Lo que envuelve las historias

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Kenzaburo OĆ©

La bella Annabel Lee

TraducciĆ³n de Terao Ryukichi, con la colaboraciĆ³n de Ednodio Quintero

Barcelona, Seix Barral, 2016, 240 pp.

La venta de niƱos a los soldados americanos en la NĆ”poles de 1945 es una de las realidades mĆ”s brutales de las muchas realidades bruta- les que Curzio Malaparte narra en La piel (Galaxia Gutenberg, 2016). ā€œEn los Ćŗltimos dĆ­as, el precio de las niƱas y los chiquillos habĆ­a caĆ­do, y seguĆ­a bajandoā€, leemos: ā€œMientras que el precio del azĆŗcar, el aceite, la harina, la carne y el pan habĆ­a subido y seguĆ­a aumentando, el precio de la carne humana disminuĆ­a de dĆ­a en dĆ­a.ā€ En el fondo del pozo que ha construido Kenzaburo OĆ© en La bella Annabel Lee encontramos la misma miseria en la misma Ć©poca, pero en la otra punta del mundo. La adopciĆ³n de niƱas japonesas por parte de oficiales de las fuerzas de ocupaciĆ³n. Solo en una ocasiĆ³n se usa la fĆ³rmula ā€œesclava sexualā€, pero esas dos palabras estĆ”n en el centro del relato como sospecha. A su lado, una fotografĆ­a de una niƱa desnuda, dormida, tal vez drogada. Eso constituye lo que Javier Cercas ha llamado el punto ciego narrativo. El centro de vĆ©rtigo. Alrededor de Ć©l, OĆ© va construyendo capas y capas de sentido, en un artefacto que dialoga con todo aquello que envuelve una historia, es decir, azares, encuentros, datos, personajes, muchas otras historias.

Si Malaparte sitĆŗa su novela en el inicio de la posguerra, OĆ© ambienta la suya en el presente. A partir de un encuentro con una persona del pasado y en clave de autoficciĆ³n, el escritor edifica otros dos tiempos a partir del nuestro. Por un lado, el del proyecto de una adaptaciĆ³n japonesa del relato Michael Kohlhaas de Heinrich von Kleist, gracias al cual conociĆ³ a Sakura, una actriz magnĆ©tica y misteriosa y sobre todo persuasiva, que llevĆ³ hacia una direcciĆ³n imprevista tanto el guion de la pelĆ­cula como su figura protagonista. Por otro, esos sucesos turbios de mediados de siglo, en el Tokio controlado por tropas internacionales, cuando Sakura fue adoptada e iniciĆ³, de ese modo, el camino hacia su boda con su tutor estadounidense, quien acabarĆ­a siendo un acadĆ©mico experto en cultura japonesa. En algĆŗn momento ese individuo filmĆ³ una adaptaciĆ³n del poema de Poe ā€œAnnabel Leeā€ con Sakura como actriz. Fue su primer papel. Un papel confuso, que en la novela se relaciona con mitos como las niƱas de Lewis Carroll o Lolita y con la pornografĆ­a infantil.

