I
Carlos Fuentes contaba que estaba en La Habana cuando entraron los rebeldes, también estuvo en París en mayo del 68, como Walter Mitty él participó en grandes hechos desde lejos.
En mayo del 68 Guillermo viajó a París para llevarle a Julio Cortázar el primer draft de su guion basado en su cuento “La autopista del sur” al que Guillermo había titulado The jam. Ya había escrito A film treatment con carátula en negro de 51 páginas, otro con carátula en fucsia de 106 páginas con una sinopsis para facilitar la lectura, otro con carátula azul marino con 100 páginas, con los automóviles en su posición para los técnicos.
El primer draft con fecha 11 de febrero 1968, con carátula color blanco hueso, fue el que le llevó a Cortázar con el segundo cheque, el primer cheque fue por la opción del cuento.
Guillermo tuvo la mala suerte de viajar en mayo y quedar atrapado en París por muchos días debido a la revuelta de mayo del 68.
Aquí, en Londres, en ese momento vivían Mario Vargas Llosa con su mujer Patricia y sus dos hijos Álvaro y Gonzalo, ellos por casualidad vinieron a vivir a dos cuadras de nuestro apartamento. Mario daba clases en una universidad.
El año anterior en 1967, Guillermo y yo celebramos como nuestro su Premio Rómulo Gallegos.
También Carlos Fuentes con Rita Macedo y su hija Cecilia se pasaban una gran temporada en Londres, que Rita aprovechó para tomar clases de actuación en RADA y Cecilia para perfeccionar su inglés.
En Londres las noticias eran muy a la inglesa, con esa distancia que dan las islas.
Por suerte yo tenía un radio Admiral All World que podía coger emisoras francesas, ya que en España las noticias de París tenían la distancia que daba el franquismo. Cuando yo oía una noticia importante se las comunicaba. También Guillermo con mucho trabajo logró tener línea y me llamó.
En París Guillermo estaba desesperado por regresar.
En ese viaje Severo Sarduy le presentó a Emir Rodríguez Monegal. También fue con Juan Goytisolo y Jean Genet al diálogo de Jean-Paul Sartre y Daniel Cohn-Bendit, pero no pudieron entrar de tanto público que había. Lo oyeron desde afuera.
A Guillermo le dio mucha pena con Sartre, se oía inseguro con un tono pasado, de otra época ante el chorro vehemente, muy pop, casi bailable de Cohn-Bendit.
Por fin G. pudo salir en un autobús vía Bélgica, no quería ni recordar la angustia de estar en otra revolución.
La gran sorpresa fue que Carlos Fuentes, que esperó que todo se calmara en París publicó después un libro sobre mayo del 68. Él también estuvo ahí.
II
Cuando Guillermo regresó de París donde le entregó el guion y el cheque a Cortázar por la adaptación de “La autopista del sur”, ya John Barry estaba formando todo el equipo con técnicos y hasta había empezado a escribir la música. También había puesto un anuncio en Variety a toda página del cascarón de un automóvil sobre otro bellísimo, dando la impresión de ser exoesqueletos de dos automóviles uno montado sobre el otro, tengo esto y los papeles con este membrete.
Uno del nuevo equipo, de esos que se leen todo buscando temas para el cine, se dio cuenta de que el cuento en que se había basado el guion estaba completamente levantado de un cuento americano del año 1958, y lo mostró. Guillermo no sabía dónde meterse.
Guillermo nunca le dijo a Cortázar el motivo de la suspensión del proyecto.
John Barry que tenía los derechos del guión se apresuró a venderlo, no sé a quién, ya que G. no supo más de John Barry.
Guillermo no recibió ni un pound de ese pago, ya que habían gastado muchísimo formando una compañía para la producción, ni podía exigir pago por algo que él había creado, se sentía hasta culpable.
Yo que lo anoto todo, anoté: “Cuento americano de 1958 sobre un enorme jam”.
