Ilustración: Manuel Monroy

Recónditos guarijíos

Celosos de su identidad, los guarijíos se han replegado en las serranías del norte del país. En sus fiestas, veneran la cruz y combinan las danzas con los cantos.
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Los guarijíos viven en rancherías escondidas, en lugares altos de la Sierra Madre Occidental, entre Sonora y Chihuahua. En la zona hay pinturas rupestres, pero ningún otro rastro arqueológico.

Llegaron hace milenios como nómadas cazadores, pescadores y recolectores. Esto requiere grandes territorios (la productividad por hectárea es baja). A fines del siglo XVI, se toparon con españoles que buscaban minas de plata. A principios del XVII, con misioneros jesuitas que trataron de convertirlos a la fe cristiana y la vida sedentaria. Los guarijíos se rebelaron (1632), mataron a dos misioneros, fueron reprimidos y se replegaron hasta perderse de vista. Tanto que, convenientemente, fueron declarados inexistentes para dedicar sus tierras a la minería y la ganadería.

No es fácil censarlos. Hay que subir en mula muchas horas y luego moverse de ranchería en ranchería. Eso explica las extrañas cifras del Inegi. En el censo 2000 registró 1,649 hablantes de guarijío. Que en 2005 suben 72% a 2,840. Pero en 2010 bajan a 2,201 y en 2015 a 2,088.

Su lengua es de la familia yuto-nahua con algo poco común: la construcción básica no es sujeto-verbo-complemento, sino complemento-verbo-sujeto. Hay ciertas diferencias entre el habla de Sonora y la de Chihuahua.

Se llaman a sí mismos macurawe o guarijó. Comparten rasgos culturales con los mayos y tarahumaras, sus vecinos. Han sido confundidos con ellos. Pero son celosos de su identidad. Su mestizaje ha sido mínimo.

Practican una especie de cristianismo que venera la cruz (pequeña, vestida de manta blanca y cubierta de collares, pero sin crucificado) en sus fiestas religiosas.

La tuburada dura más de treinta horas sin parar (dos noches y el día intermedio), celebrando la Creación después del diluvio; dando gracias por el sol, la luna, las estrellas, la tierra, los montes, la lluvia, el venado, el león, el tigre, el lobo, los pájaros, los peces. La conduce un anciano cantador que marca el paso, reza y cuenta relatos antiguos.

En la danza del tuburi, mujeres y niñas cogidas de la mano en círculo y balanceándose hacia adelante y hacia atrás, veneran la cruz y hacen una especie de zapateado, pisando fuerte para apisonar la tierra firme, después del diluvio, como lo hizo el Creador.

También celebran la danza de los pascolas en Semana Santa y Navidad, como otras etnias del noroeste.

Hacen música con violines, arpas, flautas, tambores, sonajas y cascabeles.

Adoptaron la agricultura tardíamente, en el siglo XIX. Siembran maíz, frijol, calabaza, sandía, melón, cebolla y cilantro, para su propio consumo. Así también crían cabras y ovejas.

Lo que producen para ellos y para vender (a intermediarios que suben hasta allá) son bordados y cestería, que pueden verse en Google Imágenes.

Su repliegue retrasó su presencia documental. La antropóloga Margarita Nolasco hizo trabajo de campo entre ellos en 1964 y, desde entonces, se han multiplicado los documentos, fotos, entrevistas y grabaciones. Ahora hay diccionarios de guarijío (al inglés, al español), páginas de la Wikipedia en varias lenguas, videos en YouTube, libros en Amazon.

La Comisión Nacional para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas publicó en 2008, en su serie Pueblos Indígenas en Riesgo, una breve monografía Guarijíos, con fotos a todo color, un dvd documental y un cd de cantos.

En 1976, el presidente Luis Echeverría los reconoció oficialmente como una etnia distinta y les devolvió algunos territorios como propiedad ejidal.

