MOSCÚ. Vladimir Putin y sus funcionarios intentan convencer a los rusos de que la economía del país se adaptará a las sanciones y que las restricciones impuestas son una oportunidad para que Rusia aumente su producción local y sea más independiente. Pero las sanciones están dificultando las transacciones cotidianas. Y lo que es peor, a medida que la moneda rusa se devalúa y los precios aumentan, la gente anticipa una escasez como la que se vivió en la era soviética, por lo que están abasteciendo sus reservas en las tiendas. Los más ingeniosos están inventando formas arriesgadas e incómodas para acceder a servicios internacionales y bienes esenciales.
Una de las disrupciones más importantes ha sido la decisión de Visa, Mastercard y American Express de ya no aceptar tarjetas rusas fuera de Rusia. Desde el 10 de marzo, decenas de miles de rusos en el extranjero se dieron cuenta que sus tarjetas habían sido bloqueadas. Las tarjetas siguen funcionando dentro de Rusia, pero ya no es posible hacer pedidos en línea a tiendas internacionales, ni pagar servicios extranjeros. Aunque algunos problemas se han resuelto rápidamente (muchos usuarios, entre los que me incluyo, han descubierto que es posible pagar las suscripciones en la App Store con cargo a la facturación del teléfono móvil en lugar de la tarjeta bancaria), las soluciones para otros problemas de pago son caras y, a veces, inseguras.
La semana pasada, una agencia de viajes anunció paquetes turísticos de tres días al país vecino de Uzbekistán, donde los rusos pueden obtener una tarjeta bancaria local de Visa o Mastercard. La empresa cobra 220 dólares por viaje, pero el precio no incluye los boletos de avión. Volar de Moscú a Tashkent cuesta alrededor de 400 dólares.
Aquellos que no quieren viajar 3,200 kilómetros y pagar 600 dólares para abrir una cuenta bancaria en otro país, pueden empezar a considerar la banca clandestina. En un grupo de Telegram, los usuarios piden u ofrecen ayuda para enviar fondos fuera del país o conseguirlos desde el extranjero ahora que Western Union y MoneyGram han suspendido sus servicios en Rusia. El sistema es similar a la hawala, una práctica popular en Medio Oriente, que básicamente se reduce a transferir dinero sin moverlo realmente. Por ejemplo, un ruso quiere transferir 1,000 euros a alguien en Europa. Encuentra a una persona con cuentas bancarias en Rusia y Europa, pone el equivalente a 1,000 euros en rublos en la cuenta rusa de esta persona, y esta última, a su vez, envía 1,000 euros desde su cuenta europea al beneficiario en Europa.
Es difícil evaluar el grado de popularidad de estas transferencias hawala, pero parecen ser comunes. Hablé con una rusa que publicó en un grupo de Telegram que tiene cuentas bancarias en Rusia y Estados Unidos, y que podría ayudar. Según la usuaria, que pidió permanecer en el anonimato, varias personas se pusieron en contacto con ella. Para protegerse, acabó cooperando únicamente con los que resultaban tener conocidos en común con ella. En total, realizó transferencias por 1,500 dólares. Dice que no ha obtenido comisión ni ningún beneficio con ello. “Solo intento ayudar”, me escribió. Otro usuario de Telegram que ofreció sus servicios me dijo que alguien le pidió que transfiriera 3,000 dólares, pero él se negó porque solo estaba dispuesto a proceder con pagos pequeños, de hasta 50 dólares. Como este sistema se basa en la confianza, la gente teme los riesgos. Las autoridades y expertos en Rusia ya han denunciado el aumento del número de estafas relacionadas con el comercio de divisas. Otra persona se refirió a las transferencias clandestinas en el grupo de Facebook más popular para emigrantes rusos: “Estoy utilizando este método para enviar donaciones a un refugio de perros en Rusia. No hay otra forma”. Su comentario recibió decenas de “likes”: tras el inicio de la “operación militar especial” en Ucrania, las organizaciones caritativas en Rusia se han quejado de que han perdido hasta 30% de las donaciones, incluidos los pagos desde el extranjero.
Los rusos que quedaron varados en el extranjero con tarjetas suspendidas también han encontrado formas creativas de sacar dinero de sus cuentas. Una residente de Moscú viajó a Omán de vacaciones antes de la “operación militar”; allí las sanciones de Estados Unidos le tomaron por sorpresa. “Es duro: no puedes reservar alojamiento, rentar un coche, pedir un taxi o comprar boletos de avión por internet. Ni siquiera puedes comprar una botella de agua en el supermercado”, me dijo. “Sacamos dinero en efectivo antes de que se suspendieran las tarjetas. Cuando las tarjetas dejaron de funcionar, descubrimos una manera en que podíamos transferirnos dinero para retirar efectivo. Esas transferencias nos salvaron”. (Prefirió no nombrar el servicio para no ponerlo en el radar de los funcionarios).
