Es la noche del domingo 19 de diciembre de 2021 y la Alameda, la avenida principal de Santiago, aquella a la que simbólicamente aludiera Salvador Allende en su último discurso al decir que “más temprano que tarde abrirán las grandes alamedas por donde pase el hombre libre para construir una sociedad mejor”, es el escenario escogido por el presidente más joven y el más votado de la historia de Chile; el que hace unas horas ganó a su contrincante, el pinochetista José Antonio Kast, por casi 12 puntos en las elecciones más masivas desde que el voto voluntario fue instaurado en el país; el que ahora habla a la multitud reunida en esa alameda, frente al centenario edificio de la Biblioteca Nacional; el que ha subido al escenario en andas, directo desde el público y no desde alguna entrada exclusiva; el que ahora mira ondear las banderas de Chile, de las diversidades sexuales, del pueblo mapuche o del feminismo que aboga por la despenalización del aborto; el hombre que a los nueve años se candidateó para presidente de curso en su colegio y envió una carta a los compañeritos en la que pedía: “Si votan por mí solo porque soy su amigo y les da lo mismo quien salga presidente, no voten por mí”; el joven que integró la generación estudiantil, junto a dirigentes como Giorgio Jackson, Camila Vallejo o Karol Cariola, que protagonizó las masivas manifestaciones de 2011; el diputado que impulsó la rebaja de sueldos de los parlamentarios apenas asumió el cargo; el que durante la revuelta social de 2019 se sentó a negociar con representantes de la mayor parte de las coaliciones políticas y firmó una salida institucional a la crisis, a pesar de lo impopular del gesto; el que estuvo convencido de que esa era la única salida para encaminar el proceso que dejaría atrás la constitución política de Pinochet; el que en su calidad de precandidato presidencial, en un debate televisivo, emplazó al actual presidente de la República por las masivas violaciones a los derechos humanos en su gobierno, las que en su mayoría continúan impunes, y le dijo “señor Piñera, está avisado”; el que instaló la palabra “seguimos” como rúbrica de su campaña; el que trepó a un ciprés magallánico y volvió el árbol un ícono, en diálogo con sus posturas medioambientales; él, Gabriel Boric Font, es quien toma el micrófono esta noche y deja que su voz se expanda: “Po nui, suma aruma, pün may”, dice. Está diciendo “buenas noches” a la muchedumbre en las lenguas rapanui, aymara y mapudungun. “Gracias a ustedes, a todas las personas, a todos los pueblos que habitan el lugar que llamamos Chile”.
Las palabras reafirman aquel “seguimos”. ¿Con qué seguimos? Seguimos con un país más justo e inclusivo. Con un programa que garantiza que no habrá pie atrás en los avances conseguidos por mujeres y disidencias sexuales a lo largo de la historia, asuntos que se vieron cuestionados por la candidatura de José Antonio Kast. El “seguimos” también apunta a atender las demandas de 2019: un estado que garantice derechos sociales, incluidos la educación, la salud, las pensiones, la vivienda, la seguridad, la cultura, el acceso al agua y un medioambiente limpio. O la conciencia de que la crisis climática es producida por los seres humanos y que no hay futuro con este modelo extractivista. O el objetivo puesto en un crecimiento económico que se asiente en una distribución justa de la riqueza. Boric fija la vista en la marea que lo escucha, se sale del libreto y cita a Nicanor Parra: “Hay dos panes. Usted se come dos. Yo ninguno. Consumo promedio: un pan por persona”. Que ese viejo artefacto de Parra deje de ser realidad, dice.
Pero el “seguimos” del comienzo del discurso de esta noche debería ser leído con especial énfasis en la garantía y la defensa del proceso constituyente que vivimos hoy, y que será plebiscitado el próximo año. “Por primera vez en nuestra historia estamos escribiendo una Constitución de forma democrática, paritaria, con participación de los pueblos originarios”, dice el presidente electo. Y se escuchan aplausos y ondean las banderas y hay un silencio arriba del escenario. Porque quienes están acá saben que la posibilidad de cambiar la Carta Fundamental estuvo en peligro con el otro candidato. Y que seguir viviendo con la constitución que dejó escrita Pinochet es un lastre para nuestra democracia. Gabriel Boric termina la frase: “Cuidemos entre todos este proceso para tener una Carta Magna que sea de encuentro y no de división”.
El “seguimos” también podría referirse entonces a actuar con decisión y firmeza, pero con cautela. Porque el 44% de la candidatura de Kast y un Congreso con alta representación de parlamentarios ultraconservadores no harán fáciles los cambios. El presidente y su equipo deberán ser hábiles y probos, escuchar mucho, estar alertas, volver más participativa esta democracia para no repetir las fórmulas de la transición política a la democracia iniciada en 1990 que, con la consigna de la “medida de lo posible” en materia de derechos humanos y en la continuidad del modelo económico de la dictadura, generó una enorme frustración.
Boric quizás lo advierte ahora mismo, cuando levanta la cabeza y afina el oído para escuchar los gritos de la multitud e interactuar con ellos. “Sí”, dice frente a la demanda por el fin del actual modelo de pensiones. “Vamos a defender un sistema público, autónomo, sin fines de lucro”. Vítores, aplausos. Ahora la gente corea: “¡Justicia, verdad, no a la impunidad!”. Y él se suma al coro, lo alienta, se lleva una mano al pecho y agrega: “Nunca más impunidad en nuestro Chile”. Y en directa alusión a Sebastián Piñera: “Nunca, por ningún motivo podemos volver a tener un presidente que le declare la guerra a su propio pueblo”. Parece querer decirnos a todas, a todos, que ahorita mismo estamos abriendo esas grandes alamedas por donde pase el pueblo libre para construir una sociedad más justa. Acaso lo piensa cuando cita otro discurso de Allende, aunque no mencione su nombre. “Los invito, como se invitara hace muchos años ya, a que se vayan a sus casas con la alegría sana de la limpia victoria alcanzada”.
(Santiago de Chile, 1970) es escritora. Ha publicado, entre otros libros, Animales domésticos (Mondadori, 2011) y Había una vez un pájaro (Cuneta, 2013)