Ilustraciรณn: Hugo Alejandro Gonzรกlez

Un mundo de cuentos

Desde los relatos orales a la novela de vanguardia, siempre nos hemos contado historias. Revelan lo mรกs personal del ser humano y muestran lo que compartimos.
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Cuando en 1950 se instituyรณ este galardรณn โ€“sin duda como seรฑal de esperanza en un mundo que muy poco antes se habรญa visto desgarrado por la guerra mรกs mortรญfera de la historiaโ€“, yo contaba solo con diez aรฑos y no sabรญa nada de libreros, y poco sobre el oficio de escribir, aunque ya habรญa hecho mis pinitos. Pero habรญa renunciado a mis aspiraciones literarias, pues a los siete aรฑos habรญa abandonado mi segunda novela a la mitad. A la mitad de la corriente, para ser exactos, ya que la heroรญna era una hormiga, una hormiga que navegaba sobre una balsa, en pos de una aventura que nunca llegรณ a materializarse. Tales renuncias son habituales entre escritores noveles: cuรกnto promete todo, al principio. Y cuรกn arduo o incluso tal vez aburrido se hace todo a la mitad. Mรกxime si tu protagonista es un insecto, aunque Kafka supo sortear ese escollo.

A la edad de diez aรฑos, yo deseaba ser pintora o, mejor aรบn, diseรฑadora de moda. Me gustaba dibujar a mujeres sofisticadas con guantes hasta el codo y cigarrillos con largas boquillas. Nunca me habรญa cruzado con una persona de esa guisa, pero las habรญa visto en fotos. Asรญ de hechizante es el influjo del arte.

Sin embargo, tras unos cuantos encontronazos con un kit de pintura al รณleo y ciertas malandanzas con una mรกquina de coser โ€“es decir, despuรฉs de que la realidad reemplazara a la fantasรญaโ€“, a la edad de diecisรฉis aรฑos ya me habรญa encaminado por la senda de la ciencia; al igual que mi hermano mayor, el doctor Harold Atwood, neurofisiรณlogo. Por extraรฑo que pueda parecer, yo aspiraba a ser botรกnica. Las plantas no tienen voz y son fรกciles de observar; ademรกs, no sangran cuando las diseccionas, a diferencia de las ranas, de manera que no me causaban problemas de conciencia. Si hubiera continuado por dicha senda, ahora mismo estarรญa dedicรกndome a la clonaciรณn de esas patatas que refulgen en la oscuridad cuando les falta agua. Pero de pronto me transformรฉ en escritora y me lancรฉ a garabatear cuartillas sin freno ni medida. No sรฉ cรณmo ocurriรณ, pero el caso es que asรญ fue, y una vez mรกs la fantasรญa volviรณ a ocupar un lugar preferente en mi vida.

Al ser canadiense no puedo atribuirme personalmente el mรฉrito de figurar en esta magnรญfica lista de premiados. Los canadienses rehรบyen atribuirse mรฉritos. Si nos seรฑalan como ganadores de algo, volvemos la cabeza para ver a quiรฉn se refieren en realidad, ya que sin duda no puede ser a nosotros. Tampoco puedo atribuirme el mรฉrito de ser una activista, etiqueta con la que a menudo se me cataloga. Yo no soy una verdadera activista; la verdadera activista contemplarรญa su escritura como un vehรญculo para su activismo, para su gran Causa, la que sea que fuera, y ese no ha sido mi caso. Sin embargo, es imposible escribir novelas sin contemplar el mundo, y al contemplarlo uno se pregunta lo que estรก pasando y luego procura describirlo; en mi opiniรณn, gran parte de lo que se escribe supone un intento de descifrar por quรฉ las personas hacen lo que hacen. El comportamiento del ser humano, sea este un santo o un demonio, es una fuente de continuo asombro para mรญ. Pero, cuando uno hace un relato escrito del comportamiento humano, ese relato puede tener mucho que ver con el activismo, dada la dimensiรณn moral inherente al lenguaje, asรญ como a las historias. Aunque el escritor afirma ejercer como mero testigo de lo que ve, el lector extraerรก un juicio moral. En lo que a mรญ respecta, lo que pudiera parecer activismo suele ser una especie de torpe perplejidad. ยฟpor quรฉ va desnudo el emperador, y por quรฉ es tan habitual que se considere de mala educaciรณn ponerlo en evidencia?