La mujer había planeado ir de Omán a los Emiratos Árabes Unidos y volar desde allí de vuelta a Rusia. Pero su vuelo, como muchos otros, fue cancelado después de que Estados Unidos y la Unión Europea cerraran su espacio aéreo a los aviones rusos, y Rusia prohibiera los vuelos de 36 países en respuesta. “El vuelo más barato desde los Emiratos Árabes Unidos era a Bakú (Azerbaiyán). Lo reservamos, pero cuando llegamos a Bakú, nos enteramos de que los vuelos a Moscú también se habían cancelado”, cuenta. “Tomamos un autobús hasta la frontera rusa y la cruzamos a pie con todo nuestro equipaje”. Ahora está de vuelta en Moscú y dice que, en general, su experiencia no fue tan mala, comparada con la de los rusos que viajaron con niños.
La imposibilidad de utilizar tarjetas bancarias se ha convertido en un problema para cientos de miles de personas que han huido de Rusia por temor al colapso económico, las represiones políticas y el posible reclutamiento militar. A quienes no tenían divisas en sus cuentas bancarias antes del 9 de marzo se les prohibió comprar dólares en Rusia. Muchos ciudadanos que abandonaron el país después de esa fecha se quedaron sin tarjetas que funcionaran y sin dinero en efectivo. Un ruso que huyó a Turquía me contó cómo se las arregló para reservar su alojamiento ya que Booking.com y Airbnb no aceptaban tarjetas rusas. “En Airbnb, puedes escribir directamente al propietario sin pagar nada. Así que me puse en contacto con muchos propietarios, preguntando si podía visitar un lugar primero. Tardé cuatro días en encontrar una vivienda con la que estuviera satisfecho”, dijo, y añadió que vivió en un albergue mientras buscaba. “La mayoría de los propietarios entendieron que no podía pagar con tarjeta debido a las sanciones, y pagué en efectivo. El precio resultó ser más alto que en Airbnb. Firmé el contrato de alquiler por un mes con posible extensión”.
Otra mujer viajó a Dubái con su marido y sus hijos, donde espera que se acabe la “operación militar especial”, pero tuvo que resolver el problema del alojamiento de otra manera. “Últimamente se han creado muchos chats en Telegram para rusos que viven en Dubái, y allí aparecen regularmente contactos valiosos. En un grupo encontramos a una persona que se ofreció a pagar cualquier servicio con su tarjeta, y le pedimos que nos hiciera un pago en Booking.com. Nos reunimos con él y le dimos dinero en efectivo: acepta moneda local y dólares, y cobra un 10% de comisión por su ayuda”, explica.
Los chats de Telegram también han ayudado a los rusos a sortear la escasez de algunos productos esenciales. Un grupo funciona como una plataforma en la que la gente busca medicamentos que no hay en los estantes de sus ciudades. (Esta escasez se debe en parte a que las empresas farmacéuticas extranjeras dejaron de exportar medicamentos, pero también a que los rusos empezaron a guardar reservas de ellos). Una residente de la región de Moscú me dijo que estaba buscando levotiroxina, que se utiliza para tratar el cáncer. “Publiqué un post en un grupo y, al mismo tiempo, pregunté a mis conocidos si podían preguntar en las farmacias a su alrededor. Recibí la respuesta en un chat de una mujer de Moldavia, y estuve a punto de comprarle el medicamento, pero entonces, una de mis amigas me respondió que podía enviar la medicina desde la ciudad rusa de Tula. Elegí la última opción porque es más fácil comprar el artículo dentro de Rusia que en el extranjero. De todos modos, estoy agradecida por la amabilidad de la gente en el chat”, dijo. Según otros listados de Telegram, la gente sigue buscando levotiroxina, medicamentos anticonvulsivos y hormonas. Tal y como han informado los médicos, también es difícil conseguir insulina, antidepresivos y antiinflamatorios.
Mientras tanto, los funcionarios rusos, que evidentemente viven en un universo paralelo, hacen declaraciones públicas en las que afirman que no hay problemas de abastecimiento de medicamentos o víveres.
Algunas personas en occidente pueden pensar que las restricciones harán la vida de los rusos tan insoportable que saldrán y tomarán las calles. Sin embargo, la realidad es que los ciudadanos más pobres tienen que darle prioridad a sus necesidades básicas –como conseguir comida– por encima de luchar por sus derechos. Mi amiga bromeaba tristemente diciendo que espera que no acabemos viendo chats en Telegram en los que la gente intercambia comida. Yo también lo espero, pero hay muchos vídeos de gente peleándose por el azúcar en los supermercados rusos debido a la escasez, así que nada es imposible.
Este artículo es publicado gracias a una colaboración de Letras Libres con Future Tense, un proyecto de Slate, New America, y Arizona State University.