Cuando tenía unos 8 años, mi abuela me llevó a una tienda de telas para que eligiera un patrón para un vestido que pudiéramos coser juntas. Al unir el papel marrón del patrón, recortar la tela, aprender a sostener con alfileres y hacer dobladillos, me sentía como si estuviera resolviendo un rompecabezas para vestir.
Lo que no sabía entonces era que también me estaba preparando para mi doctorado en biofísica celular, es decir, el estudio de cómo se mueven y crecen las células y las estructuras que contienen. Las células se forman e interactúan con la plantilla blanda y elástica de nuestros tejidos, en los que siempre están compitiendo por el espacio. Cuando una célula se contrae y se hace más pequeña, sus vecinas se ven arrastradas y se expanden para ocupar el espacio.
La vida, resulta, es otro rompecabezas espacial que hay que resolver.
Mi investigación se centra en comprender cómo los cromosomas, nuestro ADN enrollado y empaquetado, se estiran y pliegan en la célula, y lo que esos cambios nos dicen acerca de las fuerzas que actúan sobre ellos. A primera vista, no tiene nada que ver con las manualidades que hago para relajarme: tejer bufandas y gorros, coser bolsas y conjuntos de pijama. Pero las investigaciones demuestran que la experiencia en el arte textil –como coser, tejer, hacer ganchillo e incluso teñir telas– puede ayudar a construir la intuición espacial que he necesitado para mi investigación.
El estudio de cómo percibimos los objetos en el mundo físico e inferimos detalles sobre su relación con otros objetos en el espacio se denomina cognición espacial o razonamiento espacial. La más estudiada de estas habilidades son las rotaciones mentales rígidas, que consisten en identificar un único objeto rotado en el espacio. Las rotaciones mentales son muy útiles para arquitectos, ingenieros y plomeros, que necesitan saber cómo encajan unas piezas con otras o cómo pueden doblar una esquina cerrada. También son valiosas para los químicos, que a menudo tienen que visualizar moléculas desde distintos ángulos para comprender su estructura.
Ser bueno en el razonamiento espacial rígido no se traduce necesariamente en éxito en otras tareas espaciales, muchas de las cuales están menos estudiadas. Las habilidades de razonamiento espacial no rígido, que consisten en doblar y plegar mentalmente, nos piden que imaginemos cómo quedaría un objeto después de ser deformado. Esto es importante para comprender la dinámica de fluidos –cómo se mueven los líquidos y los gases en el espacio– que los científicos atmosféricos y oceanógrafos utilizan para estudiar cómo fluyen el viento o el agua. Los biofísicos celulares como aquellos con los que trabajo miden los efectos de flujos similares. Se preguntan cómo se mueve el fluido a través de las células para crear corrientes; cómo se doblan, pliegan y encajan las proteínas para crear una máquina celular funcional o, en mi caso, cómo el estiramiento y plegamiento de los cromosomas indica a la célula si está correctamente unida a la maquinaria de división celular, lo que garantiza que las futuras generaciones de células heredarán todo el ADN correcto.
En mi mesa de costura utilizo algunos de los mismos principios de ciencia e ingeniería para visualizar de qué manera encajan las muestras de tela para formar una prenda tridimensional. A diferencia de embonar paneles planos para construir una caja, para coser una prenda hay que entender cómo se adapta la tela al cuerpo, cómo la forma de un bolsillo cambia la manera en que soporta el peso y cómo doblar la tela antes de coserla puede afectar al ajuste final. Los investigadores han observado que los estudiantes que obtienen mejores resultados en los cursos de diseño de prendas de vestir también tienden a puntuar más alto en algunas pruebas generales de visualización espacial.
Tejer también es un proceso mecánico extraordinario. Tomar un hilo unidimensional que tiene poca elasticidad por sí mismo y enrollarlo en una serie de nudos que pueden crear una superficie elástica o incluso un tubo tridimensional es una proeza de la ingeniería. Y la elasticidad del producto final puede cambiar según el patrón de puntadas que se utilice. Debido a su flexibilidad y a la versatilidad de los patrones, el punto es perfecto para elaborar manualmente conceptos matemáticos abstractos, como las botellas de Klein y otros colectores, y ayuda a los estudiantes a razonar problemas difíciles de geometría y cálculo.
