Era un hombre bajito y narigรณn, de orejas grandes, ojos azules y mirada melancรณlica, sumamente cortรฉs. Habรญa nacido en una familia judรญa laica, integrada y bastante prรณspera; pasรณ su infancia en Versalles, en una casa con cancha de tenis, actividad que practicรณ con cierto รฉxito en sus aรฑos mozos, hasta que su vocaciรณn intelectual lo alejรณ de los deportes. Pero siguiรณ siendo un entusiasta del rugby, aunque solo por la televisiรณn. En la รcole Normale, donde estudiรณ en los aรฑos veinte, sacaba las mejores notas de su promociรณn, pero era tan dis- creto y prudente en las discusiones que su amigo y condiscรญpulo Jean-Paul Sartre un dรญa lo apostrofรณ asรญ: โMon petit camarade, pourquoi as-tu si peur de dรฉconner?โ (โCompaรฑerito, ยฟpor quรฉ tienes tanto miedo de meter la pata?โ). Sartre no conociรณ nunca ese temor y, a lo largo de su vida, la metiรณ muy a menudo, con toda la fuerza de una inteligencia que disfrazaba de verdades los peores sofismas. Raymond Aron (nacido en 1905), en cambio, persistiรณ hasta el final de esa fecunda existencia que terminรณ a mediados de octubre de 1983, en el Palacio de Justicia de Parรญs, donde habรญa ido a defender a su amigo Bertrand de Jouvenel en un juicio de difamaciรณn, opinando siempre con el mismo tino y la buena crianza de su juventud, salvo, tal vez, durante la revoluciรณn estudiantil de mayo de 1968, el รบnico acontecimiento que lo exasperรณ hasta sacarlo de sus casillas.
Muy joven se interesรณ por la filosofรญa alemana, aprendiรณ alemรกn, y en 1930, al terminar sus estudios en la รcole Normale, partiรณ a Alemania. Estuvo de lector en Colonia un par de aรฑos, y luego, otros dos, en la Franzรถsisches Akademiker-Haus en Berlรญn. Allรญ se encontraba en 1933, el aรฑo de la subida de Hitler al poder. Algรบn tiempo despuรฉs, le tocรณ presenciar junto a su amigo el historiador Golo Mann el auto de fe en que los nazis quemaron millares de libros โdegeneradosโ en las puertas de la Universidad Humboldt. Estos traumรกticos acontecimientos polรญticos no lo distrajeron de su trabajo intelectual, del que resultarรญan, a su vuelta a Parรญs, dos libros claves de filosofรญa y sociologรญa que introdujeron en Francia a pensadores como Dilthey, Simmel, Husserl y Max Weber: Essai sur une thรฉorie de lโhistoire dans lโAllemagne contemporaine y, sobre todo, su tesis doctoral, Introduction ร la philosophie de lโhistoire (ambos de 1938).
Fue un pensador algo excรฉntrico en la tradiciรณn cultural de Francia, que idolatra los extremos: liberal y moderado, un adalid de esa virtud polรญtica sajona, el sentido comรบn, un amable escรฉptico que sin mucha fortuna pero con sabidurรญa y lucidez defendiรณ durante mรกs de medio siglo, en libros, artรญculos y conferencias โen la cรกtedra y en los periรณdicosโ, la democracia liberal contra las dictaduras, la tolerancia contra los dogmas, el capitalismo contra el socialismo y el pragmatismo contra la utopรญa. En una รฉpoca fascinada por el exceso, la iconoclasia y la insolencia, la sensatez y urbanidad de Raymond Aron resultaban tan poco vistosas, tan en contradicciรณn con el torbellino de las modas frenรฉticas, que incluso algunos de sus admiradores parecรญan secretamente de acuerdo con esa fรณrmula malรฉvola acuรฑada por alguien en los aรฑos sesenta segรบn la cual โera preferible equivocarse con Sartre que tener razรณn con Aronโ. Durante los aรฑos cincuenta y sesenta, en medio de los tumultos intelectuales de Francia, donde la izquierda ejercรญa el monopolio de la vida intelectual, Raymond Aron fue una especie de exiliado interior en su propio paรญs; luego, a partir de los setenta, cuando sus predicciones y anรกlisis sobre el comunismo, la URSS y sus paรญses satรฉlites se confirmaron, fue siendo reconocido hasta obtener con sus Mรฉmoires (1983) un รฉxito poco menos que unรกnime. Pero pasajero. Aunque esta reivindicaciรณn debiรณ complacerle, no lo mostrรณ: estaba demasiado concentrado en la redacciรณn de su รบltima obra maestra: los dos gruesos volรบmenes de Penser la guerre, Clausewitz (1976).
Era un intelectual desapasionado, de inteligencia penetrante aunque sin brillo, de prosa clara y frรญa, capaz de reflexionar serenamente sobre los temas mรกs candentes y comentar la actualidad con la misma lucidez y distancia con que disertaba en su cรกtedra de la Sorbona sobre la sociedad industrial o sus maestros Montesquieu y Tocqueville. Pero, a veces, podรญa ser un mago de la ironรญa y del sarcasmo, como en su conferencia sobre los ciento cincuenta aรฑos de Marx, pronunciada en la unesco en plena revoluciรณn de mayo de 1968, donde dijo que los estudiantes berlineses preparaban la sociedad pacรญfica del futuro marxista โdefenestrando a sus profesoresโ. Lo รบnico que solรญa impacientarlo era, como al Monsieur Teste, de Valรฉry, la bรชtise o estupidez humana. Una vez, comentando la demagogia populista del movimiento de Poujade, llegรณ a escribir: โQuand รงa devient trop bรชte, je cesse de comprendreโ (โCuando la idiotez prevalece, yo dejo de entenderโ).
((Raymond Aron, Histoire et politique. Textes et tรฉmoignages, Parรญs, Julliard, 1985, p. 230.
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Con รฉl desapareciรณ uno de los รบltimos grandes intelectuales europeos, y uno de los mรกs accesibles a los profanos, un moralista, filรณsofo y sociรณlogo del mรกs alto nivel que, al mismo tiempo, ejercรญa el periodismo y tuvo el talento โhoy rarรญsimo entre los intelectualesโ de elevar el comentario de actualidad a la categorรญa de ensayo creativo y de dotar al tratado universitario y la reflexiรณn sociolรณgica o histรณrica de la claridad de una buena cuartilla periodรญstica. Profesor del Collรจge de France, uno de los introductores en su paรญs de Heidegger y de Husserl, el articulista que por mรกs de medio siglo comentรณ el acontecer polรญtico semanal primero en Combat, luego en Le Figaro y despuรฉs en LโExpress, constituyรณ una viviente negaciรณn de la supuesta incompatibilidad entre el especialista y el divulgador. Los intelectuales son hoy, y escriben para, especialistas: entre su saber enclaustrado tras retรณricas a menudo esotรฉricas y el producto intelectual cada vez mรกs barato e insolvente que llega al gran pรบblico a travรฉs de los medios de comunicaciรณn, el abismo parece insalvable. Una proeza de Raymond Aron fue haber sido a lo largo de su vida un puente tendido entre ambas orillas de ese precipicio que crece de manera pavorosa.