Asรญ pues, no sin antes expresarles mi profundo agradecimiento por todas las cosas bonitas que se han dicho sobre mรญ, atribuirรฉ esta feliz ocasiรณn a la fortuna y las estrellas, asรญ como a la connivencia de mi ciertamente extraรฑa obra โ€“en especial mis extraรฑas distopรญasโ€“ con el ciertamente extraรฑo momento histรณrico que estamos viviendo.

ยฟY quรฉ extraรฑo momento histรณrico es este? Nos hallamos en una de esas รฉpocas en que el suelo que nos sostiene โ€“ese que hace muy poco nos ofrecรญa cierta estabilidad, en el que la siembra seguรญa a la cosecha y los cumpleaรฑos se sucedรญan uno tras otro y todo seguรญa su cursoโ€“, ese suelo se resquebraja bajo nuestros pies y se levantan vientos huracanados y ya no sabemos con certeza dรณnde estamos. No solo eso: ya no sabemos con certeza quiรฉnes somos. ยฟDe quiรฉn es esa cara que nos devuelve el espejo? ยฟPor quรฉ nos estรกn saliendo colmillos? Ayer mismo rebosรกbamos buena voluntad y esperanza. ยฟY ahora?

Estados Unidos estรก viviendo uno de esos momentos. Tras las elecciones de 2016, algunos jรณvenes de dicho paรญs me decรญan: โ€œEsto es lo peor que nos ha pasado nuncaโ€, a lo que yo contestaba: โ€œNo, en realidad ha habido momentos peoresโ€, pero tambiรฉn: โ€œNo, lo peor no; aรบn no.โ€ Gran Bretaรฑa tambiรฉn estรก viviendo momentos difรญciles, con mucho llanto y rechinar de dientes. Como tambiรฉn โ€“de una forma no tan extrema, pero a la vista quedan las รบltimas eleccionesโ€“ los estรก pasando Alemania. Se creรญa que esa cripta estaba cerrada a cal y canto, pero alguien que conservaba la llave ha abierto la cรกmara prohibida, ยฟy quรฉ saldrรก a rastras de su interior o irrumpirรก dando aullidos? Perdonen que me ponga tan gรณtica, pero existen motivos de alarma en mรบltiples frentes.

Todo paรญs, al igual que toda persona, alberga un yo noble, ese que le gustarรญa creer que es, y un yo cotidiano โ€“ese yo ni malo ni bueno que le permite sobrellevar las semanas y los meses de rutina cuando todo transcurre sin contratiemposโ€“, pero tambiรฉn un tercer yo oculto, mucho menos virtuoso, capaz de saltar en momentos de amenaza y rabia y cometer atrocidades.

Pero ยฟquรฉ ocasiona esos tiempos de amenaza y rabia, o quรฉ estรก ocasionรกndolos en este momento? Habrรกn oรญdo infinidad de teorรญas al respecto, y sin duda seguirรกn oyendo otras muchas. Es el cambio climรกtico, afirmarรกn algunos: las inundaciones, las sequรญas, los incendios y los huracanes afectan a las condiciones de cultivo, y eso conlleva escasez de alimentos, y luego malestar social, luego guerras, luego refugiados y luego miedo a los refugiados, porque ยฟhabrรก suficiente para todos?

Es el desequilibrio econรณmico, afirmarรกn otros: un puรฑado excesivamente reducido de ricos controla una excesiva parte de la riqueza mundial, que acaparan y retienen como dragones, causando grandes desigualdades econรณmicas y profundos resentimientos, y eso conlleva malestar social y guerras o revoluciones, etcรฉtera. No, afirman otros: la culpa es del mundo moderno, de la automatizaciรณn y los robots, de la tecnologรญa, de internet, de la manipulaciรณn de las noticias y la opiniรณn pรบblica que llevan a cabo unos cuantos oportunistas para su propio beneficio: por ejemplo, ese ejรฉrcito internรกutico de trolls y agitadores de falsas campaรฑas que tanto se esforzaron para influir en las elecciones alemanas y, segรบn parece, el parejo empeรฑo que mostraron los rusos a travรฉs de Facebook para influir en las estadounidenses. Pero ยฟpor quรฉ habrรญa de sorprendernos? Internet es una herramienta como tantas otras que empleamos los humanos: hachas, pistolas, trenes, bicicletas, coches, telรฉfonos, radios, pelรญculas… aรฑรกdase lo que se quiera; y, como toda herramienta humana, tiene su lado bueno, su lado malo y su lado estรบpido, que produce efectos no previstos en un principio.

