastre del político: rotunda pero abstracta, modestamente ingeniosa, a salvo del fracaso aforístico gracias al renombre de su autor. La cita, sin embargo, tuvo un segundo aire de elocuencia entre una multitud de simpatizantes la mañana del 18 de marzo de este año en Filadelfia. En vez de citar a pie juntillas –“El pasado nunca está muerto. Ni siquiera es pasado”, según se lee en el texto original–, Obama dotó a la frase de un carácter más sugerente y menos prescriptivo. No bastaba con señalar que el pasado no ha muerto nunca, sino que tampoco fue enterrado en vida, esa vida inmortal en la que concibió a su único hijo y concubino fiel, el presente, para así perpetuar el incesto de la Historia.
Obama tituló aquel discurso “Una unión más perfecta”, alusivo al preámbulo de la Constitución política de su país: “Nosotros, el Pueblo de los Estados Unidos, a fin de formar una Unión más perfecta […], estatuimos y sancionamos esta CONSTITUCIÓN para los Estados Unidos de América”. Poco han cambiado las expectativas sociales y políticas de Estados Unidos desde que se promulgara su Constitución, e incluso, desde la Declaración de Independencia. Si bien los empeños de la Convención de Filadelfia y de los “Padres Fundadores” encarnaron en la grandeza de un territorio que materializó sus mitos y ucronías, la nación sigue en busca del espíritu legal y filosófico que la forjara, cercano a la nostalgia platónica por el origen de las igualdades, en un mundo habitado por ideas y arquetipos que no conocen división alguna. El sueño de la perfecta democracia: “una mayoría de uno”, como lo expresó Henry David Thoreau en Sobre el deber de la desobediencia civil.
De ahí deriva, quizá, la aspiración de Walt Whitman por fundar la voz del pueblo estadounidense a través de la polifonía de su yo: “Canto a mí mismo, una persona simple, separada;/ sin embargo, pronuncio la palabra ‘democrático’ y la palabra ‘en masa’.” Tanto en su tono –mezcla de oratoria y profecía, misticismo salvaje y epicureísmo civilizatorio– como en su forma –un caudal que arrasa con el blanco de la página–, el versículo de Whitman se adhiere a la doctrina del “Destino Manifiesto” y representa gráficamente la expansión territorial de Estados Unidos. “El otro es un yo”, parecería afirmar el autor de Hojas de hierba, a contrapelo de Rimbaud. “Nadie puede decir mejor al otro que ese otro que yo soy para él.” Así, la pluralidad de voces resulta una ilusión creada por el temperamento autócrata del poeta, un reflejo nítido y genial de su megalomanía. Paternalismo poético al servicio de la única ciudadanía ejemplar: la de sí mismo, gobernante y gobernado.
Donde hay un “Destino Manifiesto” poco puede la voluntad de un pueblo –y en especial, la de un solo individuo y una sola voz– por manifestarse. La poesía estadounidense posterior a Whitman, exiliada de honor de su propia República, anarquista por derecho ajeno, no sólo ha visto con suspicacia, sino que ha atentado contra los apetitos destinales o ambiciones cívicas que surjan de ella –ora desde el arrebato en Ezra Pound, Kenneth Rexroth, Allen Ginsberg, Adrienne Rich o Gary Snyder; ora desde el sosiego en Robert Frost, John Ashbery, Mark Strand, Robert Hass o Louise Glück. Como señala Robert Penn Warren en su ensayo Democracia y poesía:
Lo que la poesía celebra más considerablemente es la capacidad del hombre para enfrentar la profunda y oscura interiorización de su naturaleza y destino. Al mismo tiempo que hemos tomado y ocupado nuestro continente, nuestros poetas han explorado la crisis del espíritu estadounidense que forcejea con su destino. Ellos han enfrentado, a veces de manera inconsciente, la ambigüedad trágica en el hecho de que el espíritu de la nación que prometimos crear ha sido una frecuente víctima de nuestro asombroso éxito objetivo, y de que, en nuestro éxito, hemos empeñado la esencia misma de la nación que prometimos crear.