Antes de conocerse, Guillermo nunca había leído, ni oído de Cortázar. Calvert Casey le escribió tal vez en 1963 a Bruselas, adonde habíamos llegado el 1 de octubre de 1962, porque lo habían nombrado attaché cultural en Bélgica (en una desbandada al grupo de Lunes de Revolución). Calvert le decía que había conocido a un escritor argentino magnífico que vivía en París llamado Julio Cortázar, con gran interés en la música, sobre todo el jazz, que le había dado una copia del cuento “Ella cantaba boleros” (este cuento lo escribió Guillermo mientras hacía la guardia miliciana en el periódico Revolución, en donde le dieron la noticia de que la cantante Freddy acababa de morir en Puerto Rico; ese día fue el 31 de julio de 1961 y lo escribió en pleno shock, ya que él era un fan total de Freddy; lo tituló “Ella cantaba boleros” jugando con el título de Lady sings the blues de Billie Holiday que había salido en 1956 y era uno de sus discos preferidos). Calvert le dijo que “Ella cantaba boleros” le había gustado mucho a Cortázar por el uso del lenguaje y de la música, que cuando fuera a París tratara de conocerlo.
III
En uno de esos viajes a París para oír jazz conocimos a Cortázar.
A mí me asombró su gran altura y que no tuviera ni sombra de pelos en la barba, cosa que le daba una imagen de muchacho perenne de extraña belleza.
Cuando lo acompañaba Aurora daban un pronto de madre e hijo, ya que siendo mayor que Guillermo parecía un muchacho en sus veinte, pero mirándolo bien tenía algunas arrugas en los ojos, unos ojos muy sorprendentes, algo separados con unas enormes y pobladas pestañas, a mí me recordaba un cuento americano que leí de un niño eterno que adoptaban constantemente y al ver que no pasaban los años por él las familias que lo adoptaban se aterraban.
Guillermo y él hablaban de jazz y de libros pulp fiction, los dos eran trituradores de ese tipo de literatura.
Cuando llegamos a Bruselas empezaba uno de los años más frios que se recordaba, pájaros muertos te caían encima , completamente helados. No sabíamos caminar sobre hielo, casi no salíamos, cosa que Guillermo aprovechó para no parar de escribir lo que luego sería Tres tristes tigres; ese fin de 1962 y todo 1963 se lo pasó escribiendo sin parar y lo envió al Premio Seix Barral donde fue la novela ganadora en 1964.
Pero cayó en manos de un censor franquista. Guillermo siempre tenía, y tiene, problemas con las dictaduras. En Cuba, durante Batista, se lo llevaron preso por escribir un cuento con malas palabras en inglés, le prohibieron publicar con su nombre y para burlar al mal inventó a Caín. Después vino el peor dictador y Guillermo vivió más de la mitad de su vida en el exilio, un hombre que era todo cubanidad.
En la España de Franco le prohibieron publicar la novela premiada. Años más tarde, en un artículo titulado “Mi querido censor”, agradeció aquel acto por permitirle cambiar el libro, sacando todo lo político y haciendo una celebración de la noche habanera que se apagaba. También para burlar la censura le puso otro título: Tres tristes tigres.
El título y todo el material que sacó del libro censurado lo utilizó en Vista del amanecer en el trópico, en donde agregó descripciones de grabados de los libros de texto de la primera enseñanza en Cuba, con los que estudiamos todos los cubanos, y también descripciones de fotos, sin nombres para obligar a los lectores, sobre todo los cubanos, a recordar y a buscar quiénes eran los héroes que se mencionan. Hacia el final del libro hay una conversación telefónica en la que una madre habla sobre su hijo. Ese hijo era amigo de Guillermo cuando eran jóvenes… Trabajó durante muchos días para convertir una llamada confusa en un monólogo.
El fin de la censura en España le permitió incorporar todos los cortes a TTT, pero dejó el final del censor que quitó gran parte del discurso de la loca del parque con un final perfecto: “YA NO SE PUEDE MÁS”.
