Cocodrilo bicéfalo

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El cocodrilo de dos cabezas tiene un resorte genético para evitar que se muerda a sí mismo: tensa la columna vertebral e impide que se malogre como ocurrió con los primeros. En épocas de celo o de furia suicida le duele la raspa, sufre contracturas y cae desmayado o cede a un letargo reparador.

Al ser tan hipersensible capta los horrores del mundo por ósmosis o simpatía y se revuelve contra lo que tiene más cerca, que es su propia cabeza otra, su gemelo inopinado, al que apenas reconoce porque es muy reciente y ninguna de las dos cabezas ha tenido tiempo de adaptarse a la otra.

La hipersensibilidad ambiental es una característica de la bicefalia, ya que los ejemplares anteriores, unicéfalos, son impasibles y solo reaccionan a estímulos directos. Es posible que el tratamiento, o la parte humana, haya aumentado la receptividad.

Los cerebros de las cabezas son más reptilianos que otra cosa, pero se sospecha que el cerebro intestinal es ya moderno y al parecer siempre trata de poner paz y acatar las reglas que, en definitiva, le permiten sobrevivir incluso en ambientes hostiles.

Los cerebros reptilianos, a la mínima contrariedad, se lanzan contra su otra mitad, pues funcionan de forma individual y, de no mediar el estómago, que es único y común, tienden a enzarzarse. Se dan casos, muy excepcionales, en los que la rabia y la impotencia, la desesperación simétrica de las dos cabezas, ha hecho que el odio mutuo, en su ciego afán por matar al opuesto, haya quebrado la propia columna. La virulencia de las acometidas íntimas ha roto la barra de torsión y el espécimen ha quedado inmóvil, con los nervios seccionados por su propia bravura.

Esta postración obligatoria de los que se parten la espina no aplaca el odio y ambas cabezas, aún impotentes, boquean y tratan de darse dentelladas. Es posible que cada cabeza sienta a la otra como si fuera la antigua cola, que ahora no existe, y al querer usarla para azotar o nadar se desate el furor.

Por lo demás, en épocas apacibles, el cocodrilo bicéfalo, salvo repuntes de rabia (que quizá son ejercicios de mantenimiento, como una gimnasia, o episodios de ausencia de cola como el descrito), convive en armonía y lleva una vida normal.

El cocodrilo bicéfalo nació en un cuaderno, se reprodujo en folios sueltos (numerados y fechados) y se hizo carne por manipulación casual del genoma probando el kit de herramientas gratuito de edición en línea con ia, así que no está inscrito en la lista de especies sobrevenidas ya que colarlo en la taxonomía supone arduas gestiones y desembolsos que exceden las pretensiones del experimento. Sí que se solicitaron los permisos y licencias de la Unión Europea para innovaciones con seres vivos (aunque es dudoso que este sea un ser vivo con todas las letras del adn, ya que la manipulación, al efectuarse con la versión gratuita, ha suprimido –o comprimido, no está muy claro– parte de los pares de bases para hacer más asequible el trasiego de subir y bajar a la nube, por lo que la empresa –por lo demás ya en quiebra técnica y en trance de venta– no garantiza la integridad ontológica del prototipo).

A estas limitaciones habría que añadir que las autoras del experimento, todas avezadas doctorandas (femenino genérico), insertaron fragmentos de su propio genoma en zonas sensibles del cocodrilo aún prebicéfalo, tal como consta en las especificaciones que adjuntamos en la solicitud de subvención de los fondos estructurales de ayuda al emprendimiento diverso y ecológico en su apartado “resiliencias y evolución compartida en igualdad”.

Consultadas ciertas autoridades expertas en crear subespecies al margen de las leyes (aunque muchas de estas criaturas son adquiridas para solaz de sus miembros por las mismas instituciones que las promulgan), han coincidido en elogiar la originalidad del cocoliso –nombre familiar– e incluso han encargado varios lotes para diversos clientes, aunque dada la subida de las tasas al comercio y lo que tardan en reproducirse per se, se ha optado por fabricar embriones como el que venimos comentando, lo que además abaratará el transporte y, casi seguro, permitirá esquivar el papeleo.

Lo que no han tenido tiempo de comprobar los betatesters es que la parte de genoma humano que se insertó en la réplica afecta a dos órganos que a veces se consideran el mismo: en efecto, el nuevo biotipo tiene por una parte su cerebro intestinal enriquecido con neuronas, haces y madejas humanas, y por otra dispone de órganos sexuales también humanos, femenino por un lado y masculino por el otro, lo que le permitiría copular consigo misma/o.

El problema para esta operación es que si el mecanismo o resorte de la columna rígida citado arriba detectara violencia, gestos bruscos o intención aviesa, podría llegar a tensarse, lo que impediría la coyunda por el ya mencionado crujido lúmbeo, con el consiguiente desperdicio.

Estos extremos aconsejan limitar la exhibición del cocodrilo bicéfalo a espacios restringidos. Por último, y a la espera de más hitos reseñables, conviene advertir que el uso recreativo del engendro en según qué entornos puede ser peligroso ya que se ha dado algún caso en que el público, subyugado por la versatilidad y la fantasía, ha intentado interactuar con el súcubo –o íncubo, según– sin las debidas garantías y ha habido que lamentar incidentes, aunque no se ha podido elucidar si las amputaciones han sido debidas al instinto natural (ya algo atenuado por el factor humano) o a la fogosidad del momento.

Así que con la subida de aranceles nos limitamos a enviar embriones a la carta y quiero reiterar que humanos puros no hacemos de momento. ~


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