Aquel forcejeo del espíritu estadounidense con su destino no es sino un cúmulo de pugnas aisladas con la buena ejecución y competencia (es decir, la formalidad) de la tradición poética anglosajona; en otras palabras, pugnas con el espectro de un pasado que descree de la vida futura, ya sea la exhumación crítica de su cadáver y su reducción al polvo de las bibliotecas, la resurrección del cuerpo de su obra o su meditada reencarnación en generaciones posteriores de poetas. De ahí las conjuras individuales que se extendieron por Estados Unidos para abolir todo “destino lírico”: el guión largo como el signo de puntuación de lo inefable para Emily Dickinson, el simultaneísmo poundiano, el fractal tipográfico de e.e. cummings, el “pie variable” de William Carlos Williams, el “verso proyectivo” de Charles Olson, la etnopoesía y el concepto de “imagen profunda” para Jerome Rothenberg… El antagonismo entre ellas es una lección cabal de democracia: consenso entre las mayorías absolutas y relativas de uno, desobediencias civiles éticamente responsables y estéticamente necesarias.
Ejemplos de ello son los cuatro poetas de este dossier: la odisea espacial que constituye el manifiesto antibélico de Jen Hofer (1971); el desmontaje de una intimidad invadida por el psicoanálisis, los medios masivos de comunicación y los estudios de género en Anna Moschovakis (1970); la radiografía del alma occidental después del 11 de septiembre en los sonetos blancos de Adam Kirsch (1976), y el bucolismo de Maurice Manning (1967) en tiempos de racionalidad ecológica. A su modo, de una costa a otra del lenguaje, estos autores proponen una unión imperfecta pero solidaria: el alzamiento de torres verbales contra el terrorismo de la promesa, la palabra, la imagen o la identidad gemela y colectiva.
“¡Poetas por venir! ¡Oradores, cantantes, músicos por venir! […]/ Apenas avancé un momento –escribe Whitman–, tan sólo para desperezarme y regresar deprisa a las tinieblas./ Yo soy un hombre que, mientras pasea con calma sin detenerse nunca por entero, dirige a ustedes una mirada al paso y luego vuelve el rostro,/ dejándolos probarlo y definirlo,/ y que espera de ustedes lo esencial.” Los siguientes poemas son la prueba y la definición de una mirada eternamente pasajera y póstuma. ~
– Presentación, selección y traducción de Hernán Bravo Varela
Maurice Manning
XXIII
Patrón ¿te incorporaste al amarrar tus botas?
¿viviste a diestra y a siniestra un año
tras otro? ¿hiciste tu labor con eso
que tenías aun siendo poco? pudo
haber sido una pizca de sal entre
tus dedos un zurrón de nada atado
a un palo ¿acaso lo cargabas en
tu hombro? oh juraría que fue así
con toda la humildad te levantaste
como la misma luna un poco cada
tanto un poco nomás y eso es todo
lo que pido de ti yo sólo pido
una pizca de lo que tienes eso
es todo lo que siempre entregas yo
juraría que vives en el aire
Patrón solo cual gallo aunque tuvieras
una pluma te habrías de pavonear
en el corral con todo no te puedes
alzar Patrón encima de tu alzada
ahora bien ya somos dos la forma
en que brotas Patrón de nada pues
nada ¿tú te empollaste? me pregunto
XXXIII
cuando pones las nubes Patrón así de juntas
parece que introduces ovejas a un corral
parece que te rindes oh Patrón parecieras
quitarte tu reloj Patrón cómo es posible
cómo es que das tan blancos ojos a las nubes
cómo es que las hiciste miedosas cuando son
puro aire pesado pues adivina qué
también yo peso arrastro mis patas no quisiera
ayudarte a matar las nubecitas ir
tras las grandes Patrón qué pasa que no tienen
otro lugar por qué no dispones un hueco
en el cielo por qué no escondes tu manaza
ya sé cuando te enojas vas y estampas tu pie
Patrón yo me pregunto qué se te metió
LXXVII
Patrón ¿me consideras tu ayudante
o no? ¿hago traer la paja para
mí o para ti o solamente para
el caballo? lo ayudo y él me ayuda
también Patrón mira que engancha a veces
su cabeza en mi hombro nada más
por descansarla y luego me suspira
como apaleado él siempre me ha hecho
reír él sabe que yo sé que él quiere
Patrón una manzana su cabeza
pesada en mí qué ayuda ayuda mucho
el escucharlo suspirar suspiros
en realidad no quiere decir quiere
otra cosa ¿es ésa la manera
en que quieres Patrón querer decir
otra cosa además de aquella otra
que tú quieres de mí? ves al caballo
Patrón echar suspiros de fatiga
cuando no tiene sueño él no quiere
escuchar que lo mando a dormir quiere
escucharte decir ¿quieres manzana?