Hubo en รฉl un incansable trabajador al que la vida obligรณ continuamente a hacer pasar sus ideas por la prueba de la realidad. Intelectual germanรณfilo desde sus aรฑos de estudiante, le tocรณ vivir en un paรญs donde, a la vez que se familiarizaba con la sociologรญa y filosofรญa alemanas, el desarrollo del nazismo y su captura del poder lo llevaron a descubrir su propia situaciรณn de judรญo de la que apenas habรญa sido consciente. El judaรญsmo de Raymond Aron requiere pรกrrafo aparte. Al igual que SIR Isaiah Berlin, a quien lo unen tantas posiciones y actitudes, sus ideas al respecto son aleccionadoras en un tema distorsionado con frecuencia por la pasiรณn y el prejuicio. Nacido y educado en una familia que habรญa dejado de practicar la religiรณn, asimilada, agnรณstico รฉl mismo (sus padres no lo llevaron nunca a una sinagoga), Aron censurรณ a menudo la intolerancia religiosa y el extremismo nacionalista de quienes llamaba, no sin humor, sus โcorreligionariosโ judรญos. Siempre descreyรณ del โpueblo elegidoโ y โla historia sagradaโ del Antiguo Testamento. Pero cuando, en 1967, en una conferencia de prensa el general De Gaulle llamรณ a los judรญos โpueblo de รฉlite, orgulloso, seguro de sรญ mismo y dominadorโ, Aron respondiรณ con un libro que es una de las mรกs inteligentes descripciones de la condiciรณn judรญa y la problemรกtica israelรญ: De Gaulle, Israรซl et les juifs (1968).
Entre los homenajes que se le tributaron a su muerte, Libรฉration afirmรณ que โRaymond Aron salvรณ a la derecha de naufragar en la cojudez (la connerie)โ. Ah, la manรญa clasificatoria de los franceses y su izquierdismo a veces tan barato… Clasificar asรญ borra el matiz, que en Aron se confundรญa con la esencia de lo que pensaba. Citando a Ortega y Gasset, dijo alguna vez que la derecha y la izquierda eran โdos hemiplejias equivalentesโ. Considerado un derechista, lo fue de una manera muy particular, es decir, muy liberal. Luego de la derrota de Francia en 1939, fue uno de los primeros intelectuales en partir a Londres a afiliarse en las Fuerzas Francesas Libres, pero el general De Gaulle no lo dejรณ ser un combatiente, como pretendรญa, y lo hizo director en jefe de la revista de la Resistencia, La France Libre. Su adhesiรณn a De Gaulle resultรณ siempre independiente, recelosa y crรญtica; a menudo, se convirtiรณ en un censor severo de la Quinta Repรบblica y del propio general, a los que acusaba de autoritarios. Luego de la revoluciรณn estudiantil de 1968, a la que se opuso con un apasionamiento raro en รฉl, escribiรณ, en La rรฉvolution introuvable (1968): โ…no soy gaullista, y continรบo sin serlo y gozando de la antipatรญa particular del general De Gaulle…โ
((Cito la traducciรณn espaรฑola, La revoluciรณn estudiantil, Bilbao, Desclรฉe de Brouwer, 1970, p. 35 (versiรณn de Josรฉ Marรญa Llanos y Enrique Villar).
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De otro lado, fue el primer intelectual que se atreviรณ a afirmar que la independencia de Argelia era inevitable, en La tragรฉdie algรฉrienne (1957), libro escrito en una รฉpoca en que casi toda la izquierda francesa, incluido el Partido Socialista, guardaba una posiciรณn reaccionaria y nacionalista sobre el tema. Michel Winock ha reseรฑado el escรกndalo que provocรณ, en la prensa de derecha, esta toma de posiciรณn de Raymond Aron en contra del nacionalismo patriotero que reclamaba en Francia, del socialismo a la extrema derecha, el mantenimiento de Argelia dentro de la soberanรญa francesa y el exterminio del fln insurrecto.
((Michel Winock, โLa tragรฉdie algรฉrienneโ, en Raymond Aron, Histoire et politique. Textes et tรฉmoignages, pp. 269-273.
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Las ideas de Aron eran coherentes e indiscutibles: no es idรณneo defender, de un lado, el liberalismo y la democracia, y, de otro, una polรญtica imperialista y colonial contra un pueblo que reclama su derecho a ser independiente. Es verdad que, cuando Francia invadiรณ y ocupรณ Argelia, en el siglo XIX, la Francia mรกs progresista (toda Europa, en verdad) creรญa que โcolonizarโ era asegurar el progreso a sociedades que vivรญan en el oscurantismo feudal, luchar contra la esclavitud, llevarles la filosofรญa de las luces, la alfabetizaciรณn, la tรฉcnica y la ciencia modernas, en fin, todos los mitos que servรญan para dar buena conciencia a las potencias coloniales. Pero, en el siglo XX, aquellas patraรฑas habรญan sido desmentidas por una realidad cruel y flagrante โla explotaciรณn cruda y dura de los colonizados por la polรญtica racista, discriminadora y abusiva de los colonosโ y Aron lo explicaba con su objetividad e inteligencia habituales: Francia, campeona de las libertades, no podรญa negar a los argelinos su derecho a crear un Estado propio y a elegir sus gobiernos.
Prรกcticamente toda la derecha en Francia se sintiรณ traicionada por quien creรญa su mejor vocero intelectual. Los insultos llovieron sobre Aron, llamรกndolo โun intelectual cerebral desprovisto de humanidadโ (D. Arlon), condenando โsu estoicismo estadรญstico de corte glacialโ (Jules Monnerot), su โrealismo disecadoโ (G. Le Brun Keris) y su โclaridad heladaโ (Franรงois Mauriac). Otros lo acusaron de haberse convertido en โel portavoz del gran capitalโ norteamericano y no faltaron los ataques antisemitas, como el de Rรฉveil de la France que, comparรกndolo con Mendรจs France y Servan-Schreiber (tambiรฉn de origen judรญo), se lamentaba โde esos franceses que todavรญa no se acostumbran a Franciaโ.
((Todas las traducciones al espaรฑol de estas citas son mรญas.
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El opio de los intelectuales
Pero Raymond Aron estuvo sobre todo enfrentado a los pensadores radicales de izquierda de su generaciรณn. Fue un impugnador tenaz y, durante muchos aรฑos, casi solitario, de las teorรญas marxistas y existencialistas de Sartre, Merleau-Ponty y Louis Althusser, como lo prueban sus polรฉmicas, ensayos y artรญculos reunidos en los volรบmenes Polรฉmiques (Parรญs, Gallimard, 1955) y Dโune sainte famille ร lโautre (Parรญs, Gallimard, 1969) y su esplรฉndido anรกlisis del marxismo y la cultura de 1955, El opio de los intelectuales, que Franรงois Furet definiรณ muy bien como โun libro de combate y de filosofรญaโ.
