Felipe Calderón, las tribulaciones de la fe

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Una mujer embarazada sostiene a un niño en brazos en el centro de un mitin, mientras a un costado su marido reparte volantes.
El mitin corresponde a la campaña del candidato del PAN a la gubernatura de Michoacán en 1962, Jorge Eugenio Ortiz. El repartidor de volantes es el candidato del PAN a una de las diputaciones del estado, Luis Calderón Vega. Su esposa, María del Carmen Hinojosa, carga a su hijo Juan Luis y alberga en el vientre a quien bautizará en un par de meses como Felipe de Jesús.

La imagen es una de las favoritas del álbum de la memoria familiar de los Calderón Hinojosa y confirma el aserto del actual candidato del PAN a la Presidencia, precisamente el bebé dentro del vientre: “Nací, prácticamente, en el PAN.”
Es 1962 en la imagen. Los candidatos a la gubernatura y a la diputación perderán, como es acendrada costumbre panista por entonces. Se da la lucha contra el ogro invencible del PRI –y se pierde. Se da la lucha más con ideas y una orgullosa pobreza material contra la maquinaria colosal del PRI, vaciada hace décadas de ideología y alimentada de los ríos de dinero del Estado –y se pierde.

Otras imágenes del álbum de la familia Calderón: En la casa los cinco hijos doblan cartas, ordenan volantes y preparan engrudo en la cocina. Por la noche salen a la calle a pegar los volantes. A veces se topan con los militantes profesionales del PRI que les deshacen la labor, arrancan la propaganda, y los corretean por las calles. O se topan con la policía que igual los persigue, alzando las macanas.

Dice Felipe Calderón, en una entrevista, que a partir de los ocho años participaba en esas corretizas nocturnas.1 Lo corrige en otra entrevista su hermano Juan Luis: su madre no habría permitido que tan niño corriera esos peligros, pero a los trece ya de seguro sí. 2 En todo caso Felipe es el más joven de aquella brigada adolescente del engrudo, que corre de los priistas por las calles de Morelia.

El más joven: en su biografía la frase parece un apellido más de Felipe Calderón: a menudo lo será. El más joven de su familia y el más joven presidente del PAN (en 1996 a los 33 años), así como en el 2006 el más joven de entre los candidatos a la Presidencia de México (a los 42 años). El precoz, le ha llamado más de un cronista.

La madre de los Calderón Hinojosa se ponía nerviosa cuando volvían a acercarse los tiempos de elecciones y volvían a presentarse los militantes panistas a su casa. Se encerraban en el estudio con el señor Calderón y luego se iban muy sonrientes. Y en la comida el señor Calderón avisaba a su familia “que había llegado la fecha (de las nuevas elecciones), nadie se había animado a ser el candidato del PAN y ni modo, él había aceptado”.3 Lo que significaba que el proveedor de la familia dejaría de percibir salario mientras bregara en la campaña. Dice Juan Luis Calderón, hermano de Felipe: “No era una existencia holgada, pero nunca nos faltó algo.”4

Pero es que Luis Calderón padre tenía responsabilidades especiales con el PAN. Se le considera, junto con Manuel Gómez Morín y Efraín González Morfín, uno de sus principales ideólogos y fue su historiador. Hombre religioso, católico, escribió un texto de sociología para los colegios maristas y dio clases en colegios allegados a ésta y otras órdenes de sacerdotes. Leer la lista de sus pertenencias a sociedades civiles es acumular en la palabra “católico” su filiación central. La Unión Nacional de Estudiantes Católicos (UNEC), la Asociación Católica de la Juventud Mexicana (ACIM), la Unión Social de Empresarios Mexicanos, USEM, también declaradamente católica.

Sin duda, sólo una dosis abundante de metafísica hace comprensible la resignación de don Luis y su familia ante su rotunda falta de éxito en las contiendas electorales. Durante la infancia de Felipe fue siete veces candidato y resultó siete veces vencido.

Otra imagen más del álbum de la memoria familiar. En la mesa del comedor, los padres y los niños Calderón hablan a diario de política y usan como moneda corriente frases de los ideólogos panistas. La predilecta, de cuño de Manuel Gómez Morín: “Ésta es una brega de eternidad.”

Se me ocurre de pronto: sentados a esa mesa instalada en los años sesenta, los cinco hijos y los dos padres podrían volverse a nosotros, instalados ya en otro siglo, y levantar las manos para mostrarnos las palmas y entonces decir a coro: “Tenemos las manos limpias”, leitmotiv de los anuncios de Felipe Calderón en la brega actual por la Presidencia del país. Termina Felipe la reminiscencia de su padre: “Era un gran tipo, con un enorme sentido del humor; muy congruente y muy fuerte. Él llenó de árboles el jardín de la casa.”5

 

El cielo de la oposición

¿Qué hace un adolescente con sus sábados? Típicamente, los días entre semana los dedica a la escuela. Los domingos a la familia –con quien va a misa por la mañana, si es católico. El sábado será el día del que dispondrá con mayor libertad, para estar con amigos probablemente.
Calderón, preparatoriano, pasa los sábados con un grupo de jóvenes dirigido por los hermanos maristas y dedicado al auxilio de comunidades pobres. Los jóvenes prestan sus manos en la cosecha del frijol, la siembra de huertos o la construcción de habitaciones; enjarran –ponen cal y cemento– capillas rurales o alfabetizan a las amas de casa.6

 

La convivencia con los campesinos marca inevitablemente al joven Felipe. Le revela “el tamaño de la pobreza en México”7 y también la insuficiencia de la filantropía. “Por más fosas sépticas que uno hiciera no se acabaría la insalubridad; por más huertos familiares no se acabaría la desnutrición; ni por más alfabetización se daría fin al problema de educación que en México era inmenso.”8

El sistema político que recicla indefinidamente la indigencia es el que debe cambiarse. Desde la oposición política organizada el sistema debe infiltrarse para “…cambiar a los que toman las decisiones”.9

Más que una epifanía, se trata de la confirmación de los peldaños del ideario paterno. La buena voluntad no basta; ni siquiera bastan las buenas acciones: ambas deben conducirse a la lucha política. Como sus hermanos mayores antes que él, Felipe ingresa formalmente al PAN en 1980. Y ahí pronto conoce a su segundo padre, su formador político, Carlos Castillo Peraza, intelectual recién vuelto de Europa con un programa para el partido.
De sus andares en el Instituto de estudios y capacitación dirigido por Castillo Peraza, Felipe recuerda viajes por la República señalados, otra vez, por una pobreza de recursos que confirman la honestidad de su propósito. “Me tocó hacer un viaje a Tijuana en autobús que duró más que mi estancia allá; y luego otro a Tampico en el que hicimos diez horas de camino y luego dos de brecha para llegar a Chicoltepec, un pueblo donde impartimos un curso con traductor al náhuatl a gente que había caminado hasta seis horas para llegar a donde estábamos; fue una cosa impresionante.”10 Aquello, resume Felipe, era “prácticamente una tarea de misiones”.11

El programa de Castillo Peraza se iniciaba apenas con la “formación humana, filosófica y ética”12 de sus jóvenes acólitos. Su meta final era conquistar el PAN y luego el poder político real en el país. En el pizarrón para juntas de Castillo Peraza estaba escrito Put the bird in its nest, “Pon al pájaro en su nido”, y al lado colgaba un recorte de Piolín,13 un pollito de caricatura, con cuerpo flaco y cabeza grande, apodo que le convenía a Castillo Peraza, cuya cabeza, típicamente yucateca, era sin duda grande.

