Tres obras escritas a pie de escenario

"Tres textos para la escena", del dramaturgo y director escénico mexicano Flavio González Mello, permite considerar la dramaturgia como un juego de inteligencia, capaz de establecer reflexiones sociales, políticas y literarias.
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Dada su naturaleza anfibia de pertenecer al escenario, pero también al papel, la literatura dramática guarda una energía que está soñada para vivir en la escena o bien proviene de una existencia probada en las tablas que conserva la carga de su expresión y vitalidad. Este es el caso de Tres textos para la escena del dramaturgo y director escénico mexicano Flavio González Mello. Editada por la UNAM, esta triada “de obras disímbolas”, como las define su propio autor, tiene en común el haber sido estrenadas en la máxima casa de estudios. Más que a un hecho fortuito, su publicación alude asimismo a un acontecer particular en la cultura teatral mexicana al albergar lo que conocemos como teatro universitario, acepción que responde a una tradición histórica fundamental para el desarrollo de la identidad artística nacional y que ha permitido una práctica en donde confluyen la libertad creativa y la formación de un público con conciencia crítica.

Fue justamente gracias al teatro universitario que González Mello alcanzó un éxito sin precedentes con su obra 1822, el año que fuimos imperio. Estrenada en 2002, bajo la dirección de Antonio Castro, esta pieza centrada en la figura de fray Servando Teresa de Mier se valió de la mezcla entre humor cáustico y una revisión histórica calculadamente puesta en relación a los acontecimientos políticos de entonces para mantener una inusitada permanencia de dos años en el teatro Juan Ruiz de Alarcón del Centro Cultural Universitario de la Ciudad de México. Es por esta obra que González Mello podría ser encasillado como el heredero de una tradición de teatro histórico que proviene en línea directa de Rodolfo Usigli, Jorge Ibargüengoitia y Juan Tovar, en tanto que prosigue un estilo que “traiciona” al hecho histórico al bajarlo del pedestal y mostrarlo como un cúmulo de intenciones grandilocuentes que se enfrentan a las peripecias y absurdos de la vida cotidiana.

Sin embargo, Tres textos para la escena evidencia que los alcances e intereses de González Mello poseen una afortunada naturaleza múltiple que nos permite como espectadores transitar en diversas zonas que nos confrontan con la realidad desde un rigor artístico y una disciplina intelectual que convive en permanente armonía con el sagaz sentido del humor que caracteriza al autor.

Obra negra, la pieza que inaugura este volumen, ejemplifica los alcances y destrezas dramáticas de González Mello al colocarnos frente a una situación límite que padecen un grupo de personajes enfrentados a una catástrofe desconocida dentro de un edificio “inteligente” que se desploma de manera anómala y cuya “mente”, ubicada en una misteriosa caja negra, controla las salidas de emergencia. El autor desarrolla un afortunado microcosmos en donde los personajes apresados se revelan a sí mismos en sentencias tan cómicas como juiciosas sobre el arte contemporáneo, la gentrificación de los espacios y las aspiraciones humanas tanto sentimentales como económicas y sociales. Concebida para ser montada como obra de titulación de la generación 2007 del Centro Universitario de Teatro, importante espacio de formación escénica, la inclusión de la pieza dentro de este volumen resulta una experiencia gozosa que anhela un futuro encuentro con la escena.

Escrita para conmemorar el cuarenta aniversario de la masacre de Tlatelolco, González Mello ubica la tragedia de Olimpia 68 en un ámbito opuesto a los tratamientos habituales del tema, ya que permite a los lectores transitar por la comedia alrededor de los deportistas ajenos a la realidad local y sus diversos conflictos y de los coetáneos que quieren aprovecharse de la situación, sin olvidar el rumor de la masacre en la forma del consecuente acoso y la paranoia policial que se posa como un telón de fondo que crece hasta apropiarse de todo el territorio dramático. Como Obra negra, esta pieza también se basa en un muy diestro ejercicio de la situación múltiple, un sello característico del autor que permite ver el desempeño de caracteres y juegos de diálogo tipificados en nuestro modo de entender otras culturas, al mismo tiempo que nos confronta con esa atávica idiosincrasia mexicana vinculada a los cruentos modos de ejercer el poder. Esto último resulta uno de los puntos neurálgicos de la obra al confrontarnos con un tono que vacila con la comedia para causar un desconcierto que apela en el espectador al reconocimiento de un sentimiento ominoso vinculado a la familiaridad de lo cotidiano.

En su carácter auténticamente disímbolo se presenta Una versión de Hamlet, un interesante ejercicio que conjuga al dramaturgo con el director de escena, pero también con el entusiasta espectador que se planta frente a una de las obras más conocidas de la historia para hacerse preguntas y ofrecer sus respuestas. González Mello se propone un reto que establece un ritmo entre lo que el lector/espectador conoce y aporta un revés con una acción constante que descose sobre lo bordado y abre una deriva que nunca se pierde, que regresa al punto con sus hallazgos, suma, hace mofa o plantea una disquisición filosófica, según sea la situación. William Shakespeare es casi una entidad de la naturaleza que trae consigo una erosión impuesta por lecturas cliché que aplanan la riqueza del sentido de sus obras. Pero la versión que el dramaturgo mexicano nos ofrece retoma y abre la riqueza del original dentro de un juego dramático que lo contiene, cual si fuera una extraña proeza geométrica, una operación matemática para la cual se requieren la madurez y el talento de un dramaturgo como González Mello, pues no muchos podrían salir tan bien librados del ejercicio.

Como toda operación literaria, la escritura de una obra teatral es una operación compleja que en su particular caso goza del paso de experiencias que transitan por diversas realidades para establecer su forma. Es por ello que González Mello afirma que estas tres obras fueron escritas “a pie de escenario”, ya sea desde la evocación que comienza en el escritorio, al paso a las lecturas, los ensayos y aun en las funciones de temporada. Su permanencia en la forma de libro es una evidencia de ese proceso que funcionará como un posible vehículo para interpretaciones futuras, pero también nos permite considerar la dramaturgia como un juego de inteligencia, capaz de establecer reflexiones sociales, políticas y literarias, como cualquiera de los otros géneros literarios. ~

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es dramaturga, docente y crítica de teatro. Actualmente pertenece al Sistema Nacional de Creadores-Fonca.


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