En รฉl, este โliberal incorregibleโ, como se llama a sรญ mismo, pasa revista a las actitudes de los intelectuales frente al poder y al Estado desde la Edad Media y describe las cercanรญas y diferencias entre el intelectual sometido en la Uniรณn Soviรฉtica a los dogmas del Partido Comunista y el intelectual โescรฉpticoโ, su manera caracterรญstica de decir libre: โHagamos votos por la venida de los escรฉpticos si son ellos quienes apagarรกn el fanatismoโ.
((Raymond Aron, Lโopium des intellectuels, Parรญs, Calmann-Lรฉvy, Colecciรณn Libertรฉ de lโEsprit, 1955, p. 334. Todas las citas de este libro han sido traducidas por mรญ al espaรฑol.
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Para Aron, el marxismo es, como lo fue el nazismo, una tรญpica โreligiรณn secularโ de nuestro tiempo, definiciรณn que รฉl usรณ por primera vez en unos artรญculos publicados en La France Libre en 1944. Entre las pรกginas mรกs interesantes estรก la minuciosa explicaciรณn que hace de la dogmรกtica en la que se ha convertido el marxismo, cuyo autor habรญa llamado a la religiรณn โel opio de los pueblosโ. Sus semejanzas con la Iglesia catรณlica son grandes, por lo menos en la apariencia: ambos comparten el mesianismo optimista โla sociedad sin clases serรก el fin de la historia e iniciarรก una era paradisรญaca de paz y justicia para toda la humanidadโ, el dogma ideolรณgico segรบn el cual la historia es obra de la lucha de clases y el Partido Comunista su vanguardia, guerra en la que el proletariado representa a los justos, salvadores del bien y el instrumento gracias al cual la burguesรญa explotadora serรก derrotada y los รบltimos pasarรกn a convertirse en los primeros. El libro fue escrito cuando los โcuras obrerosโ, que habรญan tendido un puente entre el catolicismo y el comunismo, acababan de ser llamados al orden por el Vaticano y Raymond Aron hace una descripciรณn sutil de esos creyentes, cuyo vocero principal era la revista Esprit, que creรญan compatible el marxismo y el cristianismo y figurarรญan entre los mรกs activos โcompaรฑeros de viajeโ de los comunistas. Su alianza, segรบn Aron, implicaba una contradicciรณn insoluble porque la Iglesia, lo quisiera o no, siempre โconsolida la injusticia establecidaโ y โel opio cristiano vuelve al pueblo pasivoโ en tanto que โel opio comunista lo incita a rebelarseโ (p. 300). Pero, por lo menos en algo, las dos religiones โla sagrada y la secularโ se parecen, pues โla religiรณn estalinistaโ, como la cristiana, justifica todos los sacrificios, excesos y abusos en nombre del Paraรญso, โun porvenir que se aleja a medida que se avanza hacia รฉl, momento en que el pueblo recogerรก el fruto de su larga pacienciaโ (p. 301).
Dicho todo esto, conviene precisar que El opio de los intelectuales, mรกs que contra los comunistas, estรก escrito contra los criptocomunistas, compaรฑeros de viaje o tontos รบtiles representados en la Francia de la posguerra por los cristianos de izquierda y los existencialistas, sobre todo Jean-Paul Sartre y Maurice Merleau-Ponty, contra los cuales las crรญticas del ensayo son incisivas.
Aron muestra que tanto la derecha como la izquierda viven en su seno tantas divisiones que es irreal hablar de una izquierda unida, heredera de la Gran Revoluciรณn del 89, laica y a favor de una cultura igualitarista y liberal. Y que, entre las fuerzas de izquierda, el problema estรก centrado en el tema de la libertad. Recuerda que en el Reino Unido los laboristas, en el gobierno desde 1945, han hecho grandes reformas sociales โarruinando a los ricosโ sin por ello arrasar con las libertades pรบblicas, en tanto que el estalinismo las desapareciรณ al extender el control del Estado sobre toda la vida econรณmica.
Describe el fracaso de la Cuarta Repรบblica, en la que el gaullismo fue derrotado en las urnas. El mito de la Revoluciรณn, encarnado en la URSS, habรญa seducido a un grupo numeroso de intelectuales, como demuestra la polรฉmica de 1952 entre Sartre y Francis Jeanson de un lado y, del otro, Albert Camus, sobre los campos de concentraciรณn en la Uniรณn Soviรฉtica. La posiciรณn de Aron, muy prรณxima a la de este รบltimo, es muy crรญtica de Sartre, quien no negaba que existiera el gulag โtodavรญa no se habรญa hecho pรบblica esta denominaciรณn que difundirรญa aรฑos despuรฉs Aleksandr Solzhenitsynโ pero lo justificaba, pues, a su juicio, la URSS, pese a todo, representaba la defensa del proletariado en su lucha a muerte con la burguesรญa. Aron subraya la paradoja de cรณmo la violencia seduce cada vez mรกs profundamente a la clase intelectual, al mismo tiempo que, en la realidad polรญtica de Francia, la Revoluciรณn se va alejando y eclipsando. Y se pregunta si esta pasiรณn por la violencia no tiene mucho de comรบn con el atractivo que ella ejerciรณ siempre sobre el extremismo de la derecha europea; es decir, el fascismo y el nazismo.
El mรกs persuasivo y brillante de los temas desarrollados en El opio de los intelectuales es el de โEl mito del proletariadoโ, a quien Marx atribuรญa la funciรณn de salvar a la humanidad de la injusticia y la explotaciรณn y de establecer una sociedad sin clases, justa y libre de contradicciones. Aron seรฑala el origen mesiรกnico, judeocristiano, de esta convicciรณn, acto de fe que carece de fundamento cientรญfico. ยฟPor quรฉ serรญa la clase obrera la รบnica capaz de salvar a la humanidad? Por lo pronto, la condiciรณn obrera en el aรฑo 1955 es muy distinta de la de los obreros en la juventud de Marx de mediados del siglo XIX, y, por otra parte, los niveles de vida y los derechos de los trabajadores industriales en paรญses como Estados Unidos, Suecia, Gran Bretaรฑa, diferentes entre sรญ, son tambiรฉn enormemente superiores si se los compara con los de los paรญses atrasados y del tercer mundo.
Tampoco es cierto que, al llegar al poder en la URSS, los obreros se hayan โliberadoโ: siguen siendo esclavos, ya no de los capitalistas, pero sรญ de los dirigentes polรญticos supuestamente representantes de la Historia, que les pagan salarios misรฉrrimos, no les admiten sindicatos independientes y reprimen cualquier protesta obrera como un crimen polรญtico. Aron ironiza sobre los intelectuales existencialistas y cristianos, muchos de los cuales no habรญan visto un obrero en su vida y vivรญan en las sociedades libres y afluentes de Occidente, difundiendo el mito del proletariado revolucionario en paรญses donde la mayorรญa de los obreros aspiraba a cosas menos trascendentes y mรกs prรกcticas: tener casa propia, un coche, seguridad social y vacaciones pagadas, es decir, aburguesarse. Las verdaderas vรญctimas de la injusticia social en el presente, afirma, son los judรญos y otras minorรญas vรญctimas del prejuicio racial, los semiesclavos de los paรญses africanos y del Medio Oriente, los campesinos y siervos de los latifundios en el tercer mundo.
