a Abilio Estรฉvez
La fragancia aquella vez era la misma que ahora, Paco Rabanne. Luigi la oliรณ por primera vez en la casa de la Zona Universitaria en la que su mamรก lavaba ropa dos veces por semana. Provenรญa del hamper de la ropa sucia, en la que impregnada en una camisa de don Emilio se confundรญa con el sicote y el grajo de los demรกs miembros de la familia. Don Emilio lo encontrรณ dรกndole nariz a la camisa, arrodillado junto al lรญo de ropa y a las piernas de Filia, su madre, que sacaba chispas de jabรณn en un lavadero de granito a las piezas que Luigi debรญa irle pasando. ยฟTe gusta cรณmo huele?, le preguntรณ don Emilio con una voz que transportaba el tufillo a alcantarilla que el Johnnie Walker diario deja en los estรณmagos de los hombres.
Detrรกs de las piernas de su madre, por la parte inferior del lavadero, bajaba un agua gris y escamosa en la que Luigi fijรณ los ojos para decir que sรญ con la cabeza. Don Emilio lo condujo a su habitaciรณn y le mostrรณ una serie de frascos de cristal frente a un espejo en el gavetero. Una luz que parecรญa melcocha rebotaba entre el cristal y el espejo, don Emilio le apretaba una tetilla. La mano en la tetilla de Luigi era inmensa y peluda, la otra buscaba entre los frascos uno, que tras soltar la tetilla abriรณ mordiรฉndose el bigote achocolatado con el labio inferior.
Renata, la mujer de Emilio, le habรญa enseรฑado a leer y Luigi leyรณ en voz alta el nombre del diseรฑador en la botella divisando en su fondo un dedo del preciado lรญquido sin saber aรบn de quรฉ se trataba. Don Emilio le hizo levantar la cabecita con un dedo bajo la barbilla y rociรณ el cuello del niรฑo con ganas, ahora hueles a hombre, le dijo, acercando la cara grande de mejillas afeitadas para olerlo mejor.
Luigi โLa Fraganciaโ recordaba aquello con mรกs claridad que su primer polvo y lo recordaba cada vez que, echada la cabeza hacia atrรกs, aplastaba el spray de aquella pequeรฑa mรกquina del tiempo. Muchos totos y un solo perfume, decรญa para que lo escucharan los carajitos del barrio que lo espiaban por la ventana de su habitaciรณn cuando se vestรญa para salir. Los niรฑos comenzaban a llegar con el ruido de la cubeta de agua que Luigi se echaba encima para baรฑarse, dejando siempre un poco para cepillarse los dientes, cosa que hacรญa sonora y rรญtmicamente. Para la mayorรญa del pรบblico la entrada desnuda y hรบmeda de Luigi, desodorante Rexona en mano, era la mejor parte. Su pene relajado y violeta arrancaba risas y silbidos de chicos y chicas. Se secaba entonces con la mitad de una toalla que ponรญa a secar sobre el borde superior de la puerta en la que habรญa clavado la foto de una mujer que apretaba sus dos tetas de tiesos pezones como levantan contra la cรกmara fotogrรกfica aguacates, piรฑas o berenjenas sus vendedores en las postales turรญsticas del trรณpico.
Colgado en una percha de alambre del palo de escoba que Luigi habรญa dispuesto a modo de armario entre dos clavos en un rincรณn de la pieza, el nuevo traje de pantalรณn acampanado y chaqueta de generosas solapas de poliรฉster amarillo contrastaba con el fondo de madera sin pintar de la pared. La camisa crema con ramas de verde bambรบ, tambiรฉn de poliรฉster y que fingรญa ser de seda, descansaba sobre la colchoneta, junto a las medias, los zapatacones y los calzoncillos colocados en una simetrรญa desafiante frente al desorden de trozos de madera, zinc oxidado y plywood podrido con que se habรญa levantado la casucha que compartรญa con su madre.