quiero decir Patrón nos ayudamos ~
Estos tres fragmentos de © Bucólicas (2007) aparecen traducidos y reimpresos
con la autorización de Houghton Mifflin Harcourt Publishing Company.
Todos los derechos reservados.
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Anna Moschovakis
NO PUEDO RECORDAR qué se supone que debo estar haciendo.
No se me ocurre nada sino las listas que he hecho, listas cuyo propósito
rompí. Siempre será buen tiempo para romper
cosas como tenedores de plástico y tendencias poéticas.
Es un día buenísimo para imitar el mundo.
Pero ya no recuerdo qué es la imitación
o cuál su diferencia con la zalamería
o qué distingue a un refrán de un aforismo.
Mejor vuelvo a la escuela,
dijo él, mientras hacía un gesto para la alteridad.
Ya no recuerdo si la alteridad
tiene connotaciones negativas
o si es otra manera de lanzarme
a la calle. Me gustaría intentar,
por una vez, ser hombre. Me gustaría llevar marcas que fuesen
obscenas en lugar de pornográficas. No puedo recordar
lo que pienso de la pornografía hasta que me la ponen
frente a frente. Me gustaría ser inanimada,
reconocida y apreciada
por todas mis virtudes exteriores
sin que estorbe la ética. Parece que me acuerdo
de ser ética. Parezco estar actuando algún tipo de línea todo el tiempo,
aunque sea pervertida. Yo me pregunto cuándo lo pervertido se hizo
pornográfico y si ese aspecto puede
sustraerse. No recuerdo mis reglas
de gramática. No creo que el inglés sea muy bueno
para una cierta clase de invención. Deduzco
que a algunos lectores no les gusta sentirse
confrontados con el lenguaje palabra por palabra.
Yo quiero ser una palabra. Sería una abstracción
y tendría un final inescrutable. ~
"El libro azul" [fragmento]
Alguien dijo una vez: “El mundo es azaroso por designio.”
Me parece que fue en una charla sobre las coincidencias.
Es muy probable que la charla sea una que tuve yo conmigo misma.
Tales charlas adquieren el carácter de un sueño.
La apuesta es una actividad que adopta el concepto de azar.
Estas son reglas que, por lo general, rigen al jugador.
Las reglas han sido diseñadas para darle al azar una cierta premisa.
Los juegos de azar, en realidad, se encuentran arreglados a menudo.
Los juegos arreglados utilizan una especie invisible de certeza.
La invisibilidad es susceptible de coincidir o divergir de toda transparencia.
La transparencia en materia de lenguaje es juzgada, a menudo,
como algo en pro de los significados.
Por eso, una palabra y su respuesta son juzgadas como una progresión.
Las palabras que no tienen secuencia pueden llegar a confundir.
Esto se debe a que su progresión no puede ser justificada con certeza.