Capรญtulo soberbio de El opio de los intelectuales es tambiรฉn el titulado โHombres de iglesia y hombres de feโ, que estudia al comunismo como una religiรณn secular, con sus ortodoxias y heterodoxias, sus sectas, desviaciones y su inquisiciรณn. Es de singular relevancia su interpretaciรณn de los โjuicios estalinistasโ de los aรฑos treinta en los que Kรกmenev, Bujarin, Zinรณviev y otros compaรฑeros de Lenin fueron obligados a declararse โagentes de Hitler y de la Gestapoโ antes de ser ejecutados. Resulta increรญble que filรณsofos respetables, como Merleau-Ponty en su libro Humanisme et terreur, validaran esas monstruosidades jurรญdicas โverdaderos asesinatos legalesโ en nombre de la โverdad esencialโ de la lucha de clases y del Partido Comunista como representante y vanguardia del proletariado. (Hay que seรฑalar que, a diferencia de Sartre, Merleau-Ponty cambiรณ luego de opiniรณn y romperรญa con este precisamente a raรญz de su perseverante defensa del marxismo como โel horizonte insuperable de la historia de nuestro tiempoโ. Su libro Les aventures de la dialรฉctique [1955], es una crรญtica severรญsima del ensayo de Sartre sobre Les communistes et la paix, al que Simone de Beauvoir respondiรณ con un panfleto no menos virulento: โMerleau-Ponty et le pseudosartrismeโ [1955].) Aron hace una implacable autopsia de la falacia que es considerar al Partido Comunista โโla historia sagradaโ la llamaโ, con sus idas y venidas, sus contradicciones y cambios de conducta polรญtica, sus abjuraciones y represiones, el eterno representante de la verdad histรณrica y la justicia social.
En โEl sentido de la historiaโ refuta la idea de โlos hombres de Iglesiaโ y โlos hombres de feโ de que la historia tenga un sentido unรญvoco y que desaparecerรก con la lucha de clases, cuando no exista mรกs la explotaciรณn del hombre por el hombre. El โfin de la historiaโ, afirma, es una idea religiosa, y, por otro lado, es simplista creer que el motor de la historia sea solo el conflicto entre burguesรญa y proletariado, ignorando la multiplicidad de factores sociales, culturales, tradicionales, religiosos, costumbristas, psicolรณgicos, familiares y personales, aparte de los econรณmicos, sin los cuales serรญa imposible entender hechos histรณricos como la batalla de Austerlitz o el ataque de Hitler a la URSS en 1941. Solo โun acto de feโ puede llevar a un filรณsofo โse refiere siempre a Merleau-Pontyโ, una vez que el Partido Comunista toma el poder, a aceptar lo que antes condenaba: la falta de libertad electoral o de prensa y los atropellos a los derechos humanos, incluida la tortura: โEl fin sublime excusa los medios horribles.โ
Aron critica โla idolatrรญa de la Historiaโ, negando que esta encierre la explicaciรณn absoluta del fenรณmeno humano. Uno de los mayores aciertos de este ensayo es fundir la sabidurรญa filosรณfica y polรญtica, el razonamiento sereno y meditado, con la actitud polรฉmica y hasta por momentos panfletaria, en relaciรณn a la vez con el pasado y la actualidad. Sus pรกginas siguen siendo un llamado de alerta contra el dogmatismo ideolรณgico destinado a legitimar los mitos marxistas del proletariado, de la revoluciรณn y del Partido Comunista y las supuestas omnisciencia y omnipotencia del Comitรฉ Central y el secretario general, introducidas por Lenin y usadas, sobre todo, por Stalin.
Este libro, y otros suyos, como Los marxismos imaginarios (1969), se empeรฑaban en ofrecer un contrapeso valiente y razonable a la fiebre ideologizante de la รฉpoca, mostrando el relativismo y los mitos de las teorรญas que pretenden respuestas definitivas y absolutas sobre la sociedad y el hombre. Su repercusiรณn, por desgracia, no fue tan grande como merecรญa, sobre todo entre los jรณvenes, porque estos ensayos, como otros que escribiรณ Aron dictados por la actualidad โpor ejemplo La repรบblica imperial (1973) y su crรญtica a los alborotos y la supuesta revoluciรณn estudiantil de mayo de 1968 en Francia, La revoluciรณn inhallableโ, se limitaban a desarticular las ideologรญas en boga, sin oponerles como alternativa una teorรญa totalizadora, en la que no creรญa. Tambiรฉn en esto era un genuino liberal. En nuestros dรญas, en que una saludable revisiรณn crรญtica reemplaza a las ilusiones utรณpicas de los aรฑos cincuenta y sesenta, el realismo pragmรกtico y las tesis reformistas y liberales de Raymond Aron deberรญan encontrar un auditorio mรกs propicio.
La revoluciรณn inhallable
En mayo de 1968 ocurrieron en Francia unos alborotos estudiantiles en la Universidad de Nanterre, que se extendieron luego a la Sorbona, al resto de las universidades del paรญs y a institutos y colegios. Asรญ comenzรณ la โrevoluciรณn estudiantilโ, que tuvo corolario en distintos lugares, por lo que se le dio en el mundo entero una extraordinaria importancia, algo que, medio siglo despuรฉs, parece excesivo en comparaciรณn con lo que realmente significรณ: cierta liberaciรณn de las costumbres, sobre todo la libertad sexual, la desapariciรณn de las formas de la cortesรญa, la multiplicaciรณn de las palabrotas en las comunicaciones y no mucho mรกs. No solo la sociedad francesa siguiรณ igual a lo que era, sino la propia universidad, en lugar de democratizarse, se volviรณ mรกs rรญgida, se desplomaron sus niveles acadรฉmicos de antaรฑo y sus problemas siguen sin resolverse.