Las medias se las ponรญa sentado en la cama de espaldas a la ventana y metรญa cada pie en el calcetรญn correspondiente con el esmero de una madre que lleva la compota hecha en casa a la boca de su hijo. Luego, de la tabla de planchar, que hacรญa de cรณmoda cuando no se estaba usando, tomaba el frasco de perfume, que sacaba de su caja, la cual conservaba hasta que el perfume se acabara para volver a meter el pote vacรญo en su empaque original y regalarlo a una mano que elegรญa de entre las muchas negras e infantiles que entraban como serpientes desesperadas por la ventana.
Si el pote estaba lleno, y esta vez lo estaba, caminaba los dos pasos hasta el traje y rociaba la textura del tejido sintรฉtico empezando por los ruedos en movimiento zigzagueante hasta llegar al cuello, bajando en lรญneas diagonales varias y al azar por toda la ropa hasta llegar de nuevo a las patas cada vez mรกs anchas del pantalรณn. Si la fragancia hubiese sido pintura su tรฉcnica para aplicarla habrรญa creado una obra de arte abstracta, en la que chorros y chiguetes compondrรญan patrones de hermosa y accidentada regularidad. Su pรบblico no podรญa detenerse en estos detalles porque Luigi ya se habรญa puesto los pantalones y cรณmodo en la fibrosa delgadez de su torso desnudo ensayaba frente al espejo de marquito de pino, el รบnico lujo en toda la casa, los pasos que darรญa esa noche en la discoteca Fuego Fuego. Araรฑaba el aire con el estilo tigre de kung-fu que le habรญa enseรฑado un misionero gringo, al son de โLa receta de un brujoโ de Cuco Valoy que sonaba en el radio de la sala. Se ponรญa la camisa, apretada y brillosa, y la sumergรญa en unas caderas en cuyo centro, cerrado el zรญper del pantalรณn, se delineaba la forma de una paloma muerta. Volviรฉndose hacia la ventana tras la que los niรฑos aplaudรญan al compรกs de la mรบsica se colocaba la chaqueta dando un golpe con la pelvis por cada botรณn que aseguraba arrancando mรกs aplausos a la multitud invisible.
Del fondo del barrio llegaron sรบbitos alaridos y juramentos, una muerte violenta, cosa comรบn los fines de semana, atrajo al pรบblico de Luigi hacia esa otra ventana. Cerraba entonces la suya para evadir los gritos que alcanzaban la pieza junto a los grillos de la caรฑada. Se ponรญa los zapatos de plataforma ablandados durante la semana y cuyo charol blanco combinaba a la perfecciรณn con el resto del atuendo. Arrancaba una esquina de papel al periรณdico de la tarde, pues debรญa escribir en รฉl un nombre. El nombre de un comunista. Uno de esos bajo a mierda que querรญan cerrar las discotecas y poner a todo el mundo a cortar caรฑa como haitianos. Durante la semana, mientras su perfume se desperdiciaba en el salรณn de clase, se dedicaba por entero a ganarse la confianza de sus compaรฑeros, chicos que repetรญan hasta el cansancio las palabras pueblo, proletariado y revoluciรณn, amanerados que se ufanaban de un extraรฑo interรฉs por los libros.
En un par de segundos ya se habรญa decidido, guardaba el papelito y un cabito de lรกpiz en el bolsillo del pantalรณn, volvรญa a rociarse en el lugar que habรญa elegido hacรญa aรฑos don Emilio y se miraba una รบltima vez al espejo, dedicando especial atenciรณn a cada pliegue de la tela, a los botones redondos de jade de fantasรญa, a la caรญda de la pata de elefante en cuyo extremo, como bajo una cortina de teatro, asomaba una pulgada perfecta de zapato.