Entre esas herramientas se encuentra quizรก la primera รบnica y exclusivamente humana: nuestra capacidad narrativa, posible gracias a una compleja gramรกtica. Quรฉ ventaja debieron de brindarnos en otro tiempo los cuentos, al permitirnos transmitir saberes esenciales de manera que no tuviรฉramos que descubrirlo todo por nosotros mismos a fuerza de ensayos y errores. Los lobos se comunican, pero no te cuentan la historia de โ€œLa caperucita rojaโ€.

Tambiรฉn los cuentos pueden tener un lado bueno y otro malo, y un tercer lado que produce efectos imprevistos. Como narradora, deberรญa destacar lo necesarios que son los cuentos, lo que nos ayudan a comprendernos unos a otros, a desarrollar la empatรญa y demรกs. Y es cierto. Pero, por esa condiciรณn de narradora, tambiรฉn soy consciente de sus ambigรผedades y peligros. Digamos, pues, simplemente que los cuentos tienen fuerza; fuerza para cambiar el modo en que las personas piensan y sienten, para bien o para mal.

Entonces, ยฟcรณmo estamos narrando el momento actual y sus tribulaciones? Sea cual sea la causa del cambio que estamos viviendo, nos encontramos ante uno de esos momentos en que los conejos de la pradera aguzan las orejas, porque ha irrumpido en escena un depredador.

Entonces viene un lobo con piel de cordero, o incluso con piel de lobo, y anuncia: Conejos, necesitรกis un lรญder fuerte, y yo soy el mรกs indicado para desempeรฑar ese papel. Harรฉ aparecer el mundo futuro perfecto como por arte de magia, y los helados crecerรกn en los รกrboles. Sin embargo, antes habrรก que deshacerse de la sociedad civil โ€“que es una blandengue y una degeneradaโ€“ y habrรก que abandonar las normas de comportamiento aceptadas que nos permiten transitar por las calles sin cosernos los unos a los otros a puรฑaladas a todas horas. Y luego habrรก que desprenderse de โ€œesaโ€ gente. ยกSolo asรญ haremos que aparezca la sociedad perfecta!

โ€œEsaโ€ gente varรญa segรบn el lugar y la รฉpoca. Puede que sean brujas o leprosos, ambos supuestamente culpables en su momento de la peste negra. Puede que sean hugonotes, como en la Francia del siglo XVIII. O puede que sean los menonitas. (Pero ยฟlos menonitas por quรฉ?, le preguntรฉ a un amigo menonita. ยกCon lo inofensivos que parecรฉis! Pues porque รฉramos pacifistas, me respondiรณ รฉl. En un continente en guerra, sentรกbamos mal ejemplo.)

Pero volvamos al lobo, que entonces va y proclama: Si hacรฉis lo que os digo, todo saldrรก bien. Si me desobedecรฉis, grrr, grrr, รฑam, รฑam, se os harรก picadillo.

Los conejos se quedan paralizados, porque estรกn confundidos y muertos de miedo, y cuando por fin descubren que el lobo en realidad no tenรญa intenciรณn de ayudarlos sino que ha sido todo un montaje en beneficio de los lobos, es demasiado tarde.

Sรญ, ya lo sabemos, me dirรกn. Hemos leรญdo los cuentos populares. Y los relatos de ciencia ficciรณn. Hemos sido advertidos, en muchas ocasiones. Sin embargo, por la razรณn que sea, dichas advertencias no siempre impiden que esa fรกbula se represente en las sociedades humanas, una y otra vez.

