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Tener la sangre sucia en Chile

Debido a una norma sanitaria que impide que personas provenientes de diversos países donen sangre, esta se ha vuelto otra razón para discriminar a los migrantes en Chile.
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Según la norma sanitaria chilena vigente desde 2021, las personas que nacieron en países donde la malaria sea endémica no pueden donar sangre. Esto apunta directamente a inmigrantes venezolanos y dominicanos; cerca de un millón de personas que deberán acudir a chilenos cada vez que necesiten donantes. Este no es un asunto sencillo en un país donde, según una medición reciente, el 91% de los nacionales atribuye a la llegada de migrantes el aumento de la delincuencia en el país y un 78% dice estar en conflicto con la oleada de extranjeros llegados en los últimos años.

Patrice, una inmigrante venezolana cuyo nombre real ha sido cambiado para este texto por motivos de seguridad, levantó la primera alerta a mediados de este año en la red social X, al no poder donar sangre luego de siete años viviendo en Chile. Aunque entiende las razones detrás de la regulación de estas donaciones y las consecuencias mortales de la malaria, en su encuentro con el sistema de salud y, luego, con las reacciones que su publicación desató en las redes sociales, Patrice pudo constatar que la sangre, en su manifestación material y tangible, es una razón para discriminar.

–Banco de Sangre del Hospital de Urgencias y Asistencia Pública, ex Posta central– responde una funcionaria.
–Hola, me gustaría agendar una hora para una donación. –dice Patrice.
–¿Lugar de origen? –le pregunta en cuanto escucha su voz.
–Venezuela.
–Usted no puede donar.
–¿Cómo que no puedo donar?
–Por medida del Ministerio de Salud, las personas que vienen de países con malaria endémica no pueden
donar.
–Entonces, ¿qué pasa con la sangre que necesita mi familiar?
–Puedes decirle a un chileno que done,
–Yo no conozco chilenos para pedirles algo así.
–Pueden ser de otras nacionalidades –y enumera una serie de países y ciudades que Patrice no retiene, todo le parece extraño.
–Pero yo he donado antes –insiste.

Lo hizo hace menos de seis meses en ese mismo banco de sangre, y su marido, José, también venezolano, donó en otro hospital público de Santiago. Ninguno había tenido problemas al respecto desde que llegaron juntos a Chile en 2017. Hoy, ya con una hija chilena de tres años, son una familia joven dentro de los 700 mil migrantes venezolanos (según datos del gobierno) que viven actualmente en el país.

–Sí, pero no se puede– sentencia la funcionaria del hospital al otro lado del teléfono.

Patrice sabía que su primo, Víctor (su nombre también fue cambiado para esta historia) de todas formas recibiría la transfusión, pues la donación es para reponer al banco de sangre, pero la sensación agria de tener que estar justificando cada paso como migrante la llevó a escribir sus descargos en la red social X. Relató en un hilo lo ocurrido y etiquetó al presidente Gabriel Boric y a la ministra de Salud Ximena Aguilera. En poco tiempo su publicación se viralizó y ahí comenzó una tensa historia de intercambios en redes sociales y notas en la prensa tradicional.

Todo mientras Víctor seguía internado, esperando un diagnóstico. Semanas atrás, había empezado a vomitar como alguien que se enferma por comer algo en mal estado. Llegó primero al Hospital Félix Bulnes, donde le dieron medicina para los vómitos, pero en esa atención se dieron cuenta de que estaba bloqueado en el Fondo Nacional de Salud (Fonasa). Hacía un año que no pagaba su previsión social porque había quedado desempleado cuando la empresa en la que trabajaba cerró. Como chofer de la aplicación Uber ya no contaba con prestaciones sociales, había dejado de pertenecer al 16% de personas migrantes con acceso a la previsión de salud, según declaró el Colegio Médico en 2022.

En ese entonces Víctor volvió a su casa, pero los síntomas no cesaron, la deshidratación aumentó y un familiar que vivía con él lo llevó a urgencias de la Posta, porque sabía que ahí lo iban a atender independientemente de su situación migratoria o laboral.

Una vez hospitalizado, se supo que los vómitos eran causados por un problema renal. Para mantenerse fuera de peligro debía permanecer en observación y recibir constantes transfusiones de sangre. La buena noticia era que su enfermedad estaba catalogada entre aquellas para las que existe prioridad en la atención. Con su reinscripción en el Fonasa en trámite, no tendría que pagar nada. El problema, de momento, sería conseguir ocho donantes aptos para reponer la sangre que se utilizaría. Patrice se sintió con las manos atadas a pesar de estar a un par de cuadras de él.

