Así como la mayoría de los redentores del libro de Enrique Krauze, soy un intelectual salvaje fuera de la torre de marfil. Trabajo como periodista en China en el área internacional, pero pasé varios años en la Ciudad de México como corresponsal en América Latina y académico en historia del pensamiento. Conocí desde Los Pinos hasta el Cerro de la Estrella, desde las élites hasta la masa popular. De manera que el contacto con la sociedad mexicana, latinoamericana y caribeña se ha convertido en una parte de mi ser, y va mucho más allá de la información que uno puede hallar en la biblioteca.
De regreso a China, y al ser uno de los pocos doctores especializados en pensamiento latinoamericano, recibí el encargo del grupo editorial Imaginist para traducir al chino Redentores de Krauze, el cual sería el nuevo tomo de su colección “Mirrors”. Dicha serie ha alcanzado prestigio dentro de la comunidad intelectual china por su enfoque sobre “la ilustración, la transformación y la experiencia de otros”. Entre sus obras publicadas figuran Orden y decadencia de la política de Francis Fukuyama y la trilogía sobre la historia del Tercer Reich de Richard J. Evans. Hasta antes de la publicación de Redentores en chino, el último libro sobre América Latina había sido Las venas abiertas de América Latina de Eduardo Galeano, publicado en 2018.
Acepté la tarea de traducir el libro –una misión tanto desafiante como satisfactoria– porque me di cuenta de que Redentores podría contribuir a abrir un mapa sobre el nuevo pensamiento latinoamericano, distinto al que tenía la comunidad intelectual china. Durante muchos años, los intelectuales chinos (salvo los especialistas dedicados a los estudios latinoamericanos) tenían acceso a la política, economía y literatura de América Latina y el Caribe. La investigación sobre la historia del pensamiento siempre quedó un poco al azar y era fruto de los estudios en otros campos. Por ejemplo, las obras de no ficción de Octavio Paz, Gabriel García Márquez y Mario Vargas Llosa fueron presentadas en China como complementos a sus trabajos de ficción, o de poesía en el caso de Paz, gracias a su notable fama por haber recibido el Premio Nobel de Literatura. La lectura de Eduardo Galeano en China estuvo relacionada con un acontecimiento de 2009, cuando, durante la V Cumbre de las Américas, el entonces presidente de Venezuela, Hugo Chávez, le regaló a su homólogo estadounidense, Barack Obama, un ejemplar de Las venas abiertas de América Latina. La primera edición en chino de dicha obra se había publicado ocho años antes de dicha cumbre en la editorial People’s Literature Publishing House, pero el lector chino promedio desconocía su existencia.
Debido a razones históricas, la anterior generación de especialistas en los estudios latinoamericanos en China se enfocó mucho en las obras que versaban sobre la resistencia del pueblo latinoamericano frente a la colonización, la hegemonía regional y los opresores nacionales. José Martí y el Che Guevara, como pensadores y vanguardistas importantes de las revoluciones en Cuba, y José Carlos Mariátegui, como representante del pensamiento marxista en Perú, fueron traducidos al chino hace décadas. Sin embargo, aún faltan más obras en chino sobre los pensadores liberales latinoamericanos, lo que permitiría que la comunidad intelectual china obtuviese un conocimiento sistemático sobre esa vibrante región ubicada al otro lado del océano Pacífico. En ese sentido, Redentores hace un recorrido por los pensadores modernos y contemporáneos de América Latina, pero no se queda allí, sino que también expone sus reflexiones sobre la élite intelectual de dicha región y su influencia en el proceso histórico, algo que es una gran contribución para la comunidad académica china.
Sin duda, la traducción de este libro fue un proceso complejo. Como traductor busqué alcanzar dos objetivos: aclarar toda la información académica y social que ofrece el autor, y respetar en idioma chino su estilo fluido y claro de escritura. A diferencia del español, que tiene frases largas y cláusulas subordinadas que permiten expresar ciertos conceptos, el chino se basa en caracteres y es más conciso y directo. Por esta misma razón, el chino tiene una menor capacidad para incluir múltiples niveles de expresiones filosóficas en una sola frase. Mantener esa manera “krauzista” de relato y respetar el estilo académico al cual está acostumbrada la comunidad intelectual en China fueron los principales desafíos para mí.