Le era imposible imaginar cรณmo un hombre famรฉlico de bigotito recortado con regla como Loudรณn podรญa hacer una vaina tan bella. Loudรณn, detrรกs de la mรกquina de coser con una cinta mรฉtrica de tela a modo de bufanda, lo recibรญa en una pieza en la que apenas cabรญan su mรกquina y รฉl. En un hueco en la pared colgaban los trabajos a entregar; trajes de hombres de diversos colores y en menor cantidad pantalones y camisas sueltas. Detrรกs de รฉl, en una mesa de madera, en la que Luigi imaginaba al sastre durmiendo la siesta, se amontonaban infinitos cortes de tela en rollos, bollos, fundas plรกsticas y tiras deshilachadas.
Frente a Loudรณn y su mรกquina Singer, como en un consultorio, habรญa una silla de marco de metal y sillรญn de vinil negro con orificios por los que el relleno color carne sobresalรญa. Loudรณn hacรญa sentar a sus clientes en esa silla antes de tomarles las medidas y escuchaba los deseos que venรญan a entregarle con sus yardas de lino, dril o algodรณn. Junto a la silla, Loudรณn acumulaba revistas de moda mรกs recientes que las que doรฑa Renata le prestaba con devoluciรณn a la mamรก de Luigi y este no entendรญa cรณmo acababan en aquella cueva de paredes tiznadas por el hollรญn de la lรกmpara de trementina con que el sastre iluminaba su trabajo las noches que la luz se iba.
Luigi โLa Fraganciaโ encontrรณ la sastrerรญa de Loudรณn una noche asรญ de oscura, a su regreso de la escuela nocturna que no se decidรญa a abandonar. Luigi la recuerda porque en el apagรณn el humo del cigarrillo permanente en la boca de Loudรณn salรญa a la acera como niebla morada bajo los rayos de una pequeรฑa luna. Al preguntarle por curiosidad, porque entonces no tenรญa un peso, cuรกnto costaba hacerse un traje, el sastre le ofreciรณ hacerle uno gratis si el muchacho le traรญa la tela. Una semana despuรฉs, Filia le comprรณ cinco yardas de poliรฉster azul cielo con las que Loudรณn confeccionรณ una maravilla de tres piezas, con botones de nรกcar y chaqueta de cuatro bolsillos por la que todavรญa lo recuerdan en San Carlos, donde esa misma noche la manchรณ de sangre en una pelea.
Para esa primera prueba un Loudรณn con la boca llena de alfileres le dijo que siempre habรญa querido vestir a un hombre como รฉl, que tenรญa buena percha, buena espalda y buen talle para tirar tela, que a pesar de su pelo crespo con ese porte se echarรญa al mundo en un bolsillo. Luego un hombre alto y uniformado entrรณ en la pieza, un coronel, y Loudรณn lo despachรณ.
Luigi habรญa visto a aquel tipo junto al presidente Balaguer en las noticias. Era la candela de comunistas y criminales. Su escolta, una bola negra de manteca, lo esperaba en la calle sentado en el sillรณn del conductor de un Lincoln Continental del aรฑo. Al salir Luigi pasรณ el dedo รญndice por la carrocerรญa crema como si de un bizcocho se tratara poniรฉndole tema al escolta que movรญa el dial de la radio detrรกs de la voz de Cheo Feliciano. El escolta se llamaba Arsenio. Era sargento mayor y tenรญa unos dientecitos blancos que parecรญan de leche. Fue Arsenio quien le ofreciรณ trabajo aquel dรญa frente a la puerta de Loudรณn. Un trabajo sencillo con una remuneraciรณn suficiente para lucir cada viernes un traje distinto. Tรบ estudias, le dijo, te mueves en ambientes de juventud. Eres simpรกtico, se ve que tienes labia.