Felipe llega a su primera convención partidaria contando con encontrarse ahí con su padre, por fin diputado federal, pero en cambio se topa con la noticia de que don Luis ha renunciado recientemente al partido. Su renuncia es una protesta contra el crecimiento de la línea de pensamiento empresarial, una de las tres que cruzan el PAN. Las otras dos líneas: la del humanismo y la del catolicismo –que incluye radicalismos como el sinarquismo o El Yunque.
Según Calderón padre, el partido había sido “infiltrado por empresarios” que estaban convirtiéndolo “en un partido de clase […] alejado de la misión de crear en los mexicanos una conciencia humanista, comunitaria […] con el fin de hacerlos participar en los procesos políticos para satisfacer un bien común”.14
Desde una galería de un antiguo cine, Felipe de dieciocho años debe escuchar los denuestos de varios oradores contra don Luis. Al año siguiente y en otra convención Felipe lo vindicará.

Vestido en vaqueros, con el pelo rizado a la afro y lentes grandes y cuadrados, despedaza en un discurso la plataforma “incolora, inodora e insípida”15 del candidato panista a la Presidencia del país, nada menos que el nieto de Francisco I. Madero, Pablo Emilio Madero.
Ya instalado en la ciudad de México, Felipe se ha convertido en un joven adulto de horarios largos y abarrotados. Sus estudios en la Escuela Libre de Derecho los turna con su jornada laboral (primero en un despacho de abogados y después en el Banco Comermex) y con las salidas “misionarias” del grupo de Castillo Peraza.

Si entonces, según su padre, en el PAN hay un abandono de la doctrina fundacional, el grupo se ha propuesto el remedio: el adoctrinamiento de las bases del partido por todo el país. En palabras panistas: “La formación en valores”16  de los correligionarios.
La expresión “valores” merece un alto. Cuando en el PAN se mientan “los valores”, se hace sin adjetivos. Como si no existieran otros valores. Como si éstos fueran valores superiores e indiscutibles.

Citando de la página de internet actual del PAN la lista de los dichos valores: “Fe, integridad familiar, honestidad, valentía varonil, búsqueda del bien común, respeto a la propiedad y a la persona humana.” Es decir, una lista de virtudes católicas traducidas a lenguaje civil, más un atributo de carácter (la valentía), que se presume, misteriosamente, con género sexual. Valores que debido a su origen religioso existen, para sus promotores, imantados por la certeza de que son ciertamente los mejores. Vaya, los más cercanos a la voluntad de Dios.

Felipe considera aquellos años de la “formación en valores de las bases del partido” como “una parte sensacional de mi vida”.17 Y con singular agudeza se ha referido al bienestar emocional de participar en la certidumbre ética de un grupo político por entonces pobre  –es decir: evidentemente honesto, y fuera del poder real, es decir: incapaz de pecados de grave consecuencia–como sus tiempos “en el cielo de la oposición”.18

Corren los años ochenta y fuera de ese cielo panista el mundo sigue girando –y precisamente en sentido contrario a las certezas éticas del panismo. La tercera ola feminista transforma el viejo orden entre los sexos; el movimiento homosexual desbarata todo orden de los sexos; la familia como concepto adquiere una “s” al final. Se habla ya de familias: la variedad posible de familias; proliferan los nuevos estilos de vida; y como resultado final del reconocimiento de la diversidad, la democracia en Occidente pasa a una nueva definición: de ser el reino de la mayoría, se propone ser el reino de las libertades del individuo.
Reza un grafiti en una barda de París: “Todo es posible, menos la intolerancia.” Sigue sonando el himno de John Lennon: “Imagina un mundo sin Cielo (without Heaven), con sólo cielo (only sky) sobre nosotros. Sin ninguna razón para matar o ser muerto…” Y Maharishi Mahesh Yogui, el gurú del New Age, anuncia: “Todo lo imaginable es posible, y cuando digo todo quiero decir todo.”

Haz lo que quieras y deja hacer al otro lo que quiera; si no hay daño ajeno, ésta es la paz para el mundo de la diversidad, el mundo sin centro, el nuevo mundo posmoderno. Para la década de los noventa, el Papa Juan Pablo II hace su segundo viaje a México y es ovacionado por las calles. En el estadio Azteca, en su túnica blanca y en un trono color de oro, da su prédica contra la anticoncepción y en pro de la familia tradicional; y los miles de asistentes claman amén. Y cuando su avión levanta el vuelo, los ciudadanos lo despiden haciendo brillar hacia el sol espejitos: un mar de chispas la ciudad de México. En esa precisa hora desciendo en un avión a la ciudad y puedo dar el deslumbrado testimonio.

Pero ni antes ni durante ni después de la visita del Papa descienden los índices del uso del condón, la píldora anticonceptiva, los abortos, la sexualidad fuera del matrimonio o fuera de la heterosexualidad, los divorcios o los alumbramientos de madres solteras. Imagen memorable de la época: en un documental de la BBC sobre la visita del Papa a Europa Oriental, una joven polaca expresa su adoración por el líder religioso, pero cuando se le pregunta acerca de la prohibición de Su Santidad sobre la anticoncepción, se ríe de buena gana y dice: “Bueno, es su opinión. Yo tengo otra.” El relax de la respuesta no es una característica más: es el mensaje posmoderno. Es precisamente ese relax el que triunfa sobre las ortodoxias –ideológicas y religiosas– sin siquiera enfrentarlas, simplemente incluyéndolas en el abanico de las posibilidades. ¿El Vicario de Dios tiene una convicción?, qué bueno: Dios me ha dado a mí otra.
Como en todo Occidente, en México los ciudadanos (incluidos los católicos) han adoptado la nueva laxitud. Yo hago lo que quiera y tú lo que quieras; y si no hay daño ajeno, ésta es la paz –y la libertad– posmoderna.