A menudo, los actos sexuales obedecen un patrón señalado con anterioridad.
Este patrón puede verse frustrado por el dilema mente/cuerpo.
A la imprevisibilidad del cuerpo se le juzga distinta de aquella de la mente.
Tal distinción crea el antecedente de nuestros hábitos sexuales.
Mi tendencia es buscar significados ocultos en acontecimientos azarosos.
Es fácil juzgar las coincidencias como superficiales o profundas.
Es tentador pensar que elegir entre estas interpretaciones resulta necesario.
Igual de tentador es no pensarlo.
Me corté el dedo con una carta de mi nuevo amante.
Me pregunté si esto quería decir que dolería nuestra relación.
Como el lenguaje mismo, el amor juega contra un antecedente regulado.
“El amor es apuesta”, dije, y la frase adquirió carácter de cliché.
El sexo entre dos personas contiene un tipo de coincidencia.
Y su significado, al mismo tiempo, es cierto y es variable. ~
Estos poemas pertenecen al libro No he podido llegar a todo mundo (2006).
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Adam Kirsch
SIN TENER CUERPO ALGUNO, ellos entenderán
cosas como el teclado o el volante de un coche
–todos los instrumentos hechos para la mano
y que, ya para entonces, juzgarán de vestigios,
como hacemos nosotros con aletas y branquias–
en tanto traductores malos del deseo,
yendo de lo que fue alguna vez la mente
al mundo fuera de ella. Tampoco admirarán
las alertas de error creadas por nosotros
cada vez que la falta de vías compatibles
entre dos se registra como una sola pérdida,
incluso cuando nuestra vanidad frustrada
le dé el nombre a esas fallas de arte. Si imaginamos
las señales perfectas que habrán de ser un día,
resulta más y más imposible creer
que cuanto hemos escrito se dirige a ellos. ~
V. 3. Quenam discors foedera rerum
Algo está haciendo falta. Cuando el telescopio
escruta ansiosamente un sector de la noche,
las cifras registradas no hacen sentido alguno;
sería el universo muy frío o muy caliente,
muy espeso o vacío, si no fuera por las
dimensiones que impiden cualquier discernimiento.
¿Por qué será que aquella ausencia tranquiliza?
Si dividimos nuestro saber por lo mirado,
siempre descubriremos ese resto perenne,
el margen de una antigua perplejidad, ahora
justificada, incluso lógica; pues en cierto
lugar, eso es seguro, debe hallarse la luz
–recordada, hipotética– que en alguna ocasión
convirtiera en visible nuestra oscura materia.
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SEPTIEMBRE QUINCE, casa llena; pocos filántropos
parecen haber muerto o estar en sus hogares.
La Ópera neoyorquina, audaz, profesional,
nos recuerda que sigue la función. La ceniza,
desplazándose al norte, dejó tan fina capa
que aún la travertina lechada resplandece,
tan ligera que nadie tose al respirarla
en la brisa caliente de una noche en verano
–lo que llamo ceniza, pero que es este rostro
Polaroid, rostro Xerox, engrapado en un poste
y que cada respiro ayuda a deshacer
y dispersar, se integra a un todo nuevo. Pero,
¿qué aire no está henchido de viejos remanentes
como estos, elevados a infinita potencia?
¿Acaso no murieron para que ignoráramos
sus costumbres y fechas y razones de muerte? ~
Estos tres poemas pertenecen al libro Invasiones (2008).
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Jen Hofer
menos de uno, más de uno
Cualquiera puede odiar, pero sólo unos pocos pueden ver claramente.
Anthony Lane, The New Yorker
[…] lo que uno ve depende del marco construido por la experiencia que se alista a interpretar la información en bruto, como una flor o un martillo o un rostro.
Sandra Blakeslee, The New York Times
No ver para creer, sino al contrario.