IV
Guillermo nunca contó el motivo por el que no se hizo The jam, él no hacía esas cosas, pero yo sí, yo anoto casi todo y anoté la fecha: “Cuento americano de 1958 sobre un enorme jam”, y puse la nota en el primer draft del guion. En vida de Guillermo solo teníamos su máquina de escribir, al año de su muerte me compré un Apple portátil, luego compré un compacto para meter y guardar todo lo de Guillermo en disco, también para comunicarme con mis amigos.
Entre mis nuevos amigos tengo uno muy especial que sabe llegar al fondo de las cosas como llegó a un “Manicero” por Duke Ellington que una vez le puso un crítico de jazz en Bélgica a G. diciéndole que de unos acordes que hizo Ellington en esa pieza salió el bossa nova. Guillermo lo buscó toda su vida para oírlo otra vez. Orestes, así se llama mi amigo, lo sacó del fondo de ese verdadero cuento de nunca acabar que es el internet, donde una cosa te lleva a otra. Al recibirlo inmediatamente lo puse a la altura que a Guillermo le gustaba oír el jazz, oyéndolo yo lo oía él. Ahora han limpiado ese disco y es increíble lo bien que suena.
En menos de media hora mi amigo Orestes había localizado el cuento y me envió una copia de dos páginas del cuento ilustrado con un dibujo de dos jams, uno que viene y otro que va, formando dos monstruos donde las vértebras son autos con la palabra jam uniéndolos y arriba dice: Fiction by Henry Slesar.
Con esos datos busqué Slesar en Google y supe que escribía mucho para el programa de Hitchcok en televisión y que era un autor con miles de lectores, sobre todo en Alemania.
También encontré la fecha en que se publicó: Playboy, número 11, noviembre de 1958.
Sin saberlo, Guillermo fue al creador devolviéndole el título original The jam.
Encontré también, buscando a Cortázar, que en la misma fecha en que Guillermo escribía el guion, Godard filmaba Week-end donde no se da crédito ni a Cortázar ni a Slesar, pero al principio en The jam, Slesar dice que es weekend, y uno de los personajes piensa: “Man, what a weekend.”
No sé qué hizo Cortázar, pero ladrón que roba a ladrón… Guillermo ni se enteró, hacía tiempo que no veía a Godard, él, que era un fan de sus primeras películas, además de que también estaba metido en nuevos proyectos, entre ellos Vanishing point (en producción), y viajaba por Estados Unidos buscando locaciones y haciendo los cambios al guion, adaptándolo a esas locaciones.
V
El cuento sobre el guion basado en Aura pertenece a la picaresca.
Carlos Fuentes que necesitaba dinero urgentemente, ya que vivía más allá de sus medios, cosa que le parecía muy cómica a Guillermo… Al ver Carlos la gente que venía a saludar a Guillermo en el Club Dell’Aretusa en King’s Road del que éramos miembros, donde G. lo había invitado varias veces y cómo había colocado el cuento de Cortázar, le pidió que le vendiera un cuento, cosa que hizo.
A Guillermo le había gustado mucho Aura, a Carlos le pareció magnífico.
G. le presentó una sinopsis a un productor que conocía muy bien y que se interesó con el título The horizontal door. Hizo un primer draft cambiándole el título por Birthday. Estaban casi decididos a entrar en producción con la mala pata de que aquí en Londres, en donde se estrenaban muy pocas películas italianas, pusieron La strega in amore de Damiano Damiani, donde aparecían el título Aura y el nombre de Carlos Fuentes bien notables.
Como el guion era bastante alejado de Aura, Guillermo les dijo que era otro libro, que Fuentes siempre escribía sobre temas muy parecidos.
Ya Carlos no estaba en Londres, Guillermo le sugirió que publicara una novela con el título de Birthday, y basada en el guion, lo más rápido posible, cosa que hizo.
Cuando Carlos le envió el libro era la traducción del guion de Guillermo de punta a cabo, solo quitó las indicaciones cinematográficas. A G. le dio un ataque de risa, pero le gustó mucho que fuera el libro de Carlos Fuentes preferido de Juan Goytisolo.