 

Un ascenso inesperado

La biografía de Felipe Calderón es la de un joven que precozmente asciende los peldaños de un partido que a su vez asciende por una estructura política que se abre a la diversidad democrática. El resultado es un ascenso que habría sido inesperado en los inicios de la vida política de Felipe Calderón.
Para finales de los años ochenta Calderón es legislador en la Asamblea de Representantes del Distrito Federal, al mismo tiempo que el PAN tiene su primer gobernador, Ernesto Ruffo, en Baja California. En 1991 Calderón es diputado federal (plurinominal) y en 1993, cuando su mentor Castillo Peraza ocupa por fin la presidencia del PAN, lo nombra su segundo de a bordo, secretario general del Comité Ejecutivo Nacional. En ese periodo el PAN conquista tres gubernaturas más, Jalisco, Guanajuato y Aguascalientes.

¿Qué habrá opinado don Luis, el casi eterno candidato derrotado, de su hijo legislador a los 31 años? Casi eterno: don Luis es por fin diputado federal en 1981, ya septuagenario.

¿Y qué habrá opinado don Luis de su hijo Felipe, sentado a negociar a la mesa del ogro priista?
En un principio el joven legislador Calderón pasa por los pasillos entre las curules del Congreso sin saludar siquiera a los priistas, los enemigos de acuerdo con su educación primera. Pero irá cambiando de actitud.

Rememora Felipe: “Quizá la mayor enseñanza que obtuve como legislador fue el aprender que en los problemas humanos nadie tiene la razón absoluta; aprendí a entender los intereses en conflicto. También fue una buena oportunidad para tratar gente diferente a mí.”19

“Luego […] me di cuenta de lo importante que es… ponerte de acuerdo con alguien que piensa diferente a ti y tiene otros intereses. Se debe encontrar una zona en que todos estén de acuerdo. Aprender a conocer tus limitaciones, tus pasos de negociación y los métodos del adversario es toda una técnica.”20
La negociación es desde luego una técnica, pero también un moridero de purezas. Qué se negocia y qué no es negociable: qué objetivos se ganan sacrificando qué objetivos: de esas decisiones se esculpe un nuevo Felipe Calderón, y de hecho un nuevo PAN. Un partido que acuerda con el PRI a menudo, al grado de ser acusado por la izquierda de cogobernar en contubernio.

El “PRI-AN”, con Felipe Calderón como principal operador, aprueba por ejemplo el Fobaproa. Medida inmensamente impopular, puesto que crea una deuda pública desorbitada, la cual, mientras beneficia a muy pocos –una lista secreta de empresarios– y enriquece, también en una medida desorbitada, a los banqueros, hace pagar la deuda, por mucho tiempo, a la generalidad de los ciudadanos.

Pero también acuerda la fundación del Instituto Federal Electoral, el IFE, que garantiza por primera vez contiendas electorales equitativas y limpias, y así abre aún más el camino para una verdadera democracia.

Al fin de su término como presidente del PAN, Castillo Peraza no busca la reelección. Sin embargo señala a su sucesor, el exgobernador Ernesto Ruffo. Entonces, sorpresivamente, Felipe se presenta también a la elección, contradiciendo la voluntad de Castillo Peraza. Y gana.
Es la primera desavenencia pública entre Calderón y su formador intelectual. Una desavenencia que se dirime discretamente. Pero habrá otras. La más ruidosa constituirá de hecho la primera de las dos crisis que enmarcarán su mandato como presidente del PAN (sobra decirlo: el más joven habido). La segunda crisis será, al final de su periodo, la avalancha de Vicente Fox.

 

La crisis del látex

Mientras Felipe Calderón gana la presidencia del PAN, Castillo Peraza se lanza a la lucha en pos de uno de los sitiales de mayor visibilidad del sistema político.

Es 1997. Por primera vez la capital del país elegirá en las urnas a su jefe de gobierno. Los candidatos son emblemáticos de cada uno de los tres grandes partidos. Cuauhtémoc Cárdenas, líder fundador del PRD, la nueva izquierda. Alfredo del Mazo, priista de larga trayectoria. Y el dicho Castillo Peraza, refundador del PAN, que arranca con la tendencia del voto a su favor.
De pronto sucede la catástrofe. El encontronazo –largamente esquivado– de los valores panistas contra los valores que de verdad reinan en la sociedad civil, los valores de la diversidad.

En el Otelo de Shakespeare la tragedia se despeña por un simple pañuelo. Un pañuelo que va de manos puras a manos maliciosas, volviéndose la pieza central de una intriga de consecuencias asesinas. Igual la tragedia de Castillo Peraza, donde Felipe es personaje inevitable, se despeña por otro blando y pequeño objeto: un condón.

En una entrevista, el candidato Castillo Peraza se declara en contra del uso de los condones. Al hacerlo es sólo congruente con los fundamentos católicos del PAN. La declaración causa una andanada de críticas y, de un día a otro, el candidato percibido como el más culto de los de la contienda se vuelve a la mirada de los ciudadanos el más retrógrado.

Castillo Peraza recula. Escribe en la revista Proceso un artículo en el que niega que su objeción al condón derive de la obediencia al Vaticano. Para nada, sus razones son hidráulicas. Vaya, ni siquiera objeta el uso del condón; objeta la manera usual de desecharlo luego de ser usado, a decir: tirándolo al WC. Esa pavorosa práctica amenaza taponear los ductos de agua de la capital de la República.

Pocos comparten la visión apocalíptica de una ciudad de México que se inunda en aguas negras por culpa de “los mil y pico de millones de condones desechados” (la estimación numérica es de Castillo Peraza). Pocos se estremecen con la visión tácita de una población capitalina entregada cada noche a una lujuria frenética. Pocos ponderan con severidad la atormentada pregunta de Castillo Peraza: “¿Se puede ser ecologista y partidario objetivo de la industria contaminante del plástico; se vale ser ciego ante los mil y pico de millones de bolsitas indestructibles…?”
Para colmar el absurdo, Castillo Peraza hace sus advertencias en el cenit de la epidemia del sida. Su ceguera a los millones de muertos por no usar el condón resulta formidable.

Su artículo, “Reflexiones condoecológicas”, desemboca por fin en una asombrosa construcción de látex: “ […] si cada condón usado mide dos milímetros de alto, con los 1,040 millones de condones anuales se podría hacer una torre de 2,080 kilómetros de alto…”21 ¿Es un proyecto del candidato, esa torre de látex de dos mil kilómetros de altura?, ¿o su pesadilla? No lo aclara.

