Rachel Cusk
Tránsito
Traducción de Marta Alcaraz
Barcelona, Libros del Asteroide, 2017, 224 pp.
Si se tiene en cuenta el número de titulares que Rachel Cusk (Canadá, 1967) ha protagonizado en Reino Unido y que tiene varias novelas en el mercado español resulta muy extraño que su popularidad no haya cruzado el Canal de la Mancha. De hecho, no tiene página de Wikipedia en castellano, un medidor de popularidad determinante en los tiempos que corren, aunque quizá ahora que la editorial Libros del Asteroide acaba de sacar a la venta su novela Tránsito alguien se decida a escribirla. Este es el segundo volumen de una trilogía que comenzó con A contraluz (publicada por la misma editorial en 2016 y también traducida por Marta Alcaraz) y que seguirá con un tercer libro ya en marcha, Kudos.
Ganadora de numerosos premios y autora de una vasta obra, no llegó al público masivo hasta el 2001 con su libro A life’s work: On becoming a mother. Escrito pocos meses después del nacimiento de su primera hija y mientras estaba embarazada de la segunda, no escatima en detalles sobre las consecuencias negativas de convertirse en madre. Incluso llega a sentenciar: “A veces pienso que la gente no tendría hijos si supiera lo que es.”
Manos a la cabeza y gritos en el cielo. Su publicación causó una avalancha de críticas ardientes. Positivas y negativas, pero no moderadas, tanto por parte de los medios como por la de muchas madres que se sintieron ofendidas. Aunque por entonces algunas autoras como Naomi Wolf ya habían publicado reflexiones en la línea en libros como Misconceptions, el tema del desengaño con la maternidad era un tabú todavía mayor que ahora, cuando ya se han publicado títulos como Madres arrepentidas de Orna Donath (que tampoco ha estado exento de controversia, aunque menos escandalosa). Recibió tantos comentarios, tantas llamadas e hizo tantas entrevistas sobre el tema que incluso escribió un artículo en The Guardian titulado “Solo estaba siendo sincera”.
Once años y varias novelas después, volvió a meterse en terreno pantanoso al narrar los detalles de su divorcio con el que fue su segundo marido y padre de sus dos hijas, el fotógrafo Adrian Clarke. Aftermath: On marriage and separation (2012) cuenta el proceso desde el estricto punto de vista de la escritora que, a ojos de una gran parte de los lectores y la crítica, queda como una narcisista redomada. Se niega a la custodia compartida o a pagarle una pensión de manutención a su marido, que había dejado de lado su trabajo como abogado de derechos civiles para cuidar de las hijas. Si en su país de residencia ya se la consideraba mala progenitora, ahora, además, es una mala persona.
Lo cierto es que, aunque Cusk no se esperase una respuesta tan virulenta, estos dos libros de memorias eran potencialmente controvertidos. Pero la autora la genera incluso con escritos al parecer amables como el libro de viajes The last supper: A summer in Italy (2009), basado en unas vacaciones en la Toscana con su familia (momentos en apariencia felices antes de la ruptura tres años después). Una pareja se reconoció en unos de los personajes y la editorial decidió retirar el libro del mercado por la denuncia de violación de privacidad. La escritora tuvo que hacerse cargo de la mitad de los gastos.
Posiblemente haya tenido más cuidado a la hora de escribir su aún no cerrada trilogía, aunque no sería tan raro que alguien se encontrase entre los personajes que guían los libros. Porque en pos de la innovación, la escritora estructura la novela de manera que la protagonista solo es una depositaria de los testimonios de las personas que hacen incursión en su vida. Su historia se va contando a través de las vivencias de otros, que la dirigen de un sitio a otro, física y emocionalmente.
A quien no es difícil de identificar en las páginas es a ella misma, que recientemente declaró: “considero, cada vez más, que la autobiografía es la única forma en todas las artes”. La protagonista es una escritora con dos hijos que acaba de divorciarse. En A contraluz, viaja a Atenas a dar un curso de escritura y en Tránsito se instala en Londres con los niños mientras empieza a recomponer su vida. Es evidente que la manera de ser de la narradora coincide con la de Cusk. No tiene demasiados miramientos a la hora de expresar sus opiniones, aunque pueda contrariar a su interlocutor. Al fin y al cabo, como la propia escritora dijo en una entrevista al diario Telegraph, “Si quieres gustar a la gente, no escribas.” ~
Es periodista y crítica literaria.