Nota: Poseo todos los guiones de Cumpleaños y el libro que envió.
VI
Guillermo vino a Londres invitado por Joe Massot, al que había conocido en La Habana al principio de la Revolución. Joe era norteamericano hijo de madre cubana, una hermana del juez Medina de La Habana.
Joe era un hustler perfecto, podía sacarle el jugo a lo que se acercara, se lo sacó a Guillermo, pero fue una bendición conocerlo ya que Guillermo era la persona que menos tocaba puertas que he conocido. Joe nos salvó de un exilio tenebroso, él nos facilitó venir a un Londres deslumbrante, el centro del mundo en 1966.
Guillermo acudió otra vez a su nombre protector de Caín, como Caín escribió sin parar:
En 1966 escribió El máximo, original sobre un viejo chiste político acerca de un dictador mezcla de Batista y Castro. Este guion quedó anulado al salir Bananasde Woody Allen en 1971.
El 21 de marzo de 1967 terminó Wonderwall. Basado en una historia del francés Gérard Brach al que G. conoció en ese Londres repleto de creadores.
Creo recordar que G. le cambió el título. Gracias a este guion fue varias veces a la grabación de la música por George Harrison y a una de los Beatles, también a la gran fiesta de Apple en Baker Street.
The hero, 126 páginas.
The jam, 1968. Basada en el cuento “La autopista del sur” de Julio Cortázar. Este fiasco terminó la relación con Joe Massot..
Birthday, 1968. Basado en Aura de Carlos Fuentes.
Vanishing point, 1961- final draft 1969. Basado en un caso que leyó en la prensa el fotógrafo Malcolm Hart, su página tenía el título de Delivery. G. buscando otra palabra en el diccionario encontró por casualidad Vanishing point, ese título y su significado cambió todo el enfoque del filme.
Pensaron en varios directores y todos estaban ocupados. Fox quería sacarla cuanto antes y se la dieron a Richard C. Sarafian que era muy bueno filmando en la carretera.
Sarafian llegó con el guion completamente listo.
Fox apostaba por Barry Newman y Sarafian quería a Bill Cosby con el que había trabajado mucho en televisión. A Guillermo Bill Cosby le gustaba mucho como actor, pero les hizo ver que con él se perdía el nihilismo y el existencialismo del protagonista y se convertía en un caso racista y le quitaba peso al personaje de Cleavon Little, el ciego que guía.
A Guillermo, en 20th Century Fox le dieron las oficinas que usaba Raymond Chandler. También lo invitaron a la filmación del número musical de Mae West en Myra Breckinridge y lo llevaron a saludarla. Esto y Anthony Quinn demostrándole con una gran actuación la escena de una de las tentaciones de san Antonio, cuyo guion él quería que Guillermo hiciera, esos dos momentos fueron lo mejor que vivió en Hollywood.
En 1970 hizo el primer draft de The Salzburg connection para la Fox.
Y llegó la oferta de hacer Under the volcano, terminó el último draft el 1 de mayo 1972.
Durante todo este tiempo, Heberto Padilla en Cuba utilizó el libro de Guillermo premiado por Seix Barral para atacar al libro de Lisandro Otero.
Se formó la revista Libre, que sería una revista libre, y de Cuba enviaron a Carlos Franqui y a García Márquez quienes la convirtieron en una revista castrada por el castrismo con un solo enemigo, Guillermo, cosa que no lo sorprendió ya que Franqui se la había hecho cuando suspendieron Lunes de Revolución, revista dirigida por Guillermo. Franqui, el antiguo amigo, con Libre lo acusó de todo con frases más de salón del oeste americano o de garage del Chicago de los años veinte. Franqui le aconsejaba que si lo veía en la calle pasara para la otra acera. Cortázar que si Guillermo entraba por la puerta, él (Cortázar) saldría por la ventana.