La caída de Castillo Peraza de la confianza de los votantes parece imparable. Entonces el presidente del PAN, el joven Calderón, llama a una junta del Consejo Ejecutivo para remplazar al candidato. La solución no prospera pero la puñalada está dada y Castillo Peraza, traicionado, entra en una espiral descendente de rencores –justificados y no. Herido, emocionalmente gastado, brusco, reclama injusticias a diestra y siniestra. A periodistas, a correligionarios, a otros intelectuales. Y desde luego a su hijo político, Felipe Calderón, a quien responsabiliza de la falta de apoyo del partido.
La crisis del condón o el resbalón del látex hará perder a Castillo Peraza la jefatura de la capital y a continuación abandonar México, y ejemplifica la crisis ideológica en el PAN, una crisis aún por resolver hoy, casi una década más tarde.

Un tercio del ideario panista, el religioso, jamás ha logrado trasponer los límites del partido y ser aceptado por el país. Persiste en su interior la presión por intentarlo. Y no se ha dado un trabajo teológico –o al menos filosófico– para insertar los valores católicos entre los valores civiles democráticos. Trabajo teológico que en cambio sí han realizado las católicas feministas, los católicos ecologistas y partidos católicos en otros países, notablemente en España.
El PAN o un partido pasmado ante la posmodernidad. El PAN se ha paralizado ante el rechazo social de ese tercio religioso de su herencia y se lo ha quedado dentro, como un bulto que no logra digerir. Un elefante atorado dentro de una boa. Un bulto del cual por convicción, por mera lealtad partidaria o incluso por capricho provocador, de cuando en cuando algún funcionario panista desliza hacia la sociedad algún pequeño paquete.
Hay que recordar, entre otros, la inopinada aparición de un crucifijo de plata en la toma de juramento ético de Vicente Fox a su gabinete, en el año 2000. La súbita invocación a la Virgen del secretario de Trabajo panista, Carlos Abascal, en una reunión sindical. El otorgamiento de recursos públicos por los legisladores panistas (entre ellos Calderón) a Pro Vida. O el uso de recursos del Consejo para la Cultura y las Artes del gobierno foxista para el remozamiento de edificios católicos, parte sin duda del acervo cultural mexicano, pero de uso de la Iglesia.

Deslices que, de ser notados por la prensa, de inmediato provocan el manotazo de regaño de la sociedad.

Diez años después de la crisis del condón, y ya como candidato a la Presidencia de la República, Calderón mismo sufrirá un encontronazo semejante. Por lo pronto en 1997, como presidente del PAN, en su arenga para festejar la Independencia de México, desliza entre los héroes de la Patria ni más ni menos que a una manifestación divina: la mismísima Virgen de Guadalupe.

 

La avalancha de Vicente Fox

El crecimiento del PAN durante el periodo en que Calderón lo condujo (1996-1999) no tiene precedente. De cuatro gubernaturas llegaron a tener seis; de doscientas quince alcaldías, llegaron a trescientas. “[Antes] gobernábamos el veintiséis por ciento de la población nacional y terminamos gobernando al 36 por ciento.”22

Y para cuando Calderón inicia su último año, el partido cuenta con un candidato a la Presidencia de la República que por primera vez (y gracias a la vigilancia del ife) parece poder ganarla. Se trata de Vicente Fox, que ha iniciado su campaña muy prematuramente, tres años antes de la elección, aprovechando la visibilidad y los recursos que le da su puesto de gobernador de Guanajuato.

La historia es reciente y conocida. Calderón objeta el madruguete de Fox. Lo insta a frenarse para permitir una elección equitativa dentro del partido. Pero Fox, ranchero, desenvuelto, encarrerado, no se frena; pica las espuelas y arrasa los lineamientos de Calderón.
El mayor atractivo de Fox es sin duda su facilidad como comunicador. Desde su arranque, colapsa en una sola frase un anhelo que lo empata con las bases panistas y la mayoría de los ciudadanos: Sacar al PRI de los Pinos.

Y cuando la frase se cansa, ofrece otra igual de atractiva: Crecer al 7.5 por ciento anual.

Muestra del desfase entre Calderón y el candidato: al terminar su periodo en la presidencia del PAN, lejos de sumarse a la avalancha de la campaña foxista, Calderón hace maletas y se va con su familia al extranjero. A estudiar un posgrado en administración pública en Harvard.

Sobre ese año le dirá a la periodista Katia D’Artigues: “Ha sido el mejor de mi vida”:23 “Recuperé la capacidad de reconocerme feliz. Usualmente la perdemos [esa capacidad] todos, especialmente los que estamos en política. Pasé días felices con mi esposa, con mi hija, conmigo. Con mi bicicleta y mis juegos de futbol, mis libros, la internet… [Fue] reencontrar la felicidad de la vida y vivirla en plenitud.”24

Desde Boston, Felipe sigue las campañas políticas por internet, entrando a las páginas de los partidos y de los periódicos. Los debates entre los candidatos, su esposa Margarita y él los siguen por teléfono.

“–¿Cómo por teléfono?

–Sí. Tratábamos de captarlo por la página de Fox, la del PAN o la de Radio Red… Fue un caos. A la mera hora todo se saturó y no sé oyó nada. Le hablé a un amigo por teléfono y le dije: ‘Ponme el debate’. Hora y media en el auricular…”25

Al triunfo de Fox en las urnas, Calderón no es llamado a su gabinete. Como candidato plurinominal va al Congreso, donde coordina la bancada panista. De ahí a mitad del sexenio es nombrado, ahora sí por el presidente Fox, director de Banobras y más tarde secretario de Energía, para aprovechar sus talentos de negociador en el esfuerzo por pactar con los distintos partidos políticos una reforma energética.

Es su primera responsabilidad fuera del PAN, su primer puesto en el gobierno federal. Calderón no logra el pacto. En su descargo: durante el sexenio ninguna reforma de trascendencia logra pactarse.

Para el año 2005, los papeles entre Fox y Calderón se invierten. A los ocho meses de ser el secretario de Energía, es Calderón quien le madruga a Fox. Sin su venia se destapa como candidato para representar al PAN en la lucha por la Presidencia. Fox lo regaña públicamente, Calderón renuncia a la Secretaría y entra a la contienda contra el candidato del presidente, el secretario de Gobernación, Santiago Creel, que parece invencible. Ha estado cinco años a la vista de la ciudadanía y cuenta con el apoyo de grandes empresarios.

Signo reiterado de la vida de Calderón: viniendo de abajo, inesperadamente, gana. Metafóricamente: siendo el benjamín, rebasa a sus mayores. Como en su familia, como en el equipo de Castillo Peraza, como en la contienda por la presidencia del PAN. Para finales del 2005, es ya el abanderado panista entre los candidatos a la Presidencia de la República. Valga el ritornello: el más joven entre ellos.