En 2010, entre los proyectos para celebrar el Bicentenario, la Conagua propuso construir una segunda presa en el río Mayo, aguas arriba de la ya existente. Los guarijíos se opusieron. Un grupo de universitarios sonorenses formó la Red Kabueruma para apoyarlos y estableció una “Cronología del pueblo guarijío [1588-2016] frente al proyecto de presa Los Pilares/Bicentenario”. Está en la web.

Finalmente, fueron atropellados. La construcción empezó en 2014 y los guarijíos de la zona inundada fueron obligados a irse. Bajo el agua quedaron rancherías, lugares sagrados como los cementerios y el río que aprovechaban.

No hay muchos cantos guarijíos traducidos al español.

El pájaro azul

Tiene el pájaro azul

un canto calmo y alegre.

Se oye por todo el monte

por entre los pinos y las rocas.

Tiene el pájaro azul

un canto calmo y alegre.

Se oye por todo el valle,

por entre las aguas del río.

La avispa

Allá en lo limpio, allá en lo limpio,

la avispa despacito va arrastrando

una tarántula, una tarántula.

Muerta, va arrastrando

a la tarántula chiquita.

Despacito, despacito,

la lleva a rastras.

Una tarántula chiquita

lleva la avispa a su cueva.

Cuando la pone en lo limpio,

da vueltas alrededor

de la tarántula chiquita.

La avispa chiquita

mató una tarántula.

La iguana

Viene la iguana saltando.

Salta que salta la iguana

por entre las piedras del río.

Viene la iguana brincando.

Brinca que brinca la iguana

por entre el caserío.

El lobo

Arriba, por la falda del cerro,

va caminando.

Por la falda, va caminando.

Por la falda, va caminando.

Triste está aullando el lobo,

triste está aullando el lobo.

Por la falda, va caminando,

va caminando.

El lobo mató un mulito.

El lobo mató un mulito.

Da vueltas alrededor

del mulito muerto.

Anda aullando.

Un mulito chiquito dejó muerto.

Por la falda va aullando el lobo.

¿Dónde está el mulito chiquito?

¿Dónde lo dejó muerto?

Los zopilotes blanquean

las puntas de sus alas.

Blanquean las alas,

allá, por la falda del cerro.

Los zopilotes están dando vueltas.

Ahora bajan y rodean

al mulito muerto.

Fuente: Alonso Vidal, Los testimonios de la llamarada. Cantos y poemas indígenas del noroeste de México y del sur de Arizona, Hermosillo: Instituto Sonorense de Cultura, 1997, pp. 98-99.

Dios a la vista

Nunca será olvidado

nuestro Padre Dios

que está en el cielo.

Él dejó esto a nosotros

para que fuera visto.

Por eso está a la vista ahora.

Por eso vivimos ahora.

Si nada de esto hubiera,

no se vería.

Si no hubiera Dios,

no viviríamos.

Por eso, así caminan los días.

Por eso, Dios no puede ser chico.

Por eso, todo lo que hizo está viendo.

No tan cerca.

Desde la orilla del cielo,

está viendo los árboles que puso.

Por eso, maíz, sandía, calabaza,

melón de todas clases, nos dio.

Por eso, en la tuburada,

el arpa, el violín y la cruz nos puso.

Bancos también

para que cantáramos sentados.

“Pongan tres bules y un vaso de choquil”

–eso fue lo que nos dijo.

“Luego, vayan invitándose,

júntense para velar,

para que amanezca.”

Cuanto a nosotros dice,

a nosotros deja.

Por eso, para responderle,

nos deja esta fiesta.

La tuburada de Nuestro Padre

es nuestra fiesta.

Entonces, Nuestro Padre

nos agradece también.

Cuando el gran día se pone,

descansa él también.

Fuente: Isabel Justina Barreras Aguilar, Makuráwe Nawésari. Textos del guarijío de Sonora, Hermosillo: Universidad de Sonora, 2014, pp. 83-85. ~

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(Monterrey, 1934) es poeta y ensayista.


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