La doctora Daina Taimina, matemática y artesana, recurrió a otra manualidad basada en el hilo, el ganchillo, para crear el primer modelo físico de un plano hiperbólico. Inspirado en este avance, Crochet Coral Reef es un proyecto artístico comunitario que reflexiona sobre el cambio climático y rinde homenaje al trabajo femenino y a las matemáticas aplicadas. Al desarrollar patrones que se inspiran en el plano hiperbólico original de Taimina, las crocheteras crean colectivamente un rico ecosistema marino y exploran el espacio geométrico no euclidiano en el proceso. Múltiples estudios han demostrado cómo la incorporación de programas de ganchillo mejoraba el aprendizaje STEM y los logros en matemáticas de los estudiantes.
La práctica continua del arte textil previene el declive del razonamiento espacial relacionado con la edad. Al tejer gorros, hacer amigurumi de ganchillo y coser chaquetas, los artistas adquieren una comprensión del mundo que les rodea y consiguen conservarla. Tal vez esta comprensión del mundo físico se entrevera en tejidos de todo tipo. Hay quien piensa que las arañas, maestras tejedoras, tienen una “cognición ampliada” por el modo en que sus telas les ayudan a comprender el mundo. Se sabe que refuerzan las zonas especialmente ricas en presas, amplían las secciones que no han sido tan fructíferas y adaptan la forma de su telaraña a su lugar de construcción, almacenando, esencialmente, la experiencia de su vida en las telarañas que tejen.
Los humanos también hemos almacenado durante mucho tiempo la memoria en nuestras creaciones textiles. Los incas y otras culturas andinas antiguas utilizaban quipus, cuerdas de fibra atadas con un detallado sistema de nudos, para registrar fechas, información censal e incluso textos orales. Las mujeres del mundo antiguo tejían cuentos clásicos griegos y romanos en tapices, y su creación era una forma colectiva y social de contar historias. Hace unos años, una amiga y yo nos inspiramos en los edredones de cuentos de Faith Ringgold para colaborar en uno propio. Estos tejidos actúan como una representación física del conocimiento abstracto, tanto por la habilidad que requiere su elaboración como por las historias culturales que registran.
¿Por qué nos empeñamos en levantar muros o imaginar abismos entre el arte y la ciencia, en lugar de entrelazarlas? El edadismo y el sexismo son difíciles de ignorar. No verás las artes textiles como una fuente rica para desarrollar habilidades de razonamiento espacial si estás convencido de que la artesanía es principalmente una actividad para mujeres mayores. Sobre todo, teniendo en cuenta la percepción común de que los hombres destacan tanto en razonamiento espacial como en matemáticas, mientras que las mujeres no son hábiles por naturaleza. Los datos sugieren que los hombres superan a las mujeres en algunas tareas de razonamiento espacial rígido, pero esa idea no se sostiene para muchas tareas no rígidas. Tal vez un primer paso hacia la igualdad en STEM sea dejar de ver el razonamiento espacial como un don innato concedido a unos pocos elegidos, y mejor verlo como una habilidad que todos podemos aprender.
La artesanía ha sido una parte fundamental del progreso de mi investigación. Aun cuando me cansaba del laboratorio y me retiraba en mis pasatiempos, mi cerebro estaba trabajando duro para construir la intuición que me permitiera analizar e interpretar con confianza las películas que grababa de células vivas dividiéndose en dos. La artesanía conecta las ideas abstractas y retorcidas de mi cabeza con una realidad concreta que puedo sostener, y desenreda algunas de las ideas más complicadas en el proceso. ~
Este artículo se publicó originalmente en Zócalo Public Square, una plataforma de ASU Media Enterprise que conecta a las personas con las ideas y entre sí.
Forma parte de Cruce de ideas: Encuentros a través de la traducción, una colaboración entre Letras Libres y ASU Media Enterprise.