La obra de Gabriel Orozco me entusiasma, a mí, que pienso que el arte contemporáneo es aburrido en lo general y perverso en lo particular. Pero su trabajo refuta esta idea: allí están la plastilina, las tapas de los yogures como una cruz, los extraordinarios atomistas, Black kites, la DS, el perro dormido, los lints, la casa observatorio, los árboles samurai, la ballena, su última exposición en la galería kurimanzutto.
Gabriel Orozco es un artista que piensa en círculos.
Recorre una y otra vez el mismo camino. Siempre en ascenso.
Gabriel Orozco: provocación y réplica.
Gabriel Orozco es un maestro. Un observador atento que busca y repite los accidentes de la realidad, transformándolos; es admirable la manera en que Orozco busca las huellas de las cosas para ordenarlas en su propia estela, sencilla y compleja.
La línea de la geometría: los kourós, Pitágoras, Durero, Duchamp, Oppenheimer, Valéry.
Gabriel Orozco comprendió muy joven que la decepción –en sus dos sentidos–, es parte fundamental de su trabajo.
Gabriel Orozco: el realismo espacial.
Gabriel Orozco personifica brillantemente lo que Iván Illich llamó el paso de la civilización de las herramientas a la civilización de los sistemas.
Gabriel Orozco es un nodo, según la que, con el tiempo, se hará famosa definición de Conspiratio: en el mundo de los sistemas o se es nodo o se es nada.
Gabriel Orozco no está sólo. Es la punta. Hay genios en México.
La obra de Gabriel Orozco es un resonante triunfo de la libertad.
Gabriel Orozco es la gota que derrama el vaso de México. Enhorabuena.
– Pablo Soler Frost
(México, 1965) es editor, escritor y guionista de cine. Entre sus libros recientes se encuentran La soldadesca ebria del emperador (Jus, 2010) y El reloj de Moctezuma (Aldus, 2010).