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Ursula Kroeber llegó al mundo, se podría decir, con una crisis bajo el brazo. Nació en Berkeley, California, el lunes 21 de octubre de 1929. Tres días después fue el Jueves Negro: la jornada en que empezó a desplomarse la bolsa de Nueva York, el comienzo de la Gran Depresión. Décadas más tarde no se refirió a ninguna crisis económica. “Nací antes de que inventaran a las mujeres”, dijo.
La frase formaba parte de un texto irónico y mordaz, una suerte de manifiesto feminista lleno de humor, “escrito a principios de los años noventa para ser leído en voz alta como performance” e incluido en The Wave in the Mind, una colección de ensayos publicada en 2004.
En la misma línea, la autora aludía a intentos previos de inventar a las mujeres, pero “los modelos como el Austen y el Brontë eran demasiado complicados, y la gente se reía del Sufragista, y el Woolf estaba demasiado adelantado a su tiempo”. Dado que las mujeres aún no se habían inventado, ella apuntaba: “Soy un hombre”. “He vivido los pasados decenios tratando de ser un buen hombre –añadía– y me he olvidado de seguir joven, así que envejecí. Y se me mezclan los tiempos verbales. Soy joven y a las primeras de cambio tengo sesenta y quizá ochenta, ¿y después qué?”.
The Wave in the Mind se tradujo al español como Contar es escuchar. Lo publicó la editorial madrileña Círculo de Tiza en enero, justo unos días antes de la muerte de Ursula K.
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Es probable que haber nacido antes de que inventaran a las mujeres haya sido el motivo de que Ursula decidiera reducir a la K inicial su apellido de soltera (el paterno y no el materno, desde luego) y lucir en toda su extensión el de su esposo. Se había casado con Charles Le Guin a finales de 1953, después de conocerlo en un viaje en barco con rumbo a Francia. Ella misma se encargó de explicar que su nombre completo debía pronunciarse en tres idiomas distintos: Ursula en el inglés de Estados Unidos, Kroeber en alemán, Le Guin en francés.
Aunque ni su nombre ni sus apellidos se pronunciaran en español, tuvo un vínculo cercano con nuestro idioma. Tradujo varias obras al inglés, entre ellas los poemas de Gabriela Mistral y los relatos del libro Kalpa Imperial, de la argentina Angélica Gorodischer. En una carta que le escribió a una lectora española (sí: respondía una por una, escrupulosamente, las cartas de sus fans) decía que “quizás, en parte gracias a escritores como Borges y José Saramago, la literatura fantástica es ahora más respetable en España. Después de todo, tenemos el ejemplo de todos los grandes escritores sudamericanos”. Así firmaba:
La fantasía y la ciencia ficción fueron los terrenos donde UKL más se destacó. Sus lectores abarcan todas las edades, aunque ella no lo veía como un mérito individual. “Los libros de fantasía en general son leídos por toda la gente a la que le gusta la fantasía: la edad del lector es insignificante –dijo en una oportunidad–. La pregunta que quizás habría que hacerse no es por qué la fantasía seduce tanto a niños como a adultos, sino por qué el realismo atrae solo a los adultos. ¿Habrá algo equivocado en el realismo, algo se habrá perdido?”.
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Haber nacido antes de que inventaran a las mujeres hizo que UKL tuviera que recorrer un largo camino hasta alcanzar el feminismo. Su introducción al feminismo, aceptaba, había sido “lenta y tardía”. Fue mientras escribía la ya citada La mano izquierda de la oscuridad, publicada en 1967, cuando comenzó a plantearse estas cuestiones.
Esa novela narra la historia de un terrestre que llega a un planeta cuyos habitantes son andróginos: tienen un sexo neutro durante la mayor parte del tiempo, y luego se tornan masculinos o femeninos en función de quién sea su pareja. “¿Qué es ser un hombre? ¿Qué es ser una mujer? Es una pregunta difícil”, se planteó la autora. En busca de una respuesta, decidió “eliminar los géneros para descubrir qué quedaría”. “La ciencia ficción –añadió– es una oportunidad maravillosa para practicar esa clase de juego”.
Entre 1968 y 1972 publicó los tres primeros libros de Terramar, probablemente la serie más popular de su obra. Son novelas escritas todavía dentro de “una tradición muy masculina”, la cual por entonces seguía dominando la fantasía y la ciencia ficción. UKL creía saber cómo sería el cuarto libro, cómo concluiría la historia. Pero en ese momento no lo pudo escribir. Recién en 1990 apareció el siguiente libro, que ella creía iba a ser el último. Pero hubo dos más: uno en 1999 y otro en 2001.
“Me llevó 17 años darme cuenta de cómo había sido la historia –explicó–. Si en esos años yo no hubiera aprendido de las feministas, nunca habría hallado la razón por la cual Tenar [la protagonista] rechazó el poder masculino y halló su propio poder como mujer. No pude escribir el cuarto libro hasta que no me encontré a mí misma y descubrí mi propio poder como mujer y como escritora mujer. Lo cual significa: como un ser humano completo”.
Ursula Kroeber Le Guin había entendido que, ahora sí, las mujeres ya estaban inventadas. (Y ahora que ya están inventadas queda todavía un largo camino por recorrer. Eso es tarea nuestra.)
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La obra de UKL es vasta y no se limita a los géneros fantásticos. Publicó una veintena de novelas, once libros de cuentos y otros tantos de relatos infantiles y juveniles, seis de poesía y cuatro colecciones de ensayos. Y sin embargo ella no creía haber hecho demasiado. “Una biografía mía será muy aburrida, porque no he hecho nada –dijo–. Cuidar de los niños y escribir. Una vida muy tranquila”.
La citada carta a la lectora española se cerraba con una frase de ánimo y esperanza: “Donde haya lectores habrá escritores”. ¿Cuál es la misión de los escritores? Ella la expresó con mucha belleza en una introducción a La mano izquierda de la oscuridad: “El artista trata lo que no se puede decir en palabras. El artista cuyo medio es la ficción hace esto con palabras. El novelista dice, en palabras, lo que no se puede decir con palabras”. Sus millones de lectores en todo el mundo dan fe de que Ursula K. Le Guin supo cómo hacerlo.
(Buenos Aires, 1978) es periodista y escritor. En 2018 publicó la novela ‘El lugar de lo vivido’ (Malisia, La Plata) y ‘Contra la arrogancia de los que leen’ (Trama, Madrid), una antología de artículos sobre el libro y la lectura aparecidos originalmente en Letras Libres.