En un primer momento, los sucesos de mayo del 68 tuvieron el cariz de una revoluciรณn libertaria โen todo caso, antiestalinistaโ en la sociedad francesa, encabezada por los estudiantes. Asistentes y catedrรกticos, asรญ como empleados universitarios, se sumaron a la rebeliรณn, se ocuparon locales universitarios donde se establecieron comunas, se levantaron barricadas, hubo asambleas casi diarias, tumultuosas, en las que se votaban propuestas delirantes (los eslรณganes mรกs populares eran โLa imaginaciรณn al poderโ y โProhibido prohibirโ), y se tomaron teatros y centros culturales. Hasta al Festival de Cannes llegaron los ecos de la movilizaciรณn provocando un incidente en el que el cineasta Jean-Luc Godard, demolido de un puรฑetazo en el mentรณn, fue una de las escasas vรญctimas de la revuelta. Los esfuerzos de los estudiantes por conectar con el mundo obrero y arrastrarlo a la acciรณn, pese a que los sindicatos comunistas se resistรญan a ello, tuvieron cierto รฉxito pues una ola de huelgas paralizรณ muchas fรกbricas en diversos lugares de Francia, obligando al Partido Comunista, que era muy reticente al principio, a declarar una huelga general. En esta curiosa revoluciรณn no hubo muerto alguno y sรญ, en cambio, intensos debates en que trotskistas, marxistas-leninistas, maoรญstas, fidelistas, guevaristas, anarquistas, cristianos progresistas y toda suerte de grupos y grupรบsculos de extrema izquierda (con excepciรณn de lo que Cohn-Bendit, uno de los lรญderes de mayo 1968, llamarรญa la crapule stalinienne, la crรกpula estalinista) intercambiaron ideas, proyectos y proclamas incendiarias sin irse a las manos. Todo ello, sin embargo, se eclipsรณ de manera inesperada cuando, en las elecciones convocadas en plena efervescencia revolucionaria, el partido gaullista arrasรณ en los comicios y obtuvo su mรกs resonante victoria, confirmando con creces la mayorรญa absoluta de que ya gozaba en el parlamento. La famosa revoluciรณn se desinflรณ como por arte de magia, confirmando, una vez mรกs, la tesis de Raymond Aron de que, al igual que en el siglo XIX, en el XX todas las crisis revolucionarias francesas โson seguidas, despuรฉs de la fase de las barricadas o de las ilusiones lรญricas, por una vuelta aplastante del partido del ordenโ.
((Raymond Aron, La revoluciรณn estudiantil, p. 87.
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Ni quรฉ decir que la โrevoluciรณn de mayoโ, en la que se quiso ver la materializaciรณn de las tesis sociolรณgicas de Herbert Marcuse, contรณ con el apoyo prรกcticamente unรกnime de la clase intelectual, encabezada por Sartre, Simone de Beauvoir, Althusser, Foucault, Lacan, con manifiestos, conferencias, visitas a las barricadas y hasta el asalto simbรณlico de un grupo de escritores a un hotel. La excepciรณn fue Raymond Aron, que, desde el primer momento, se pronunciรณ de manera terminante โy, por รบnica vez en su vida, enfurecidaโ en contra de lo que le parecรญa no una revoluciรณn sino su caricatura, una comedia bufa de la que no iba a resultar transformaciรณn alguna en la sociedad francesa y sรญ, en cambio, la destrucciรณn de la universidad y de los progresos econรณmicos que estaba haciendo Francia. Por esto, fue tan duramente atacado por Sartre que un grupo de intelectuales, encabezado por Kostas Papaioannou, publicรณ un manifiesto defendiรฉndolo.
En el libro que dio a conocer luego, La rรฉvolution introuvable. Rรฉflexions sur les รฉvรฉnements de mai, compuesto de una larga entrevista con Alain Duhamel, un ensayo propio y una recopilaciรณn de los artรญculos que escribiรณ en Le Figaro en mayo y junio de 1968, Aron declara su hostilidad desde el primer momento a lo que le parece un movimiento caรณtico que conducirรก a la โlatinoamericanizaciรณnโ de la universidad francesa. Encuentra el suceso cargado de โpasiรณn y de delirioโ y a punto de ser controlado por grupos y grupรบsculos extremistas que se proponen utilizarlo para revolucionar la sociedad segรบn modelos inspirados en distintas variantes del marxismo โel trotskismo, el fidelismo, el maoรญsmoโ, algo que, a la corta o a la larga, solo servirรก para โaumentar la confusiรณn reinanteโ y, en el peor de los casos, sumir a Francia en una dictadura. Esta deriva, sin embargo, le parece improbable y en sus anรกlisis, acompaรฑados de citas del escepticismo y la frustraciรณn que mereciรณ a su maestro Alexis de Tocqueville la revoluciรณn de 1848, Raymond Aron seรฑala la paradoja de que en su voluntad de crear una โdemocracia directaโ los estudiantes revolucionarios, pese a declararse marxistas, resultaban mรกs antisoviรฉticos que anticapitalistas.
En este ensayo se defiende de haberse pasado a โla reacciรณnโ y recuerda la frecuencia con que ha reclamado una reforma integral de la universidad en Francia, que la modernice en vez de hacerla retroceder, descongestionรกndola, liberรกndola del estatismo asfixiante, estableciendo un mayor control en el ingreso de estudiantes pues su masificaciรณn actual conspira contra su rendimiento acadรฉmico y la formaciรณn que puede dar a los jรณvenes para luego permitirles entrar con รฉxito al mercado de trabajo. Las proclamas de los rebeldes contra la sociedad de consumo revelan, dice, su ceguera y su dogmatismo pues la โsociedad de consumo es lo รบnico que permite mantener a decenas de miles de estudiantes dentro de la universidadโ (p. 207). Tambiรฉn descarta que esta revoluciรณn sea democrรกtica: โยฟQuiรฉn se va a creer que las votaciones a mano alzada de las asambleas plenarias o generales son la libre voluntad de profesores y estudiantes?โ (p. 210). Afirma que una mayorรญa de jรณvenes comprometidos en el movimiento son pacรญficos y reformistas, pero que estรกn neutralizados por los grupos y grupรบsculos revolucionarios seducidos por los ejemplos de la China maoรญsta y la Cuba fidelista a los que, afirma, hay que enfrentarse con resoluciรณn sin temer la impopularidad. Es cierto que esta postura le ganรณ a Raymond Aron en aquellos dรญas muy duras crรญticas, pero el tiempo terminarรญa dรกndole la razรณn tambiรฉn en este caso: la revoluciรณn de mayo no mejorรณ un รกpice la situaciรณn de la universidad en Francia, que sigue en nuestros dรญas sumida en una crisis caรณtica e insoluble.
Aunque desconfiรณ siempre de los grandes entusiasmos polรญticos, el espectador comprometido que, segรบn propia definiciรณn, fue Aron, creyรณ sin embargo en el progreso. Para รฉl, aunque sin hacerse demasiadas fantasรญas al respecto, este progreso estaba representado por la sociedad industrial moderna, que habรญa cambiado por completo la estructura econรณmica y social que estudiรณ Marx y que le sirviรณ de base para desarrollar unas teorรญas sobre la condiciรณn obrera, por ejemplo, que la modernidad habรญa vuelto obsoletas. Raymond Aron analizรณ y defendiรณ luminosamente la nueva sociedad en un libro que resumรญa sus clases en la Sorbona de 1955 y 1956 y que fue, entre los suyos, uno de los que tuvo mรกs lectores: Dieciocho lecciones sobre la sociedad industrial (1962). En este texto y en las conferencias que publicรณ con el tรญtulo de Ensayos sobre las libertades (1965) estรก concentrado buena parte del pensamiento polรญtico de Raymond Aron.