Acostumbrado a la sutileza de cierta tradiciĆ³n de la literatura nipona (con Tanizaki a la cabeza), ya me sorprendiĆ³ en su dĆ­a ā€“con la lectura de Una cuestiĆ³n personalā€“ el modo en que OĆ© pasa ā€“sin soluciĆ³n de continuidadā€“ de las descripciones sutiles, de hechos y de emociones, a su relato directo, desvelando en arrebatos de telling lo que ya habĆ­a deducido el lector gracias al showing. En esta novela ocurre en algunas ocasiones. La mĆ”s enfĆ”tica es la que tiene que ver con la escena de sexo y con las perversiones psicolĆ³gicas que la provocan. Dice J. M. Coetzee en su prĆ³logo a Michael Kohlhaas (El hilo de Ariadna, 2013) que la nouvelle es el resultado de la convergencia del Kleist novelista con el Kleist dramaturgo y periodista. Adivino en la concepciĆ³n de La bella Annabel Lee un encuentro similar, el OĆ© novelista (que ya abordĆ³ esa Ć©poca de trauma colectivo en Arrancad las semillas, fusilad a los niƱos, una novela de 1958 ampliamente citada en esta) elabora un asunto periodĆ­stico (en sintonĆ­a con Cuadernos de Hiroshima, Anagrama, 2011) sirviĆ©ndose tambiĆ©n de sus experiencias cinematogrĆ”ficas. Esa mezcla de distintos lenguajes o estrategias de aproximaciĆ³n al material narrativo podrĆ­a ser la causa de esos cambios de tacto respecto a lo dicho y a lo sugerido. O tal vez se trate de un error mĆ­o de percepciĆ³n. Porque en el epĆ­logo se revela que el punto ciego del relato no era la experiencia traumĆ”tica de mediados de siglo que sufriĆ³ Sakura, sino la zona interior del propio narrador (Āædel propio OĆ©?), quien gracias a todo el proceso vivido es capaz de rescatar parte de la historia de su familia. De reivindicar ā€“ahora sĆ­, muy sutilmenteā€“ a su madre. De convertir una historia femenina particular en una gran metĆ”fora, epifĆ”nica, de lo femenino universal.

Ha sido ese epĆ­logo, simĆ©trico con un prĆ³logo tambiĆ©n aparentemente perifĆ©rico de los ejes centrales, lo que mĆ”s me ha interesado de La bella Annabel Lee. En las primeras pĆ”ginas OĆ© y su amigo Komori caminan por los alrededores de su casa en un tono muy similar al de El caminante de Jirō Taniguchi, un manga bellĆ­simo sobre lo sublime y lo patĆ©tico como vasos comunicantes en el paseo humano. Y poco despuĆ©s el escritor evoca sus aƱos de bachillerato y universidad, cuando leyĆ³ por primera vez los poemas de Poe y cuando el descubrimiento casual de Fragmentos sobre el Renacimiento francĆ©s, en una librerĆ­a de provincias, le cambiĆ³ la vida: decidiĆ³ mudarse y estudiar literatura francesa. La historia de la pelĆ­cula que nunca se llegĆ³ a filmar, las extensas e inteligentes digresiones sobre el relato de Kleist y sus posibilidades de traslaciĆ³n a escenarios histĆ³ricos de JapĆ³n, al igual que el pasado ambiguo y oscuro de Sakura, son necesarios, pero me han gustado menos que los parĆ©ntesis que lo contienen todo y lo hacen explotar ā€“semiĆ³ticamenteā€“ al final. La introducciĆ³n y la coda, aparentemente secundarias, conceden a las tramas principales un sentido superior; se vuelven principales.

Tal vez mi afecto a esos fragmentos sobre encuentros con libros y reencuentros con personas se relacione con el hecho de que esta lectura me ha permitido convivir de nuevo, textualmente, con una de las grandes parejas de traductores del japonĆ©s al espaƱol de estos Ćŗltimos aƱos, la que conforman el profesor de Tokio Terao Ryukichi (quien ha vertido a su idioma a CortĆ”zar, Onetti y Vargas Llosa, entre otros) y el escritor de MĆ©rida (Venezuela) Ednodio Quintero (nombre fundamental de la literatura latinoamericana contemporĆ”nea). Ambos son los responsables de algunos de los tĆ­tulos de Kōbō Abe o el propio Tanizaki que he ido comprando en librerĆ­as de Caracas o de Barcelona. Las lecturas estĆ”n envueltas en hechos, emociones, casualidades o fragmentos de una coherencia en marcha. TambiĆ©n las historias. OĆ© lo sabe, y lo explora como pocos saben hacerlo. ~

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(Tarragona, 1976) es escritor. Sus libros mƔs recientes son la novela 'Los muertos' (Mondadori, 2010) y el ensayo 'Teleshakespeare' (Errata Naturae, 2011).


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