Quisiera hacer aquรญ un inciso para disculparme con los lobos. He empleado vuestro nombre, queridos lobos, รบnicamente como metรกfora. Os ruego que no me bombardeรฉis en las redes sociales, con mensajes del tipo: ยกPrivilegiada humana de pocas luces! ยกQuรฉ sabrรกs tรบ de la vida interior de los lobos, esnob elitista y antropocรฉntrica! ยฟAcaso te has enganchado alguna vez la pata en una trampa? Si no fuera por nosotros los lobos, vivirรญais invadidos de ciervos y conejos, ยฟy entonces quรฉ?

Ya, entendido. Y comprendo que en el fondo sois buenos, al menos con otros lobos, o al menos con los lobos de vuestra manada. He experimentado vuestro canto polifรณnico y me resulta tan evocador como inquietante. Tal vez deberรญa haber recurrido a los dinosaurios; aunque a ellos no se les hubiera entendido tan bien y quizรก no habrรญan dado tanto juego. Una consideraciรณn, esta, siempre importante para los narradores. Somos un gremio muy artero y muy dado a tomar decisiones frรญvolas.

Esta pequeรฑa fรกbula que me he inventado procede de mi pasado lejano; de cuando era niรฑa y vivรญa en el remoto norte de Canadรก, rodeada de naturaleza salvaje; lejos de aldeas, pueblos y ciudades, pero muy cerca de conejos y lobos. En aquellos parajes perdidos, cuando llovรญa habรญa tres actividades a nuestro alcance: escribir, dibujar y leer. Entre mis lecturas de entonces figuraban los Cuentos completos de los hermanos Grimm, en una antologรญa รญntegra, que incluรญa zapatos de hierro candente y ojos arrancados por los pรกjaros. Mis padres habรญan pedido aquel libro por correspondencia, y cuando vieron lo que contenรญa, temieron que trastocara a sus hijos. A mรญ probablemente sรญ me trastocรณ, pero en direcciรณn a la escritura, ya que sin los Cuentos de los hermanos Grimm โ€“tan sagaces, tan absorbentes, tan complejos, terrorรญficos y polivalentes, pero con aquellas notas de esperanza que se desprendรญan de sus finales, desgarradoras de puro inverosรญmilesโ€“, ยฟacaso habrรญa llegado alguna vez a escribir (ya sabrรกn adรณnde quiero ir a parar), acaso podrรญa haber escrito El cuento de la criada?

La cubierta de la primera ediciรณn publicada en Estados Unidos es sugerente. Muestra a las dos criadas, con su atuendo rojo y sendas cestas colgadas del brazo, como si fueran dos Caperucitas Rojas. Detrรกs de ellas se alza un gran muro de ladrillo; al modo de el muro, el famoso Muro de Berlรญn. Y tambiรฉn se muestran las sombras que proyectan las dos mujeres sobre รฉl, y son las sombras de dos lobos.

Empecรฉ a escribir esa novela mientras vivรญa en Berlรญn Occidental, en el aรฑo 1984 โ€“sรญ, George Orwell me vigilabaโ€“, con una mรกquina de escribir alemana que habรญa alquilado. El Muro nos rodeaba por todas partes. Al otro lado quedaba Berlรญn Oriental, asรญ como Checoslovaquia y Polonia, paรญses que tambiรฉn visitรฉ durante esa รฉpoca. Recuerdo lo que la gente me decรญa, y lo que no me decรญa. Los elocuentes silencios. La sensaciรณn de que yo tambiรฉn debรญa medir mis palabras, por si inadvertidamente ponรญa en peligro a alguien. Todo eso encontrรณ su lugar en mi libro.