***

La Clínica Alemana de Santiago, entidad privada que también cuenta con banco de sangre, especifica que la norma para la donación que instruye el Ministerio de Salud (Minsal) se debe a la prevención de enfermedades transmisibles que no cuentan con exámenes para ser detectadas en Chile. Entre ellas están el ébola, el dengue, el chikungunya, el virus zika, el virus del Nilo Occidental y la malaria. Estas enfermedades impiden donar sangre por periodos que van de los seis meses a un año luego de la entrada a Chile. La particularidad de la malaria radica en que puede no presentar síntomas en mucho tiempo a pesar de estar en la sangre de la persona. Produce fiebre, dolor de cabeza y en sus estados más graves, problemas hepáticos. Está activa en varios países de Latinoamérica y Venezuela es uno de los lugares donde más casos se presentan cada año.

Los criterios de exclusión respecto a la donación de sangre no parecieran estar siempre disponible ni ser uniforme entre instituciones.

El hospital de La Florida, ubicado en una de las comunas más populosas de Santiago, señala expresamente en su página web que “mientras no se estudie la malaria en el perfil de los donantes de sangre”, los ciudadanos venezolanos, ecuatorianos, haitianos, guatemaltecos, bolivianos y mexicanos, “entre otros”, no podrán donar. La norma respecto a las nacionalidades que pueden o no donar sangre no es congruente entre las instituciones, con la excepción de dominicanos y venezolanos. Dentro de los mitos asociados a la donación, la Cruz Roja solo despeja incógnitas sobre tener uno o varios tatuajes, ser mujer, menstruar o poseer alguna enfermedad crónica no transmisible se puede donar, con intervalos de tiempo prudenciales

El Centro Metropolitano de Sangre es el único que detalla los peligros de una transfusión con malaria y que se puede ser transmisor de ésta de manera asintomática por años. Por lo mismo esperan que pronto exista el test en Chile, al igual que para la hepatitis B y C, chagas, VIH y sífilis, entre otros ya existentes en el país. El llamado que hacen a informarse no apunta nacionalidades.

***

A fines de agosto, a pocos días del post de Patrice y el revuelo en la prensa, una pequeña manifestación ocurrió en la entrada de la Posta. Un grupo de venezolanos y dominicanos, que no pasaba de 15 personas, protestó en contra de la restricción que les impide donar sangre y denunciaron que son discriminados. La policía disolvió la protesta rápidamente.

Nadie del personal pareció notar el barullo; todos me responden que estaban trabajando y que no se enteraron de lo ocurrido.

Para completar el cuestionario antes de donar sangre, dos funcionarios me preguntan si he viajado fuera de Chile el último año. Debo detallar el país y tiempo de mi visita. También me preguntan por la enfermedad de Chagas, que es endémica del norte del país. “Nunca he tenido, ni tampoco alguien de mi familia, pero nací y me crié en la región en donde vive la vinchuca, que es el insecto que la transmite”, respondo. Según una medición de la Universidad de Chile, hay más de 150 mil infectados que no lo saben, yo podría ser uno. Sin embargo, basta mi palabra como chilena para que mi relato sea considerado suficiente.

Vuelvo a la sala de espera con un botellín de agua que debo beber hasta la mitad. “Estoy lista para que me hagan pasar a la sala de donación”, le escribo por mensaje a Patrice, quién amablemente me invita a tomar un café en su casa luego que termine. Hasta ese día no nos conocíamos. Yo la había contactado la noche anterior, tras leer su publicación, para ofrecerme como donante.

Mientras chateo con ella, parte del personal de salud se agrupa en una de las oficinas que dan a la sala

–No hay que decir que no pueden donar porque son venezolanos.
–Es porque es una medida –interviene otra voz
–Es que con lo de Maduro, andan sensibles y creen que todo es en contra de ellos –dice una de las funcionarias y algunos se ríen tensos.

Cuando me hacen pasar para extraerme la sangre, le pregunto al técnico en enfermería que me atiende:

–¿Por qué algunas de las personas que vienen de países con malaria no pueden donar sangre? ¿No existe la donación de sangre en esos países?
–Como en Chile no hay malaria, no existen exámenes a la sangre específicos para descartarla. Hay uno que está analizando el Instituto de Salud Pública, que es el organismo encargado de validarlo para poder aplicarlo.
–¿Entonces se va a implementar pronto?
–Se podría realizar a personas que vengan de países donde es endémica, pero para eso se requiere dinero y de momento no hay presupuesto para ello, –me responde.

