Foto: Daniela Tarazona

Toto, el adiĆ³s de un familiar

SegĆŗn la informaciĆ³n oficial, Toto fue encontrado muerto el 8 de diciembre por la maƱana, en su jaula del zoolĆ³gico de Chapultepec. Estaba cerca de cumplir 30 aƱos.
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Pero cuando vio la masa, compacta, oscura y robusta del rinoceronte, que se movĆ­a en cĆ”mara lenta, tuvo tanto miedo que se meĆ³ encima.

El rinoceronte le parecĆ­a un error de Dios, que Ɖl me perdone, por favor Āæeh?

Clarice Lispector. La hora de la estrella.

En abril de este aƱo, el Congreso de la Ciudad de MĆ©xico solicitĆ³ a la SecretarĆ­a del Medio Ambiente local un informe sobre el estado de salud de Toto, el orangutĆ”n que hasta hace unos dĆ­as vivĆ­a en el zoolĆ³gico de Chapultepec. AƱos atrĆ”s el Proyecto Gran Simio MĆ©xico habĆ­a pedido que fuera trasladado a su hĆ”bitat o a un santuario. ĀæHabrĆ­a tenido sentido entonces?

Se prevee la extinciĆ³n de un alto porcentaje de primates en las prĆ³ximas dĆ©cadas; lo lamentable es que hayamos tenido que recurrir a las jaulas y las fertilizaciones para prolongar el mayor tiempo posible la vida silvestre. Pero como el camino es tan largo y pedregoso, tan industrial, voraz y difĆ­cil de desandar, las jaulas son lo que nos queda para las especies en peligro. Encerramos a los animales para evitar que nuestra propia estirpe termine con ellos.

AdemĆ”s, Toto era un animal hĆ­brido y sus padres no podrĆ­an haberse reproducido de no haber sido por la intervenciĆ³n humana. Desde el mundo de los espĆ­ritus, mucho antes de ser concebido, esa materia misteriosa que dio la vida a Toto estaba definida por el cautiverio de sus padres. Es tarde para decir que la desgracia de su existencia fue causada por los humanos.

ConocĆ­ a Toto hace tres aƱos, en 2018. En aquella Ć©poca, su jaula era mĆ”s pequeƱa que en tiempos recientes. Era famoso en el zoolĆ³gico y las personas iban sin fijarse en los otros animales hasta encontrarse con Ć©l. Entonces, publiquĆ© una serie de cuatro crĆ³nicas bajo el tĆ­tulo ā€œSemanario simiescoā€. Una de las crĆ³nicas incluyĆ³ fragmentos de la entrevista que le hice a Marielena Hoyo, quien fuera directora del zoolĆ³gico de Chapultepec por mĆ”s de 15 aƱos y se encargĆ³ de la crianza de Toto y su hermano Jambi en los primeros siete aƱos de su vida.

Ahora la he vuelto a buscar para preguntarle, entre otras cosas, quĆ© le representĆ³ la muerte de Toto: ā€œLa estuve esperando desde 2015, desde que muriĆ³ Jambi. Todos los dĆ­as estaba esperando que llegara esa llamada, tras ver cĆ³mo sobrevivĆ­an dentro del zoolĆ³gico. Yo supongo que ellos no miraban lo que tenĆ­an como recinto. Si lo hubieran hecho no me hubieran dejado pasar al tener unas condiciones tan miserables.ā€

Los primeros aƱos de la vida de Toto podrĆ­an convertirse en pelĆ­cula. Cuando entrevistĆ© a Marielena Hoyo en 2018, supe que la madre de Toto y Jambi no lactaba y habĆ­a que encontrar la manera de sacarlos adelante. Marielena fue su madre no biolĆ³gica: ella se encargĆ³ de alimentarlos con biberones y calostro de mujeres donado por el Hospital de la Mujer, con la autorizaciĆ³n de ellas. Toto iba y venĆ­a al zoolĆ³gico en coche con ella, dormĆ­a en su casa, pasaba el dĆ­a en la jaula ante las visitas y de cuando en cuando se daba la vuelta por las oficinas.

Su desarrollo en esos primeros siete aƱos fue modificĆ”ndose con la compaƱƭa de los humanos, hasta presentar lo que los biĆ³logos denominan ā€œimprontaciĆ³nā€, es decir, muchos de sus comportamientos tenĆ­an caracterĆ­sticas humanas. Su vida fue determinada por partida doble: era motivo de atracciĆ³n pĆŗblica y, ademĆ”s, viajaba en automĆ³vil hacia su domicilio. ĀæHabrĆ­a sido mejor llevarlo a un santuario?

SegĆŗn la informaciĆ³n oficial, Toto fue encontrado muerto el 8 de diciembre por la maƱana en su jaula del zoolĆ³gico. HabĆ­a dejado de comer un par de dĆ­as antes, con sĆ­ntomas de algĆŗn padecimiento grastrointestinal. Estaba cerca de cumplir 30 aƱos, cuando la vida media de estos animales es de 35 a 45 aƱos.

En la primavera de 2018 hice seis visitas al zoolĆ³gico para detenerme frente a la jaula que resguardaba a Toto como animal de circo. Me detenĆ­a a observar sus acciones allĆ­ dentro y anotaba y fotografiaba sus movimientos. Sin embargo, la historia de Toto era especialĆ­sima. Es probable que, si indagamos en las vidas de otros animales en cautiverio encontremos, tambiĆ©n, que su destino ha sido determinado por el hombre desde generaciones anteriores a su nacimiento. La vida de Toto fue interferida desde antes de nacer y sus primeros aƱos de vida fueron la procuraciĆ³n de su salvaciĆ³n. La culpa es nuestra.

Marielena recuerda cuando la separaron de Toto: ā€œLes falta un segundo para ser humanos. Creo que tienen el nivel de criaturas de determinada edad. La vez que me separaron de Toto, que fue de manera forzada, rompiĆ³ todos sus juguetes. Todo lo destruyĆ³. No querĆ­a soltarme, me arrebatĆ³, me jaloneĆ³. Ɖl sabĆ­a y sentĆ­a que era la Ćŗltima vez que estaba conmigo. Ellos me veĆ­an como madre y yo a fuerza tenĆ­a que verlos como mis hijos. No los tratĆ© como los animales que son.ā€

En aquella Ćŗltima visita que le hice a Toto, hubo un instante que considero eterno porque nunca lo olvidarĆ©: Toto solĆ­a acercarse al cristal para mirar a los visitantes. Lo hizo y se colocĆ³ frente a mĆ­ ā€”no alcanzo a definir lo imponente de su existencia, fallo como escritora aquĆ­. Entonces, se quedĆ³ quieto y me mirĆ³ directamente a los ojos. En ellos vi el nacimiento del universo, las estrellas rojas y azules, el mar, las islas, la soledad, la muerte, la ruina humana. Yo creo que me enamorĆ© de Ć©l. Me enamorĆ© de la vida otra vez y me desencantĆ© por completo al mismo tiempo, en aquel instante eterno.

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(Ciudad de MƩxico, 1975) es autora, entre otros, de El animal sobre la piedra (Almadƭa, 2000) y El beso de la liebre (Alfaguara, 2012). En 2022 obtuvo el Premio de Literatura Sor Juana InƩs de la Cruz por su novela mƔs reciente, Isla partida (Almadƭa, 2021).


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