ยฟPuede sintetizarse en pocas frases? Si toda idea de construir el Paraรญso en la tierra es insensata, es perfectamente lรญcito, en cambio, aprovechando las enseรฑanzas del desenvolvimiento histรณrico de la humanidad, concluir que el hombre ha ido progresando en la medida en que disminuรญa su servidumbre religiosa, el despotismo se debilitaba y la masa gregaria se iba transformando en una comunidad de individuos a quienes se reconocรญan ciertos derechos y se dejaba tomar iniciativas. El desarrollo tรฉcnico y cientรญfico de Occidente ha sido el acelerador de este proceso de emancipaciรณn del individuo gracias al cual han surgido las naciones industriales y democrรกticas modernas. La gran revoluciรณn tecnolรณgica ha servido, por un lado, para acelerar el desarrollo y, por el otro, para atenuar los excesos y abusos del viejo capitalismo. Con todos los defectos que se les puede achacar, en las sociedades industriales modernas la prosperidad, la justicia y la libertad han alcanzado unos lรญmites que no tuvieron jamรกs en el pasado ni tienen en los otros regรญmenes contemporรกneos, sobre todo los comunistas. Ellas han demostrado que โno hay incompatibilidad entre las libertades polรญticas y la riqueza, entre los mecanismos del mercado y la elevaciรณn del nivel de vida: por el contrario, los mรกs altos niveles de vida los han alcanzado los paรญses que tienen democracia polรญtica y una economรญa relativamente libreโ.
((Raymond Aron, โDe quoi disputent les nationsโ, en Polรฉmiques, p. 245. La traducciรณn al espaรฑol es mรญa.
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Pero este panorama no justifica el optimismo, pues la sociedad desarrollada y democrรกtica de nuestro tiempo estรก amenazada. Su primer enemigo es el Estado, entidad constitutivamente voraz y opresiva, burocrรกtica, siempre al acecho, para, al menor descuido, crecer y abolir todo aquello que lo frena y limita. El segundo, los Estados totalitarios โla URSS y Chinaโ para quienes la sola existencia de la sociedad democrรกtica constituye un grave riesgo. De la capacidad del hombre moderno para resistir el crecimiento del Estado y la ofensiva totalitaria depende que la historia futura continรบe la evoluciรณn gradual hacia mejores formas de vida o registre un salto de cangrejo hacia el oscurantismo, la intolerancia y la escasez en que aรบn vive buena parte del planeta.
No olvidemos que Raymond Aron vive y escribe durante โla guerra frรญaโ, que, en Francia sobre todo, movilizรณ a un sector muy numeroso de la clase intelectual y a importantes sectores democrรกticos en favor de las campaรฑas sobre la neutralidad y la paz que auspiciaban la Uniรณn Soviรฉtica y los partidos comunistas. Su posiciรณn a este respecto fue contundente e inequรญvoca: โDans la guerre politique, il nโy a pas et il ne peut pas y avoir de neutresโ (โEn la guerra polรญtica, no hay ni puede haber neutralidadโ).
((Raymond Aron, โNeutralitรฉ ou engagementโ, en Polรฉmiques, p. 212. La traducciรณn al espaรฑol es mรญa.
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A su juicio, Stalin y la URSS se habrรญan apoderado de Europa Occidental hacรญa tiempo si no hubiera sido por el temor de que esta ocupaciรณn desencadenase una guerra nuclear con Estados Unidos. Pero no habรญa que engaรฑarse: la vocaciรณn imperial de la Uniรณn Soviรฉtica era manifiesta, como lo mostraban todos los paรญses satรฉlites de la Europa Central y Oriental, y el Occidente no podรญa bajar la guardia. Por eso, Aron apoyรณ siempre la alianza atlรกntica y no admitiรณ jamรกs que la uniรณn europea, que siempre defendiรณ, pudiera significar una ruptura ni un alejamiento de Europa con Estados Unidos. La sociedad norteamericana podรญa estar lejos de la perfecciรณn, como lo mostraba, por ejemplo, la condiciรณn discriminatoria de que eran vรญctimas los negros, pero, hechas las sumas y las restas, allรก al menos se respetaba el derecho de crรญtica y la apertura del sistema permitรญa las reformas, en tanto que el totalitarismo de Stalin habrรญa hundido a la Europa libre y democrรกtica en la sumisiรณn total.
ยฟHay algo que podrรญa reprocharse al admirable Raymond Aron? Tal vez sรญ. Que todo su pensamiento girase sobre Europa y Estados Unidos y, al igual que Albert Camus, mostrara un desinterรฉs casi total sobre el tercer mundo, es decir, รfrica, Amรฉrica Latina y Asia. ยฟHabรญa llegado, en su fuero รญntimo, a la convicciรณn de que para nuestros paรญses enfrascados en conflictos y problemas feroces, no habรญa ya esperanzas? En un pensador en tantos sentidos universal, sorprende esta falta de curiosidad por lo que ocurrรญa en los otros dos tercios de la humanidad.
Raymond Aron y Jean-Paul Sartre
Contemporรกneos, compaรฑeros de estudio y amigos en su juventud, luego rivales enconados, pero reconocidos por todos aquellos a los que no ciega la miopรญa ideolรณgica como las dos figuras intelectuales mรกs importantes de la Francia moderna, es interesante comparar los casos de Raymond Aron y Jean-Paul Sartre.
Yo estaba en Parรญs cuando se conmemorรณ el centenario de ambos, en el aรฑo 2005. Francia celebrรณ por todo lo alto los cien aรฑos del autor de El ser y la nada. Documentales, programas y debates sobre su legado intelectual y polรญtico en la radio y la televisiรณn, suplementos especiales en los principales diarios y semanarios, una profusiรณn de nuevos libros sobre su vida y su obra, y, florรณn de la corona, una exposiciรณn, Sartre y su siglo, en la Biblioteca Nacional, un modelo en su gรฉnero. Pasรฉ tres horas recorriรฉndola y me quedรณ mucho por ver.
En ella se podรญan seguir, paso a paso, con bastante objetividad, todos los pormenores de una vida que cubre el siglo XX, al que Bernard-Henri Lรฉvy ha llamado, con exageraciรณn, Le siรจcle de Sartre, y cuyos libros, ideas y tomas de posiciรณn ejercieron una influencia hoy dรญa difรญcilmente imaginable en Francia y buena parte del mundo. (En el Perรบ de los aรฑos cincuenta del siglo pasado yo me gastaba la mitad de mi sueldo en el abono a Les Temps Modernes, la revista de Sartre, que leรญa cada mes de principio a fin.) Una de las enseรฑanzas que el espectador sacaba de aquella exposiciรณn era comprobar lo precario del magisterio sartriano, tan extendido hace cinco dรฉcadas y hoy prรกcticamente extinguido. Todo estaba en aquellas vitrinas: desde cรณmo el niรฑo descubriรณ su fealdad, a los diez aรฑos, en los ojos de su madre viuda y vuelta a casar, hasta su decisiรณn, cuando era (despuรฉs de Aron) el estudiante estrella de la รcole Normale, de no renunciar a ninguna de sus dos vocaciones: la literatura y la filosofรญa, y ser โun Stendhal y un Spinoza al mismo tiempoโ. Antes de cumplir los cuarenta aรฑos lo habรญa conseguido y, ademรกs, algo no previsto por รฉl, se habรญa convertido en una figura mediรกtica que aparecรญa en las revistas frรญvolas y era objeto de la curiosidad turรญstica en Saint-Germain-de-Prรฉs junto a Simone de Beauvoir, Juliette Grรฉco y รdith Piaf, como uno de los รญconos de la Francia de la posguerra.