Sergio G. Sánchez, El orfanato
habilidad de fe para faltar a la fe en solitario
en dividendos individuales indivisibles o en finísimos hilos
y los oí decir, camina lento pero carga un garrote
que, se supone, disuade o defiende, desbarata o desarma
cooperación confusa de desestimaciones impertinentemente rechazadas sin canto
la prueba en el tejido discusión de nación la falta en relación
a dejarlos que canten a que canten forzados
a dejarlos que canten forzados —canten—
de nada no hay nada ni sustancia que prolíficamente amase masas concentradas —nada
sin leyes lecciones ya leídas de forma terminal nuevo alquiler de la memoria
en un subvencionado callejón sin salida una acumulación constante de (mientras que
se canta) nada en específico genera un razonable aprieto dentro de lo habitual (la nueva
burguesía convertida en el proletariado—) el ojo cerrado en colectivo
el ojo —en colectivo— no es canto —canto —no es ojo
¿acaso han hecho causa con embobado beligerante empeño?
¿acaso han hecho pausa beligerante? empecinadamente
yéndose atrás hacia la fuente inmensa y advertida tan bien activada tan mal
oh dime si puedes observar a través de alfileres en el mapa la nada en cúmulos
la nada en múltiplos
la batería se perdió y perdió más que la potencia de no tener ni cara —probadamente
probadamente lo desconocido está difícil — difícil— difícil de pronunciar
cualquier proclamación fracasa en circunstancias populosas —sobrepobladas
las posibilidades percibidas —quizá tomadas— sin pronunciar
habilidad para caer —sin falta previsible ——(pasada ya por alto)
distraídos por la circunstancia el parque ferroviario — para —no caer en la cuenta
propensión propensión infortunada deducción circunstancial de alfileres y agujas
la música increíble la música increíble (las calles increíblemente peligrosas) la música
se hincha dramática increíblemente se acumulan los números picados no atenuados
la tumorosa culminación cegada sin pensar que es no pensar no eso
(no eso de qué piensas
(de qué cantas
paso redoblado a la izquierda —se busca— se la pasa buscando
en donde con —sin que mejor —— (mejor)
mejor pasársela buscando que pasar por ausente en tracción ausente
—como un tanque
llévatelo entonces —entonces —vestido alborotado y por ningún lugar
—ningún lugar
extraviadas —personas— personas — elegidas — — —— —
extraviadas —
lo declararon voluntario inviolado prometió abanderar después de hacer ausente
venerado en la noche que cayó hacia la luz azul sin lustre (ya cayó)
borrada tras el hecho (el hecho suspendido en su oportunidad) en moda oportunista
y la oportunidad te toca (bailar con la más fea) para aprender para trotar
para entonar de pie a compás
la carnicería voluntaria es una petición una culpa un placer un orgullo —destreza—
en el entrenamiento —a destajo un viaje de placer— un tanque
¡dale que dale!
primeros vistazos en lo oscuro azul claro primeros — vistazos fracaso ímpetu
no hubo fotografías ni disparos
— — — (ni disparos) una sola línea está hecha
una sola línea está hecha de muchos puntos pies muchos pies contra
propensión propensión infortunada muchos pies tanques disparos líneas
—la música increíble la música increíble—
—cuán increíblemente peligrosa
la parte numeral de una cultura
enumerada recordada no olvidada jamás ——
sin pensar que es no pensar no qué es ese cantar ese pensar
(al interior de una circunferencia estricta) podría piensas hola
hola querido no por ningún lugar —tizna—
saber hacer nudos tintados es una especie —de
—para hacerle un lugar
ningún lugar es de cualquier manera plausible
causa y defecto
la idea inviolada
visiblemente viciosa viciosa
—adoptada—
se buscaban violetas se recibía sangre depósitos
en qué piensan —sablear—
salvaguardando ferozmente (a tono) —siguiendo ~
El traductor agradece la valiosa colaboración de la autora en el proceso de traducción de este poema,
que pertenece al libro uno (en prensa)