Uno de tantos edificios oficiales en desuso, entraƱables muebles de oficina de los aƱos setenta del siglo XX, los primeros ordenadores. A la persona que investiga, a la que llamaremos X, le han dejado las llaves de una planta: puede usar esta oficina inmensa y vacĆa para sus experimentos.
La persona que investiga sostiene que todo emite. EstĆ” leyendo Ikigai, de HĆ©ctor GarcĆa (alias Kirai) y de HĆ©ctor Miralles: los autores viajan a un pueblo al norte de Okinawa, en JapĆ³n, entrevistan a ancianos y les preguntan sobre el secreto de la longevidad, que en esa zona es la mayor del mundo. āSegĆŗn los japoneses, todo el mundo tiene un ikigai, un motivo para existir. Algunos lo han encontrado y son conscientes de su ikigai, otros lo llevan dentro, pero todavĆa lo estĆ”n buscando.ā En su blog kirainet.com HĆ©ctor GarcĆa, ingeniero informĆ”tico y escritor que vive en JapĆ³n desde 2004, explica ese paĆs y se explica a sĆ mismo.
X, que investiga y lee a GarcĆa & Miralles, no ha descubierto todavĆa su motivo para existir (su ikigai). Tampoco lo ha buscado. Y quizĆ” no cree que tal cosa exista. Pero va leyendo el libro a ratos y esa lectura de una remota indagaciĆ³n entre cien longevos le alivia de su confusa realidad.
Tras muchas negativas, a X le han dejado una planta de oficinas de un edificio en desuso para que haga sus experimentos.
X sostiene que todo emite, hasta una piedra o una brizna de hierba (tal como demostrĆ³ Whitman en el cĆ©lebre silogismo que reza āCreo que una brizna de hierba no es inferior a la jornada de los astros y que la hormiga no es menos perfecta ni lo es un grano de arena.ā Cuando una frase toma cuerpo y se encarna en meme se vuelve kirai. OcurriĆ³ con la Ćŗltima oraciĆ³n de Con faldas y a lo loco, con tantas de Casablancaā¦ Y tambiĆ©n con la primera lĆnea de Ana Karenina, que forma parte del kit de socorro ante la pantalla en blanco. O el inicio de Historia de dos ciudades de Dickens: āEra el mejor de los tiempos, era el peor de los tiemposā). X rumia estas monsergas mientras hace tiempo para instalar su sencillo laboratorio.
Todo emite, desde luego: radiaciĆ³n, luz rebotada, calor, neutrinos, sentencias, vibracionesā¦ Por ese simple enunciado nunca habrĆa obtenido X financiaciĆ³n, ni las llaves de este edificio fantasma. Lo que quiere demostrar X es que esas emisiones se pueden transcribir a texto plano. Digamos que se pueden traducir a lenguaje comĆŗn. Lo que dice una piedra, una hormiga, esta brizna.
El edificio estĆ” en el centro y la administraciĆ³n que gestiona su decadencia ha cedido los bajos a unas asociaciones sociales o benĆ©ficas. El resto estĆ” intacto y vacĆo. Al final todo depende de a quiĆ©n conozcas, alguien tiene las llaves, etc. A X le han dicho que es mejor que haga sus pruebas fuera de horas de oficina, asĆ no le verĆ”n entrar y salir. X ha estado leyendo a Kirai, buscando su propio ikigai en los bares de los alrededores, llenos de vida y de datos que se cruzan sin confundirse. El edificio estĆ” en una calle principal del casco histĆ³rico; hasta tiene un mural en la fachada, un kitsch pop modĆ©lico que ya nadie quiere ver.
X intuye que todo emite mensajes sin parar, y que esa impotencia āno poder callarā es la causa o el efecto de la gravedad, tan esquiva que nadie sabe dĆ³nde clasificarla; sospecha X que las cosas y los seres (una distinciĆ³n que considera superflua) operan como el cerebro humano, que bombea frases a lo loco, sesenta mil al dĆa, segĆŗn las Ćŗltimas estimaciones, sesenta mil, la mayorĆa repetidas, casi todas negativas. Ā”Si lo sabrĆ© yo! Por sus siglas en espaƱol ha llamado a esto ccd: Cerebro Cenizo por Defecto. Copia esta frase del libro de GarcĆa y Miralles: āDado que la mente es un batiburrillo constante de pensamientos, ideas y emociones, solo con que logremos detener la ācentrifugadoraā unos segundos notaremos un descanso inmediato y una nueva claridadā (p. 107).
Su mĆ”quina, siempre hay una mĆ”quina, puro azar de membranas, algo natural con leves capas de software que valvulea por entre las cosas dejadas de la mano de Dios y de las administraciones; este frĆ”gil detector āacaso lectorā aspira a captar y transcribir ese ruido unĆ”nime. Le han rechazado el proyecto fin de carrera; alegan que la sicofonĆa ya fue inventada y desacreditada, y que es una prĆ”ctica de chamanes, impropia de ese departamento con paredes de cristal y ratones retocados en lo mĆ”s Ćntimo.
Por eso ha recurrido a otras vĆas, amistades, deep web, familias remotas que le han mostrado un mundo excĆ©ntrico en el que notarios y prĆ³ceres dilapidan el largo insomnio tras la piedra filosofal o las ecuaciones del primer dĆa. Bouvard y PĆ©cuchet la gozarĆan. Buscando los recursos que la academia le niega X frecuenta oscuros prestamistas que invierten en este submundo de la ciencia marginal donde la burocracia es mĆnima y la esperanza enorme. La inercia eterna, la fĆ³rmula del orden, la vida perdurable.
Al fin cierran los negocios benĆ©ficos y X sube al piso asignado, conecta el traductor y empieza a descifrar cualquier cosa, objetos (en apariencia) inertes, inanimados, pisapapeles, mesas, Ā”bolĆgrafos de hace treinta y tantos aƱos cuya tinta fluye como el primer dĆa! Bajo la modesta apariencia de un aspirador con sensores de saldo el artilugio empieza a registrar la actividad ācerebralā de todo ese menage mientras X espera hojeando polvorientos libros de contabilidad. El experimento demuestra que su intuiciĆ³n era acertada: altera la gravedad y el mundo colapsa. ~
(Barbastro, 1958) es escritor y columnista. Lleva la pƔgina gistain.net. En 2024 ha publicado 'Familias raras' (Instituto de Estudios Altoaragoneses).