De todos los escenarios posibles para el comienzo del proceso de selección del candidato demócrata que enfrentará a Donald Trump en noviembre, lo que ocurrió ayer en el pequeño estado de Iowa es, por mucho, el peor. La confusión en el conteo y el retraso en la entrega de los resultados finales (un fiasco mayormente inédito) ha abierto la puerta a las teorías de la conspiración, que amenazan con poner en duda la legitimidad del proceso entero y, peor todavía, profundizar la división dentro del partido.
Ambas dinámicas favorecen sobre todo a Donald Trump, que requiere de una oposición fragmentada para aspirar a la reelección. Si lo de ayer fue una tormenta perfecta para los demócratas, para Trump fue un regalo con moño dorado. Ni en el más optimista de los escenarios podría el presidente de Estados Unidos haber soñado con algo semejante.
Pero de ese calibre es su suerte. Ya en la elección pasada la historia conspiró en su favor, cuando los ataques terroristas en San Bernardino y París parecieron justificar su retórica nativista. La debacle demócrata en el principio mismo de su proceso de elecciones primarias le permitirá a Trump burlarse de la oposición, al descalificarla como risiblemente inepta y quizá hasta corrupta. De hecho, no perdió tiempo en hacer ese señalamiento en Twitter y, junto con él, varios de su círculo cercano, sus estrategas y algunos intelectuales afines a la causa trumpista.
Es indignante, pero la política no perdona. Los demócratas se han disparado en el pie y Donald Trump tiene todo el derecho de explotar el regalo como le venga en gana. ¿Qué le queda ahora a los demócratas? Lo primero que habría que esperar es que los candidatos del partido muestren algo de altura ante la confusión. Si insisten en que los errores cometidos en Iowa son sintomáticos de un sistema fraudulento que opera con datos cargados, ayudarán a Trump. Si no reconocen los resultados de Iowa, cuando sea que aparezcan, ayudarán a Trump. Si insisten en distanciarse y pierden de vista que el enemigo es el presidente y no los otros aspirantes a la candidatura demócrata, ayudarán a Trump.
Por otro lado, si milagrosamente el partido logra rescatar del lodo el fiasco de Iowa y pasar la página para concentrarse en los estados siguientes, los demócratas mantendrán viva alguna esperanza de negarle la reelección al presidente Estados Unidos. Pero eso se ve mucho más improbable hoy que ayer. En el momento más importante de su historia moderna, el partido demócrata ha demostrado que nunca pierde la oportunidad de perder una oportunidad.
(Ciudad de México, 1975) es escritor y periodista.