En Gaza las relaciones sexuales entre personas del mismo sexo están prohibidas por ley. La actividad de organizaciones LGBTQ+ como Al-Qaws ha sido vedada en Cisjordania, y en toda Palestina el colectivo LGBTQ+ carece de protección legal alguna. En contraste, en Tel Aviv, a tan sólo 70 kilómetros de Gaza, se realiza anualmente la Marcha del Orgullo más numerosa de Medio Oriente. Para muchos esto debería bastar para que cualquier progresista o miembro de la comunidad LGBT+ adopte una postura pro Israel o, por lo menos, que no se adhiera a la causa palestina. Sin embargo, no es infrecuente la presencia de banderas LGBT+ en las manifestaciones pro Palestina.
Los críticos sostienen que el apoyo a Palestina de parte de activistas LGBT+ equivale a ser un pollo que apoya a KFC (“Chickens for KFC” suele leerse en redes sociales) ¿Cómo puede ser que Queers for Palestinecomprenda la liberación del pueblo palestino y de la comunidad LGBT+ dentro de una misma lucha? ¿Es lógico que ciertos sectores crean fervientemente en una Palestina queer, laica y feminista cuando la Constitución reconoce, explícitamente, el islam como la religión oficial?
Entre estos dos campos defiendo una perspectiva mucho más matizada. Se puede condenar enérgicamente el terrorismo de Hamás del 7 de octubre pasado y el accionar israelí en los territorios ocupados. Desde esta postura me pregunto ¿es posible construir un reclamo en solidaridad con Palestina desde el progresismo y la identidad LGBT+?
En principio, es necesario recordar las palabras del politólogo judío Norman Finkelstein –hijo de sobrevivientes del Holocausto– en su entrevista con la periodista norteamericana conservadora Candace Owens: “No soy pro Israel. No soy pro Palestina. Soy pro verdad y pro justicia”. Dividir el conflicto entre dos bandos invisibiliza el aspecto más crucial del conflicto: la verdad.
Israel es, objetivamente, más seguro que Palestina para la comunidad LGBT+. Es innegable. Esto no significa que Israel no haga pinkwashing ni sea un lugar completamente inofensivo para la comunidad LGBT+ (ningún país del mundo lo es). Ahora bien, no se debe pretender que porque Israel brinda más derechos que Palestina entonces su accionar queda exento de críticas. La idea subyacente detrás de este razonamiento es que la comunidad LGBT+ tiene una suerte de deuda con Israel al tener más libertad aquí, razón por la que debería apoyar la incursión militar en Palestina. De cierto modo, se usa nuestra libertad para un trueque: el otorgamiento de derechos a cambio de nuestro silencio.
Sin embargo, la premisa de que Israel respeta la diversidad sexual no implica que no se pueda condenar su accionar, abogar por un cese al fuego y la solución de dos Estados. Los misiles no tienen perspectiva de género: no diferencian entre civiles palestinos heterosexuales y no heterosexuales. No puede existir diversidad ni libertad sexual alguna cuando no existe el derecho básico a la vida. La postura crítica hacia los ataques israelíes en Palestina se trata de una cuestión de humanidad, de condenar los bombardeos indiscriminados, el bloqueo a la ayuda humanitaria, el asesinato de trabajadores de organismos internacionales, los asentamientos ilegales, el desplazamiento de millones de palestinos y la consecuente crisis humanitaria.
Este reclamo no vuelve al activismo LGBT+ antisemita o partidario de Hamás, ni invisibiliza la vulnerabilidad que sufren los palestinos LGBT+. A los sectores críticos de esta postura, es necesario recordarles que actualmente en Israel se están produciendo manifestaciones multitudinarias pidiendo por un cese al fuego ¿Se atreverían a señalarlos como antisemitas cómplices de Hamás y a sostener que su reclamo es una contradicción? A su vez, el activismo LGBT+ debe enfrentar consignas de sectores cercanos que niegan el creciente antisemitismo y claman por una intifada y la desaparición del Estado de Israel.
El reclamo progresista y LGBT+ tiene una oportunidad única para desligarse de estas consignas. Frente a la negativa de ciertos sectores de izquierda, el reclamo debe ser taxativo en su condena hacia la masacre perpetrada por Hamás el 7 de octubre pasado, su intención de erradicar al pueblo judío y el antisemitismo en ascenso alrededor del mundo. Esto no implica desviar el foco de atención de la cuestión humanitaria en Gaza ni tomar dicha fecha como el punto de partida del conflicto con el fin de invisibilizar la historia anterior. Se trata de ser coherentes y ecuánimes al momento de construir un reclamo sólido y justo por Palestina, basado en una humanidad inclusiva, no selectiva. ~
(Buenos Aires) es licenciado en Estudios Internacionales de la Universidad Torcuato Di Tella. Ha colaborado en medios como The Diplomat, NACLA, y Global Americans.