a la memoria de mi abuelo Albino
nada se pierde con inventar: el sueño que te cuento: el tequila en su botella miniatura: la calabaza dulce: el pan suave que se haría migajas por ser el pan duro que preparabas en noviembre: el pan que todos aceptábamos para tirar en casa a la basura
nada se pierde con imaginar: tu infancia mítica de niño migrante: el agua que repartías en cubetas de hojalata en Santa María la Ribera (la ciudad de plomo y azúcar): la puñalada nocturna que no recibiste entre los omóplatos gracias a una mano como luna: el día que barajaste tus cuarenta años y decidiste llevar a la ciudad tu póquer de hijos: los años sirviendo trago en La Abeja: recogiendo el sustento de las propinas de la noche
nada se pierde (en esta comanda): sobre todo si entre las palabras vienen todas las flores y la sal de las cocinas: agosto en trompetas de alcatraces: abril siseante de jumiles: febrero entre espadines de colorín y nubes de huevos revueltos: noviembre tendido en la mesa debajo del rodillo: los junios que suben por los trazos de buganvilias tulipanes chinos y geranios (no te equivocabas: solo un espesor es necesario: el de los pétalos)
nada se oculta: en la voz de la que siempre te vio desde lejos: el buen patriarca que no por ser bueno es menos hombre lejano y campirano
nada se omite: en la última noche (carbonizada en el cabo de la vela de san Juan Bautista): y en el colmo de la arteria tu voz defendiendo la última trinchera de la vida
nada se mueve: cuando cubro la mesa con papel de china desollado: y la riego de pétalos de flores: si coloco tu retrato entre las osamentas de alegre azúcar y pruebo el caramelo de la falda de los postres
nada se descubre (si suponemos) que esta herida también es una puerta que se abre ~
(Ciudad de México, 1982) se define como "onirista". Por su segundo libro de poesía, Tránsito (Fonde Editorial Tierra Adentro, 2011), obtuvo el Premio Nacional de Poesía Carlos Pellicer.