Estrenada en el Festival Internacional de Cine de Guadalajara en 2011, Lluvia de luna, de Maryse Sistach, narra la historia de Ángela, quien tras la muerte de Lisa, su hija, conjura a la luna para que vuelva a vivir por unos días. Aunado a la dolorosa pérdida, Ángela siente el remordimiento de saber que su hija nunca encontró el amor y que también le fue negada la culminación del mismo, es decir, la experiencia sexual.
Ángela, quien se dedica a cantar profesionalmente como soprano, comienza entonces un peregrinaje hacia Tulum con el propósito de depositar las cenizas de su hija y despedirse de ella, es entonces –consciente o inconscientemente– que su canto le devuelve la vida a su hija. Sin recordar nada, Lisa se encuentra en la playa, donde conoce a Chabela, Alita, Ceci y Pablo, con quien finalmente sostendrá una relación sentimental.
Dentro de la trama, el destino ya está determinado, las alas de ángel del disfraz de Lisa, así como sus sueños sobre caídas a un precipicio anticipan su final. Cabe mencionar que, antes de su resurrección, Lisa ya había visto casualmente a Pablo en una fiesta y es el querer encontrarlo nuevamente lo que ocasiona el accidente que le cuesta la vida. El joven, que no recupera su agenda y no vuelve a saber de Lisa, conocerá días después a Ángela en la carretera tras quedarse varado al sufrir un choque automovilístico y le pedirá aventón a Tulum. Es desde ese momento que un tono sobrenatural comienza a adueñarse de las escenas y los diálogos poco a poco.
Sistach se coronó como directora después de Perfume de violetas (2000), esa película cruda y bien articulada que muestra las carencias emocionales propias de la juventud en el entorno violento de una urbe tumultuosa y herida: la ciudad de México. No hay la misma soltura en Lluvia de luna, donde los diálogos caen muchas veces en lugares comunes y los personajes tienen poco desarrollo.
Si bien en Perfume de violetas se admira un lenguaje lleno de modismos e incluso un acento muy cuidado, además del inolvidable momento de tensión en el cual el desenlace trágico está vedado y cuya omisión aporta todavía más al cierre de la película, en Lluvia de luna hay líneas que parecen un descuido: a unos pocos minutos de que ha muerto Lisa, la colega de Ángela apresura a la protagonista a “seguir adelante”. Algunas veces nos perdemos de una escena a otra; es difícil saber por qué Ángela decide ir a Tulum, además de que son excesivas las pistas que se nos ofrecen para diferenciar a los muertos de los vivos. Por otro lado, la cinta presenta un lenguaje visual agradable: las escenas bajo el agua están muy bien logradas y dan un aire a la pintura realista de Alyssa Monks.
El que Lisa vuelva a la vida tiene detrás la idea de la directora de que “los milagros que no ocurren en la vida real pueden ocurrir en el cine”. Lluvia de luna quizá no sea un milagro del cine mexicano y falla en repetidas ocasiones en dar un poco más de contexto al espectador, pero es una propuesta que intenta explorar un lado sobrenatural que hemos dejado olvidado en una cartelera que últimamente se ha especializado en estilizar la narrativa alrededor del narcotráfico.
Actualmente, la película forma parte de la muestra de Cine Mexicano Independiente que en el país se presenta en Cinépolis Diana y Universidad y se espera su estreno comercial a principios del 2013.
Maestra en filosofía, publicista y aficionada a la música clásica