El secreto de la filosofía no se ve precisamente porque es muy evidente. Aspira a saber: a alcanzar algo que sabe que no posee. Requiere una combinación agotadora y fascinante de humildad y curiosidad, de realismo e invención. Los tiempos cambian, pero los enemigos de la filosofía son los mismos de siempre: la sofística con sus distintos camuflajes, la intolerancia disimulada en la excusa de las buenas intenciones, la aceptación acrítica de las ideas recibidas.