Una exposición de arte se consuma ante la mirada. Una exposición de arte se consume en la mirada.
En marzo del año 2001, Francis Alÿs soltó un pequeño ratón dentro de la Galería Jumex, ubicada en el municipio de Ecatepec y dispuesta alrededor de una zona industrial, con la intención de subvertir los modos de exhibir cerca de 95 obras de la Colección Jumex. Se trató de un acontecimiento inaugural. En efecto, Opening –la primera exposición organizada por la Fundación Jumex– confabula una constelación de significados que escapa de las cronologías o catalogaciones tradicionales. Emplaza la idea del viaje, de un recorrido que se sumerge en el paisaje urbano, atraviesa los ensamblajes industriales y vira hacia la desmitificación de la infancia. Materializa una experiencia dictada por las distancias o proximidades que yacen entre la imagen, la representación, la homogeneización de las identidades y las pautas del consumo. Y al mismo tiempo contrapone los imaginarios de Nancy Rubins, Doug Aitken, Andreas Gursky, Pablo Vargas Lugo, Louise Hopkins y Olafur Eliasson con las visiones de Sofía Táboas, Melanie Smith, Minerva Cuevas, Santiago Sierra, Damián Ortega, Pipilotti Rist, Tracey Emin, Douglas Gordon, entre otros.
Es, quizás, el propio gesto de liberar a un roedor lo que supone un acto de imaginación o más bien esboza un acto de especulación. Tal vez, es el hecho de poder vislumbrar obras derruidas lo que nos permite (re)pensar en cómo nos relacionamos con el arte contemporáneo frente a la contingencia de lo (in)visible, la (in)diferencia de lo cotidiano, la (in)experiencia de lo fragmentario y el consumo abrasante e imperante de imágenes.
Hacia una posible relatoría de la Fundación Jumex
El cambio de siglo trajo distintas reconfiguraciones en los modos de teorizar, coleccionar y exhibir el arte contemporáneo. Sin duda, desde los años noventa la escena artística en México se vio marcada gradualmente por la instauración de un nuevo corporativismo estético, liderado por Eugenio López Alonso. Durante el transcurso de la primera década del nuevo milenio y a la par de la consolidación de la Galería Jumex surgieron diferentes espacios como el Laboratorio Arte Alameda (2000), el Museo Universitario Arte Contemporáneo (2008) o SOMA (2009), instituciones que abogan por subrayar otras genealogías o discursos sobre las prácticas artísticas contemporáneas ligadas con el experimentalismo, la tecnología, el conocimiento científico, la educación artística y la protesta social.
Desde sus inicios, la colección de la Fundación Jumex –compuesta actualmente por más de 3,300 piezas– es el resultado de una política estética que intenta administrar e institucionalizar objetos sin par, temporalidades y relatos dispersos de la historia del arte contemporáneo en su dimensión nacional e internacional. La colección abarca diferentes obras, creadas a partir de la década de los sesenta hasta el presente, materialidades que cuestionan los propios límites del arte e inciden en la producción de itinerarios escindidos por el abstraccionismo gestual de Cy Twombly; las estrategias minimalistas de Donald Judd o Dan Flavin; los conceptualismos lingüísticos de Jenny Holzer, Allen Ruppersberg o John Baldessari; el apropiacionismo adoptado por Louise Lawler o Richard Pettibone; el humorismo de Sarah Lucas; el lirismo de Félix González-Torres; el retratismo e intimismo que propone Rineke Dijkstra y la crítica cultural promovida por Sam Durant, Mark Dion, Peter Fischli y David Weiss.
Con la visión de integrar un acervo que elimina las jerarquías entre los creadores emergentes o consolidados y entre mexicanos o extranjeros, la colección no deja fuera las propuestas de artistas latinoamericanos. El conceptualismo espacial de Fernanda Gomes, las acciones ritualistas de Ana Mendieta, la crítica a la economía cultural emprendida por Wilfredo Prieto y la corporeización de la violencia por Ana Gallardo son proposiciones estéticas que generan eco con la producción de artistas mexicanos. Resuenan con el revisionismo artístico de Rubén Ortiz Torres, la escultura conceptual de Tania Pérez Córdova, los (neo)conceptualismos revisitados por Eduardo Abaroa, Abraham Cruzvillegas, Damián Ortega o Minerva Cuevas y el humorismo paródico de Daniela Rossell.