 

El affair no no no no

23 de enero de 2006. En el noticiario más visto de la televisión, el conductor Joaquín López Dóriga le advierte al candidato Felipe Calderón que le hará una serie de preguntas rápidas.
“–Contésteme usted igualmente rápido por favor. ¿Cuál es la posición de Felipe Calderón sobre el aborto?
–Estoy en favor de la vida, Joaquín.
–¿Cuál es la posición de Felipe Calderón en cuanto a la muerte asistida?
–También estoy en favor de la vida, de manera tal que debe procurarse la defensa de la vida.
–¿O sea esto es estar contra el aborto y contra la muerte asistida?
–Son dos maneras de cortar la vida.”
Hay una breve pausa.
“–Cadena perpetua y pena de muerte.”
Calderón no chista:
“–Estoy en favor de la cadena perpetua, especialmente para los secuestradores, que lastiman o mutilan a sus víctimas. Y porque estoy en favor de la vida, no estoy en favor de la pena de muerte.
–¿La unión y derechos de los homosexuales?
–Soy y seré respetuoso de las preferencias sexuales y desde luego respetaré las personas que tienen preferencias homosexuales, pero para mí el matrimonio es, por definición, la unión de un hombre y de una mujer para formar una familia.
–¿Se opone entonces a los matrimonios del mismo sexo?
–Sí.
–¿La píldora del día siguiente?
–No la incluiría en el cuadro básico de medicinas.
–¿Pero la quitaría?
–Si la píldora del día siguiente es abortiva, como está demostrado, no tengo por qué incluirla en el cuadro básico de medicinas.”

En minuto y medio Calderón ha dicho a cada uno de los derechos individuales no no no no no. La semejanza con el resbalón condón de su maestro Castillo Peraza una década antes es doble. En la causa: Calderón ha sido nada más congruente con el ideario religioso panista, esa mitad no revisada, cada vez más problemática para un partido en el siglo XXI. Y en el efecto: el cambio de percepción de su figura en el electorado es drástico. De ser, muy publicitadamente, el más joven de los candidatos a la Presidencia, ha pasado a ser visto como el decimonónico. En especial por las mujeres y –oh paradoja– por el segmento donde Calderón basaba su mayor esperanza: el de los jóvenes.

Proclives en un primer momento a identificarse en efecto con el muy juvenil Calderón, los jóvenes deben de haber escuchado sus no no nos primero con sorpresa –para luego reírse. Son jóvenes que en promedio inician su vida sexual a los dieciséis años 26 y, por tanto, usan el condón y las píldoras anticonceptivas con la naturalidad con que usan la cuchara y el tenedor.

Previsiblemente, llegan los manotazos de los analistas políticos. La crítica más común argumenta: Calderón mantiene un discurso que funcionó intramuros del PAN; de cara a la ciudadanía debe cambiarlo.

Es una crítica superficial y con una gota de perversidad. Implica que un candidato puede cambiar de filosofía como de peinado y además desconoce la trayectoria de Calderón, siempre contrario a las libertades individuales.

Una muestra reciente: en 1997 respalda al entonces diputado Luis Pazos en una maniobra legislativa para entregar treinta millones de pesos a Provida, organización que lucha contra el aborto y la anticoncepción en general. Dineros que, además, originalmente estaban destinados para campañas de prevención del sida.

Cuando un año más tarde se descubre que los recursos han sido gastados en tangas, ropa interior femenina y el engrosamiento de las cuentas bancarias del líder de Provida y su familia-, el ya entonces precandidato Calderón Hinojosa guarda silencio.

Vale el apunte. Si Calderón da un traspié por ser claro y congruente con el ideario de su partido, a la semana siguiente el candidato del PRD, López Obrador, que como jefe de Gobierno de la capital ha sido el obstructor de la ley para el reconocimiento de la diversidad de familias (ley por cierto impulsada por su propio partido), libra el mismo cuestionario esquivando las respuestas directas. A él como presidente, dice, no le correspondería inclinarse por leyes en pro de las libertades del individuo o en contra de ellas. Enorme absurdo por supuesto: si en el siglo XXI eso no le corresponde a un presidente de izquierda, tal vez es que vive en el siglo XIX.

A la larga, el daño es para el ciudadano, cuyas libertades más íntimas –con quién y cómo hace el amor, con quién se casa o no, cuándo se reproduce y cómo se muere–, quedan en la contienda del 2006 sin un representante, de entre los que tienen oportunidad de ganar a la Presidencia.
A la corta, el damnificado es el señor de las negativas contundentes. Para inicios de abril del 2006, Calderón ha perdido el voto joven. Una encuesta del momento lo señala como el menos popular entre el electorado menor de los treinta años, el segmento más numeroso. 27

 

“Cosas que no digo yo y que no soy yo”

El affaire no no no no marca el inicio de una etapa de desorganización en la campaña de Calderón. Pasado un mes, primero vienen las componendas a sus impopulares respuestas. Expresa que no quiso decir lo que dijo y que sí está de acuerdo con la píldora anticonceptiva y también con el uso del condón. Pero rechaza la píldora del día siguiente.

Del rechazo dice en una entrevista radiofónica: “Decía Carlos Castillo, que en paz descanse, que en este debate hay que reconocer que lo huevos de tortuga gozan de mayor popularidad y protección que los huevos del ser humano. Los huevos de tortuga se protegen incluso delictivamente: el que destruya o tome un huevo de tortuga en la playa será severamente penalizado por la ley. Pero [no es así] si se trata de un huevo humano, de un cigoto, de un óvulo fecundado que finalmente es eso, es vida humana.” 28

De nuevo la traducción de una postura religiosa al lenguaje civil, tan usada en el PAN, y de nuevo la desdichada elección de traducirse al ecologismo, que Castillo Peraza ya probó en el asunto de los condones antihidraúlicos, con resultados de desastre.

Hay que apuntarlo, aunque irrite a algunos vegetarianos. Las mujeres y las tortugas no son lo mismo, al menos en dos cosas. Las tortugas ponen varios huevos y se van al océano dejándolos atrás, las muy desobligadas. Las mujeres tienen que “empollar” al cigoto dentro de su vientre nueve meses, y cuando vuelto un ser humano nace, deben cuidarlo y alimentarlo y vestirlo y educarlo otros dieciocho años. La segunda diferencia: las tortugas están en peligro de extinción, de ahí la urgencia de proteger sus huevos. En cambio los seres humanos, y también atendiendo razones ecológicas, hacen bien en limitar su reproducción, porque han sobrepoblado el planeta y están devastándolo.