Terminado el procedimiento, vuelvo a la salita de espera. Entonces aparece un nuevo grupo de personas; una de ellas trae puesta una bata blanca con un bordado que lo identifica como el subdirector del hospital, Jorge Ibáñez. Decido quedarme como testigo.

–Es importante decir que no es algo en contra de los venezolanos –comienza la perorata de alguien que le da instrucciones, mientras otra persona hace ajustes en una cámara

–Sí, es la medida ministerial –responde el subdirector –; yo mismo no podría donar, viví siete años en un país donde es endémica la malaria, dice y entra a grabar el comunicado a la sala donde acababan de extraerme 800 mililitros de sangre oscura.

***

En el video que grabó el subdirector para un canal de televisión a raíz de la polémica, Ibañez repitió que no se trataban de discriminar nacionalidades en particular, sino de riesgos de trasmisión; precisó que incluso los chilenos no podíamos donar sangre en Reino Unido, por tener el chagas como enfermedad endémica.

El banco de sangre My Blood Co en UK –fundado por la hematóloga chilena Marcela Contreras Arriagada– lo que realmente dice es que si se ha estado en la Isla de Pascua o zonas rurales de Chile, se debe esperar entre cuatro semanas y cuatro meses, lo mismo si se ha viajado a Venezuela.

Por su parte, la receta del Center for Disease Control and Prevention (CDC) de Estados Unidos para mantener su contagio de malaria en menos de uno por un millón de transfusiones de sangre es que las personas que fueron a países de riesgo donen luego de tres meses y quienes hayan tenido malaria lo hagan luego de tres años de finalizado su tratamiento.

***

Olaya Grau, doctora en ciencias políticas e investigadora sobre trayectorias migratorias en Chile, me dice en entrevista que los prejuicios y estereotipos “son parte del humano, pero comienzan a generar tensión en la convivencia cuando se fortalecen en forma de discursos de odio y posteriormente en delitos de odio”. Es lo que ocurre entre los migrantes venezolanos y grupos reaccionarios que han realizado desde “marchas en su contra, como vimos en Iquique, al norte del país en 2021”, hasta el acoso en redes sociales.

Así llegó la avalancha a Patrice y su tuit. Centenares de comentarios como “devuélvete a tu país mona”, “tienen la sangre sucia”, “quieren traer la malaria junto con la delincuencia” y “deberían donarse sangre entre ellos sin contaminar la nuestra”, por citar algunos.

Fue tanto el asedio, que en tres días Patrice suspendió todas sus cuentas en redes sociales. Los haters incluso contactaron a José para decirle que “controlara a su mujer”, fue ahí que Patrice temió por su hija y el lugar en donde hoy está creciendo. Tuvo que dar aviso en su trabajo para evitar represalias. Ella trabaja en el mundo de las comunicaciones y de un segundo a otro, su herramienta laboral se tornó un campo minado.

Medios nacionales como El Dínamo y CNN Chile replicaron su publicación sin contactarla, y cuando ella les escribió formalmente a los redactores para pedir que dejaran de exponer su nombre porque estaba recibiendo una horda de comentarios xenófobos, le contestaron: “‘Tuvimos que ponerlo, porque lo que dices es una fake news, me respondió una editora’”, cuenta Patrice. “Pero lo que dije es real, los venezolanos no podemos donar sangre”, añade.

Otros medios digitales reportaron la noticia como “la denuncia de una joven” en X, sin exponer su cuenta. Ese mismo día también fue contactada por un canal de televisión, pero eligió resguardar a su familia y no dio declaraciones, salvo para esta crónica, que sería publicada fuera del país y con resguardo de su identidad.

Con la viralización de las protestas de Patrice, Víctor consiguió a los ocho donantes, me cuenta ella. Sin embargo, durante su estancia en la Posta cogió una infección intrahospitalaria. Aún así estaba enfrentando todo con esperanza hasta mediados de septiembre, cuando lo llamaron para la biopsia. Tristemente, su diagnóstico fue desalentador.

Tras siete años sintiendo que Chile también era su país, algo se removió para Patrice. Luego de esta experiencia está pensando en partir, porque siente que, de lo contrario, su hija va a crecer escuchando “que es una mona”, “que no es chilena aunque haya nacido aquí”. “De hecho, si ella necesitara sangre, ni yo ni nadie de su familia podría donarle”, reflexiona. ~

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es periodista chilena. Ha publicado en Revista Anfibia, El Estornudo, La Tercera y The Clinic, entre otros. En 2018 fue ganadora del premio Cátedra Mujeres y Medios de la Universidad Diego Portales.


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