Carteles y fotografรญas documentaban los estrenos de sus obras teatrales, la apariciรณn de sus libros, las crรญticas que merecieron, las entrevistas que dio, la publicaciรณn de Les Temps Modernes, y allรญ estaban los manuscritos de sus ensayos filosรณficos y de sus cuentos y novelas, que escribรญa en libretas escolares o papeles sueltos en los cafรฉs, en una mesa aparte pero contigua a aquella en la que trabajaba su compaรฑera โmorganรกticaโ, Simone de Beauvoir. Su polรฉmica mรกs sonada, con Albert Camus, sobre los campos de concentraciรณn soviรฉticos, estaba muy bien expuesta, asรญ como las repercusiones que este debate tuvo en el รกmbito intelectual y polรญtico, dentro y fuera de Francia. Tambiรฉn, sus viajes por medio mundo, sus amores fracturados con los comunistas, su combate anticolonialista, su empeรฑo por enrolarse en el movimiento de mayo de 1968, y la radicalizaciรณn extrema y algo penosa de sus รบltimos aรฑos, cuando iba a visitar a la cรกrcel a los terroristas alemanes de la banda Baader-Meinhof, vendรญa por las calles el periรณdico de los maoรญstas La Cause du Peuple, o, ya ciego, trepado sobre un barril, peroraba a las puertas de las fรกbricas de Billancourt.
La exposiciรณn era esplรฉndida y, para alguien como yo, que viviรณ muy de cerca parte de aquellos aรฑos y participรณ en estas polรฉmicas, y dedicรณ muchas horas a leer los libros y artรญculos de Sartre, a devorar todos los nรบmeros de Les Temps Modernes y a tratar de seguir en sus churriguerescas vueltas y revueltas ideolรณgicas al autor de Los caminos de la libertad, algo melancรณlica. Pero no creo que despertara en los jรณvenes mucho interรฉs por redescubrir a Sartre ni le ganara a este mayor respeto y admiraciรณn. Porque, salvo en el tema del anticolonialismo, donde siempre mantuvo una posiciรณn meridiana y lรบcida, la exposiciรณn, pese a sus claros propรณsitos hagiogrรกficos, revelaba lo torpe y equivocado que estuvo casi siempre en las posturas polรญticas que defendiรณ o atacรณ.
ยฟDe quรฉ le sirviรณ la fulgurante inteligencia si, al regreso de su gira por la URSS a mediados de los aรฑos cincuenta, en el peor periodo del gulag, llegรณ a afirmar: โHe comprobado que en la Uniรณn Soviรฉtica la libertad de crรญtica es totalโ? En su polรฉmica con Camus hizo algo peor que negar la existencia de los campos de concentraciรณn estalinistas para reales o supuestos disidentes: los justificรณ, en nombre de la sociedad sin clases que estaba construyรฉndose. Sus diatribas contra sus antiguos amigos, como Albert Camus, Raymond Aron o Maurice Merleau-Ponty, porque no aceptaron seguirlo en su papel de compaรฑero de viaje de los comunistas que adoptรณ en distintos periodos, prueban que su afirmaciรณn estentรณrea โTodo anticomunista es un perroโ no era una frase de circunstancias, sino una convicciรณn profunda.
Parece mentira que alguien que, hace apenas medio siglo, justificaba, en su ensayo sobre Frantz Fanon, el terror como terapรฉutica gracias a la cual el colonizado recupera su soberanรญa y dignidad, y que, proclamรกndose maoรญsta, proyectaba su respetabilidad y prestigio sobre el genocidio que cometรญa China Popular durante la Revoluciรณn Cultural, hubiera podido ser considerado por tantos (me declaro culpable, yo fui uno de ellos) la conciencia moral de su tiempo.
Mucho mรกs discreta, para no decir clandestina, fue la celebraciรณn de los cien aรฑos de Raymond Aron, que prรกcticamente no saliรณ de las catacumbas acadรฉmicas y de la antigua revista Commentaire, fundada y dirigida por รฉl. Aron y Sartre fueron amigos y compaรฑeros y hay fotos que muestran a los dos petits copains abrazados, haciendo payasadas. Hasta el estallido de la Segunda Guerra Mundial siguieron una trayectoria semejante. Luego, con la invasiรณn nazi, Aron fue uno de los primeros franceses en viajar a Londres y unirse a la Resistencia. Siempre fue un decidido partidario de la reconciliaciรณn entre Francia y Alemania y de la construcciรณn de Europa pero, alejรกndose tambiรฉn en esto de buena parte de la derecha francesa, nunca creyรณ que la unidad europea sirviera para debilitar el atlantismo, la estrecha colaboraciรณn de Europa con Estados Unidos, que alentรณ siempre.
A diferencia de la obra de Sartre, que ha envejecido a la par de sus opiniones polรญticas โsus novelas deben su originalidad tรฉcnica a John Dos Passos y, con excepciรณn de Huis clos, sus dramas no pasarรญan hoy la prueba del escenarioโ, la de Aron conserva una lozana actualidad. Sus ensayos de filosofรญa de la historia, de sociologรญa, y su defensa tenaz de la doctrina liberal, de la cultura occidental, y de la democracia y el mercado, en los aรฑos en que el grueso de la intelectualidad europea habรญa sucumbido al canto de sirena del marxismo, fueron plenamente corroborados por lo sucedido en el mundo con la caรญda del Muro de Berlรญn, sรญmbolo de la desapariciรณn de la URSS y la conversiรณn de China en una sociedad capitalista autoritaria.
ยฟPor quรฉ, entonces, el glamur del ilegible Sartre de nuestros dรญas sigue intacto y a casi nadie parece seducir la figura del sensato y convincente Raymond Aron? La explicaciรณn tiene que ver con una de las caracterรญsticas que en nuestro tiempo ha adquirido la cultura, contaminรกndose de teatralidad, al banalizarse y frivolizarse por su vecindad con la publicidad y la informaciรณn chismogrรกfica de la prensa del corazรณn. Vivimos en la civilizaciรณn del espec- tรกculo y los intelectuales y escritores que suelen figurar entre los mรกs populares casi nunca lo son por la originalidad de sus ideas o la belleza de sus creaciones, o, en todo caso, no lo son nunca solo por razones intelectuales, artรญsticas o literarias. Lo son sobre todo por su capacidad histriรณnica, la manera como proyectan su imagen pรบblica, por sus exhibiciones, sus desplantes, sus insolencias, toda aquella dimensiรณn bufa y ruidosa de la vida pรบblica que hoy dรญa hace las veces de rebeldรญa (en verdad tras ella se embosca el conformismo mรกs absoluto) y de la que los medios pueden sacar partido, convirtiendo a sus autores, igual que a los artistas y a los cantantes, en espectรกculo para la masa.
