Cerca del Cuerno de Oro, el puerto natural de la ciudad de Estambul que ha protegido a comerciantes griegos, romanos, bizantinos y otomanos por miles de años, un cartel muestra la cotización de la lira turca en dólares, euros, libras y bitcoins. Resulta un poco sorprendente ver ese último valor, dado que las criptomonedas experimentaron una devaluación masiva este año: el precio del bitcoin se desplomó un 33 % en noviembre. Pero el hecho de que persista en países como Turquía nos da algunos indicios de hacia dónde se dirigen el dinero y el sistema financiero global. Desde octubre, mientras el bitcoin se devaluaba de forma récord, el volumen de transacciones en criptomonedas aumentó un 37 % en Turquía.
La crisis que atravesó la lira turca el verano pasado —por la cual los ahorros de vida, las pensiones y las inversiones de los turcos perdieron gran parte de su valor— y una población joven conocedora del tema contribuyen a explicar por qué tanta gente está buscando alternativas al dinero fiduciario (el dinero respaldado por regulaciones gubernamentales). Dos encuestas recientes demuestran el auge de las criptomonedas en el país: una realizada por ING/Ipsos entre el 26 de marzo y el 6 de abril (es decir, antes de la crisis de la lira) revela que el 18 % de los turcos encuestados posee ahorros en criptomonedas, en comparación con el 9 % de los europeos y con el 8 % de los estadounidenses. La otra encuesta, realizada por una firma turca llamada Twentify hacia fines de agosto, después de la crisis de la lira y cuando el precio del bitcoin cayó casi un 10 %, reveló cifras similares: casi la quinta parte de los encuestados admitió haber adquirido y vendido bitcoins.
La respuesta de la comunidad de las criptomonedas a la crisis de la lira turca demuestra cómo convergen, para bien o para mal, la geopolítica, las tecnologías emergentes y los especuladores financieros. Para ser breve, todo esto involucra a un pastor estadounidense que estuvo en prisión en Turquía (y que fue liberado en agosto) y a los aranceles que EE. UU. impuso a las importaciones de acero y aluminio de Turquía como represalia. Después de que el 10 de agosto Trump anunciara por Twitter que establecería tales aranceles, la lira turca se devaluó más de un 20 % en un día. Y a pesar de que ya recuperó gran parte del valor perdido, la moneda lleva acumulada una caída de más del 30 % a lo largo del año. La inflación también es motivo de gran preocupación: llegó al 15 % en septiembre. Los analistas alertan que la economía turca podría estar encaminada a una recesión.
Debido al desplome de la moneda nacional y a la fluctuación de precios, no sorprende que los turcos consideren invertir en activos muy alejados de las instituciones reguladas por el estado, incluso a pesar de la volatilidad y el riesgo de las criptomonedas. La comunidad de las criptomonedas se hizo eco de este fenómeno: el copropietario de Bitcoin.org, cuya identidad se desconoce, publicó un tuit el 13 de agosto en el que comentaba que había habido un aumento considerable de la cantidad de visitantes de Turquía al sitio web, y agregó: “Así es como Bitcoin se apropia del mundo (…), reemplazando monedas fiduciarias a medida que se derrumban”.
En la historia breve de las criptomonedas, las crisis económicas han sido catalizadores importantes. Durante las recesiones de Grecia y Venezuela, aumentó el interés en las monedas virtuales allí. Después de todo, el origen del bitcoin es consecuencia de la crisis financiera de 2008, y fue creado por una persona con el seudónimo de Satoshi Nakamoto. El deseo de Nakamoto era crear un sistema en el que las personas pudieran enviar unas a otras dinero electrónico por vía digital, sin que intermediara una institución financiera. En la actualidad, gran parte de nuestro dinero está controlado por las entidades bancarias, que ganan alrededor de USD 1,7 billones al año por facilitar las transacciones que realizamos. Una moneda descentralizada y confiable que elimine a los intermediarios es un sueño no solo para los tecnoanarquistas, sino también para países como Turquía.