Y por fin está la cambiante lista de las propuestas principales de Calderón. Es decir, Calderón, en este periodo de desorganización, se esfuerza por enlistar no más de tres prioridades como las que diseñarían su mandato presidencial. Excelente estrategia de comunicación, además de excelente estrategia de gobierno. El problema es que la lista nunca es igual a sí misma.

 

Dice Calderón que sus prioridades serían: “La seguridad pública y el crecimiento económico.” 29 Pero también: “La igualdad de oportunidades, la amplia cobertura de salud [el seguro médico universal], la inversión y la creación de empleos.” 30  Y también: la educación, la salud y los servicios públicos.
Las encuestas reflejan su indefinición: su campaña se estanca. Entonces Calderón cambia su equipo. Recién tomada la decisión, hace un recuento público de la anarquía que espera estar por remontar. Al volverse el candidato de su partido, explica, fue de súbito rodeado por un sinfín de nuevos amigos y expertos, que le hicieron extraviar su centro.

Ésta es parte de su declaración, donde de por sí extravía a media elocución su Yo: “…y más gente y las encuestas y los grupos focales, y di esto, di lo otro, y que, en parte sí, yo creo, eso es lo yo que creo, yo empecé a decir cosas que no digo yo y que no soy yo…” 31

 

Un candidato en pos de una bandera

Entonces, ¿quién es realmente Felipe Calderón Hinojosa? ¿Dónde está el gran anhelo colectivo que recoge en su campaña? La gran bandera; el “Sacar al PRI de Los Pinos”, que ondeó Fox; el “Crecer al 7.5 por ciento” que entusiasmó al electorado en el 2000. La bandera que lo empate con la aspiración de una mayoría.

En su publicidad, Calderón ha insistido en mostrarnos sus manos limpias. Él de pie mostrándonos las palmas. O él entre otros ciudadanos que nos las muestran también inmaculadas, implicando: soy el candidato de los honestos.

Viene a cuento la única ocasión en que la honradez de Calderón se puso públicamente en duda. La anécdota corre así. Como director de Banobras, Calderón tuvo la prerrogativa de adquirir un crédito. Tomó el privilegio y se prestó tres millones de pesos para remodelar la casa donde vivía con su esposa y sus hijos. La prensa difundió el hecho y las críticas granizaron. Calderón entonces regresó el crédito al banco y lo pidió al banco de la esquina, el Ixe.

El suceso ha sido resucitado por sus adversarios en la contienda por la Presidencia, pero, además de que nunca traspuso la raya de lo ilegal, prueba precisamente lo contrario de lo que alegan. Admira más bien que un político con la trayectoria larga de Calderón y en un país como México, donde la política es un negocio (aunque ilícito, consabido), requiera un crédito de tres tristes millones. Para contrastar: Diego Fernández de Cevallos, panista como Calderón, diputado al mismo tiempo que Calderón, junto con Calderón el negociador más activo entre el PAN y el PRI en los alborotados tiempos del Fobaproa, goza de una fortuna estimada en cientos de millones de dólares, producto de la conjunción de sus puestos públicos y el ejercicio de su profesión de abogado, por cierto la misma que Calderón, que en cambio (y conforme al espíritu de la ley que prohíbe el tráfico de influencias) nunca a trabajado para particulares mientras ha ejercido un cargo político.

Calderón ha tenido una vida frugal de nivel clase media no porque haya carecido de oportunidades para enriquecerse con su influencia política. Lo escrito antes sobre su padre don Luis: sólo una dosis abundante de metafísica –lo mismo que decir: un eje ético personal– explica que haya cruzado el lodazal de la política mexicana sin mancharse.

Vive con su esposa de siempre, Margarita Zavala, y sus dos hijos. El hogar se ha mantenido con los salarios de ambos. Margarita, que a su vez pertenece a una familia panista, ha sido y es maestra de preparatoria. Desde el 2000 legisladora, es emblemática de las mujeres “feministas” del PAN. Feministas del PAN o feministas ma non tropo: mujeres que con discreción y cautela han ido ganando algunos espacios en el partido y en el Congreso impulsan políticas proequidad, siempre y cuando no contradigan la línea partidaria.

Una mujer apuesta en el formato alto, delgado y sereno, a la Modigliani, usualmente vestida en pantalones y zapatos bajos y usualmente sonriente y muy ocupada: repartiendo su tiempo entre su hogar y trabajos públicos de trascendencia social. Paradojas de la cultura: siendo del partido conservador, la más post-moderna de entre las parejas de los candidatos. Margarita renunció a su curul para seguir a su esposo en la campaña y, según Calderón lo ha declarado, y con orgullo, es quien ahora lo mantiene a él y a sus hijos, con su salario de profesora.

Pero la decencia probada de Calderón no es una promesa. Calderón no ha demostrado, ni siquiera discursivamente, que su honestidad personal puede traducirse en una mejora de vida de los otros mexicanos. Apunta un priista: “Cuando Calderón en sus anuncios muestra las palmas limpias al frente debiera decir: Miren: nada prometo, nada propongo y nada tengo.”

Es una descalificación interesada, por supuesto. Entre las listas de promesas de Calderón, siempre está mencionada la de una economía en crecimiento. O la consecuencia natural de una economía tal, la creación de más empleos. Y cuando se detiene a explicarla, su propuesta económica es la mejor articulada de las de los candidatos. Tiene además la virtud de enlazarse con la educación, la salud y el aumento de infraestructura.

“La clave para crecer económicamente y generar empleos es la inversión”, empieza explicando Calderón. Inversión que ve venir de tres fuentes. Una: “Inversión pública… [que se conseguiría al] reducir el gasto corriente e invertir más.” Inversión que iría “a la infraestructura nacional, a la educación y a la salud.”32

Además, buscaría crear las reformas que estimulen una segunda fuente de inversión: “…la inversión privada. No hay crecimiento sin inversión y no habrá inversión si no se reforma el marco legal que permita invertir con seguridad, con utilidad, con rentabilidad, con claridad y certidumbre.”33

Para lograr estas reformas, Calderón confía en la negociación, arte que lleva tiempo ejerciendo. Formaría un gabinete con miembros de distintos partidos. Cogobernaría, a cambio de que los partidos aprobaran las reformas económicas en el Congreso.
Y por fin, Calderón habla de atraer inversiones del extranjero “para participar en la globalización”.34

Durante algunos días Calderón enarbola la bandera de la globalización como la de la gran promesa. Hace un símil: la globalización es a nuestro siglo lo que la revolución industrial al XIX. País que se ausente del proceso mundial quedará rezagado y empobrecido. Menciona a Irlanda como un modelo para seguir para México. Irlanda, un país antes pobre, en los últimos doce años ha triplicado su producto interno bruto per cápita, para convertirse en el segundo más rico de Europa.