En la exposiciรณn de la Biblioteca Nacional aparece un aspecto de la biografรญa de Sartre que nunca se ha aclarado del todo. ยฟFue de veras un resistente contra el ocupante nazi? Perteneciรณ a una de las muchas organizaciones de intelectuales de la Resistencia, sรญ, pero es obvio que esta pertenencia fue mucho mรกs teรณrica que prรกctica, pues bajo la ocupaciรณn estuvo muy atareado: fue profesor, reemplazando incluso en un liceo a un profesor expulsado de su puesto por ser judรญo โel episodio ha sido objeto de virulentas discusionesโ, y escribiรณ y publicรณ todos sus libros y estrenรณ sus obras, aprobadas por la censura alemana, como se lo recordarรญa aรฑos mรกs tarde Andrรฉ Malraux. A diferencia de resistentes como Camus o Malraux que se jugaron la vida en los aรฑos de guerra, no parece que Sartre arriesgara demasiado. Tal vez inconscientemente quiso borrar ese incรณmodo pasado con las posturas cada vez mรกs extremistas que adoptรณ luego de la liberaciรณn. Uno de los temas recurrentes de su filosofรญa fue la mala conciencia que, segรบn รฉl, condiciona la vida burguesa, induciendo constantemente a hombres y mujeres de esta clase social a hacer trampas, a disfrazar su verdadera personalidad bajo mรกscaras mentirosas. En el mejor de sus ensayos, Saint Genet, comรฉdien et martyr, ilustrรณ con penetrante agudeza este sistema psicolรณgico-moral por el cual, segรบn รฉl, el burguรฉs se esconde de sรญ mismo, se niega y reniega todo el tiempo, huyendo de esa conciencia sucia que lo acusa. Tal vez sea cierto en su caso. Tal vez, el temible debelador de los demรณcratas, el anarcocomunista contumaz, el โmaoโ incandescente, era solo un desesperado burguรฉs multiplicando las poses para que nadie recordara la apatรญa y prudencia frente a los nazis cuando las papas quemaban y el compromiso no era una prestidigitaciรณn retรณrica sino una elecciรณn de vida o muerte.
Muchas cosas han pasado en Francia y en el mundo desde la muerte de Raymond Aron: ยฟle dieron la razรณn o refutaron sus ideas? El Partido Comunista, que, en su รฉpoca, llegรณ a ser el primer partido de ese paรญs, se ha ido encogiendo hasta volverse poco menos que marginal, lo que constituye una de sus victorias pรณstumas. Y, otra, que la clase intelectual francesa en la actualidad parece tan alejada del marxismo como lo estuvo siempre รฉl. Lo sorprendente es que los antiguos votantes comunistas, como los obreros del โcinturรณn rojoโ de Parรญs, ahora voten por el Front National, que ha pasado de la insignificancia ultraderechista que representaba hace algunos aรฑos a ser una fuerza que se mide de igual a igual con las principales corrientes polรญticas. Esto es algo que ni Aron ni nadie habrรญa podido imaginar, aunque sรญ, tal vez, un Hayek, quien sostuvo que, pese a sus odios recรญprocos, comunistas y fascistas tenรญan un denominador comรบn: el estatismo y el colectivismo. En las รบltimas elecciones francesas, un joven que hacรญa sus primeras armas en el campo polรญtico, Emmanuel Macron, despertรณ un extraordinario entusiasmo, sobre todo en las nuevas generaciones, con unas ideas de centroderecha que, a primera vista, parecen bastante cercanas a aquellas que Raymond Aron defendiรณ toda su vida. ยฟRedescubrirรก la Francia de nuestros dรญas en el solitario intelectual demรณcrata y liberal del siglo XX un precursor y guรญa ideolรณgico de la que parece ser una nueva e interesante etapa de su evoluciรณn polรญtica?
La poderosa Uniรณn Soviรฉtica contra la que Aron se batiรณ toda su vida se ha extinguido, vรญctima de su propia incapacidad para satisfacer las ambiciones de sus millones de ciudadanos, y la ha reemplazado un rรฉgimen autoritario e imperial, de capitalismo gansteril y mercantilista, que parece la continuaciรณn del viejo zarismo autoritario e imperial. China dejรณ de ser comunista para convertirse en un modelo de capitalismo autoritario. Sin embargo, decir que la historia ha dado la razรณn a Raymond Aron serรญa apresurado. Porque, aunque la amenaza del comunismo, contra el que รฉl se batiรณ sin tregua, ha dejado de serlo para la democracia en el mundo โsolo un demente tendrรญa como modelos para su paรญs a los regรญmenes de Corea del Norte, Cuba o Venezuelaโ, esta no ha ganado del todo la partida y es probable que no la gane nunca del todo. Es verdad que, en el mundo occidental, la Uniรณn Europea, pese al Brexit, se mantiene sรณlida, y buena parte de Amรฉrica Latina ha sido ganada para la democracia. Pero a esta le han surgido nuevas amenazas, como el islamismo fanรกtico y extremista de Al Qaeda o isis, cuyo terrorismo en gran escala siembra la inseguridad y hace correr el riesgo de que se debiliten, en nombre de la seguridad, las libertades pรบblicas de los paรญses mรกs amenazados por รฉl, las democracias avanzadas. Por otro lado, en el seno de las mismas sociedades abiertas, venenos como la corrupciรณn y el populismo crecen de tal modo que, si no son contenidos a tiempo, pueden desnaturalizar y destruir desde adentro lo que hay en ellas de mรกs positivo y liberador. Sobre todos estos problemas, incluido el de la masiva inmigraciรณn que se vuelca sobre Europa Occidental procedente de รfrica y que provoca el despertar de movimientos chovinistas y racistas que se creรญan extinguidos, echamos de menos las opiniones y anรกlisis de Raymond Aron; su inteligencia, su cultura, su hondura reflexiva, su visiรณn abarcadora, nos ayudarรญan sin duda a comprender mejor todos aquellos desafรญos y la mejor manera de enfrentarlos. Que no haya nadie en nuestros dรญas capaz de reemplazarlo es la mejor prueba de la extraordinaria categorรญa intelectual y polรญtica que fue la suya y de la suerte que tuvimos de que alguien como รฉl realizara en nuestro tiempo la tarea que cumpliรณ. ~
Mario Vargas Llosa (Arequipa, Perรบ, 1936) es escritor. En 2010 obtuvo el premio Nobel de Literatura. En 2022, Alfaguara publicรณ 'El fuego de la imaginaciรณn: Libros, escenarios, pantallas y museos', el primer tomo de su obra periodรญstica reunida.