De unos aรฑos para acรก, la narrativa centrada en el yo ha pretendido extender un acta de defunciรณn al arte de fabular. Hilo negro de la teorรญa literaria, la autoficciรณn ya existรญa desde las Sรกtiras de Horacio, pero ahora, revestida y empaquetada con los oropeles de la novedad, induce a los buscadores de prestigio a declarar caduca la ficciรณn pura. A pesar de haber escrito una novela, dos cuentos y algunos ensayos autobiogrรกficos, nunca me atreverรญa a poner la literatura egocรฉntrica por encima de la invenciรณn. Con el yo por delante se puede escribir buena o mala literatura, pero un narrador constreรฑido al relato de vivencias probablemente adolezca de pobreza imaginativa o tenga atrofiada la capacidad de desdoblamiento que permite a un autor reencarnar en cientos de personajes. En las antรญpodas de la moda que hoy sobrevalora el hรกbito de exprimirse los barros frente al espejo, Virginia Woolf evitรณ siempre hablar a nombre propio en sus novelas y ensayos. โLa menciรณn del yo es tan poderosaโ, sostuvo en una carta a su amiga Ethel Smyth, โque una por pรกgina deja una mancha violeta suficiente para teรฑir un capรญtulo enteroโ. Aunque la Woolf haya reinventado historias vividas (Al faro, por ejemplo), las narraba detrรกs de uno o de varios biombos con una discreciรณn astuta que le permitรญa, paradรณjicamente, expandir su personalidad a extremos inalcanzables para un escritor autista. El arte de la ficciรณn, tal y como lo entendรญa la Woolf, es el arte de ensimismarse despuรฉs de haber fagocitado al prรณjimo.
Las autoficciones no pueden alcanzar esa expansiรณn del yo porque restringen de entrada su esfera de influencia. Hablar todo el tiempo de uno mismo โa calzรณn quitadoโ puede ser valiente y honesto, pero significa limitarse a tocar un solo instrumento, en vez de tocarlos todos y dirigir la orquesta. La aparente modestia de Woolf y de los escritores que siguen su ejemplo es quizรก una argucia para encubrir el endiosamiento del yo. Como evitan perturbar al lector con la apariciรณn de la mancha violeta parecen modestos y reservados, pero en realidad ocultan la enorme ambiciรณn de albergar en su espรญritu a la humanidad entera (y en el caso de Woolf, a la propia naturaleza). Mรกs que un acto de pudor para desaparecer del mundo ficticio, su invisibilidad es una tentativa de usurpar los atributos divinos.
Si en la novela ese artificio intensifica la ilusiรณn de vida, en el ensayo refuerza la capacidad persuasiva. No es una casualidad que Josรฉ Emilio Pacheco, Gabriel Zaid y Carlos Monsivรกis, los intelectuales mexicanos mรกs influyentes de su generaciรณn, hayan evitado o eviten pulcramente el yo en sus ensayos: cualquiera que intente convencernos de algo tiene mรกs posibilidades de lograrlo si reprime o enmascara la subjetividad. La โcaptaciรณn de benevolenciaโ estipulada en los viejos manuales de retรณrica sigue vigente en todas las literaturas, y uno de los principales requisitos para obtenerla es no abusar de la tintura violeta. Cuando un argumento parece surgir de una voz anรณnima, colocada por encima de las mezquindades personalistas, el escritor que lo sostiene desde la sombra predispone a los lectores a su favor. Nadie puede escapar del yo, pero todas las reglas de urbanidad literaria o social exigen minimizarlo. No cualquiera puede acatar esta regla de cortesรญa literaria: se requiere una disciplina fรฉrrea y una tรฉcnica depurada para contener al exhibicionista irredento que en cada momento se quiere asomar a la pรกgina. Pero como el simple hecho de publicar ya denota cierto afรกn de notoriedad, a cualquier escritor le conviene hacerse perdonar ese atrevimiento. Quien tenga un ego verdaderamente robusto no debe pregonarlo a los cuatro vientos: obtendrรก mayor reconocimiento borrรกndose de sus obras.
La literatura que busca escapar del yo o que aparenta reducirlo tiene asegurada la supervivencia, y ninguna moda le cortarรก las alas, aunque el descaro de los nudistas literarios pueda encontrar aceptaciรณn entre mucha gente รกvida de testimonios o confesiones audaces. Los historiadores de maรฑana tal vez catalogarรกn la autofรญcciรณn como un fenรณmeno pasajero caracterรญstico de una รฉpoca en que el egocentrismo se desnudaba al mรกximo porque la ambiciรณn literaria se redujo al mรญnimo. ~
(ciudad de Mรฉxico, 1959) es narrador y ensayista. Alfaguara acaba de publicar su novela mรกs reciente, El vendedor de silencio.ย