No se refiere al movimiento más activo y ambicioso de la globalización, la exportación; solamente al más pasivo, recibir inversiones. Tal vez no le da tiempo, porque de pronto suelta la brillante bandera de la globalización y se conforma con la más simple y conservadora de crear empleos. Un allegado a la campaña panista comenta: “Es para no hacer una promesa como la del crecimiento económico de 7.5 por ciento de Fox y luego como Fox no cumplirla. Y es que la variable de lograr las reformas estructurales necesarias no está garantizada.” Agrega: “La gente ya no cree en promesas superlativas.” Así, el proyecto de país al que Calderón se compromete es un proyecto económico de crecimiento moderado y avance gradual de los servicios de salud y educación.

Habla por supuesto de otros asuntos durante la campaña. Pero sus propuestas son de aumento de programas, no representan un proyecto de cambio en más áreas que en la economía. Un ejemplo: propone a las mujeres, el 52 por ciento de la población, dos medidas viables y benéficas, más guarderías y horarios largos de primaria, sin comprometerse a una política de Estado para la equidad. Habla de seguridad, pero no de una reestructuración del combate contra el crimen.

Calderón, el honesto, esquiva alentar grandes esperanzas para no crear grandes desilusiones. Pero también así impide los grandes entusiasmos. Calderón, el frugal, renuncia a los grandes entusiasmos. Pero tampoco construye una visión de país que pudiera alentarlos.
Hace años, antes de saberse candidato a la Presidencia, explicó la melancolía que conlleva la sensata medianía. Puede uno leer su reflexión cambiando la mención del PAN por la de él mismo:

… al PAN, un partido que pretende ubicarse en el centro, [le toca] ser el partido de cambio moderado con responsabilidad social. Los partidos de centro tienen la desventaja que ninguna de sus decisiones va a ser maximalista y en consecuencia siempre habrá argumentos en contra.35

Cabe agregar: y también en consecuencia, la temperatura de sus simpatizantes será templada.

 

El estilo cómico de contender

Para febrero del 2006, según las encuestas del voto, Calderón se encuentra estancado diez puntos por debajo del puntero, López Obrador. Su suerte de benjamín parece no encender. Hasta que enciende.

En un mitin, un perredista desde el público lo insulta. Micrófono en mano Calderón camina hacia el borde del templete donde lo encara y le responde duro. Cito de la incierta memoria:

“–Bejarano, ése es del Peje. Ponce, el de Las Vegas, ése es del Peje, no de mi gente. La Padierna, ésa es del Peje.”
Es decir, la corrupción campea en la gente del Peje, no en la suya. El pleito aviva a la multitud, que aplaude y se ríe. Y eso es lo que los noticiarios nacionales nocturnos rescatan del día de Calderón para difundir.
En los días siguientes vuelve a repetirse el fenómeno. Calderón ataca a AMLO: a su promesa de hacer un tren bala que cruce desde la capital del país a Tijuana la llama “mariguanada”. La gente se ríe y los noticiarios difunden el momento cómico.
Otro día, otro mote para López Obrador: “Ese López Hablador.” Risas, aplausos, lluvia de confeti, tiempo en radio y televisión.
Resulta que del otro lado del país, en la campaña del PRD, el candidato también descubre sus dotes cómicas. López Obrador llama al presidente panista a no intervenir en la campaña. Micrófono en mano y guirnaldas de flores al pecho, lo dice así:
“–Con todo respeto ciudadano presidente, cállate chachalaca.”
En el video de ese mitin puede verse a López Obrador entre sorprendido y agradecido por la hilaridad de su público. En los mítines que siguen, el público le pide más.
“–¡El de la chachalaca, Peje!”
Es sabido por los cómicos de carpa que las palabras con “ch” son chistosas. Chespirito, el cómico mexicano que más altos ratings ha tenido en la televisión de habla hispana, creó todo un establo de personajes basado en las virtudes mágicas de la “ch”. Chavo del Ocho, Chapulín Colorado, la Chilindrina, la Chimoltrufia.
“–¡El Presidente es la chachalaca mayor!” –replica AMLO.
Y es la locura carcajeante: titulares de primera plana, tiempo de radio y televisión, suplementos políticos con fotografías de chachalacas, ave rara de Tabasco de grito chillón que la política vuelve de golpe célebre. Ha nacido la primera campaña electoral chistosita de nuestra historia mexicana. Un milagro, si uno considera que a sus protagonistas el humor se les da a cuentagotas.
“–Y Calderón y Madrazo, Peje, ¿qué son, Peje?” –lo incita en otro mitin un patiño.
Y López Obrador, que sabe exprimir un chiste hasta desaparecerlo, exclama:
“–¡Chachalaquitas!”
Solo un público intoxicado de mariguana puede llorar de la risa en esta contienda de chistes sin ingenio. Pero el de los mítines es un público en efecto intoxicado –de política.
Calderón se decide a un salto cuántico: en un mitin acerca a sus labios el micrófono e hincha el pecho para cantar una canción ranchera. En el reporte del noticiero, se lo ve con sus anteojos de profesor y su honesta cabeza semipoblada de pelo, sus pantalones de casimir, entonando bastante bien, como el aficionado a la música vernácula que ha sido la vida entera. Pero el público, formado en mayor parte de clasemedieros, lo observa quieto. Día siguiente, regreso a la estrategia más exitosa de las mofas al Peje:
“–¡Ese espantachambas!”
Aplausos, risas, la ola en la multitud, una señora desfallecida por tanto humor.
Pero el meollo no es provocar risas. Sino confrontación. En la confrontación con el Peje es donde Calderón por fin logra definirse para el electorado. Así lo entiende bien su equipo de publicidad. El Peje, es decir su fantasma, se presenta en adelante a cada encuentro de Calderón con los electores. Lo llama demagogo, intolerante, se une al coro que lo tipifica como populista.
Calderón ha encontrado por fin una identidad y una bandera imposibles de refutar. Calderón es el que no es López Obrador. Si gana Calderón no gana López.
O más simple: la meta es parar al Peje.

El equipo de Calderón lanza entonces dos anuncios televisivos en que ya de plano Calderón no aparece ni es mencionado. En uno se van depositando los ladrillos con que (supuestamente) López Obrador construiría el nuevo país que promete: deuda pública, corrupción, demagogia… La endeble colección de ladrillos se desploma y un rótulo aparece: López Obrador, un peligro para México.

En el otro anuncio, Hugo Chávez, presidente de Venezuela, amenaza a Fox, el presidente mexicano, en su estilo de bravucón de pueblo: “Presidente Fox, no se meta conmigo caballero, porque sale espinao.” A continuación, López Obrador haciendo su famoso chiste sobre el presidente Fox, hábilmente convertido por la cámara lenta y la resonancia en algo siniestro: “Cá-lla-te cha-cha-la-caaaa…” Y de nuevo: “López Obrador, un peligro para México.”