La novela se publicรณ en Canadรก en el aรฑo 1985, y en 1986 en Gran Bretaรฑa y Estados Unidos. Aunque mi regla fue no introducir en ella nada que los seres humanos no hubieran hecho en alguna parte, en algรบn momento, algunos crรญticos la recibieron con incredulidad. Demasiado feminista, sรญ, tanto remachar el control sobre las mujeres y sus infinitos cuerpos, pero tambiรฉn demasiado descabellada. โ€œAllรญโ€ nunca podrรญa pasar eso โ€“en Estados Unidos, imposibleโ€“, porque en aquel entonces, en plena Guerra Frรญa, ยฟacaso no se tenรญa a Estados Unidos por una potencia del bien? ยฟAcaso no abogaba por la democracia, la libertad y las libertades, por muy imperfectas que estas fueran a ras de suelo? En comparaciรณn con sistemas cerrados como la Uniรณn Soviรฉtica, Estados Unidos era un paรญs abierto. En comparaciรณn con las tiranรญas verticales, Estados Unidos ofrecรญa un sueรฑo promisorio, la oportunidad de abrirse camino por mรฉritos propios. Aunque detrรกs tuviera una historia siniestra que superar, ยฟacaso no eran aquellos los ideales? Sรญ. Lo eran.

Pero lo eran en ese entonces. Hoy, treinta y tantos aรฑos despuรฉs, este libro vuelve a ver la luz porque de pronto ha dejado de parecer una fantasรญa distรณpica descabellada. Su temรกtica se ha hecho demasiado real. Estรกn apareciendo figuras vestidas de rojo que protestan silenciosamente ante las cรกmaras legislativas contra las leyes que allรญ se promulgan, por hombres en su mayorรญa, para ejercer el control sobre las mujeres. El objetivo de esas leyes se dirรญa que es regresar al pasado, al siglo XIX, si es posible. ยฟEn quรฉ clase de mundo desean vivir esos legisladores? En un mundo muy poco equitativo, eso es evidente. Un mundo desigual en el que ellos ostentarรกn mรกs poder, y otros lo ostentarรกn menos. Si se coloca a las hormigas a cargo de la merienda, la reorganizarรกn a su conveniencia: nada de personas, solo bocadillos y galletas. Las hormigas al menos saben en quรฉ clase de mundo desean vivir y son muy francas al respecto. Las hormigas carecen de hipocresรญa.

Los ciudadanos de todos los paรญses deben formu- larse la misma pregunta: ยฟen quรฉ clase de mundo desean vivir? Dada mi mentalidad plutoniana y siniestra, yo simplificarรญa aรบn mรกs la pregunta: ยฟdesean vivir? Porque, si contemplamos nuestra imagen humana desde la distancia โ€“hasta tal punto que desde esa perspectiva las fronteras entre paรญses desaparezcan y la tierra pase a ser una canica azul en el espacio, con mรกs agua que tierraโ€“, salta a la vista que nuestro destino como especie vendrรก determinado por si acabamos o no con los ocรฉanos. Si los ocรฉanos mueren, tambiรฉn nosotros moriremos: al menos un sesenta por ciento de nuestro oxรญgeno proviene de las algas marinas.

Pero procurarรฉ no deprimirles demasiado. Hay esperanza, la hay: existen mentes brillantes ya enfrascadas en la resoluciรณn de esos problemas. Pero, entretanto, ยฟquรฉ puede hacer la persona que se dedica al arte? ยฟDe quรฉ sirve la creaciรณn artรญstica en tiempos tan turbulentos? ยฟQuรฉ es el arte, en cualquier caso? ยฟPor quรฉ preocuparnos de รฉl? ยฟPara quรฉ sirve? ยฟPara aprender, enseรฑar, expresarnos, describir la realidad, entretenernos, representar la verdad, celebrar o incluso denunciar y maldecir? No hay una respuesta general. Los seres humanos se han dedicado al arte โ€“la mรบsica, las imรกgenes visuales, las representaciones dramรกticas (rituales incluidos) y las artes lingรผรญsticas (incluida la narraciรณn de cuentos)โ€“ desde el momento en que se reconocieron como seres humanos. Los niรฑos responden al lenguaje y a la mรบsica antes siquiera de poder hablar: son capacidades que parecen inherentes al ser humano. Nuestras creaciones artรญsticas son especรญficas de su cultura particular; de su emplazamiento, del sistema energรฉtico que las impulsa, de su clima y sus recursos alimentarios, asรญ como de las creencias vinculadas con cada uno de esos factores. Pero los seres humanos nunca hemos dejado de crear.