En la promoción y la presentación hablaron más de Guillermo que de la revista.
Pero los dioses les enviaron el “caso Padilla”junto con el primer número.
Guillermo que estaba tan ocupado y tan lejos de todas esas cosas se vio envuelto en toda esa bazofia que él creía que había dejado detrás.
VII
Al meterse tanto en el libro de Malcolm Lowry y cayéndole tantos problemas, ser G. Caín y Guillermo Cabrera Infante le creó unos cambios de personalidad que lo llevaron a un bloqueo mental total.
Si alguien viene a nuestro apartamento verá que en una esquina, fuera del orden alfabético en la librería, hay una botella de mezcal muy vieja y detrás están los libros de Malcolm Lowry. Pensé sacarlos de la casa, pero los amarré con esa botella de mezcal que le regaló el poeta Hugo Gutiérrez Vega, que era diplomático mexicano en Londres, cuando supo que estaba escribiendo un guion sobre el libro, botella que le había regalado a él una diplomática inglesa que conoció muy bien a Lowry en México.
Después de someterse a dieciocho electroshocks gran parte de su memoria se borró, o mejor dicho se escondió, en el caso de Guillermo algo fatal para un escritor como él porque su memoria era la materia de sus libros. Para recobrarla puso un inmenso mapa de La Habana en la mesa del comedor y poco a poco recordó, y recordó cosas que yo había olvidado, como el vestido azul cielo con lunares blancos que yo llevaba el día que nos conocimos.
En medio de esto terminó la dictadura franquista y pasó algo muy parecido a lo que sucedió en Inglaterra con la Restauración en 1660, los españoles pasaron de un no a un sí total al que llamaron Destape, donde crearon muchas revistas. En una de esas nuevas revistas un analista escritor, que le caía muy bien a Guillermo, le pidió un relato sin esa autocensura que se sumaba a la censura del franquismo.
Él pensó en varias cosas, pero yo adoraba su encuentro con una muchacha bellísima que él conoció en el bachillerato; yo la conocí como actriz y me sabía ese encuentro de memoria. Al leerlo cuando lo terminó me di cuenta de que había recobrado su memoria completamente, recordaba todo.
Lo tituló “La muchacha más bella del mundo”, lo escribió al principio del Destape, pero ese cuento fue el impulsor de La Habana para un infante difunto que también escribió para reforzar su memoria.
Mientras trabajaba en el libro hizo muchos artículos que junto con los royalties de Vanishing point –el 6% de lo que gana la compañía inglesa–, completaban nuestra precaria economía, con el lastre de recaídas mentales, ya que el diagnóstico final que le dieron fue que era bipolar, y los bipolares no pueden hacer planes.
La Habana para un infante difunto salió en 1979 con muy buena crítica, pero también como siempre las ponzoñosas malvadas flores con su veneno y mala fe acusaron al libro de haberle plagiado a la película 10, dirección y guion de Blake Edwards. La Habana para un infante difuntoy 10 salieron casi al mismo tiempo.
Nosotros evitábamos en esa época ir al cine por lo caro que salía tomar un taxi y una de las secuelas que sufrió Guillermo fue un rechazo al metro.
Decidimos ver la película cuando pasó a un cine cercano, y no creíamos lo que sucedía en la pantalla: aquello era “La muchacha más bella del mundo”, no en La Habana sino en Hollywood; no le ponía el disco de La mer de Debussy, le ponía el Bolero de Ravel.
Guillermo en su impotencia entró en una crisis.
Yo en mi impotencia logré elevarme a ese estado de furia que puedo coger y les deseé todo el mal del mundo, hasta le deseé a la poca cinematográfica protagonista que perdiera la única gracia que tenía.
El cine está lleno de robos y trampas.
VIII
Guillermo nunca había contado lo de Cumpleaños, solo lo hizo una vez como algo muy cómico para aplacar la ira de Octavio Paz en el restaurante Mr. Chow de Knightsbridge en Londres.