El humor se ha transformado en una guerra sucia donde juega ya no el ingenio sino el miedo. Cuando esto escribo, López Obrador ha anunciado que devolverá los golpes. Para ahora, los dos candidatos median el empate y ninguno es tímido cuando se trata de elegir las armas para ganar.

 

Calderón, el antiAMLO

La definición de Calderón como el antiAMLO por supuesto no carece de sustancia. Dentro del espectro de los candidatos existentes son las antípodas. A los escándalos de corrupción en el equipo de AMLO, sí es posible oponer la honradez de Calderón y de su núcleo cercano. A la promesa de AMLO de derramar dineros públicos para los ancianos y los más pobres (que no es más que un comienzo del welfare norteamericano para los indigentes), el énfasis de Calderón sobre la creación de empleos. Al vacío de plan globalizador de AMLO, quien se ufana de haber salido del país sólo dos veces, la conciencia de Calderón, el estudiante de Harvard, de que la globalización determinará la economía mundial en el siglo XXI. A la firmeza con que AMLO se niega a negociar su impresionante popularidad entre los pobres, la proclividad de Calderón a equilibrar cada postura con las otras fuerzas de la clase política, incluso a veces evaporándola en el proceso. A la autoridad personal de AMLO, que se patina al autoritarismo con frecuencia, el entrenamiento de Calderón en la negociación, que se patina a veces al borrón de cualquier proyecto claro, pero que lo inclinaría a formar un cogobierno, que pueda crear consensos para gobernar. Y sobre todo (y finalmente, para terminar este párrafo excesivo) a la macropromesa de AMLO de transformar al país entero, la micropromesa de Calderón de continuidad y estabilidad.

¿Ser el antiAMLO le ganará a Calderón la Presidencia? La debilidad crucial de su estrategia es que su éxito depende no de él, sino de AMLO. De la habilidad de AMLO para esquivar los golpes. De los errores que pueda cometer. Y sobre todo de que utilice (o no) el único recurso que puede disipar la nube de miedo a través de la cual ahora es percibido por un segmento importante de la población: que logre (o desee) articular la visión de un México futuro que no sea un deshuesadero de su parte rica y moderna, para venganza de los pobres; una visión donde el ascenso de los pobres signifique un fortalecimiento del país completo. Es decir, que AMLO se proponga y pueda articular la transformación que promete como un salto al futuro y no como un despeñadero al subdesarrollo.

¿Variará Calderón su bandera en la recta final? Es de suponerse que no, si el miedo a AMLO es lo que sigue haciendo crecer el número de sus votos. Insistirá en presentarse como el antiAMLO, por un lado; y por el otro, como el hacedor de empleos honestos, frugales, decentes.
Pero si sus números se estancan, probablemente (y ojalá) el pragmático Calderón por fin se arriesgará a entusiasmar al votante con metas más amplias.
Otra pregunta viene a cuento: ¿qué país nos espera si Felipe Calderón sí llega a ser presidente? Contando con la honestidad y frugalidad que Calderón ha mostrado hasta ahora, un país bastante semejante al de los últimos seis años.

Un país que crece en lo económico, pero milimétricamente. Un país que participa en la globalización, pero más como depositario de inversiones que con un aliento centrífugo de exportador. Un país donde el gobierno desliza veladamente breves y gentiles regalos a la Iglesia. Un país con una democracia que no se atreve a evolucionar del respeto al voto de las mayorías hacia el florecimiento de las libertades individuales. Tal vez, si no cumple con hacer un cogobierno, un país donde la clase política se dedica a negociarlo todo, no pone a un lado sus intereses propios y, como ahora, donde la democracia sigue empantanada en la inacción. Un país donde coexisten: las desigualdades abismales, el aumento muy gradual del empleo y un lento avance de los servicios públicos. De nuevo: un país estable.

Nada espectacular, para bien o para mal. Parafraseo a Felipe Calderón: “Los proyectos moderados tienen sus (des)ventajas.” ~

NOTAS

1 Alberto Nájar. “La vida michoacana de un panista de invernadero. ¿Quién conoce a Felipe Calderón?” Suplemento “Masiosare”, La Jornada, 6 de noviembre de 2005.

2 Ibid.

3 Ibid.

4 Ibid.5 Op. cit. Alberto Najár.

6 “Entrevista a Felipe Calderón Hinojosa, Presidente del PAN (1996-1999)”, revista Líderes Mexicanos, Férreas Comunicación, sa de cv, 1o de mayo de 1999.

7 Ibid.

8 Ibid.

9 Ibid.

10 Ibid.

11 Ibid.

12 Salvador Camarena, “Felipe Calderón. El precoz”, en Jorge Zepeda Patterson et al., Los Suspirantes, México, Planeta, 2005, p. 97.

13 Ibid.

14 Ibid.

15 Ibid.

16 “Entrevista a Felipe Calderón Hinojosa…”, op. cit.

17 Ibid.

18 Ibid.

19 Ibid.

20 Ibid.

21 Carlos Castillo Peraza, “Reflexiones condoecológicas”, revista Proceso, 30 de marzo de 1997.

22 “Entrevista a Felipe Calderón Hinojosa…”, op. cit.

23 Katia D’Artigues, “El regreso de Felipe Calderón Hinojosa”, revista Milenio Semanal,
2 de octubre de 2002, núm. 160, p. 20.

24 Ibid.

25 Ibid.

26 Según datos del inegi.

27 Jaime Sánchez Susarrey, “Encuestas”, periódico Reforma, 1 de abril de 2006. Según la encuesta Mitofsky, los jóvenes (18-29 años) simpatizan más con AMLO (34.9 por ciento) y con Roberto Madrazo (31.3 por ciento) que con Calderón (28.5 por ciento).

28 Entrevista en el programa de radio con Ezra Shabot, el 3 de febrero de 2006.

29 Discurso ante el Consejo Coordinador Empresarial y la Coparmex de Michoacán, 11 de febrero de 2006.

30 Discurso en un mitin en la plaza central de Fresnillo, Zacatecas, 30 de marzo de 2006.

31 Entrevista radiofónica con Joaquín López Dóriga en Radio Fórmula.

32 “Quiero ser Presidente. Felipe Calderón Hinojosa”, revista Líderes Mexicanos, Férreas Comunicación, sa de cv, 15 de septiembre de 2004.

33 Ibid.

34 Ibid.

35 “Entrevista a Felipe Calderón Hinojosa…”, op. cit.

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