Emin Gün Sirer, profesor turco-estadounidense de Informática que dirige la Iniciativa para Criptomonedas y Contratos Inteligentes en Cornell University, destaca varias razones por las que el dinero virtual resulta tan atractivo para los turcos. En conjunto, la demografía del país, la población relativamente joven en comparación con la de Europa y la adopción flexible de nuevas tecnologías son todas condiciones favorables para un mercado ansioso de criptomonedas. Según Sirer, los turcos tienden culturalmente a adoptar planes financieros con alto margen de ganancia. Debido a la incertidumbre económica que existía en el verano, muchos dirigieron su dinero hacia esa dirección.
Cuando Venezuela sufrió una crisis económica similar, la depreciación de su moneda y una inflación galopante, el presidente Nicolás Maduro lanzó el petro, una criptomoneda respaldada por el estado y vinculada con las reservas de petróleo nacionales. Los críticos advirtieron que podía tratarse de un fraude. Hace poco, Maduro incrementó el valor del petro en un 150 %, lo que hizo que un reconocido economista venezolano cuestionara si realmente puede considerarse al petro como una criptomoneda, dado que su valor lo determina Maduro en vez de las leyes de la oferta y la demanda.
A pesar de la popularidad del bitcoin en Turquía (o quizás debido a eso), el gobierno ha intentado desviar a la población hacia inversiones más convencionales. La estrategia del presidente Erdoğan fue instar a los ciudadanos a convertir sus dólares para contener la decaída lira y promover el comercio con Rusia, China e Irán en monedas nacionales. La autoridad religiosa de Turquía, Diyanet, también dictaminó que no era “admisible” que los musulmanes usaran o comercializaran criptomonedas. Como si fuera para darle la razón a Diyanet, Turcoin, promocionada de manera fraudulenta como una moneda nacional alternativa, resultó ser un esquema Ponzi: sus fundadores escaparon del país con millones de dólares.
Pese a la naturaleza altamente especulativa y fluctuante de las criptomonedas, se las considera una inversión alternativa atractiva en mercados emergentes. Por ejemplo, un informe de la ONU sostiene que África es la siguiente frontera. En Nairobi, una plataforma de comercialización de criptomonedas con base en Suiza presentó un programa piloto para emitir tokens digitales que pudieran usar los residentes de uno de los barrios más empobrecidos de la ciudad, en reemplazo de la moneda fuerte. La pequeña nación de Georgia está en segundo lugar después de China en la minería de bitcoins, y es la primera en asegurar títulos de tierra a través de la red Bitcoin. Las criptomonedas son un experimento para posibilitar transacciones financieras más confiables, en especial para quienes están fuera del sistema financiero global.
Vedat Akgiray, profesor de Finanzas de Bogazici University, en Estambul, sostiene que la confianza en las instituciones financieras está en un nivel históricamente bajo, no solo en Turquía. En 2013, cuando Ben Bernanke, el entonces presidente de la junta de la Reserva Federal, anunció el fin de lo que se conoce como “expansión cuantitativa” (una política que inyectó más dólares estadounidenses al mercado), las economías emergentes como Turquía sintieron el golpe. La lira comenzó a devaluarse frente al dólar de forma sostenida a medida que la Reserva Federal cerraba la llave y comenzaba a aumentar las tasas de interés.
Para los turcos, fue la injusticia de depender de los movimientos de un banco central ubicado en Washington, Bruselas o Londres, por no mencionar el comportamiento y los mensajes erráticos de su propio gobierno, lo que los hizo volcarse a esas alternativas virtuales. Como sostiene Sirer, las criptomonedas, en esencia, “condicionan al gobernante en lo que respecta a cómo emitir y controlar el dinero”. Para países como Turquía, que operan dentro de la hegemonía del sistema financiero dominado por el dólar, las criptomonedas son un sueño atractivo pero no exento de riesgos. “Es lo opuesto a todo a lo que estuvimos acostumbrados durante siglos”, observa Akgiray. “Se trata de un verdadero cambio”.
Este artículo es publicado gracias a una colaboración de Letras Libres con Future Tense, un proyecto de Slate, New America, y Arizona State University.