Exiliada del pasado

De un tiempo a esta parte, editores, críticos e investigadores han emprendido una ardua tarea de recuperación de la literatura escrita por mujeres. Reivindicaciones hay muchas, y algunas muy justas, pero, hay que decirlo, no siempre de la misma calidad literaria que la que se revela en esta edición de Tiempo de llorar de María Luisa Elío. Los tiempos que corren han sido testigos de la reaparición de escritoras en lengua española muy leídas en su momento y después injustamente olvidadas (ejemplos sobran; si nos pusiéramos a contar podríamos remontarnos hasta María de Zayas). También están las que vivieron a la sombra de sus maridos, como Zenobia Camprubí, Elena Garro o María Teresa León, esposas de Juan Ramón Jiménez, Octavio Paz y Rafael Alberti, respectivamente. Y, por último, están las que apenas publicaron en vida y ahora comienzan a ser alcanzadas por la fama póstuma. Diversos proyectos editoriales, como la colección Vindictas de la UNAM (que publicó también una antología del mismo nombre junto a Páginas de Espuma), se han centrado en dar voz a las mujeres de otras épocas primando su valor literario; otros han decidido sumarse a la ola del feminismo sin apenas criterio editorial, estético, relegando a las autoras a esa zona gris de la literatura donde no hay pena ni gloria. De entre todos ellos, la labor iniciada por la editorial Renacimiento merece una mención especial: Luisa Carnés, Concha Méndez, Cecilia G. de Guilarte, Manuela Ballester y María Martínez Sierra son algunos de los nombres que acompañan a Elío en la colección Biblioteca del Exilio, que reúne, entre otras, las obras de mujeres exiliadas durante la Guerra Civil española. Quizás el lector asocie a María Luisa Elío con Octavio Paz o Gabriel García Márquez, quien le dedicó a ella y a su marido, José Miguel García Ascot, también exiliado en México, su novela Cien años de soledad. O tal vez la haya descubierto recientemente a través de la mentada antología Vindictas, donde figura junto a otras mujeres latinoamericanas merecedoras de atención, como Armonía Somers o María Luisa Puga. Lo cierto es que Tiempo de llorar nos trae de vuelta una voz singular, nítida, de una belleza y complejidad sorprendentes, que recuerda los ecos de otras voces de exiliadas, pero que aporta una visión particularmente amarga de la guerra: la de una niña de siete años. Declara Soledad Fox Maura en el prólogo a esta edición: “Todos somos unos exiliados de la infancia, del pasado. Pero no todos somos creadores, ni nos dedicamos a escribir obras como Tiempo de llorar, centradas en el tema de la imposibilidad de recuperar el pasado.” La afirmación es atinada, pero parcial: más que la imposibilidad de recuperar el pasado, el cráter del libro reside en la dificultad para conciliar el pasado con el presente. Porque en la literatura de Elío ambos se superponen, se viven a la vez, se padecen a la vez, en un esfuerzo por habitar el recuerdo y aferrarse al presente, a lo verdadero, a esa realidad tangible que es su hijo Diego. Tiempo de llorar y las … Sigue leyendo Exiliada del pasado