Durante siglos y siglos, el arte se desarrollรณ al servicio de los gobernantes: de monarcas, emperadores, papas, duques y demรกs. Sin embargo, desde รฉpocas romรกnticas y posromรกnticas las expectativas respecto al creador artรญstico han sido otras. La creadora o el creador artรญstico sin duda ha de cantarle las verdades al poder, contarle las historias que han sido ocultadas, dar voz a quienes no la tienen. Y son muchos los escritores que lo han hecho; a menudo se han complicado la vida por ello, a veces incluso la han perdido. Aun asรญ, han sentido la obligaciรณn de crear. Han escrito en secreto, han sacado clandestinamente sus manuscritos de lugares peligrosos poniendo en juego su vida. Han llegado desde muy lejos, como el mensajero en el Libro de Job, para decirnos, desvaneciรฉndose de agotamiento: โ€œYo soy el รบnico que escapรฉ para contรกrtelo.โ€

Para contรกrtelo a ti. A ti, estimado lector, en singular. Un libro es una voz que te habla al oรญdo; el mensaje, mientras lo lees, se dirige รบnicamente a ti. Leer un libro es sin duda la experiencia mรกs รญntima que se nos puede brindar sobre el interior de la mente de otro ser humano. Escritor, libro y lector: en ese triรกngulo, el libro es el mensajero. Y los tres forman parte de un acto de creaciรณn, al igual que el compositor, el mรบsico que interpreta la melodรญa y el oyente participan juntos en ella. El lector es el mรบsico del libro.

En cuanto al escritor o la escritora, su funciรณn termina cuando el libro sale al mundo; serรก entonces el libro quien viva o muera, y lo que ocurra con el escritor llegado ese momento es irrelevante, desde el punto de vista del libro.

Toda persona que recibe un galardรณn en el mundo del arte actรบa como representante temporal de todas las personas que practican ese arte, asรญ como de la comunidad que permite que este exista: aquellas que la precedieron, aquellas de las que hemos aprendido, aquellas que fallecieron antes de recibir reconocimiento, aquellas que han tenido que luchar contra discriminaciones raciales para encontrar su voz autoral, aquellas que han sido asesinadas por sus opiniones polรญticas y aquellas que han logrado sobrevivir en รฉpocas de opresiรณn, censura y silenciamiento. Hay que mencionar tambiรฉn a quienes nunca llegaron a ser escritores porque no se les concediรณ esa posibilidad, como tantos portadores de historias y poetas orales norteamericanos, australianos y neozelandeses, procedentes de culturas indรญgenas del pasado e incluso del presente. Hay puertas que se abren a esas voces por todas partes del mundo; pero otras muchas se cierran. Debemos tenerlo muy presente.

Asรญ pues, a mis maestros, tanto vivos como muertos, y por maestros me refiero a los escritores que han pasado por mi vida y mi biblioteca; a mis lectores, a quienes he encomendado mis historias; a todos mis editores, que no han visto mi obra como un desperdicio de papel y se han arriesgado conmigo; a mis agentes literarios, compaรฑeros en esta travesรญa; y a todos esos amigos y profesionales que me han ayudado y apoyado a lo largo de los aรฑos, incluida mi familia, tanto la cercana como la lejana, y mi madre, que leรญa maravillosamente en voz alta; a todos: gracias por esos regalos que me habรฉis concedido.

Un regalo deberรญa devolverse o cederse; deberรญa pasar de mano en mano, como un libro. Confiemos en la pervivencia de un mundo donde esa clase de regalos continรบen siendo posibles. No cerremos las puertas ni silenciemos las voces. Un dรญa estarรฉ andando por una playa o por el interior de una librerรญa y encontrarรฉ una botella, o un libro, y lo abrirรฉ y leerรฉ el mensaje que me envรญas; sรญ, tรบ, ese que estรก ahรญ en alguna parte, ese joven escritor o escritora a quien quizรก acaben de publicar. Y dirรฉ: Sรญ. Te escucho. Escucho tu historia. Escucho tu voz. ~

Traducciรณn del inglรฉs de Victoria Alonso Blanco.

Este texto, cortesรญa de Salamandra, forma parte del discurso de aceptaciรณn del Premio de la Paz de los Libreros Alemanes 2017.

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