Octavio y Marie-Jo habían viajado a Europa después de una larga temporada sin poder hacerlo debido a que habían limitado mucho las divisas que se podían sacar de México. En esas condiciones tan precarias llegaron a París donde Carlos Fuentes, que se encontraba ahí, los invitó a cenar a un restaurante ruso, el mejor, el más caro. También invitó a otro mexicano amigo de ambos que estaba, como Octavio, escaso de divisas.
Como Carlos Fuentes, que era el anfitrión, pidió caviar y blinis con crema agria y vodka, ellos también lo pidieron, lo mismo pasó con el plato principal para el que Carlos escogió y pidió el vino. Después de los postres Carlos se excusó para ir a la toilette; un rato más tarde se acercó el maître con la enorme cuenta comunicándoles que Carlos se había tenido que retirar pues había empezado a sentirse muy mal.
¡¡¡HORROR!!! Aterrados por la cifra hicieron una ponina con el poco dinero que les dejaron sacar de México, hasta Marie-Jo puso del poco dinero personal que llevaba.
Para calmar y alegrar nuestro posterior almuerzo Guillermo lo tiró a risa y les contó como cosa muy cómica lo de Cumpleaños.
Parece que Octavio a su regreso a México contó su cuento y el cuento de Guillermo, y empezaron a llegarle a G. invitaciones para que fuera testigo en un juicio de plagio contra Carlos Fuentes, y escribiera sobre Cumpleaños, cosa que G. en vida nunca hizo.
Viniendo a cuento: en el restaurante Mr. Chow por poco se nos muere Octavio en la mesa atragantado o asfixiado con unas algas fritas al aspirar una mientras soltaba carcajadas. Las algas fritas eran uno de los platos estrellas de Mr. Chow y Octavio se puso hasta negruzco. Guillermo lo acompañó al toilet donde desesperadamente logró mover la laminada alga tan crujiente que lo ahogaba.
Cuando regresó a la mesa estaba completamente rojo por el esfuerzo de expulsarla.
IX
Ya que estoy contando contaré por qué Guillermo terminó su amistad con Carlos Fuentes.
Cuando G. vio por primera vez a Carlos Fuentes, este entró a una sala de cine de Manuel Barbachano con una máquina de afeitar eléctrica de pilas en una mano, mientras que, con la otra, se daba palmaditas en la cara. G. lo encontró muy cómico y exhibicionista. Lo impresionó más la máquina de afeitar que acababa de salir al mercado que Carlos Fuentes, y se compró una para usarla en la revista Carteles donde muchas veces se pasaba la noche haciendo las crónicas de cine.
Guillermo tenía muy buena relación con el productor Barbachano debido a que –bajo el seudónimo protector de Caín– escribía críticas de cine que eran muy leídas en Cuba y el Caribe. G. Caín trataba siempre de apoyar el cine mexicano y Cuba era el país donde el cine de México hacía más taquilla.
Cuando Carlos Fuentes hizo su aparición, en la misma sala estaban, además de Barbachano, Luis Buñuel. Guillermo quería hacerle una entrevista a Buñuel y esa reunión era una oportunidad para que Buñuel lo conociera.
Buñuel le dio una entrevista magnifica que gustó mucho, y más cuando fue recogida en las Obras completas, publicadas por Galaxia Gutenberg, con todas las criticas, artículos, entrevistas y otros textos sobre cine firmados por Caín. G. había creado a aquel cronista para relajear a los cronistas de la alta sociedad en Cuba. Caín no escribía críticas; les informaba a los lectores de lo que había visto en la pantalla. El volumen se llama El cronista de cine. Un oficio del siglo XX y otros escritos cinematográficos.
En ese impresionante tomo viene la entrevista a Buñuel que gustó mucho en España después de más de medio siglo de su publicación en Cuba, no solo por las respuestas de Buñuel, sino también por contener preguntas que nunca le habían hecho.