Quedaron de verse en la discoteca Fuego Fuego, en la entrada, una mujer que amenazaba a la amante de su marido con un zapato opacรณ la llegada de Luigi en su traje celeste. Se oliรณ el Paco Rabanne en la muรฑeca del traje y entrรณ en la discoteca ciego por el humo con โLove to love you babyโ vibrando en pisos y paredes. Torsos y cabezas se volvieron para mirarlo, manos se extendieron para chocar las suyas, el aire estaba ahรญto de fragancias implacables.
Pidiรณ el cubalibre gratis con que el dueรฑo de la disco devolvรญa su fidelidad y pidiรณ un segundo cubalibre al ver que Arsenio el escolta se acercaba metido en un polo color vino demasiado pequeรฑo. Hablaron de bรฉisbol unos minutos porque Arsenio no habรญa venido a bailar. La pista se empezaba a llenar de parejas y Luigi se excusรณ para ir al baรฑo. Frente al espejo del lavamanos sacรณ el lรกpiz y el papelito. Se mirรณ las uรฑas pulcras que Niurka, su exnovia, le habรญa obligado a dejar de comerse, los gemidos de Donna Summer se filtraban hacia el baรฑo como lejanas motocicletas. Puso el nombre y el apellido del elegido en el papelito y dio volumen al afro de su reflejo con la raqueta que siempre llevaba consigo. Al salir le enseรฑรณ el papel doblado a Arsenio y esperรณ a que le pagara un tercer trago para entregรกrselo. Arsenio puso un peso en la barra y veinte pesos en el bolsillo de la chaqueta del traje nuevo de Luigi.
A partir de entonces todos los sรกbados Luigi llegaba a la pieza de Loudรณn con un refresco rojo y una lata de leche condensada para la resaca. Se sentaba en la silla y echaba el refresco y el dulce en un jarro de peltre, moviendo el jarro en cรญrculo para mezclar las dos sustancias contรกndole detalles sin importancia de la noche anterior mientras el sastre doblado sobre su labor sin decir palabra terminaba una pieza. En esos momentos el hombre adoptaba la misma serenidad y concentraciรณn que Luigi le habรญa visto al maestro Rafael Solano frente al piano y Luigi no sabรญa si echarle setenta o veintisรฉis aรฑos. Haciendo a un lado el trabajo terminado Loudรณn le seรฑalaba las revistas en las que habรญa marcado algunos diseรฑos especialmente para รฉl con un pedacito de la tela sugerida adherida a la pรกgina con un alfiler.
Como si no las tuviese ya escritas en un cuaderno, Loudรณn se subรญa a una caja de madera y volvรญa a tomarle las medidas, diciรฉndole al rodearle el cuello con el metro: Muchacho, tรบ todavรญa estรกs creciendo. Elegidos los botones y el hilo, Luigi โLa Fraganciaโ se sacaba de la cartera el dinero que habรญa cobrado la noche anterior y se lo ponรญa sobre la mesa, nunca directamente en sus manos porque Loudรณn decรญa que el dinero recogรญa sucio y querรญa tocarlo lo menos posible.
Los viernes por la tarde, cuando iba a probarse el traje que iba a estrenar, deseando mรกs y mejores cortes y modelos, Luigi imaginaba que un dรญa no muy lejano se mandarรญa a hacer dos trajes semanales, uno para el viernes y otro para el sรกbado para la felicidad de los pequeรฑos fanรกticos que lo seguรญan calle abajo rumbo a su casa cuando regresaba de la sastrerรญa de Loudรณn con el traje colgรกndole del hombro y que tambiรฉn lo seguirรญan en fila india calle arriba cuando, buscando la avenida para salir del barrio y coger la guagua hacia la discoteca, dejara el rastro de su fragancia como una firma asfixiante en el aire. ~
(Santo Domingo, Repรบblica Dominicana, 1977) es escritora. Ha publicado las novelas La estrategia de Chocueca (Riann, 2000), Papi (2011), Nombres y animales (2013) y La mucama de Omicunlรฉ (2015), las tres รบltimas bajo el sello de Perifรฉrica.