Además de gestionar una de las colecciones más grandes de arte contemporáneo en América Latina, la Fundación Jumex también ha conformado a lo largo de estas dos décadas una biblioteca especializada que cuenta con más de 8,500 ejemplares. No solo se ha concentrado en generar un espacio de exposición que sitúa la mirada sobre el panorama artístico mexicano e internacional, sino igualmente ha promovido un sistema de becas destinadas a estudiantes de posgrado para que cursen algún programa en el extranjero vinculado a las artes visuales. E, incluso, ha patrocinado un sinfín de proyectos artísticos (propuestas visuales u obras, investigaciones históricas y estéticas, producción de exposiciones, desarrollo de programas públicos y publicaciones) comprometidos con la producción, teorización, descentralización y divulgación del arte contemporáneo.
Ante la convulsión de esta pluralidad de acervos, acciones y fomentos artísticos, en 2013 nació el Museo Jumex como una institución que se propone habitar la (in)definición, el sensacionalismo y el monumentalismo de lo contemporáneo. Simultáneamente, a partir de la segunda década del nuevo milenio, la escena artística mexicana ha sucumbido frente a la emergencia de diferentes grupos o espacios alternativos que se alejan de la lógica de lo museal e intervienen en contextos sociales mucho más específicos. Revive fugazmente el sentido de lo colectivo, lo colaboracionista y el carácter de lo informal. Biquini Wax EPS (2011), Zona de Desgaste (2015), Deslave (2017), Obra Negra (2017), Proceso Abierto (2017), entre muchos otros, son espacios o plataformas artísticas que actúan desde sus propias lógicas, economías y geografías, desafiando el acaparamiento museístico de lo sensible, regulado por los corporativismos o academicismos estéticos.
Bajo esta disyuntiva ideológica, el Museo Jumex se ha convertido en una zona de encuentro, abierta a ciertas sensibilidades, posiciones críticas, visiones curatoriales y actividades pedagógicas. Ha abrazado un entorno urbanístico despojado de su identidad industrial, enmarcado por una arquitectura lineal y vertical que resguarda tres cajas blancas. Igualmente, ha dado lugar a más de setenta exposiciones y publicaciones que alertan poéticas incompletas y experimentales, trabajos procesuales, estrategias lúdicas, enunciaciones político-contextuales, gramáticas ambiguas o poco legibles, prácticas que resisten ser catalogadas y anacronismos bifurcados; reclamando, así, estados de relación provisionales con respecto a lo que implica el concepto de arte.
En los últimos años, indistintas exposiciones, ensayos curatoriales y programas públicos han cobrado vida en las galerías del Museo Jumex, destacando la urgencia de (re)figurar el mundo desde lo político y lo estético. Por ejemplo, en Apariencia desnuda: el deseo y el objeto en la obra de Marcel Duchamp y Jeff Koons (2019) se realzó la producción de objetualidades condicionadas por una economía libidinal y su carácter mercantil. Por otra parte, Memorias del subdesarrollo: el giro descolonial en el arte de América Latina, 1960-1985, exhibida en 2018, procuró evocar una contrahistoria para mirar o sentir el Sur y desligarse de la retórica colonial del desarrollismo. Con Escuela de envejecer (2017), la artista argentina Ana Gallardo buscó eliminar la etiqueta de la vejez como una etapa improductiva con la finalidad de tejer un espacio afectivo. Desde otro lugar, la aparición de una arqueología de la enfermedad y el abordaje del sida en el arte dieron pie a Tiempo partido (2016-2017), la primera exposición en América Latina del colectivo canadiense General Idea. Finalmente, la fragilidad del pasado y la vulnerabilidad de los cuerpos traspasados por las vivencias de la migración, el exilio y la muerte fueron los temas que encarnó وادي الحجارة,*1
(( (Wād al-ḥaŷara) vocablo árabe que significa “el río que corre entre las piedras”.
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exposición del artista vietnamita Danh Vo (2014-2015).
Sin duda, el inicio de esta nueva década le plantea a la Fundación Jumex problemas específicos y una “nueva normalidad” impuesta. El presente nos confronta con lo viral, nos sitúa en el confinamiento permanente y nos obliga a ejercer relaciones del no contacto. Frente a esta incertidumbre, la pandemia y la crisis sanitaria nos instan a vislumbrar futuros inciertos. ¿Cuál será el camino a seguir de la Fundación Jumex? ¿Cuál será su compromiso con respecto a los procesos de sanación del cuerpo social, el cuidado de la salud mental y la integración del arte contemporáneo? ¿Por qué tipo de discursos y materialidades apostará? ¿Cómo se (re)formulará la historia de la Fundación Jumex? ¿Qué tiempos de exposición irrumpirán? ~
es historiador del arte por la Universidad del Claustro de Sor Juana, curador e investigador independiente y docente. Formó parte de la sexta edición del Programa de Estudios Independientes (PEI) gestionado por el Museo de Arte Contemporáneo de Barcelona. También cuenta con una especialización en Epistemologías del Sur, ofertada por el Centro Latinoamericano de Estudios Sociales.