Gracias a la publicación de Un oficio del siglo XX, título que asume la definición de Truffaut de lo que es la crítica de cine, y a Tres tristes tigres, España le abrió las puertas a Guillermo. Sobre todo, despertó el interés de los jóvenes que no tenían nada que ver con el franquismo. Muchos acababan de graduarse de la universidad, estaban locos por el cine y ya no miraban a Francia como guía sino al swinging London, a la música inglesa, a la literatura inglesa y al idioma inglés. Por nuestra casa pasaron casi todos los que serían el futuro de la literatura y el cine español. Esa fue la salvación de Guillermo. Él perdió a su lector natural que se apagaba en Cuba, pero ganó nuevos lectores y amigos que han sido con él de una generosidad que siempre agradeció.
Volviendo al motivo de que Guillermo rompiera su relación con Carlos Fuentes…
Habíamos alquilado en Nueva York por un mes el apartamento muy agradable de un amigo que se iba de vacaciones. Ya habíamos visto a Carlos que vivía en Princeton, esa era su dirección, pero daba clases en una pequeña universidad o college a casi más de dos horas de viaje dos o tres veces a la semana. Carlos nos invitó a almorzar, yo decidí no ir por miedo a la cuenta final, ya que Guillermo estaba enfermo y yo tenía que cuidar mucho los gastos.
El almuerzo fue en Central Station, la cita no fue bajo el reloj, fue en el restaurante. Carlos Fuentes se apareció con una pequeña libreta para anotar cosas sobre Roberto Fernández Retamar que lo había atacado, a él y a Pablo Neruda, por participar en el PEN Club, con una carta colectiva con firmas. Hasta pusieron la de Guillermo que ya estaba en Madrid y no pensaba volver jamás mientras existiera esa dictadura, Carlos afirmaba que fue Fernández Retamar el que había organizado ese ataque.
Guillermo tenía muy poco que decir de Fernández Retamar, ya que lo consideraba un personaje turbio, que nunca fue su amigo y lo creía capaz de todo por subir; le dijo que no valía la pena que él bajara a atacar a un personaje así.
Carlos Fuentes por primera vez pagó la cuenta del restaurante.
Guillermo regresó al apartamento asombrado de que pagara y de esa furia por un personaje tan inferior en esa dictadura.
Como Guillermo, al contrario de mí, dormía en la mañana, bajé a la calle para comprar las cosas para el desayuno y el periódico The New York Times.
Desayuné sola como siempre, esperando a que Guillermo se levantara, me puse a leer el periódico; cuando llegué a las páginas de artículos y opinión vi un artículo digno de ese periódico que, desde antes de la toma de Cuba por la familia Castro, ha sido un cómplice y propagandista de esa dictadura y del sufrimiento del pueblo cubano. El artículo era de Carlos Fuentes, que iba más allá de ese periódico en su defensa de la dictadura de los Castro.
Cuando Guillermo se despertó y leyó el artículo solo comentó: “Esto ya no es chistoso, esto es una burla.”
Jamás volvió a hablarle, ni a hablar de Carlos Fuentes, aunque vino a vivir a unas cuadras de nosotros en Londres.
X
Me gusta terminar las cenas con un postre y como Alice B. Toklas, que para Gertrude Stein era “Rosa es una rosa es una rosa es una rosa”, para la gente del swinging London Alice B. Toklas era simplemente una torta…
El poema de la Gertrude hay que leerlo con distintos tonos, si no pierde su poesía.
La de Alice B. Toklas es una tarta tipo americana de chocolate y hashish que venía en ese best-seller que fue su libro de cocina. La Toklas vendió más que todos los libros de la Stein juntos, en casi todas las cocinas del swinging London el libro formaba parte de la decoración.