Lamentablemente, hasta el día de hoy, es similar el desconocimiento entre chinos y latinoamericanos. En casi todas las obras sobre pensamiento latinoamericano hay un umbral de conocimiento escondido para los lectores de una cultura tan distinta como la china. Mucha de la información de Redentores, con narraciones y comentarios sobre la Revolución mexicana en los capítulos dedicados a José Vasconcelos y Octavio Paz, está fuera del ámbito de conocimiento de un lector chino promedio, e incluso de algunos académicos. Figuras históricas como Madero, Villa, Zapata, Carranza, Cárdenas, al margen de sus ideas, podrían constituir otro Macondo con más coroneles como el propio Aureliano Buendía.
Es imposible establecer un solo sistema acerca del conocimiento común sobre América Latina para los lectores chinos. No obstante, si alguien tuviese que elegir un libro que le permitiese acercarse a ese camino, Redentores podría ser una opción conveniente. La obra mantiene esa apuesta por una estructura narrativa polifónica. Los personajes y eventos históricos, así como las teorías de los intelectuales latinoamericanos modernos de distintas épocas, se entrelazan en los relatos de Redentores y aparecen en distintos capítulos bajo diferentes perspectivas, lo que permite que se expliquen y complementen entre sí. Sobre la base de esta estructura, la edición en chino incluye algunas citas sobre conceptos desconocidos para el lector chino promedio, así como una cronología integral sobre historia mundial y latinoamericana que facilita su entendimiento.
Redentores será interesante para muchos académicos de mi país, pues diseña un mapa sobre la búsqueda del conocimiento en la élite del otro lado del océano Pacífico, cuya base es la tradición religiosa monoteísta. Este es un fenómeno conocido para los intelectuales latinoamericanos, en el que el eje filosófico y teológico hace que muchos personajes del libro se sientan “apóstoles ante el llamado de Dios” y otros se consideren seres absolutos o casi sagrados. Este eje filosófico y teológico es una guía para comprender la lógica detrás de las actividades de dichos redentores durante tantos años, así como para conocer también sus limitaciones metafísicas.
La civilización milenaria de China expone una filosofía muy diferente: para un objetivo de largo plazo, no esperamos una salvación definitiva. Los intelectuales chinos, especialmente en el campo de la filosofía política, no tienen la certeza de sus homólogos latinoamericanos en el sentido de que alguien puede encontrar el camino adecuado hasta la armonía absoluta. Los chinos toman el caos histórico como un fenómeno frecuente e incluyen sus conocimientos, e incluso su vida, en una carrera continua de largo plazo. La obra clásica china Lie Zi contiene una fábula titulada “El viejo insensato que removió las montañas”, en la que se cuenta cómo un anciano llegó a cumplir su deseo de quitar las montañas Taihang y Wangwu frente a su ventana. Su plan original era que con el esfuerzo de él y sus descendientes mortales se lograría realizar una acción inmortal. La búsqueda de la inmortalidad en la Tierra se sustenta en la cultura china sobre la base de una herencia colectiva en un sentido estricto.
La fábula sirve también para mostrar la diferencia axiológica entre dos civilizaciones, especialmente entre grupos intelectuales. Con esta base de instrumentos cognitivos, es difícil que chinos y latinoamericanos lleguemos a un entendimiento práctico, especialmente en materia de un pensamiento profundo detrás de los personajes históricos y sus acciones. Como decía el filósofo chino Li Shenzhi en el prólogo de la versión en chino de Historia de América Latina (Cambridge, 1991): “Tenemos más ideas abstractas sobre América Latina que conocimientos concretos, más impresiones confusas que experiencias verdaderas.” Ante esta limitación, Redentores es una obra diferente. Más allá de los conocimientos que brinda, es también una obra clásica con pensamiento y reflexión. De esta manera, espero que, metafóricamente hablando, el Galeón pueda volver a partir de México y regresar a mi país después de cinco siglos. ~