Decir que Germinal es un libro sobre la maternidad sería reducir un hermoso texto a la narración de una experiencia común, a un tema que evidentemente no es nuevo (¿pero qué tema lo es?). Lo deslumbrante de este ensayo es cómo Tania Tagle (Ciudad de México, 1986) elabora y entreteje temores y dudas que muchas mujeres hemos tenido al vivir un embarazo. El título me llevó primero a la novela homónima de Zola –quel culot, pensé– y después al gesto crítico de su contemporánea Aura García-Junco que, en El día que aprendí que no sé amar/Ars amatoria, tacha y reescribe el texto canónico de Ovidio. La alusión a Germinal de Zola sirve como pretexto para abordar los temas del extractivismo y la explotación desde la perspectiva del cuerpo de la madre. El cuerpo como mina. Sin llegar a la precisión ni a la grandeza de la obra clásica que estudia un cuerpo social, Tagle contribuye a la rica conversación sobre maternidad en la que destacan Fruto de Daniela Rea, In vitro de Isabel Zapata, Línea nigra de Jazmina Barrera, los trabajos de Maricela Guerrero, Irma Pineda y las recientes antologías Maneras de escribir y ser/no ser madre y Mucha madre.
El libro se divide en tres partes: Monstrat futurum monet voluntatem deorum, Miracula et mirabilia y Thauma. Monstruos, milagros y asombros son tres hilos conductores a partir de los cuales la autora examina las distintas etapas del propio embarazo. Cada ensayo se conforma de textos cortos en los que alternan definiciones absolutamente bellas, contextualizaciones (literarias, filosóficas e históricas), anotaciones personales y memorias familiares. Las progresivas transformaciones de su cuerpo desatan procesos de “extrañamiento” que abisman lo propio, lo familiar y lo “natural” y permiten la exploración intelectual de lo físico.
El cuerpo se deforma poco a poco y aparece el monstruo. Tagle define lo monstruoso como lo que interrumpe el orden del mundo, “la anomalía”, lo que “es igual a mí, pero también es inadmisiblemente distinto”. A los enviados de los dioses (los mensajeros) se les llamó “monstruos”, “el monstruo aparece para anunciar el futuro”, “transgrede las formas, físicas, sí, pero también las del pensamiento […] es todo lo que nos sacude, nos obliga a prestar atención a las convenciones, nos saca de nuestro centro para arrojarnos a lo desconocido”. Las náuseas, el vientre que se va abultando, la presencia de la otredad dispara nuestra conciencia frente a lo que no somos, nos confronta con nuestros prejuicios y limitaciones. “¿Es el monstruo un exceso?”, se pregunta la autora y ¿qué es el exceso? Nos preguntamos. ¿Es acaso lo que no podemos aprehender, lo que nos sucede?, ¿el afuera?, ¿o lo que nos habita? El texto no resuelve, incendia.
En la segunda parte, la autora revisa la noción de milagro en diálogo con Homero, san Agustín, santo Tomás de Aquino y con el Antiguo Testamento. “El vocablo milagro”, señala, “proviene del latín miraculum compuesto por mirari (admirar o asombrarse, verbos directamente relacionados con la mirada) y colum (herramienta o instrumento)”. El milagro, en correspondencia con la monstruosidad, es también una interrupción de lo “natural”, llega como el deus ex machina griego, pero –como la palabra en el Génesis– pretende establecer un orden en el mundo, distinguir entre la luz y las tinieblas. La indagación de los milagros –centro y origen de esta obra– coincide con la narración de una infancia donde padre y madre son presencias amorosas que guían –enseñan a mirar–, protegen y nombran. Al nombrar contienen (quizás limitan), pero también crean un espacio para atestiguar lo maravilloso y lo extraordinario. Los milagros “no son, ocurren siempre para ser atestiguados, pero solo los ojos atentos son susceptibles a reconocerlos”. El milagro es una forma del perdón, como la historia de Jonás que le cuenta a ella su padre o como un aguacero en el desierto de Chihuahua en tiempo de sequía, que los tres atestiguan juntos una madrugada.
A estas escenas domésticas les sigue una del Nuevo Testamento donde María y su prima Isabel se encuentran y conversan “sobre su embarazo e intercambi[an] bendiciones y parabienes”. La superposición de escenas íntimas y literarias enriquece el texto. La última parte de esta sección cierra con la descripción del parto como “un ritual”, “una revelación”, “un trance tras el cual [su] cuerpo transformado [le] será devuelto”. Después del alumbramiento la escritura y la voz narrativa cambian, se redirigen hacia el hijo recién parido.
En la tercera parte, Tagle revisa lo que llama “el asombro productivo”, el que descoloca a la madre con preguntas. El hijo, como anteriormente los padres, redefine a la ahora madre; le enseña a mirar su entorno de manera crítica y distante. El espacio antes seguro de la casa “ha devenido en una peligrosa trampa […] no tenemos protecciones en los enchufes eléctricos ni barrotes en las ventanas, hay esquinas, macetas, tomas de gas, utensilios de cocina con filos y picos y dientes…”. Cuidar es desdoblarse constantemente. Hay asombro y confusión porque “¿cuántas preguntas importantes h[an] dejado pasar los filósofos a lo largo de la historia por no haber parido hijos?”.
Germinal es un libro en apariencia sencillo. Su prosa depurada, mínima y sin pretensiones brilla por sí misma. Sin embargo, sus referencias –principalmente a textos clásicos– procuran una lectura pausada y reflexiva. Tagle nos recuerda que un libro no es un hijo. El rito iniciático del embarazo y del parto, los cuidados y los saberes nada tienen que ver con la realización de un proyecto intelectual, literario o filosófico. Ni siquiera la propia idea de ser madre se parece remotamente a la realidad de serlo. Las escritoras-madres –salvo excepciones– han carecido y carecen, por lo general, de las condiciones materiales y afectivas necesarias para producir una obra vasta, detallada y monumental como la de un Zola. Queda mucho por decir sobre las múltiples labores maternas que no se ven (ni se remuneran). Queda mucho que escribir sobre todo lo que se extrae de las madres y sostiene al mundo. ~
es académica y crítica literaria, autora de Les émigrants / Los emigrantes (UAM-Écrits des Forges, 2015).