Nosotros nunca habíamos comido esa tarta, pero aquí se acostumbra compartir los cakes de navidades y ese magnifico actor americano Ben Carruthers era muy buen amigo y su mujer Argos, la mujer más sexi que yo he conocido, una mulata bellísima y encantadora. Era glorioso ver y oír el repartee de Guillermo y Argos, Guillermo florecía. Argos era muy buena cocinera, famosa por su tarta, y nos envió con Ben un cuarto de tarta, que llevamos esa noche de Navidades a la casa de Carlos Fuentes y Rita Macedo, donde nos reunimos con Octavio y Marie-Jo, Mario Vargas Llosa y Patricia. Rita estaba en cama, a donde fui a saludarla. Hasta con fiebre se veía bellísima.
Solo la probamos Octavio, Marie-Jo, Guillermo y yo. La Sachertorte sabe mejor.
XI
Nota
Cuando Mario Vargas Llosa recibió el Premio Rómulo Gallegos, Cuba le envió un emisario que vino inmediatamente a Londres y se citó con Vargas Llosa en un café frente a Harrods. Este “correo” que trabajaba en la embajada de París con cara y alma muy rusa se llamaba Alejo Carpentier.
Él traía el mensaje de que Mario Vargas Llosa hiciera una donación pública del cheque del premio a la Revolución cubana. Le dijo que ellos se lo devolverían íntegro en efectivo y que otros habían hecho lo mismo. Como Mario no es otro se negó rotundamente. En su discurso de premiación alabó a la Revolución castrista, pero como esta gentuza no solo quiere tu lengua, sino también tu alma, inmediatamente la fanática locoide de Haydée Santamaría lo atacó y Mario pasó a estar “fuera del juego”.
Haydée Santamaría se suicidó años más tarde. Esta ilusa de poco cerebro, toda pasión, dejó una carta para Fidel Castro. Con tantos años cometiendo canalladas en su nombre, ni siquiera aprendió que los dictadores no reciben cartas.
XII
Divagación
Me encantan las divagaciones que casi siempre suceden cuando tropiezas con un nombre que te arrastra a saltar a otro tema y Carpentier me arrastra:
En una charla en la Universidad de Cambridge, cuando le preguntaron por Guillermo Cabrera Infante, Carpentier se atrevió a decir: “¿Quién? Ese no es cubano.”
Guillermo –cuyas dos bisabuelas por parte de madre y padre no podían borrar sus rasgos de indias viejas– tenía genes de los aborígenes cubanos.
Los dioses, o unas manos piadosas, nos enviaron un fax una noche en la que habíamos recibido la visita de un amigo periodista del ABC al que Guillermo admiraba como escritor, y quería como persona.
Yo recogí el fax y no pude contener una exclamación de asombro al leer que contenía la partida de nacimiento de Alexis Carpentier Valmont, nacido en Lausana, Suiza. Nuestro amigo preguntó si podía publicarla, Guillermo lo consultó conmigo y yo dije que sí. Cómo iba a rechazar un regalo de los dioses.
El periódico ABC, que siempre comprueba la veracidad, envió el documento a La Habana donde aún vivía Lilia, la esposa de Carpentier. Lo negaron rotundamente diciendo, como siempre, que eran chanchullos de Miami. Ese eterno totí tenía la culpa.
Más tarde supimos que las manos piadosas que nos habían mandado aquel fax eran de una persona que estaba indignada por el servilismo de Carpentier y que se había colmado cuando Alejo dijo que Guillermo no era cubano. Esa persona era muy cercana a la familia Carpentier y había oído una vez a la madre decir en una conversación que “el día que Alexis nació nevaba tanto”. ¿Nevar en Cuba? Trabajando en Suiza, la persona en cuestión –con la fecha de nacimiento en la mano y sabiendo que la familia había vivido en Lucerna, Suiza– fue de cantón en cantón hasta que dio con el documento, que resultó verdadero: Alexis Carpentier Valmont, de padre francés y madre rusa, nacido en Lausana. Como en Suiza no se pueden destruir o hacer desaparecer los documentos, la biografía y la geografía de Carpentier cambió. No había nacido en la calle Maloja, de La Habana, no. Él ni siquiera tenía una gota de sangre cubana. ~
es la viuda de Guillermo Cabrera Infante y se ha
encargado de la edición póstuma de su obra.